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T R E S

AMIGO???

El sol trataba de colarse en su habitación cuando me adentréde. La habitación estaba sumida en un silencio denso, el tipo de silencio que se siente como una presencia pesada. Adela estaba en el sofá, envuelta en una manta que la hacía parecer más pequeña, como si intentara desaparecer en su propio dolor. Su rostro, generalmente tan animado, ahora reflejaba una tristeza profunda, y sus ojos, normalmente vivos, parecían perderse en un horizonte lejano e inalcanzable. Aparte un poco las cortinas para darle paso a la claridad.

Al caminar hacia ella, noté los libros y las carpetas apiladas en el rincón, abandonados y cubiertos de polvo. Había dejado la escuela poco después de empezar el semestre, sin una palabra clara sobre su decisión, como si el mundo académico y sus exigencias fueran demasiado pesados de cargar. La falta de rutina y el aislamiento parecían envolverla en una niebla que le impedía avanzar. Cuando le pregunté cómo se sentía, sus respuestas fueron monosílabos vacíos, como si las palabras se desvanecieran en el aire sin llegar a expresar lo que realmente le pasaba.

Me senté a su lado, intentando ofrecerle una presencia tranquilizadora, aunque las palabras se sentían insuficientes. Adela miraba a través de la ventana, como si esperara que el cambio de paisaje pudiera ofrecerle algún tipo de solución mágica a su sufrimiento. La verdad es que el desafío no era solo con la escuela, sino con el hecho de enfrentar una existencia que parecía tan oscura y desalentadora en ese momento. Cada decisión que tomaba, cada retirada de las actividades que solía disfrutar, era un grito silencioso de su incapacidad para enfrentar el mundo y el dolor que lo acompañaba.

Pasé un tiempo en silencio a su lado, entendiendo que a veces la compañía es más efectiva que cualquier consejo. Sabía que Adela necesitaba encontrar su propio camino a través de la tormenta que enfrentaba, y que, aunque yo podía estar allí para ella, el proceso de sanar requería de su propio esfuerzo y voluntad. Mientras me despedía, le dejé una promesa implícita de estar allí para cuando estuviera lista para enfrentar, poco a poco, los desafíos que la vida le presentaba. ¿Me habrá escuchado? ¿Al menos lo considerará?

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