Adela fue encontrada en su habitación, con una serenidad inquietante que no presagiaba el dolor que había estado ocultando. La causa de su fallecimiento fue una combinación de complicaciones relacionadas con su depresión severa: desnutrición y un cuadro grave de agotamiento físico y mental. Su decisión de dejar de comer y su incapacidad para enfrentar la vida diaria contribuyeron a un estado de debilidad que sus órganos no pudieron soportar.

Aunque los médicos habían advertido sobre los riesgos de su desnutrición y su deterioro general, la situación de Adela no había sido abordada con la urgencia necesaria. La falta de comunicación y la tendencia a ocultar su sufrimiento hicieron que su estado se agravara sin intervención o ayuda adecuada. En su lucha silenciosa contra la depresión, Adela no buscó el auxilio necesario, y el resultado fue una pérdida que dejó a todos en estado de shock y profunda tristeza. Su partida se convirtió en un recordatorio doloroso de la necesidad de prestar atención a las señales menos evidentes de desesperación y angustia.