2. Callejón Diagon
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A la mañana siguiente Abigail despertó un poco más temprano de lo usual y con el cabello nuevamente azul brillante, pues estaba muy emocionada de ir con toda la familia a comprar sus cosas que necesitaba para las clases.
Luego de que todos estuvieran listos, usaron la red flu para llegar hasta el Callejón Diagon, el cuál estaba tan lleno como las anteriores veces que había ido. Pero ahora era diferente, porque ya no solo comprarían las cosas de su hermano, también las de ella.
Mientras se limpiaba los restos de hollín de la chimenea, sacó la segunda hoja que venía en el sobre y la extendió.
UNIFORME
Los alumnos de primer año necesitarán:
—Tres túnicas sencillas de trabajo (negras).
—Un sombrero puntiagudo (negro) para uso diario.
—Un par de guantes protectores (piel de dragón o semejante).
—Una capa de invierno (negra, con broches plateados).
LIBROS
Todos los alumnos deben de tener un ejemplar de los siguientes libros:
—El libro reglamentario de hechizos, Miranda Goshawk.
—Una historia de la magia, Bathilda Bagshot.
—Teoría mágica, Adalbert Waffling.
—Guia de transformaciones para principiantes, Emeric Switch.
—Mil hierbas mágicas y hongos, Phyllida Spore.
—Filtros y pociones mágicas, Arsenius Jigger.
—Animales fantásticos y dónde encontrarlos, Newt Scamander.
—Las fuerzas oscuras. Una guía para la autoprotección, Quentin Trimble.
RESTO DEL EQUIPO
1 varita.
1 caldero peltre, medida 2.
1 juego de frascos de vidrio o cristal.
1 telescopio.
1 balanza de latón.
Los alumnos también pueden traer una lechuza, un gato o un sapo.
SE RECUERDA A LOS PADRES QUE A LOS DE PRIMER AÑO NO SE LES PERMITE TENER ESCOBAS PROPIAS.
—Primero vamos por los libros —habló su madre caminando en dirección a donde se encontraba el establecimiento.
Entraron a Flourish y Blotts y Hayley les permitió a los hermanos observar cuidadosamente los estantes, en lo que ella y Augustus compraban los libros.
—Lo mejor de nosotros, es que ya tenemos el libro —comentó Rolf, viendo un ejemplar del libro de su abuelo.
—Y lo tenemos firmado —añadió Abigail y su hermano asintió con diversión.
Minutos después Augustus y Hayley regresaron con los libros en brazos, listos para salir y seguir comprando. Pero una conocida voz los detuvo.
—¡Hayley, querida! —era la mejor amiga de su madre: Molly Weasley.
—¡Molly, hola! —saludó con la misma emoción que la señora Weasley.
—Hola Augustus, ¡Hola niños! —después de saludar a su padre se acercó para abrazar a los Scamander menor.
—Hola Molly —Augustus le regresó el saludo antes de dirigirse al señor Weasley.
—¡Molly! —exclamaron los hermanos en medio del abrazo.
En eso aparecieron tres pelirrojos más, dos de ellos eran idénticos y cualquiera que apenas los conociera no sabría identificarlos. El tercero era más pequeño.
—¡George, Fred, Ron! —Abigail se lanzó hacia ellos y los abrazó como pudo.
—Hola chicos —saludó Rolf más tranquilo, pero aún con entusiasmo.
—Hola, es bueno verlos aquí —dijo Fred correspondiendo el abrazo.
—Es cierto, ¿Cuándo llegó su carta? —esta vez habló George.
—Ayer —Abigail se separó—. ¿Las de ustedes?
—Hoy, en la mañana —agregó Ron.
—Y nombraron prefecto a Percy —informó Fred señalando al nombrado, quien estaba con el señor Weasley.
—Mamá está muy feliz —dijo George.
—Era de esperarse que se convirtiera en prefecto —comentó Rolf.
—Me imagino que eso ha hecho que lo molesten aún más —inquirió Abigail.
Los gemelos asintieron con diversión.
—Pero mamá nos regaña cada vez que lo hacemos —comentó Fred—. Aunque claro que no nos detendremos.
—¿Y Charlie ya está en Rumania? —preguntó Abigail cambiando de tema.
—Sí, nos escribió que es fantástico —respondió ron.
Rolf soltó un suspiro.
—Wow, que increíble debe de ser estudiar dragones.
—Niños, tenemos que irnos —la señora Weasley interrumpió—. Adios, y felicidades por tu carta Abigail.
La castaña agradeció.
—Bueno, nos vemos en Hogwarts —dijo George, despidiéndose con una sonrisa junto con los demás.
—O en el tren —agregó Abigail.
El señor Weasley y Percy se despidieron de lejos y salieron. Luego ellos también salieron para encontrarse con sus abuelos y comprar lo que faltaba.
—¿Vas a llevar a Frank? —le preguntó su abuelo en el camino, la castaña asintió.
—¿No quieres también una lechuza? —cuestionó su padre.
—No hace falta, Rolf tiene a Akamu y me la puede prestar —explicó—. ¿Verdad?
Su hermano movió su cabeza afirmativamente.
Compraron los demás objetos y la familia se dividió, pues Tina necesitaba algunas cosas para los kneazles y Queenie la acompañaría, sus padres irían al banco y tanto Newt como Rolf la acompañarían a comprar sus últimas cosas: la túnica y su varita.
Llegaron a Madame Malkin y entró, ya dentro una mujer regordeta se acercó para atenderla.
—¿Hogwarts linda?
Abigail asintió y la mujer la dirigió hasta el fondo de la tienda donde le pidió que se subiera a un escabel, una vez arriba la mujer le deslizó una túnica y empezó a ponerle alfileres para medir su largo.
Cuando la mujer estaba acabando, una niña de trenzas rubias se acercó al escabel que estaba a su lado acompañada de otra empleada. Parecía de su edad, y tenía la certeza de que igual iría a Hogwarts. En cuanto Madame Malkin se alejó, Abigail habló.
—¿Es tu primer año? —la contraria asintió—. También el mío.
—¿Estás emocionada? —pregunto la niña dirigiendo su vista hacia ella.
—Bastante, ¿En qué casa deseas quedar?
—Hufflepuff, estoy segura que quedaré ahí —respondió con una sonrisa.
—Yo no sé si quedaré en Hufflepuff o en Ravenclaw —y era la verdad, tenía las cualidades de ambas casas—. La familia de mi padre ha quedado en Hufflepuff, pero la de mi madre en Ravenclaw. Y mi hermano también quedó ahí, así que puede ser cualquiera.
—Bueno, Ravenclaw no es mala y tampoco Gryffindor —añadió la niña—. Pero Slytherin me causa un poco de… miedo, ya sabes, por quienes han salido de ahí.
Lo último lo dijo en un tono bajo, y sí, sabía a lo que se refería. Pues sus padres se habían enfrentado a ellos.
—Soy Hannah —dijo la contraria luego del corto silencio.
—Abigail —sonrió, en ese momento Madame Malkin apareció de nuevo con sus cosas y se las entregó—. Entonces, te veré en Hogwarts.
Se despidió de Hannah con un gesto de mano y una sonrisa, los cuales le fueron devueltos y salió.
Una vez fuera, los tres se dirigieron a Ollivander's, dónde compraría su varita. Algo que había estado esperando desde que su hermano tuvo la suya.
Al entrar una campanilla resonó al fondo del pequeño negocio, el cuál era estrecho y estaba lleno de cajas que llegaban hasta el techo. Recordaba el lugar de la vez que había acompañado a Rolf, y la hacia feliz de tan solo pensar que estaba ahí para encontrar la de ella. Unos pasos acercándose la interrumpieron.
—Buenas tardes —saludó amablemente un anciano y se acercó—. La menor de los Scamander, sí, Abigail Scamander. Es bueno verte de vuelta, y como olvidar al señor Scamander, madera de fresno con núcleo de hueso y concha marina.
Abigail oyó maravillada al señor Ollivander, siempre se preguntaba cómo podía recordar las varitas de los otros magos y sus nombres. El hombre se volvió hacia ella.
—Bien, Abigail ¿Con qué brazo tomas la varita? —preguntó mientras sacaba una cinta métrica de su bolsillo.
—La derecha.
Ollivander comenzó a medir desde su hombro al dedo, de la muñeca al codo, del hombro al suelo, y así la cinta continuo midiendo mientras el anciano buscaba entre los cientos de cajas. También procedió a darle una corta explicación sobre las varitas, era fascinante como hablaba de ellas. Y a Abigail le había entrado tanto interés, que incluso tenía un libro que contenía información sobre varitas.
—Prueba con esta, sauce con fibra de corazón de dragón, 24 centímetros y elástica —le extendió la varita.
La tomó entre sus dedos y la agitó, varias cajas se salieron de su lugar cayendo al suelo. Ollivander la quitó de su mano y siguió buscando.
—Roble con pluma de fénix, 26 centímetros y medio, flexible y bonita —volvió a agitar la segunda varita pero no pasó nada—. Esa tampoco.
Abigail miró a su abuelo y a Rolf nerviosa, pero ambos le dedicaron una sonrisa tranquilizadora.
—La vas a encontrar Abi —escuchó pensar a su hermano con la intención de que lo oyera.
Respiró con calma, concentrándose en el pensamiento positivo de que su varita estaba en alguna de esas cajas.
—Madera de cerezo, pelo de unicornio, 22 centímetros y rígida —la agitó pero tampoco pasó nada. Ollivander continúo su búsqueda.
Probó con dos varitas más.
—Quizás… —le extendió la sexta varita.
Al momento de tomarla un calor sintió un calor recorrer sus dedos, la agitó y chispas doradas salieron de su punta. Los cuatro se emocionaron y la vieron con una radiante sonrisa, una que también adornaba el rostro de la castaña.
—Cedro con pluma de fénix, 32 centímetros y flexibilidad ligeramente elástica —explicó con alegría—. Mi padre decía que nunca podría engañar a un portador de cedro, y estoy de acuerdo. Yo iría aún más lejos, y diría que aún no me he encontrado con un portador de una varita de cedro al que desearía enfadar, especialmente si se daña a sus seres queridos —continuaba explicando mientras guardaba la varita—. Tiene el potencial de convertirse en un adversario terrible, lo que a veces sorprende a los que le han retado sin pensarlo bien. Una magnífica varita.
Abigail sonrió, por fin tenía su varita. Su compañera que estaría con ella por los siguientes años, y con la que aprendería. Y eso también significa que estaba lista para Hogwarts, ya tenía todo lo que necesitaba.
Holaa
¿Qué tal? Un poco tarde pero aquí les traigo el segundo capítulo, y sí, como ven los viernes serán los días de actualización para Abigail.
Bueno, como lo notaron la mamá de nuestra protagonista no es de la generación de los merodeadores, ¡Si no de la de Molly! Así que díganme ¿Qué les pareció eso? ¿Se lo esperaban? 👀
En fin, ¡espero que les guste el capítulo!
Los quiere, A
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