Capítulo 7
"Un crisantemo no confraternizará con humanos."
Norma número 6 de la Tabla de Mihai.
El despacho de Mihai Ciorbea tenía el aspecto de una cripta a medianoche. Las paredes de piedra gris oscura, una débil lámpara iluminando menos de un cuarto del lugar y el mobiliario de estilo barroco tallado durante el siglo diecisiete, eran un viaje al pasado y a la muerte.
Lucas pensaba que ya no se fabricaban piezas de madera tan duraderas y resistentes como las de antaño. Ese era uno de los motivos que le llevaba a aborrecer la industrialización. También le resultaba injusto que la silla de su cuarto fuera adquirida en Ikea teniendo el líder de los vampiros un arsenal de sillas elegantes y bien valoradas económicamente como aquellas en las que Clara y él se hallaban sentados.
No obstante, no se sentía a salvo quejándose de esa situación mientras Mihai se mantenía silencioso al otro lado de un imponente escritorio sancionándole duramente con la mirada.
—¿Qué pasa?
La osadía de Clara al iniciar el interrogatorio podía ser considerada como un signo de rebeldía o falta de respeto. Sin embargo, Mihai no se molestó.
El vampiro de edad desconocida para todo el mundo mágico miraba a Clara con cierta admiración; sus ojos rojos brillantes y una sonrisa escondida confirmaban que al jefe le gustaba el carácter arriesgado de su pupila más joven.
—Nunca olvidaré el día en que Arcadio, mi mano derecha, te encontró —murmuró, acomodando su espalda en el respaldo de un enorme sillón—. Recuerdo verte cohibida y asustada, con la mirada al suelo y rascándote las manos obsesivamente. Eras débil, muy débil. Y mírate ahora: desafiando al tu líder.
Siseó las últimas palabras arrastrándolas con la lengua y, aunque su valentía se mantuvo firme, Clara sintió mucho miedo. Mihai era un vampiro fuerte y la conocía a la perfección. Al fin y al cabo, él la salvó en el ocaso de su vida.
—¿Qué hicisteis anoche?
Era completamente imposible que alguien supiera de la aventura en casa de Zurriaga. De hecho, la vampiresa estaba convencida de que esa llamada de atención en el despacho del jefe era por algo más simple como haber bajado a la base de operaciones —Holmes y Watson— o abandonar del Palau de la Nit sin autorización de un superior.
Le preocupaba que el nerviosismo de Lucas les delatara en su auténtico desliz, así que decidió ser ella quien respondiera velozmente aquel tortuoso interrogatorio.
—Salimos. —Escueta y ambigua.
No le gustó a Mihai la escasa participación de la pelirroja en esa conversación.
—¡Arcadio! —llamó y al instante el nombrado entró en el despacho con la mirada gacha—. Cuéntale a este par de idiotas lo que has descubierto.
El vampiro no tenía valor para mirar a los más jóvenes a los ojos. Lucas tuvo un pésimo presentimiento y cruzó brevemente sus ojos rojos con los de Clara. El corazón le latiría a mil por hora si no fuera porque estaba paralizado desde el 1 de marzo de 1721, día en que se convirtió en una criatura de la noche y abandonó el mundo de los vivos para internarse en el de los muertos.
—A-anoche llegué al Palau sobre las cuatro de la madrugada y vi que no estabais... —tartamudeó Arcadio, algo para nada común en aquel hombre fuerte y fornido.
—Porque salimos —repitió Clara y, desafiando de nuevo a los más veteranos, añadió—. Creo que el mero hecho de salir del Palau no incumple ninguna norma, ¿no es así?
Mihai esbozó una siniestra sonrisa y con un gesto indicó a Arcadio que siguiera explicándose.
—Yo... Eh... Joder, lo siento, chicos, pero...
Era evidente que sufría por no ser capaz de protegerles, así que Lucas ya empezaba a temerse lo peor: les habían pillado y estaban tremendamente jodidos.
—Os dejasteis los programas encendidos con la imagen de María Zurriaga de la Rosa en medio de la pantalla. No le di ninguna importancia, es más, imaginé que estaríais jugando con el ordenador, pero esta mañana, cuando Lucas ha visto en las noticias que Lucía Bartomeu estaba muerta, me he dado cuenta de que...
—Me cago en mi puta vida —murmuró el aludido.
Clara golpeó al rubio con fuerza en el hombro, un acto indudablemente sospechoso. Se podía ser imbécil y luego estaba Lucas que prácticamente había confesado al decir esa frase.
—¿Qué coño significa esto? —espetó, nerviosa—. ¿Arcadio ve el programa encendido y nos culpa de haberlo usado? Hay una barbaridad de vampiros viviendo aquí, ¿por qué se asume que hemos sido nosotros quienes buscábamos a esa tal...? ¿Rosa? ¿Cómo has dicho que se llamaba?
—No ha sido así, Clara —trató de defenderse Arcadio—. ¡Déjame terminar! No sospeché de vosotros hasta que Lucas casi se muere por segunda vez al ver el rostro de la hija del Ministro de Hacienda en el televisor. Entonces he recordado que en la ficha de María Zurriaga constaba su presunta ubicación en el municipio de Mataró, mismo lugar en el que ha desaparecido Lucía Bartolomeu. ¿Por qué demonios se vería nervioso Lucas al ver la cara de la joven desaparecida, si no es porque sabe algo al respecto? Me he visto en la obligación de comunicárselo a Mihai.
Lucas se vino abajo de sopetón y Clara se vio incapaz de sostener su inocencia mucho más tiempo con esa actitud del rubio boicoteando.
Se puso en pie violentamente y palmeó con fuerza el escritorio de Mihai, clavando su mirada en él. Cuanto más dramática fuera su indignación, más creíble sería para los demás.
—¡Nada de esto es justo!
—Clara, no te humilles públicamente... Mira a Lucas, su debilidad es prácticamente una confesión. —El líder esbozó una mueca de disgusto mientras miraba con superioridad a un abatido Lucas. Esa prepotencia enfureció a Clara.
—¡Y una mierda! ¿Os estáis escuchando? Ya habéis decidido que nos vais a condenar y el único fundamento de esta acusación se basa en una puta foto en la pantalla del ordenador y la actitud sospechosa de Lucas. ¿Es qué seguís estancados en el Siglo de Oro? ¡Norma número 3 de tu tabla, Mihai! «Un crisantemo evolucionará con el tiempo y se adaptará a sus cambios». Ningún juzgado de la actualidad condenaría a nadie sin pruebas concluyentes de...
Mihai Ciorbea se alzó bruscamente de su asiento y golpeó la lámpara con tanta fuerza que indudablemente hubo de quebrarse. Los tres vampiros restantes, en completa oscuridad, guardaron inmediato silencio.
Tras unos momentos de incertidumbre, el sonido de unos dedos deslizándose por el teclado táctil de un móvil se hicieron eco en la estancia y una vaga luz surgió del aparato. Mihai extendió su teléfono hacia Clara y subió el sonido.
Se retransmitía un grabación audiovisual de cuestionable calidad, pero lo suficientemente clara para identificar la escena. Eran Clara, Lucas y Hernán sentados en el vagón del tren en el preciso instante en que la vampiresa amenazaba con cortarle el brazo al humano si no se largaba de una vez y la dejaba en paz.
El sonido era algo difícil de escuchar, pues la personaba que grababa apenas podía cesar en su risa histérica y de vez en cuando comentaba en catalán a sus amigos la ridiculez de Hernán al humillarse de esa manera:
»—Mare meua, noi, el puto Hernán no te vergonya, ¿oi? Si la tía li està vacil·lant...*
Se callaba para escuchar con claridad el resto de la conversación entre la extraña pareja, luego volvía a partirse en carcajadas y se presentaba la voz infantil de otro chico burlándose también de la escena:
»—Si jo fos ella, li pegava una bufetada que s'escoltava fins i tot a Andorra.**
Y entre las risas, comentarios mordaces, amenazas de mutilación y el vaivén del tren, la voz robótica de una mujer resonaba entre los altavoces del vagón anunciando el transcurso del trayecto: «Próxima parada: El Masnou». Hernán se despedía dejando una servilleta sobre el regazo de Clara y el video se cortaba.
Fue en el último minuto cuando la vampiresa se percató de que la obra audiovisual grabada sin consentimiento por los inútiles amiguitos de Hernán estaba colgada nada más y nada menos que en la red social de videos más popular del planeta, TikTok, y ya contaba con 29,5K de visualizaciones.
—¿Sabíais que el tren cercanías que viaja a Mataró es el mismo que pasa por El Masnou? —dijo Mihai sin mirar a nadie en concreto.
—Mihai, esto no prueba que nosotros seamos responsables de una desaparición, tan solo que estuvimos cerca del lugar en que se la vio por última vez...
—Lo que está claro es que ahora mismo no hacéis otra cosa que mentir. —Con total indiferencia, el líder de Clan Crisantemo dio la orden definitiva—. A ella llevadla a La Cámara de los Delirios y a él a las mazmorras. Volveremos a hablar en unas horas, quizá entonces os sintáis más sinceros.
Inmediatamente el despacho se inundó de letales vampiros y el auténtico horror dio comienzo.
Traducciones del catalán:
* Madre mía, chaval, el puto Hernán no tiene vergüenza, ¿eh? Si la tía le está vacilando...
** Si yo fuera ella, le pegaba una bofetada que se escuchaba hasta en Andorra.
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