Capítulo 17
"Sentí la insoportable soledad hasta que encontré a mis hermanas. No compartíamos la misma sangre, pero las tres éramos incomprendidas, odiadas y temidas por los más ignorantes"
Agatha Good, actualmente Agatha Blackwitch, 20 de julio de 1692.
Apenas se separaron unos escasos milímetros, el ajetreo de las brujas, que no llegaban a comprender en qué momento su humilde morada se había convertido en el balcón de Verona, les impidió cruzar palabra. Clara quería decirle a Lucas cuánto le quería, pero el ambiente no acogía ese instante como el adecuado para hacerlo.
Entre la pareja se interpuso una malhumorada rubia que parecía no haber sentido algo parecido al amor en toda su vida.
—¿Y estos dos quién diablos son? —espetó Bridget, señalando primero al chico humano y luego a la chica vampiresa.
—Yo soy Hernán, guapa —se presentó el camarero con el cuerpo apoyado en una pared y una de sus insoportables sonrisas ladeadas pintada en la cara—. A tu servicio hoy y siempre. —Acompañó su presentación con un descarado guiño.
No eran precisamente las hermanas Blackwitch conocidas por su amabilidad, mucho menos por su empatía, y por ello, tanto el apasionante beso de Lucas y Clara, como el amago de Hernán por trabar amistad con ellas, fueron despreciados a través de reproches, resoplidos y bufidos.
—Ella es Clara —dijo Lucas, quien, a pesar de haber separado sus labios de los de la vampiresa, era incapaz de desviar su mirada en una dirección distinta de la que se encontrara ella. Le daba igual que aquello alimentara el carácter amargado de las hermanas, se merecía disfrutar de su reciente libertad. Ya no tendría que ocultar sus sentimientos nunca más.
—¡Oh, magnifico! —exclamó Fey poniéndose en pie—. Así que tú eres la famosa vampiresa. Dime, muchacha, ¿a ti no se te cae la cara de vergüenza por haber dejado pasar un siglo sin confesar tus sentimientos a Lucas? ¿Te comió la lengua el gato o algo así?
Sorprendida por el atrevimiento del duende de aspecto peculiar, la pelirroja frunció el ceño y miró a Lucas algo confusa.
—¿Ese es Fey?
—Sí, pero tranquila, al final se le coge cariño. Hay que acostumbrarse. Oye, ¿cómo sabías que estábamos aquí?
—A través del localizador de su smartphone —resolvió Hernán—. Tu novia me dejó el móvil sin batería y luego casi me arranca la cabeza por no tener el cargador en casa. En cuanto vi peligrar mi vida, le expliqué que puede ver la ubicación de sus dispositivos electrónicos utilizando su cuenta de Google...
—Y vine corriendo porque necesitaba contestarte, me sentía fatal... —interrumpió Clara, emocionada.
—Sí, pero primero se puso a cantar Love Story de Taylor Swift mientras yo me ponía las zapatillas y una chaqueta.
—¡Cállate, Hernán! ¡Eso a nadie le importa!
Lucas reía como un niño y Fey miraba a su amigo con el reflejo de la felicidad en sus pupilas: le agradaba saber que en doscientos años el rubio había encontrado la manera de mantenerse feliz, a pesar de su desafortunada separación. Por otro lado y bastante malhumoradas, las tres brujas observaban a los vampiros mirarse mutuamente como un par de adolescentes recién enamorados, mientras Hernán trataba infructuosamente de conseguir una mísera muestra de interés de cualquiera de ellas.
—¿Lo habéis visto bien? —decía refiriéndose al apasionante beso vampírico—. Yo puedo hacerlo mejor. ¿A qué esperáis? Ponedme a prueba.
—Hernán, recuerda lo que hemos hablado esta noche —le regañó Clara—. Por culpa de tu mala manía de flirtear con la primera que se te pone por delante, hemos ocupado tu casa, estás secuestrado y sin móvil. ¿De verdad no has aprendido nada? ¿Quieres que te maldigan las brujas?
El humano, de pronto preocupado, giró su cabeza en dirección al trío de hechiceras.
—¿Brujas? ¿Ellas son brujas? —Miró a Agatha por ser la que más cerca suyo estaba—. ¿Cómo las de Harry Potter?
La mediana de las Blackwitch negó, esbozando una divertida sonrisa.
—No, querido, como las de El Mago de Oz.
—O las tres fatídicas de Macbeth —añadió Laurie.
—Muchacho, somos las brujas de Salem —aclaró Bridget, sonriente y orgullosa—, y esperamos que esta mujercita inmortal tenga algo que ver con nuestra negociación porque, lamento ahogar la fiesta, si hay dos Crisantemo en esta casa es únicamente debido a que Fey nos lo ha pedido. Si no fuera porque le debemos una al duende, este par de chupasangre no tendrían ni cinco minutos de atención.
El amigo de Lucas asintió reiteradamente, recordando el motivo principal de su visita.
—Brit, Clara es la vampiresa que desafió a Mihai con el Veredicto de la Balanza. Te hablé de ella hace un rato por teléfono.
Las hermanas Blackwitch profirieron un inesperado coro de exclamaciones y, sin aviso alguno, su comportamiento hostil y repulsivo de hacía un rato se transformó en sonrisas, halagos y forzados piropos.
—Los enemigos de mi enemigo son mis amigos —resumió Laurie.
—Mi queridísima vampiresa —dijo Agatha, agarrando con ternura una de sus pálidas manos—. Debiste decírnoslo desde el principio, pues si las brujas de Salem odiamos a alguien, ese es Mihai Ciorbea.
Confuso, Lucas preguntó la razón de dicha enemistad.
—Bueno, no es un secreto que el Clan Crisantemo es odiado por prácticamente la totalidad de la comunidad mágica —dijo Bridget—. Mihai lo constituyó como un hogar para los vampiros frente a los humanos y, en su insoportable egoísmo, excluyó al resto de seres místicos de su protección. Una actitud muy poco solidaria que ha abierto una fisura entre las relaciones del resto de especies con los vampiros.
—Mihai es un imbécil —soltó Laurie—. Esa criatura sangrienta y elitista también se aprovechó de nuestra hermana Circe para que le creara la balanza mágica y luego la repudió como si fuera veneno.
De esa historia habían escuchado rumores Lucas, Clara y Fey. Hernán, sin embargo, seguía un poco perdido en la narrativa.
—¿Hay una cuarta hermana? —preguntó. Pensaba que quizá con la última tuviera más suerte coqueteando que con las tres primeras.
—No. Las Blackwitch somos Bridget, Laurie y yo, mas todas las brujas nos llamamos entre nosotras 'hermanas'. —Agatha lo expresó como si aquella información fuera de dominio público—. No es una cuestión de parentesco, si no de pertenecer a la misma especie. Circe es una de las nuestras y Mihai la utilizó para después deshacerse de ella como un saco de basura. Despreciar a una es despreciarnos a todas.
Lo cierto es que nadie sabía exactamente la historia detrás de la portentosa figura de Mihai Ciorbea, más allá de que fundó el Clan Crisantemo en el 884 d. C. Solo existían rumores y la mayoría de ellos tan vagos e imprecisos que era imposible probar su veracidad, aunque no por ello quería decir que no lo fueran.
—Nos alegra poder ayudarte, Clara —dijo Agatha—. Tu actitud al enfrentar al ser que hundió a nuestra querida Circe, merece ser agradecida y recompensada. Deberíamos haceros un descuento. —Miró a sus hermanas—. ¿Qué pensáis, chicas?
—Yo personalmente hubiera preferido cortarle los coj...
—¡Laurie, compórtate! —la detuvo Bridget a tiempo—. No seas vulgar. Un descuento está más que bien.
Si a Clara ya le enorgullecía haber plantado cara al Gran Líder de los Crisantemo, terminó por sentirse toda una heroína tras escuchar las alabanzas de las brujas de Salem. Ya no la miraban como a una enemiga, si no como a una aliada, y eso les ponía a Lucas y a ella las cosas mucho más fáciles.
Aprovechando que las hermanas buscaban en unas y otras habitaciones los ingredientes del mejunje y la poción, vampiro y duende pusieron al día a Clara con todo lo que había pasado en la breve reunión.
Ella también tenía intención de comunicar a su compañero sobre la alianza de boda, la llave de La Cámara de los Delirios y el recuerdo de Jack Bridge. En el Clan Crisantemo la norma número cuatro prohibía a los miembros hablar de su pasado anterior al momento en que se unieron al clan, pero, afortunadamente, durante su breve misión, Clara y Lucas estaban exiliados. Eso suponía una especie de vacío legal que les permitía contarse todo lo que nunca antes habían podido y si la pelirroja quería sincerarse con alguien sobre su oscuro pasado, ese era Lucas.
—Tengo que decirte una cosa... —se dirigió al rubio.
—Disculpa, niña, pero no hay tiempo —la cortó Fey—. Las brujas ya están haciendo las pócimas y ahora nosotros tenemos que urdir el plan.
Hernán, igual de desorientado que Ariadne en el Laberinto del Minotauro, intervino en la conversación grupal.
—¿Exactamente qué se supone que hacemos en esta casa? —preguntó.
—Encubrir un asesinato —resumió Fey.
—Ah, muy bien... —murmuró el humano y automáticamente dio un paso atrás, distanciándose del equipo.
—Dejad que os explique cómo resolveremos el asunto de Bartolomeu de una vez por todas —siguió el duende, ignorando al camarero—, y luego podréis continuar con vuestros besos y demás...
—Pero tengo que hablar con Lucas... —insistió Clara.
En un tierno y espontáneo gesto, el aludido rodeó los hombros de ella con un brazo y la atrajo hacía él.
—Venga, Clarita, es el último esfuerzo y seremos libres. Casi lo hemos conseguido y luego tendremos todo el tiempo del mundo para hablar sobre nosotros —susurró en su oído y la beso en la mejilla—. ¿Qué has pensado, Fey?
La vampiresa no tuvo más remedio que aceptar la situación. No podría contarle nada a Lucas hasta que le permitieran un minuto de descanso en ese acalorado conflicto.
—Agatha está preparando el corporis mutationem , que habrá que llevar a Mataró, donde sigue el cuerpo inerte de la joven que mató tu dulce novia. Creo que puedo ahorraros el viaje encargándome de esta tarea yo mismo. —Lucas se sorprendió ante el ofrecimiento de Fey. Ya había hecho mucho por ellos—. No me importa, es la parte más fácil del plan.
»Mientras tanto, Laurie está haciendo la auctor falsum memorias. Sería interesante que le pidierais a Bridget que echara una ojeada a la bola de cristal en cuanto todo esté listo. Seguramente no os cobre por ello ahora que prácticamente adora a Clara. Brit sabrá encontrar el paradero de María Zurriaga y ahí es donde deberéis actuar vosotros. Tendréis que apañároslas para emboscarla y conseguir que beba el jugo. Después, dad un chivatazo a la policía y aseguraos de que la cogen. ¿Entendido? A partir de ahí ya no deberemos interceder en nada más. Las cosas irán sobre ruedas porque todas las pistas apuntan hacia Zurriaga y la propia delincuente creerá ser culpable de asesinar a Bartolomeu.
—Es genial, Fey. Gracias —dijo Lucas.
—Sí, gracias, Fey —asintió la vampiresa.
—No hay de qué. Pero chicos —miró a Clara a pesar de hablar en plural—, no podéis equivocaros otra vez. Comprobad con exactitud que es a María a quien le dais la pócima y no otra persona. No habrán segundas oportunidades.
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