Capítulo 14
"Si alguna vez me necesitas, llena dos copas de Brandy de Jerez y déjalas en la repisa de una ventana abierta con la botella al lado. Me lo beberé todo y te dejaré una nota para citarme contigo. No llegues tarde porque no te esperaré".
Fey, 29 de febrero de 1822
Se despertó con el sonido de las estruendosas carcajadas de Clara. El sueño le había sentado de lujo, pues Lucas amanecía —quizás sería más apropiado decir que atardecía— con el aspecto de un nuevo y reparado vampiro. Físicamente parecía un joven veinteañero que jamás había sufrido una paliza de muerte por parte de uno de los jefes vampiros más poderosos del continente.
Salió del cuarto persiguiendo las risas de Clara y lo que vio le dejó anonadado. Sobre el sofá del salón yacía tumbado mirando al techo un etílico Hernán y frente a él, acomodada en un sillón barato, la pelirroja que le llevaba haciendo compañía a lo largo del último siglo.
—¿Qué está pasando aquí?
Tan pronto hizo la pregunta, vio la respuesta delante de sus narices: dos botellas de licor y un par de vasos haciéndoles compañía.
—No sabes lo pesado que estaba este chico anoche —dijo Clara—. No sabía que hacer porque, si me iba a dormir, temía que se escapara de alguna forma, así que...
—Me ha emborrachado —masculló Hernán arrastrando las palabras—. Es la secuestradora más divertida del universo...
Una vez más, la pelirroja volvió a reír.
—¿Cuánto ha bebido? —preguntó Lucas, estupefacto.
—La botella de ginebra, él, y la de ron, yo.
Sin embargo, la diferencia era abrumadora: el cuerpo sobrenatural de Clara se curaba de cualquier herida, incluyendo el daño intravenoso que producía el alcohol, así que nunca llegaba a estar intoxicada. Por otro lado, Hernán era la viva imagen de una noche de juerga y resaca.
—¿No os habréis bebido también el Brandy de Jerez que dejé en la cocina?
Clara enmudeció. Parecía dudar sobre lo que hizo exactamente en las ultimas horas.
—Eh...
—No me jodas, Clara, ¿es que nunca te tomas nada en serio? —espetó el vampiro.
Ella dio un respingo sorprendida por el sobrevenido cambio de humor del rubio. Él no sabía explicar de donde venía tanta rabia acomuluda: simplemente les había visto reír y se había enfadado.
—Eh...
—Hemos pasado la puta peor noche de la historia y ahora mismo estamos exiliados, ¿entiendes? ¡Exiliados! Y todo porque te dio el impulso de salir a caza a lo loco, sin pesar en las consecuencias, como siempre...
Clara no dijo nada. Y no lo hacía porque entendía su punto de vista. Era consciente de la montaña rusa que habían sido las últimas horas, habiéndose llevado Lucas la peor parte y, en cierto modo, tenía razón: todo había ocurrido por una estúpida y egoísta idea suya.
—Lo siento, Lucas —dijo mirando al suelo—. Ya sé que metí la pata, pero estoy haciendo todo lo posible por solucionarlo...
—¿Y cómo lo haces? ¿Bebiendo con un humano hasta cogerte una borrachera?
Ella señaló al humano en cuestión que ya roncaba apaciblemente sobre el sofá. Entre el alcohol, la adrenalina y las mil sorpresas después del trabajo, Hernán estaba exhausto. Su débil cuerpo mortal no podía soportar un minuto más.
—Pensé que era mejor que durmiera en estado de embriaguez a beberme su sangre y dejarle inconsciente.
—Estas tonterías solo se te ocurren a ti...
—Sí y gracias a ello conseguí plantar cara a Mihai, algo que no se había hecho en miles de años —soltó por lo bajo.
Mientras tanto, Lucas había decidido que la conversación con Clara no valía la pena. Le dio la espalda de una manera un tanto maleducada y se dirigió a la ventana de la cocina, aquella que daba al patio interno de la finca. Observó sus preparativos de la noche anterior: dos vasos de Brandy con la botella al lado. Estaban vacíos. Sí, alguien se los había bebido.
Iba a reñir a la pelirroja cuando le llamó la atención un papel doblado y aplastado por uno de los recipientes de cristal. Tras desdoblarlo, leyó una dirección:
«Parc de la Ciutadella, 20:30»
Después de todo, Clara y Hernán no le había jodido el plan. Ninguno de los dos se había bebido el Brandy. Quiso mirar la hora que marcaba su teléfono, pero de pronto se apagó.
—Mierda, la batería...
A pesar de los reproches y el resentimiento de hacía unos minutos, Clara, algo mareada por el ron, le extendió su móvil a Lucas.
—Son las siete y cuarto —dijo ella—. Llévate el mio. Tiene el número de Hernán guardado en la agenda de contactos.
Él, orgullo herido aun reciente, se resistió un poco para acabar cediendo.
—Voy a ducharme y me marcho a verle.
—Está bien.
Nada más entrar en el baño, Lucas escuchó la voz aguda y arrepentida de Clara desde el salón.
—Lo siento en el alma. De verdad que lo siento.
Él se encogió de hombros y cerró la puerta sin mediar palabra. Seguía muy enfadado y no podía evitarlo.
🧛🏻🩸🧝🏼🍀
Lucas había tomado prestadas unas gafas de sol y una gorra de Hernán. Tanto lo uno como lo otro le parecían de un gusto horroroso, pero no tenía más remedio que llevarlo. A las ocho y media empezaba a anochecer, sin embargo, aún se filtraban algunos rayos de sol que le producían una ligera jaqueca.
Se encontraba contemplando el hermosa Cascada de Gaudí, paseando entre caminos verdes llenos de esculturas en pleno Parc de la Ciutadella. Pensó que Barcelona era un placer para la vista de cualquiera y que en menos de cinco años tendría que abandonarla por un nuevo hogar. Un muchacho cuyo rostro y cuerpo jamás envejecía no podía permanecer eternamente en el mismo sitio. La vida de vampiro era nómada.
—¡Hay cosas que no cambian nunca y tu manía de mirar embobado todo tu alrededor es una de ellas! ¡Mírate, sigues tan esmirriado como siempre! —dijo una voz infantil pero enfurruñada a sus espaldas.
Lucas, sobresaltado, se giró para encontrarse con un niño de unos quince años de aspecto bastante llamativo. Vestía vaqueros y una camisa beige de marga corta. Sobre aquella, un pintoresco chaleco verde y una corbata mal anudada. Sus manos repletas de anillos de plata y el pelo revuelto ocultando sus puntiagudas orejas, le recordaron mil aventuras de antaño.
—¡Pero Fey! ¡Cuánto has cambiado! La última vez que te vi, vestías casaca.
El chico se encogió de hombros y esbozó una diminuta sonrisa ladeada, casi imperceptible.
—El que cambió fuiste tú al ingresar en esa condenada secta de vampiros que rige Mihai... Nunca lo entendí y hoy no será el día que lo haga. ¡Menudo tonto del bote estás hecho!
Fey era un duende. Una criatura fantástica de apariencia humana salvo por unas graciosas orejas picudas. Tiempo atrás fue algo así como el alma gemela e inseparable de Lucas, antes de que el vampiro se convirtiera en un Crisantemo y la odiosa norma número ocho les impidiera mantener su hermosa relación.
—Podrías haber aparecido con tu forma adulta. Es rarísimo ver a un chico de veinte años paseando con un crío de quince. ¡La gente va a pensar muy mal de mí!
El otro se encogió de hombros. Los duendes eran criaturas eternas, como los vampiros, cuya cualidad más característica constituía en ser capaz de adoptar la forma física de cualquier momento de su vida. Es decir, Fey podía aparentar quince, veinte, treinta o cien años. Solo tenía que saltar y su cuerpo cambiaría automáticamente a la edad que deseara. También podían aparecerse en cualquier parte y se comentaba que los de su especie siempre traían consigo algo de suerte.
—Ese es tu problema, no el mío. —Se estiró el chaleco con actitud elegante—. Las leyes son maravillosas para los menores, Lucas. Están muy protegidos en la civilización europea, ¿lo sabías? Si se hubiesen visto siglos atrás, cuando yo vivía en El Puerto de Santamaría... ¡Condenados demonios, eso es lo que eran! No les importaban los niños pobres ni un poquito.
Lucas negó con la cabeza manteniendo su amplia sonrisa.
—¡Cuánto te echaba de menos, amigo!
—Ya, ya... Pues has tenido doscientos años para mandar a Mihai a la mierda y contactarme. Me pregunto a que viene este inesperado reencuentro, pero antes de escuchar en que lío andas metido, creo que me merezco saber qué fue de ti desde 1832 —exigió el duende.
—Me parece justo —dijo el vampiro—. Tú tienes que contarme cómo terminó esa aventura tuya con la humana noble y la profecía esa sobre ninfas y sirenas... Lamentablemente me perdí el final.
—Te perdiste muchas cosas.
—Lo sé. —Comenzó a caminar por el parque—. Por cierto, ¿te gustó el Brandy de Jerez?
Fey asintió severamente.
—Colosal.
—Es de un humano que tenemos secuestrado mi amiga Clara y yo. Ahora te explico.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro