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Capítulo 10


"Un crisantemo recién iniciado en el clan no podrá salir a cazar sin supervisión de otro experimentado"

Norma número 9 de la Tabla de Mihai.

La balanza era de oro puro y pintada a mano. Un precioso espectáculo para la vista de cualquiera que irradiaba la magia de la bruja que la creó. Cuando Clara la vio, sintió que aquella majestuosa herramienta era un ángel enviado para ayudarla en esa horrible tragedia. Lucas, que había sido alimentado con una taza de café repleta de sangre —ofrenda de paz enviada clandestinamente por Arcadio para suplicar disculpas—, seguía con el cuerpo hecho pedazos, pero al menos ahora podía entender lo que acontecía a su alrededor.

Les habían conducido un par de pisos más arriba, a un enorme y esplendoroso salón decorado al puro estilo gótico y funerario. Apenas una decena de velas iluminaban la vasta estancia y todos los vampiros del Palau de la Nit entraban y se hacían hueco entre sillas, sillones y butacas buscando el mejor sitio en el que ser testigos del histórico acontecimiento que se iba a desarrollar en breves.

Nunca antes nadie había desafiado a Mihai al Veredicto de la Balanza.

—Clara...

La pelirroja, que esperaba con ansias enfrentarse al vampiro que acababa de poner patas a arriba toda su mente, miró a Lucas de reojo.

—¿Eh? ¿Estás bien? —Se agachó a su altura y le sonrió dulcemente.

El rubio se había sentado en el suelo porque el líder le había prohibido tajantemente manchar con su sucia sangre cualquiera de los muebles de valor incalculable que decoraban la sala. Un gesto inhumano y cruel que había avivado aún más el fuego vengativo en el interior de Clara.

—Bueno, sobreviviré. Ya estoy muerto. —Se encogió de hombros—. Pero Mihai me ha machacado en las mazmorras... Juraría que me ha partido varias costillas y me duele demasiado la pierna derecha...

—Ese hijo de puta me las va a pagar —murmuró Clara colérica—. Se ha pasado de la raya, esto es imperdonable...

—Se lo he contado todo.

La verdad es que esa confesión no sorprendía lo más mínimo a la vampiresa. Si Mihai la hubiera interrogado a ella en lugar de a él cuando estaba en La Cámara de los Delirios, seguramente también se lo hubiera contado todo.

—Tranquilo. No pasa nada.

—¿Cómo que no? No puedes mentirle, ni...

—Tranquilo, Lucas. Yo me encargo.

El clan ya había tomado asiento y se acercaba el momento de la verdad. Clara debía centrarse en sus posibilidades y no en lo negativo. Ella aún veía oportunidades y, si era lo suficientemente astuta y precavida, quizá podía atenuar los efectos de todo ese lío.

Abrazó a Lucas y le besó en la mejilla. También le pidió que confiara en ella.

—Este desastre es culpa mía —le dijo—, pero lo voy a arreglar.

Después se sentó en una punta de la mesa, esperando que Mihai hiciera lo propio frente a ella. Evitó el contacto visual con el resto del clan. Sabía qué pensaban: que estaba loca si creía que podía derrotar al Gran Líder de los Crisantemo. Bueno, loca o no, lo que estaba claro es que más bajo no podía caer. Así que no perdía nada por intentarlo.

Arcadio se aproximó a Clara y dejó a su lado una pequeña caja de madera con trazos de formas geométricas. Lo mismo hizo con Mihai, obsequiándole con otra caja exactamente igual. Antes de retirarse, en líder le indicó que se aproximara a él, le susurró algo en el oído que Clara no alcanzó oír y, tras asentir, Arcadio se marchó de la sala.

Aquel extraño gesto le indicó a la vampiresa que debía permanecer atenta; Mihai ocultaba un as bajo la manga.

Tomando nota mental de aquel detalle, Clara abrió la cajita y encontró en su interior cuatro cristales circulares de colores metalizados.

—Cada uno de estos cristales es una oportunidad de defensa —dijo Mihai—. Lo que se traduce en que solo podremos aportar un máximo de cuatro argumentos para  convencer a la balanza de que se incline en nuestro favor. —Miró a Clara—. Elige tus palabras sabiamente, pues no habrán otras oportunidades.

—Lo sé. —Se limitó a responder ella.

Mihai, sin retirar su estúpida sonrisa de suficiencia de su rostro inmaculado e inmortal, prosiguió con la explicación.

—Empezaré yo por ser quién acusa a Clara Isabel Mirall Ferrer y a Lucas Sorní Moliner, miembros del Clan Crisantemo desde 1938 y 1832 respectivamente, de infringir la norma número dos de La Sagrada Tabla de Normas al haber asesinado y después alimentado de Lucía Bartolomeu, joven humana desaparecida actualmente.

»Exijo el exilio inmediato de esta pareja de vampiros desagradecidos que han puesto nuestro clan en riesgo al exponernos tan abiertamente ante el mundo de los humanos. Exijo también que solventen el conflicto ocasionado y —Mihai miró fijamente a Clara antes de terminar de hablar— cincuenta años de condena en La Cámara de los Delirios antes de proceder a su efectiva expulsión definitiva.

Un cúmulo de susurros sorprendidos se extendió por la sala y Lucas tragó saliva. Esperaba que Clara supiera lo que hacía y no actuara tan negligentemente como solía hacerlo porque nunca antes se habían jugado tanto.

—En ese caso —dijo la pelirroja mirando la cajita de cristales y sonriendo ligeramente—, yo exijo la modificación total de las normas de la Tabla de Mihai, creadas hace tanto tiempo que son inevitablemente obsoletas e injustas...

Un estruendo de murmullos y la cara sorprendida del líder del clan interrumpieron la petición de Clara abruptamente. Ella, haciendo acopio de toda la valentía habida en su interior, alzó la voz todo lo que pudo.

—¡Exijo también la absolución tanto de Lucas Sorní Moliner como la mía propia y —se alzó a fin de obligar al resto de la sala a silenciarse—, dado que el Gran Líder Mihai ha hecho ni más ni menos que tres exigencias en su propia petición, añado el cese inmediato de su eterno liderazgo en sustitución de un régimen democrático como el que tienen la mayoría de los países en la actualidad!

Airado por semejante ataque, Mihai se alzó de la silla violentamente y golpeó la mesa con tanta fuerza que la partió. La balanza cayó estrepitosamente al suelo y el clan al completo enmudeció. Clara sentía autentico terror, pero se mantenía firme. Todo ese ataque de ira por parte de Mihai no era otra cosa que una manifestación evidente de que ella le estaba dando justo donde le dolía.

Mihai apretaba la mandíbula y, vencido ante la mirada expectante de todo el clan, recogió la balanza y la depositó sobre la parte de la mesa que aún se sostenía en pie. Cogió el primer cristal y lo dejó caer sobre el platillo de su lado. El artefacto no se movió ni un ápice, como si no fuera capaz de sentir el peso del cristal.

—Lucas Sorní Moliner ha confesado hace unas horas que fuisteis a casa de María Zurriaga de la Rosa para matarla. Como la chica no estaba, decidisteis matar a la otra que sí habitaba en esa casa, Lucía Bartolomeu, infringiendo de esta manera la norma número dos de la Tabla.

Con el primer argumento mencionado, el cristal pasó de ser ligero como una pluma a adquirir el peso suficiente para que la balanza se inclinara completamente del lado de Mihai. Ahora le tocaba a Clara declarar en su favor para alterar ese nefasto resultado.

—Nos torturaste a los dos durante horas a fin de anular nuestra capacidad de defensa completamente. En el estado que se encontraba Lucas cuando te dijo eso, con huesos rotos, desangrándose y al borde de caer en un estado de inconsciencia, podría haber asegurado incluso ser cantante de ópera si se lo hubieras pedido.

Alguien se rio levemente, pero cesó en cuanto Mihai echó una fulminante mirada a su alrededor.

Clara cogió uno de sus cristales y lo dejó en su lado de la balanza. De pronto volvió al estado original y los dos lados estaban equiparados. Ella había conseguido anular la confesión de Lucas, el argumento más poderoso de Mihai.

—Arcadio encontró el programa de búsqueda de delincuentes en Europa encendido con la imagen de María Zurriaga de la Rosa en plena pantalla. Esa criminal tiene su ubicación en el municipio de Mataró, lugar en el que, según las noticias de todo el país, desapareció Lucía Bartolomeu, hija de un ministro. Además, el video viral de TikTok que os sitúa en el último tren de cercanías que viajaba a Mataró, establece un vínculo más que evidente entre vosotros y este par de humanas. Fuisteis a por Zurriaga, pero terminasteis por matar a quien no debíais.

Dejó el segundo cristal sobre su platillo y este descendió levemente la palanca hacía Mihai. Nada de lo que había dicho él probaba la muerte de Lucía a manos de Clara y Lucas, pero sí establecía una permanente sospecha sobre ellos. Clara respiró hondo. Le tocaba contraatacar.

—Ni buscar a María Zurriaga de la Rosa, ni acudir a Mataró es infracción de alguna de las normas de La Tabla. El video de TikTok tampoco evidencia absolutamente nada, tan solo que cogimos el tren y hablamos con un humano.

Dejó su segundo cristal y la balanza se volvió a equiparar, aunque no con la misma precisión que antes. Seguía inclinada hacía Mihai, unos pocos centímetros, pero suficientes para declararle vencedor. El líder esbozó una siniestra sonrisa.

—No es posible mentir a la balanza —dijo—. Quizá lo que yo aporto no pruebe tu culpabilidad, pero son indicios que se acercan a ella y por ello, aunque los intentes contrarrestar, la balanza siempre se posicionará un poco más a mi favor.

Clara no entendió lo que significaba esa frase hasta pocos segundos después. El líder, disfrutando del desconcierto en la cara de porcelana de la vampiresa, agarró otro cristal y se limitó a aportar otra sospecha.

—Arcadio afirma que Lucas se asustó en cuanto vio en las noticias que Lucía Bartolomeu había desaparecido en Mataró. La reconoció a la perfección y lo siguiente que hizo fue acudir a tu habitación hecho un manojo de nervios. —Dejó el cristal sobre su lado de la balanza y este se inclinó levemente un poco más hacía él—. Un detalle que, si bien no demuestra vuestra implicación en la desaparición de la humana, se acerca considerablemente a la verdad.

Y ahí Clara comprendió de qué iba el juego.

No se le podía mentir a la balanza porque aquel mágico objeto ya sabía lo que ocurrió la otra noche, a diferencia de un tribunal ordinario conformado por hombres y mujeres que no sabían cuál era la verdad y dónde esta debía ser demostrada.

Cada vez que Mihai verbalizaba una sospecha sustentada en situaciones que ponían en duda los actos de Lucas y ella, aunque no probara de forma concluyente su implicación en la desaparición de la humana, se acercaba ligeramente hacía la verdad y eso la balanza lo tomaba como un punto a su favor. Clara hasta ese momento se había limitado a restar valor a las acusaciones de Mihai. Respondía con evasivas. Si quería ganar esa batalla dialéctica de razones y argumentos, debía ser sincera, porque la verdad y la justicia eran lo único que valoraba positivamente la balanza.

Paseó sus pálidas manos sobre la cajita de madera y seleccionó el tercer cristal.

—Soy una vampiresa, lo cual quiere decir que soy una depredadora por naturaleza. Las normas dicen que un vampiro novato puede cazar si va acompañado de otro que ya lo haya hecho. Lucas ha salido a cazar cinco veces, por lo que cumple con ese requisito de sobra. Le pedí que me llevara y accedió tras mucha insistencia. Bajamos al sótano y utilizamos las bases de datos para buscar una presa.

»Elegimos a María Zurriaga de la Rosa y, antes de salir a cazarla, se nos olvidó apagar el ordenador. Cogimos el último tren de cercanías, el R1, rumbo a Mataró, el lugar en el que reside la criminal. Allí un chico se acercó a coquetear conmigo y sus amigos lo grabaron. Después colgaron el video de TikTok y se hizo viral.

Tras esa declaración sin decir nada, pero reconociendo las primeras acusaciones de Mihai, Clara dejó su cristal en la balanza y observó qué ocurría. Comenzó a descender hacía su favor, quedándose casi al mismo nivel, salvo por un mísero centímetro aún de parte de Mihai.

—No había sido honesta antes porque temía que sincerarme fuera a levantar aún más sospechas sobre lo que hicimos anoche. Pero no tengo que convencer a nadie —comentó Clara—. La balanza sabe que lo que digo es cierto: fuimos a Mataró para matar a una delincuente. Eso no incumple ninguna norma y explica el porqué de todas tus acusaciones. Demuestra que no tienes nada contra nosotros.

A Mihai no le gustó que Clara hubiera encontrado la manera de desacreditarle. Aun así se mantuvo firme en todo momento, en ese porte imperativo e implacable.

De pronto el móvil del líder sonó en un ligero tintineo. Él echó un vistazo y una oscura sonrisa se enmarcó en aquel rostro antiguo y refinado. Clara dedujo que aquella era la trampa que llevaba orquestando desde el principio y se preparó para lo peor.

Mihai agarró su cuarto cristal y manteniendo esa actitud pedante la dejó caer sobre su lado de la balanza.

—Hace un rato he mandado a Arcadio a la dirección que constaba en el expediente de María Zurriaga de la Rosa. Aquí tengo una imagen del cuerpo muerto de Lucía Bartolomeu a causa de una mordedura en el cuello por parte de un vampiro. Demasiado coincidencia que estuvierais los dos por allí anoche.

El cristal adquirió un peso severo y la balanza se inclinó completamente hacía el lado de Mihai.

La chica ni siquiera hizo amago de mirar. ¿Para qué? Ella ya sabía que Lucía estaba muerta, no necesitaba ninguna clase de prueba que se lo recordara. Así que, manteniendo la actitud desafiante en todo momento, Clara se arriesgó a una jugada que podía costarle la libertad: decidió contárselo todo. De principio a fin. Dijo la verdad, solo la verdad y nada más que la verdad, pero al final de su confesión otorgó un cambio de perspectiva a la situación:

—El principal fondo de esta disputa se encuentra en la infracción de la norma número dos, sin embargo nadie garantiza que Lucía sea una inocente víctima. Repasemos los hechos: se encontraba en casa de una traficante de órganos con fajos de billetes en efectivo, drogas, una navaja... La gente normal no lleva eso encima.

»Mihai, en base a sospechas has decidido que Lucía es inocente por ser hija de un reconocido ministro, pero entonces: ¿qué hacía ella en casa de María Zurriaga? Nosotros dos creemos que es otra delincuente que trabajaba con María y lo creemos en base a lo que la chica llevaba en su ropa cuando la maté. ¿Por qué debería tu sospecha, fundada únicamente en el parentesco de la joven, tener más peso que la nuestra?

Clara dejó caer su última bola de cristal sobre la balanza. Se la había jugado completamente y no había manera de saber si aquello podía o no podía funcionar. Por fortuna, la balanza cedió en su favor y dejó ambos platillos equiparados exactamente al mismo nivel.

Ya no quedaban cristales, no quedaban más argumentos y el Veredicto de la Balanza había decidido que aquello era un empate.

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