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V


—¿Quién es el niño más lindo del mundo? Eres tú.

El pequeño Jimin le sonrió a su madre mientras ella lo arropaba con ternura entre las sábanas.

—Besito en la frente para mi lindo bebé —exclamó Roseanne con voz aniñada, besando la frente y mejillas de su hijo.

Jimin arrugó la nariz.

—Ew, babas de mamá —dijo, haciendo un tierno puchero y sacándole una carcajada a su madre—. No tienes que hacer eso, ¡ya soy un niño grande! 

Roseanne alzó una ceja, divertida.

—¿Un niño grande, eh? Entonces supongo que mañana no querrás tus panqueques en forma de dinosaurio.

La expresión de Jimin se volvió preocupada.

—¡No, no! ¡Era una broma!

Roseanne se carcajeó, asintiendo suavemente con la cabeza. Sin embargo, su expresión se volvió melancólica.

—Hijo... sabes que te amo más que a nada, ¿verdad?

—Me lo dices a diario —Jimin respondió con una sonrisa—. Yo también te amo, mami.

—Jimin... eres lo más importante para mí —exclamó, casi en un susurro—. Sé que mi actitud en estas últimas semanas ha sido extraña y que eres muy joven para entenderlo, pero hay... cosas, muchas cosas que quisiera decirte ahora mismo. Pero no puedo.

La expresión de Jimin se tornó confundida.

—¡Soy un chico grande, mamá! —gritó, sobresaltando a su madre—. Tal vez no tanto como para dejar de comer panqueques en forma de dinosaurio, pero si hay algo que te moleste... ¡puedes decírmelo!

Jimin jamás olvidaría la imagen de los hermosos ojos de su madre, Roseanne, cristalizándose por las lágrimas. Aquella mujer que siempre se había mostrado fuerte estaba a punto de quebrarse justo delante de él.

La pregunta era: ¿por qué?

—Jimin... mi niño —sollozó, acunando la mejilla de su hijo con extrema ternura—. Prométeme que, sin importar lo que suceda en un futuro, seguirás siendo una buena persona.

A Jimin le tomó unos segundos procesar aquellas palabras. Finalmente respondió, casi sin aliento:

—Lo prometo.


Jimin parpadeó lentamente, tratando de acostumbrarse a una molesta luz blanca que apuntaba directamente hacia él. Volvió a cerrar los ojos, incapaz de mantenerlos abiertos durante mucho tiempo.

Estaba desorientado y extremadamente agotado, ¿qué demonios había sucedido?

—Aquí no, Namjoon. Por Dios.

Jimin frunció el entrecejo, ¿era la voz de Seokjin?

—Shh, creo que Jimin ya despertó.

Con un esfuerzo adicional, Jimin logró abrir los ojos y se encontró en una camilla de hospital. La luz del día inundaba la habitación mientras dos de sus mejores amigos le observaban con profunda preocupación.

¿Cómo había llegado hasta ese lugar?

—¡Jimin! —gritó Seokjin, acercándose a la camilla—. ¿Cómo estás?

—Nos tenías preocupados, pedazo de idiota —agregó Namjoon, mirándolo con compasión.

—¿Qué... qué pasó? ¿Cómo llegué hasta aquí? —frunció el entrecejo, nada de esto tenía sentido.

—¿No lo recuerdas? —Seokjin enarcó una ceja.

Jimin frunció los labios.

Hizo memoria: primero le pidió al entrenador Han poder participar en el partido, luego este fue cancelado debido a que hirieron a un miembro del equipo rival.

Después de eso...

—¡El asesino! —gritó mientras se sentaba abruptamente en la camilla, sobresaltando a sus amigos—. ¡¿Dónde está?!

Namjoon y Seokjin se miraron entre sí con la ceja alzada.

—¿De qué hablas? —dijo Namjoon.

—¡Fue él! —agregó el azabache, mirando directamente a los ojos de Seokjin—. Yo estaba en el baño cuando ese tipo apareció y, y, y... ¡forcejamos! Sí, luego el me tiró al suelo y después intentó asesinarme, pero solamente me hizo unos... ¡los cortes! —Jimin no era consciente de lo rápido que estaba hablando.

Bajo la atenta mirada de sus amigos, Jimin trató de levantarse la bata de hospital, solo para ser detenido por Namjoon.

—¡Oye, con calma, chico! —exclamó Namjoon, sosteniendo con delicadeza las muñecas de Jimin—. No tenemos idea de lo que hablas.

—¡Ya se los dije! —bufó, librándose del agarre de Namjoon—. ¡El asesino de mi madre hizo esto! Terminamos en un edificio abandonado y...

De pronto, Jimin se detuvo, sintiéndose completamente asqueado consigo mismo.

¡El tipo lo había besado!

—¡Maldito bastardo! —gritó con frustración, golpeando con sus puños la camilla.

—Seokjin, haz que se tranquilice o te juro que le hablaré a un doctor para que lo anestesie —Namjoon bromeó, ganándose una mirada irritada del aludido.

—Jimin... no tenemos idea de lo que hablas —exclamó Seokjin, tratando de sonar lo más amable posible—. Fui yo quien te encontró en la entrada de la facultad, estabas desmayado y con una herida sangrante. Afortunadamente Namjoon estaba conmigo, así que ambos te trajimos al hospital.

Las cejas de Jimin se alzaron, expresando su completa incredulidad.

—Imposible... —masculló entre dientes, negando suavemente con la cabeza—. ¡Eso no puede ser! ¡Yo me fui de la universidad porque me estaban persiguiendo, tú ya no estabas ahí!

—Es verdad, me fui —Seokjin asintió con la cabeza—. Pero regresé con Namjoon cuando no respondiste ninguna de mis llamadas, ambos nos preocupamos por ti... luego te encontramos inconsciente.

Jimin volvió a negar suavemente con la cabeza.

Él no estaba loco y su mente no era lo suficientemente creativa como para haberse imaginado una persecución como la que vivió anoche.

—No puede ser cierto... —jadeó, acariciando su frente—. Lo que viví ayer... fue tan real.

—Probablemente ya estés... tú sabes —Namjoon silbó mientras señalaba su cabeza con el dedo índice, moviéndolo en círculos.

—Namjoon... —le regañó Seokjin, recibiendo un "perdón"—. Tal vez solo fue una pequeña alucinación por parte de tu subconsciente, estabas desangrándote, quizás tus recuerdos se mezclaron... no lo sé. El punto es que debes tratar de recordar exactamente qué sucedió, no podemos dejar que lo que te hicieron quede impune.

Jimin resopló, dejándose caer nuevamente contra la camilla.

—¿Cuándo podré irme?

—Tal vez esta noche.

Los tres dirigieron sus miradas hacia la puerta: un doctor de la tercera edad entró a la habitación, exhibiendo una sonrisa enfermizamente amable.

—¿Cómo se siente, joven Park?

Jimin alzó los hombros.

—He tenido peores heridas —bromeó, con ironía.

—Su herida afortunadamente no fue demasiado grave, por lo que solamente le pusimos algunos puntos. Es asombroso lo resistente que puede ser su organismo, joven Park, debo reconocerlo —explicó amablemente el doctor, alternando su mirada entre los tres jóvenes presentes—. Mi recomendación es que se quede en observación hasta mañana, por la sangre que perdió. Pero si siente que está bien, entonces le daré de alta esta misma noche.

—Bien —respondió Jimin; por supuesto, se iría esa misma noche. Pasar otro día significaría más dinero, algo con lo que no contaba en ese momento.

—Tienes unos excelentes amigos, muchacho —reconoció el doctor, refiriéndose a los Kim—. No sabes lo atentos que estuvieron a tu proceso, incluso pasaron la noche en la sala de espera.

Jimin frunció el entrecejo.

—¿De verdad hicieron eso?

—Por supuesto que sí, idiota —exclamó Seokjin, brindándole una hermosa sonrisa—. Eres nuestro mejor amigo, no te íbamos a abandonar a tu suerte.

—Hubieras visto a Seokjin —intervino Namjoon—. Dios, nunca lo había visto llorar así. Ni siquiera cuando terminamos.

—Dios mío, ¿no sabes lo que es tener decoro, verdad? —Seokjin suspiró frustrado, sacándole una carcajada a los presentes.

—Bueno muchachos, se acabaron las visitas por ahora. Deben dejar que el joven Park descanse y tome algo de alimento —exclamó el doctor—. Más tarde podrán venir por él.

—No te preocupes, Jim —exclamó Namjoon—. No te dejaremos solo, iremos a tomar una ducha y regresaremos por ti.

—Por favor, come algo —agregó Seokjin—. Necesitas energía.

Jimin hizo un puchero.

—Odio la comida de hospital —suspiró, no estaba a punto de hacer un berrinche—. De acuerdo, nos veremos en la noche, chicos.

Y Jimin se quedó ahí, postrado en la camilla, observando cómo sus amigos se alejaban tras la figura del doctor.


El total de la cuenta del hospital es un recuerdo que Jimin prefiere suprimir hasta que se convierta en un tipo asquerosamente multimillonario y exitoso.

Tras saldar la cuenta, Namjoon y Seokjin lo apoyaron mientras caminaban hacia el vehículo. Él se acomodó en los asientos traseros, con Namjoon al volante y Seokjin de copiloto.

Jimin apenas era consciente de la plática que mantenían sus amigos. Se sentía incapaz para siquiera decir una sola palabra, su cabeza estaba hecha un lío.

¿Realmente Seokjin lo encontró desmayado en la entrada de la facultad? ¿En verdad nunca estuvo con el asesino en aquel edificio abandonado? Su mente pudo haberle jugado una mala broma, sin embargo, todo lo que ocurrió (o lo que Jimin cree que pasó) se sintió tan real.

Hizo un esfuerzo, pero su cabeza palpitaba al intentar recordar lo qué pasó antes de desmayarse.

Recuerda al asesino colocándose encima de su cuerpo debilitado, después le preguntó si finalmente lo asesinaría y luego...

«Si muero, te esperaré en el infierno... maldito imbécil.»

«Dile a Lucifer que le mando saludos.»

La sensación de asco volvió a apoderarse de su ser. El bastardo se atrevió a besarlo después de decirle aquello. Jimin estaba completamente seguro de eso.

Tal vez para él era alguna especie de método de tortura, dada su extraña personalidad retorcidamente juguetona. Sin embargo, pensar en ello solo enfurecía en demasía a Jimin.

Ahora se sentía asqueroso, sucio. Como si el tipo le hubiese colocado alguna etiqueta mental que no se puede quitar. Antes pensaba que no podía odiarlo más. Pero ya descubrió que sí era posible.

Lo aborrecía, tanto, que incluso le enfermaba.

—Hey, ¿todo bien?

Jimin parpadeó, la voz de Namjoon lo sacó de sus pensamientos sombríos.

—Por supuesto —mintió—. Solo estoy... cansado.

No pasó por alto la mirada preocupada que Seokjin le lanzó a través del espejo retrovisor.

Llegamos —exclamó Namjoon, estacionando el carro frente a la casa del menor—. Vamos, Jim, te ayudaremos a bajar.

—Deben dejar de tratarme como una flor delicada, joder... —bramó, observando a sus amigos bajar primero del vehículo para abrirle la puerta.

—Vamos, princesa —se burló Namjoon.

Jimin pensó en sacarle el dedo, pero ese sería una esfuerzo increíblemente agotador.

Seokjin se encargó de abrir la puerta de su casa mientras Namjoon le ayudaba a caminar hacia la entrada. Una vez adentro, Jimin se sentó sobre el sofá, dejando salir un largo suspiro.

—¿Seguro que estarás bien? —Seokjin enarcó una ceja, claramente seguía preocupado por su amigo—. Podríamos quedarnos.

—No es necesario, les prometo que estoy bien —Jimin sonrió tímidamente—. Solo quiero ir a mi cama y descansar, mañana los veré a ambos en la universidad.

Seokjin frunció el entrecejo.

—Estás bromeando —cruzó los brazos—. No eres de goma, Park, debes descansar y tomarte tu tiempo.

Jimin rodó los ojos.

—Hazle como quieras, mañana me tendrás en Termodinámica copiándote la actividad del profesor Choi.

Seokjin resopló mientras Namjoon reía.

—Bien, pero si llegas a sentir alguna molestia esta noche...

—Les llamaré, lo prometo —dijo Jimin, sonriéndoles a ambos—. Buenas noches, chicos. Y... gracias.

Seokjin y Namjoon se dirigieron a la salida bajo la atenta mirada de Jimin.

—Dios...

Jimin suspiró, frotándose la cara. Estaba agotado, física y mentalmente.

Con cuidado, Jimin se dirigió hacia su habitación. En estos momentos maldecía el hecho de que esta estuviera hasta el segundo piso.

Abrió la puerta del cuarto, todo se encontraba exactamente como lo había dejado. Pensó en darse una ducha, pero no se encontraba con las fuerzas para hacerlo. Mañana antes de irse a la universidad lo haría.

Jimin se tiró a la cama, gimiendo gustoso cuando la suave seda de sus sábanas le recibieron. Cerró los ojos con la esperanza de quedarse dormido.

Pero el sonido de una puerta abriéndose le sobresaltó.

—Al fin regresas. Comenzaba a preocuparme, ¿sabes?

Jimin pudo haber gritado, pero de su boca no salió ningún sonido.

El bastardo estaba ahí, justo frente a su cama.

—¿Por qué me miras así, niño? Creí que ya habíamos superado la etapa de asombro.

—¡Maldito hijo de puta! —Jimin quiso abalanzarse contra el tipo, pero un dolor agudo lo detuvo—. ¡¿Qué diablos haces aquí?! ¡Lárgate!

El tipo ladeó la cabeza, quitándose la capucha.

—Necesito hablar contigo, niño —exclamó con total calma—. ¿Puedo sentarme?

Los labios de Jimin se abrieron en demasía.

Este tipo iba más allá de lo surrealista.

—¡Por supuesto que no, jodido imbécil! —Jimin bramó con toda la rabia del mundo—. ¡Si no estuviera herido juro por Dios que-!

—Permíteme cortarte ahí —le interrumpió, sonaba aburrido—. Toda ese discurso de "voy a matarte, blah, blah, blah" es tan cliché y aburrido que prefiero saltármelo.

Bajo la incrédula mirada de Jimin, el bastardo tomó asiento en la silla de escritorio.

—Es una suerte que no murieras —exclamó el rubio—. Hubiera sido tan triste que nuestra diversión terminara así. Tienes mucho más para dar.

—¿Eres estúpido? —dijo, casi con ironía—. ¿Cómo puedes catalogar como divertido algo así? ¡Estaba tratando de sobrevivir a ti!

—Y es por eso que es tan divertido —exclamó, con una sonrisa cínica—. Ahora, te recomiendo que cierres la boca y dejes de insultarme. No creo que quieras conocerme estando molesto.

—En realidad preferiría no conocerte de ninguna forma —gruñó, dedicándole una mirada sombría—. Solo muerto.

El bastardo se carcajeó. Increíble.

—Eres tan divertido, niño —frotó su barbilla, analizándolo de arriba hacia abajo—. Seré breve: tengo una propuesta para ti.

Jimin frunció el entrecejo.

—¿Qué?

—Lo que escuchaste, niño. Quiero proponerte algo que puede beneficiarnos a ambos.

Jimin pestañeó.

Entonces, comenzó a reír.

Reír, reír y reír.

—¿Así de lunático eres? —continuó riendo, ignorando el dolor que provocaban dichas carcajadas—. Asesinas a mi madre, tratas de matarme a mí ¿y ahora esperas que seamos algo así como socios? ¿Crees que es tan fácil?

—En realidad sí.

La sonrisa de Jimin se desvaneció cuando el tipo se sentó sobre el colchón de su cama, a un lado de sus pies.

—Si tan solo dejaras de mover esa hermosa e irrespetuosa boquita para dejarme hablar, te lo explicaría mejor —dijo, riéndose cuando el azabache cubrió sus labios, evitando que siguiera viéndolos con descaro.

—¡Lárgate! ¡No me interesa nada que tengas que decirme! —Jimin gritó, frustrado—. Eres un psicópata enfermo, jamás haría algo para ayudarte.

—Y volvemos con los insultos... —suspiró, mirando con irritación al menor a través de su máscara—. Está bien, para que veas que mis intenciones son nobles, te dejaré descansar hoy. Sin embargo, mañana deberás encontrarte conmigo en una dirección que yo te daré. ¿Quedó claro?

Jimin separó sus labios, completamente indignado.

¿Quién se creía para darle órdenes?

—¿Y si decido no ir?

—Mh, no lo sé. ¿Qué pasaría si decides no ir?

Un escalofrío recorrió su cuerpo ante la intensa mirada del bastardo. Estaba claro que no aceptaría un "no" como respuesta.

—Te dejaré dormir, niño. Nos vemos mañana.

—¡Espera!

Jimin gritó, antes de que pudiera detenerse.

—¿Sí?

Apretó sus labios.

—¿Qué pasó después de que me desmayé? ¿Por qué dicen que me encontraron en la entrada de la facultad cuando claramente tú y yo estábamos en un edificio abandonado? ¿Por qué no me mataste?

El asesino fingió meditarlo, pero alzó los hombros.

—Realmente no tengo idea de qué estás hablando.

Jimin bufó, era inútil tratar de siquiera razonar con él.

—Bien, hablemos a tu modo, sin reparos. ¿Por qué carajos me besaste?

Un silencio tenso llenó el espacio entre Jimin y el asesino, ambos desafiándose con la mirada.

Después de unos segundos, el bastardo sonrió.

—Soy consciente de que muchos han fantaseado conmigo, pero tú estás en otro nivel. Imaginar que besas al asesino de tu madre es algo enfermizo, niño.

Jimin gritó, provocando una risa ronca en el rubio.

—¡Jamás fantasearía contigo, idiota! Antes preferiría morirme asfixiado, desmembrado o algo peor.

La sonrisa del tipo se desvaneció y se acercó a Jimin, ambos quedando peligrosamente cerca.

—Cuidado con lo que deseas, niño. Podría cumplírtelo.

—Aléjate de mí —gruñó, negándose a verse intimidado.

—Nos vemos mañana —respondió, saliendo como si nada del cuarto de Jimin.

Como si fuera lo más normal del mundo.

Jimin suspiró, ¿qué castigo estaba pagando como para que el destino fuese tan hijo de puta? Tal vez un pecado de alguna vida pasada. No tiene idea.

Recargó su cabeza contra el respaldo de la cama, mirando hacia la nada. Por un momento pensó en llamar a la policía, pero incluso eso se sentía tan incorrecto. Era irónico. Tal vez era porque Jimin ya no confiaba en ella.

Los ojos de Jimin se expandieron al notar dos hojas caer suavemente de su escritorio, llevadas por una brisa, ambas quedando en el centro del suelo de su habitación.

Dos letras.

La primera, contaba con una "I".

La segunda, con una "N".

Jimin frunció el entrecejo, y su mente hizo click.

El bastardo se llamaba Caín.

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