Misión al descubierto
Las piernas le tiemblan incontrolables. Aquella escena le recuerda el mismo modo que vio a su madre bañada en un charco de sangre. Sin poder más se deja caer totalmente ida, fuera de sí. Su padre llega en unos instantes, y se horroriza al ver a Joory en tal estado.
—¡Joory! ¡¿Qué ha pasado?!
Becky no es capaz de esbozar ni una sola palabra. Está muy asustada.
🐝🐝🐝
Mario pasa de canal en canal, aburrido. Mete una papa frita a su boca por inercia, cuando escucha la puerta ser abierta. Entusiasmado se pone de pie y espera ansioso la imagen de Theo.
—¿Dónde estuviste? —pregunta—. Te desapareciste la última clase.
Theo le sonríe mientras cierra la puerta.
—Sólo fui por ahí. ¿Trajiste mis cosas?
—Sí, las dejé en tu habitación.
—Gracias; iré a cambiarme para ir al Starbucks.
Su amigo lo sigue para intentar sacarle más información, pero el timbre suena. Baja los hombros y se regresa a la entrada. Por el interfono divisa a su compañera la pelirroja.
—Hola Mario —saluda y entra sin ser invitada.
—Jane, no sabía que vendrías. —Se queda observando la cajita que lleva la pelirroja en sus manos.
—Vine a darte una buena noticia.
—¿Qué es? —pregunta cerrando la puerta.
—Somos papás.
Los ojos del joven parecen salirse de sus órbitas. Casi le da un paro cardíaco en ese mismo instante. Se lleva la mano al pecho, dramático.
—¡¿Que?! Pero si tú y yo nunca hemos ...
La chica le sella los labios con el dedo índice.
—Nuestro bebé está aquí —explica en un susurro y abre la caja.
Un pequeño gatito maúlla con ternura.
—¿Qué es eso?
—Un gato.
—Ya sé, ¿pero de dónde lo sacaste?
Jane está por responder, pero se detiene ante la presencia de Theo.
—Hola Theo.
—Hola Jane.
Mario le hace señas para que se acerque y le muestra el interior de la caja. Una sonrisa se adueña de su perfilado rostro.
—Oh, ese gato es de la escuela.
—Así es, Becky me dijo que lo adoptara. Mario y yo seremos sus papás.
—Qué buena noticia. Te felicito, espero que seas un buen padre. —Golpea suavemente la espalda de su amigo.
—¿Eh? Pero soy tan joven. —Baja los hombros junto a un suspiro.
—Adiós muchachos, me voy al trabajo. Pórtense bien —se despide con la mano.
🐝🐝🐝
La ambulancia llega lo más rápido posible al hospital. Los paramédicos hacen todo lo posible por detener la hemorragia y brindarle todo el oxígeno necesario. Con la misma rapidez la bajan del vehículo y, junto al equipo médico, la llevan a la sala de emergencias. El señor Coleman baja de la ambulancia junto a la abuela, asustados y ansiosos.
—No nos queda más que esperar en la sala de espera —dice preocupada—. ¿Qué pudo haber pasado? Pobre de mi nieta.
Luego de un buen tiempo la enfermera viene en busca de los Coleman.
—¿Cómo está ella señorita? —pregunta el padre. Si la vuelve a perder, no podría reponerse nunca más.
La joven los tranquiliza con una sonrisa.
—Ella está bien señor. Le cosieron la herida, y le tomaron varias placas también. No hay daños internos, puede estar tranquilo.
—Qué alivio. —Se sienta la abuela con un sonoro suspiro.
—Muchas gracias señorita.
—No hay de qué señor.
—¿Podemos entrar a verla?
—Sí señor.
A unos metros Becky suspira aliviada, escondida detrás de una columna. No quiere que vean lo preocupada que está por ella.
El señor Coleman y la abuela pasan a ver a la muchacha. La encuentran durmiendo en la sala de observaciones junto a otros pacientes.
—Mi pobre Joory. —Se acerca la abuela y besa su frente.
—¿Cuándo va a despertar? —consulta el señor Coleman.
—Está sedada, dentro de un par de horas. Pero es de noche, lo más probable es que despierte mañana.
El hombre asiente.
—Deseo transferirla a una habitación privada.
—Consultaré con la jefa de piso.
—Muchas gracias.
—Iré a atender a los otros pacientes, si me necesitan sólo deben llamarme.
—Muchas gracias enfermera.
La joven se despide con una sonrisa.
—Qué bueno que no le pasó nada malo —dice la abuela—. Por cierto, ¿Becky no vino?
—No lo sé madre, ella no subió a la ambulancia —comenta mirando a su hija—. ¿Qué habrá pasado entre ellas? —Se estruja el rostro—. Necesito conversar con Becky. Vamos madre, la llevaré a casa.
—¿Pero y Joory?
—Yo me quedaré a cuidarla, la dejaré en casa y vendré con ella.
—De acuerdo. —Vuelve a aproximarse a su nieta—. Mañana vendré a primera hora querida. —Le besa nuevamente la frente.
🐝🐝🐝
Becky observa salir a su padre y abuela de la sala de observaciones. Espera que se le alejen y entra en ella. No tarda en encontrarla. Paulatinamente se va acercando. La ve tan indefensa en ese estado. Su mano derecha con una vía en ella. Lee el frasco colgado del parante: "suero fisiólogo".
Creo que es para la hidratación.
El tablero colgado de la cama le llama la atención. Funciones vitales, balance hídrico, es lo que dice en las hojas. Deja de husmear cuando siente la presencia de la enfermera con un carrito lleno de medicinas y un fólder inmenso escrito en el: "Kardex".
—¿Es familiar de la señorita? —cuestiona acomodándose las gafas.
—¿Eh? —titubea—. Sí.
La sonrisa de la enfermera le causa intriga. Se ve tan pacífica y calmada, pese a estar inundada de enfermos.
—Es su hermana ¿no es así? Se parecen mucho —expresa mientras carga una jeringa con medicamento y lo ingresa en el volutrol.
Que se parecen... lo ha escuchado muchas veces. Decide centrar su atención en la introducción del medicamento.
—¿Qué medicamento es?
—ketoprofeno.
—¿Y para qué sirve?
—Produce analgesia. —La joven marca con lapicero rojo en una hoja del inmenso folder—. He terminado; si necesitas algo me llamas.
—De acuerdo.
Una vez la mujer vestida de blanco sale, Becky se aproxima a Joory y la mira de cerca.
¿De verdad nos parecemos? Eres tan parecida a mamá. Tienes su misma nariz, las pestañas espesas, rostro ovalado. Supongo que también me parezco a mamá, aunque yo tengo la cara redonda.
Una punzada atraviesa su pecho.
¡Qué rayos estoy pensando!
Sale corriendo de la habitación.
🐝🐝🐝
El portero mira reacio al taxi estacionarse justo en la entrada de la casa de los Coleman. Espera que los pasajeros bajen y, cuando lo hacen, los reconoce inmediatamente. Corre a abrirles las pesadas rejas.
—Estoy muy exhausta. Pensé que perderíamos a Joory una vez más —dice la abuela sosteniéndose del brazo del señor Coleman.
—Eso no sucederá madre.
Una vez que ingresan al gran salón, dos mucamas los reciben expectantes.
—Lleva a la señora a su habitación —le pide el hombre a una de ellas.
—Sí señor.
—¿Becky está en su habitación?
—No señor, ella salió después de ustedes.
—¿Cómo dices? —Se alerta la anciana.
—Así fue señora.
—¿A dónde habrá ido? No estaba en el hospital.
—Ya la llamaré madre. Vaya a descansar.
La mujer asiente y, con ayuda de la jovencita, va a su habitación.
El señor Coleman se sienta en uno de los inmensos muebles, dando un profundo suspiro. ¡Qué terrible día!
—¿Desea algo el señor? —pregunta la otra muchachita.
Sí, desea saber qué ocurrió entre sus hijas. Ellas siempre saben todo.
—¿Sabes qué pasó antes del accidente? ¿Ellas tenían problemas?
La muchacha hace memoria y, al hacerlo, recuerda cuando estaba por entrar a pedido de la señorita Becky, a preparar su baño, pero al abrir la puerta de su habitación, los gritos provenientes del baño, la detienen. Prefiere salir de la pieza y no entrometerse en la pelea de leonas. Todo sucedió tan rápido que un abrir y cerrar de ojos, la ambulancia ya estaba entrando. Sin dejar nada al aire, le comenta todo a su patrón.
—¿Necesita algo más, señor?
—No —le contesta sonriendo—. Puedes ir a descansar.
—Muchas gracias señor. Que descanse.
Que descanse... ¿quién podría descansar con una hija en el hospital? A pesar que ya no corre ningún peligro, aún se encuentra preocupado preguntándose que pudo haber ocurrido. Pobre Joory, ha sufrido tanto, recibe el desprecio de su hermana melliza y, para rematar, se golpea la cabeza.
Luego de media hora llega su hija. Camina con lentitud, pensativa. No le es difícil divisar a su padre que, luce muy angustiado. Está segura que va a interrogarle lo que ocurrió...
—Papá.
—Siéntate Becky.
Ella obedece y se sienta frente a él. Espera que diga algo, pero al no hacerlo, se adelanta. Su mirada inquisitiva es tremendamente sofocante.
—Vas a preguntarme qué ocurrió, ¿no es así? —Hace una pausa—. ¿Qué crees que pasó?
Su padre vuelve a emitir un sonoro suspiro. Intenta evaluar sus expresiones, pero ella siempre ha sido tan plana, que es muy difícil. No consigue descubrir rasgos nerviosos, ni culpabilidad. Pero es Becky, ella nunca siente culpa de nada.
—Es lo que quiero saber —dice por fin—. Las domésticas dijeron que las escucharon discutir fuertemente.
—Así fue.
—¿Qué fue lo que hiciste?
Disgustada y decepcionada por las suposiciones de su padre, sonríe sin ganas.
—¿Acaso me estás diciendo que yo fui quien la dañó?
—Becky...
—Si quieres saber —dice poniéndose de pie—, espera que despierte y que te cuente con sus propias palabras.
—¡Becky! —la llama en vano mientras sube las escaleras.
🐝🐝🐝
Sus ojos parecen pegados con silicona. Poco a poco comienza abrirlos. Lento y doloroso. La cabeza le duele, está pesada. Se incorpora con dificultad.
¿Dónde estoy? Mira hacia todos lados y recuerda lo que ocurrió. Estoy en el hospital.
Su padre ingresa y se alegra al verla despierta. La ayuda a sentarse.
—Joory, cariño ¿cómo te sientes?
—Papá, me duele la cabeza.
—Pronto estarás mejor —asegura y besa su frente.
Los dos reparan en la puerta abriéndose; es la abuela y Becky En realidad, no es que haya querido ir, pero la abuela le pidió encarecidamente que la llevara. Quiso dejarla en el hospital e irse, pero con astucia la mujer la hizo entrar a la habitación donde su otra nieta estaba. Ya no soportaba ver lo mal que se llevaban, añoraba esos días donde jugaban, hacían travesuras y eran las mejores cómplices.
—Joory, ya despertaste querida. —Con la máxima rapidez que sus pies le permiten se acerca a besarle la frente.
—Sí abuela —contesta con la mirada fija en su hermana. Su cabeza adolorida empieza a maquinar su siguiente jugada. Por ningún motivo puede perder la última estocada.
—Cielo —prosigue la anciana—, ¿no vas a saludar a Joory?
Becky resopla, al tiempo que da dos pasos dudosa.
La pelirroja se prepara la acción.
—¡Papá, no quiero que Becky esté aquí! —empieza a lloriquear. Incluso se inventa una tembladera y se abraza las rodillas.
La pelinegra frunce el ceño y se detiene en seco. Eso sí que no se lo esperaba venir.
—¿Qué? —El hombre pasa la mirada de una a la otra al igual que su madre.
—Papá, ella fue quien me empujó.
La anciana se cubre la boca horrorizada.
—Joory —esboza Becky realmente sorprendida por lo que acaba de decir.
Su mirada se concentra en su progenitor. Esa mirada llena de decepción y espanto le carcome el alma. No estaba preparada para eso, para esa jugada sucia. Debió haber supuesto que su deshonesta hermana haría algo así. Pero lo que le duele es la incertidumbre de su padre, ni siquiera debería dudar de ella.
Su melliza se asegura de no dejar nada de dudas.
—Ella dijo que yo era la culpable de la muerte de mamá, que se suicidó por mi culpa —llora con más fuerza.
—Be... Becky —balbucea su padre con el ceño enarcado.
—Papá, yo no la...
Una cachetada da a parar en su mejilla. Fuerte y sonora. La abuela se aterra al igual que Joory, mientras gruesas lágrimas caen de los ojos de Becky. Nunca la había pegado. Lleva la mano a su rostro y sale corriendo, no sin antes dirigirle una mirada dolida y furiosa.
—¡Becky! —la llama la abuela.
No se detiene al llamado. Corre con todas sus fuerzas sin detenerse un solo instante. Su corazón se rompe en mil pedazos. Su padre actuó sin siquiera preguntar si era cierto, creyó en las palabras de Joory. ¿Cómo puede creerla capaz de aquello? Llora sin importar que la gente la vea, necesita llorar sin importar nada más.
🐝🐝🐝
Las amigas de Joory se preguntan porque no ha ido a la escuela. Nunca falta. Lo mismo con Jane y Charlotte, al no ver a Becky. Theo no se queda atrás y observa los asientos vacíos de las Coleman, se pregunta si algo malo les ha ocurrido.
El tutor ingresa al salón. Los murmullos desaparecen y todos se sientan en sus pupitres.
—Buenos días muchachos; les traigo una mala noticia, Joory Coleman ha sufrido un accidente, pero está mejorando. Vamos interrumpir las clases para visitarla.
—¿Qué? —Miranda finge desmayarse.
Los amigos cercanos de Joory van visitarla, mientras otros aprovechan para tomarse el día libre.
—Qué bueno que están aquí, alegrarán a mi Joory. —La abuela se encarga de hacerlos entrar a la habitación, mientras sale para llamar una vez más a su nieta.
Con regalos y flores, los muchachos van entrando en fila. Los ojos de Joory se posan únicamente en Theo. Su sonrisa no puede ser más evidente.
—Hola chicos.
—¡Joory! —Sus tres amigas la abrazan hasta quitarle el aliento.
Casi tiene que empujarlas para lograr apartarlas y poder saludar al chico.
—Theo, viniste —dice con fingida ternura.
Su sonrisa le acelera el pulso. Es mucho más guapo cuando sonríe.
—¿Cómo te sientes?
—Estoy bien, mucho mejor al verte.
—¿Qué ocurrió?
De ningún modo se iba a perder la oportunidad de hacer quedar mal a su hermana. Después de todo, las cosas salen a su favor.
—Becky me empujó y me golpee la cabeza. —Baja la cabeza para victimizarse lo más que pueda.
—¿Qué dices? —pregunta con el ceño fruncido.
—Esa maldita, se atrevió hacerte eso —interviene una de las tres.
—Tranquila Rita, ya estoy mejor.
Está inquieta por la expresión de Theo; su ceño fruncido le extraña.
Él no cree que ella haya sido capaz, es cierto que la ha visto hacer todo tipo de tonterías en la escuela, pero no la cree capaz de eso. No es su estilo. Nunca caería tan bajo.
Sin contradecirle ni decir una sola palabra, abandona la habitación.
—¡Theo!, ¿a dónde vas? —llama Joory en vano.
Theo no se detiene ni un solo instante. Necesita verla y preguntarle qué ha ocurrido. Si no fue a la escuela, ni al hospital... ¿en dónde está? ¿En su casa?
Por los pulcros pasadizos se cruza con el señor Coleman. Saluda con un movimiento de cabeza.
—Britter.
—Señor Coleman. —Hace una pausa—. ¿Dónde está Becky?
El hombre carraspea.
—No lo sé.
Por su expresión supone que Joory le dijo lo que escuchó hace unos instantes. Es su hija, no es posible que dude de ella. Está seguro que todo fue un mal entendido. Becky no haría tal cosa.
—¿Acaso cree que ella fue capaz de eso? —pregunta.
—Ella culpa a Joory de la muerte de su madre.
—Aun así, ¿la cree capaz?
Niega con la cabeza. No cree que Becky la haya empujado. La culpa de haberle dicho a su hermana sobre el suicidio de su madre. Joory no tenía la culpa de nada, era tan solo una niña.
—Quiero creer que Joory no recuerda con claridad.
—Es probable que hayan discutido fuertemente, pero estoy seguro que todo tiene una explicación —afirma con certeza, lo que sorprende al hombre. Le da gusto que su hija haya encontrado un amigo en él—. ¿Tiene la menor idea de donde podría estar?
—Ella siempre iba a la plaza, cerca del Starbucks del centro después de la muerte de su madre.
—Sé dónde queda.
Sin decir nada más, abandona el hospital.
🐝🐝🐝
La plaza que ha ido durante años no ha cambiado ni un poco. Los niños juegan con burbujas, felices, sin pensar en nada más. Podría decir que quisiera volver a ser niña, sin embargo, su infancia no fue la más feliz. Siempre tuvo a la abuela y a su padre, pero la ausencia de su cariñosa mamá no podía ser reemplazada por nada ni nadie. Envidiaba a sus compañeros que las tenían con ellos. Realmente los envidiaba, por eso no podía entregarles su sincera amistad. Hasta que apareció alguien igual a ella, alguien herido y solo. Solo él podía comprenderla, nadie más.
Una ráfaga de viento golpea su rostro. Siente que alguien se sienta junto a ella, pero no le presta atención. Menos mal se mantiene en silencio, al menos por un momento.
—¿No estás aburrida?
Aquella voz... Voltea hacia la derecha muy sorprendida. El corazón le palpita más rápido al ver a Theo. Sus ojos se agrandan más de lo normal. ¿Cómo la encontró?
—¿Qué haces aquí?, ¿cómo sabías que estaba aquí?
—Sólo lo sé y ya.
Se muerde el labio, fastidiada. Él siempre hace lo quiere, le molesta tanto no poder manejarlo.
—Vete, no te quiero aquí.
Su sonrisa amplia y sarcástica le saca de sus casillas.
—¿Por qué?, ¿acaso esto también les pertenece a los Coleman?
—¿Qué quieres? —Frunce el ceño—. Déjame ver, ya sabes lo que ocurrió. ¿Acaso tienes lástima por mí? Vete no quiero tu lástima —establece con ojos furiosos, pero poco a poco los amansa—. ¿Crees que yo lo hice verdad? —pregunta con temor a su su respuesta.
—No —contesta sin mirarla, moviendo la nuez de Adán.
Becky lo mira dudosa, con recelo.
—Eres muy cobarde para hacerlo. —Por fin vuelve a mirarla.
—¿Qué?
—Eres altanera, presumida, egocéntrica y egoísta, pero no eres de esas personas.
¿El cree en mí?, ¿por qué? Ni siquiera mi padre lo hace, ¿por qué él sí?
Si ella continúa mirándolo de esa manera, no sabe lo que pasará, ni se responsabiliza por lo que podría hacer. Es mejor prevenir antes que lamentar.
—Vamos, te llevaré a casa —dice poniéndose de pie.
—No quiero.
—Deja de ser tan rebelde.
—No quiero ir a mi casa.
—¿Entonces qué harás?
—Iré a la tuya —dice decidida.
Esos ojos oscuros son tan intimidantes...
—¿Qué?
🐝🐝🐝
—Qué buena mañana. —Mario se pasea por su departamento con el torso desnudo—. ¿Debería visitar a Joory? —Se lleva las manos a la cadera. Niega decidido—. Ya iré más tarde, mejor jugaré en la consola.
Está a punto de alcanzar el aparato, cuando se detiene expectante ante el sonido de la puerta.
—Theo ya debe estar aquí.
Tal como lo supuso, él entra, y detrás Becky. Abre grandemente los ojos.
—¡¿Es Becky?! —Se soba los ojos.
Theo retrocede y le cubre los ojos a la pelinegra.
—Ponte tu sudadera, tenemos visita.
Becky le quita la mano y avanza sin ser invitada.
—¿Qué haces aquí? —cuestiona Mario, aun sin creer su presencia.
—No es de tu incumbencia. —Se sienta en el sofá y le tira su sudadera ploma.
Haciendo malabares para atraparla, mira a su amigo en busca de respuestas.
—Te explicaré luego. Iré a cambiarme el uniforme.
Mario no deja de mirarla, preguntándose que hace allí.
—¿Qué? ¿Tengo algo en la cara?
—¿Por qué Theo te trajo? —interroga sentándose junto a ella.
—Pregúntale a él.
Luego de unos minutos el muchacho sale de la habitación.
—Pronto será la hora del almuerzo, vamos a cocinar —propone.
Mario lo sigue a la cocina, pero Becky no se mueve ni un sólo centímetro.
—Oye abeja, ¿por qué no vienes?
—No sé cocinar.
—Hoy vas aprender. —Regresa a la salita y la jala de la mano.
—Oye insecto, ¿qué haces?
—Vas ayudar en la cocina.
Mario se queda perplejo viendo a la pareja. No se pierde ningún detalle.
¿Desde cuándo se volvieron tan cercanos?
Theo es un experto en la cocina, lo hace con mucha destreza. Mario pica la cebolla con lágrimas en los ojos y Becky pela una papa, o más bien la despedaza por cada vez que pasa el cuchillo por ella.
—La estás arruinando. —Theo se la quita—. Es de este modo. —La pela con rapidez.
Ella se limita a resoplar.
Luego de mucho sufrimiento terminan de cocinar y almuerzan juntos. Lavan los platos y limpian la cocina. Ella nunca ha levantado un dedo en su casa, se sorprende al verlos tan organizados, siendo hombres.
La tarde se la dedican a jugar juegos de mesa y videojuegos. Como siempre la competencia entre Theo y Becky es abrumadora.
La noche llega finalmente y, después de cenar comida pedida al delivery, se preparan para dormir.
—¿En dónde dormirás? —pregunta Mario.
—En su habitación. —Señala a Theo.
—¿Qué?, ¿por qué en la mía?
—¿Debo dormir en la habitación de Mario? —cuestiona con una sonrisita mordaz.
—No, mi habitación es muy desordenada, no querrás estar ahí ni un sólo segundo.
—Bueno, entonces no queda de otra. —Se dirige a la habitación de Theo.
Mario los mira pícaro.
—Hey, ¿a dónde vas? —Theo va tras ella.
Muy tarde, Becky entra a su habitación y le cierra la puerta. Su sonrisa de victoria y satisfacción no puede ser más grande.
—Necesito darme un baño —se dice para sí misma. Abre la puerta encontrando a su compañero con cara de pocos amigos—. Oye, quiero bañarme.
Si pudiese traspasarla con la mirada, ya lo habría hecho.
—Eres realmente una molestia —bufa.
Entra a su habitación y de su armario saca una camiseta, un pantalón y toallas limpias.
—Utiliza estas toallas y esta ropa. —Los deja sobre la cama.
—¿Esperas que me ponga esto? —Coge la ropa con el dedo índice y pulgar.
—¿Quieres andar desnuda frente a dos hombres?
—¡Oye! —reclama mientras él sale y cierra la puerta.
Theo sale resoplando para encontrarse con su amigo con los brazos en jarra. Intenta esquivarlo, pero él no le da pase.
—¿Qué tienen ustedes dos?
Él sabe muy bien a lo que refiere, pero no le dará vueltas al asunto.
—¿Qué tenemos?
—Nunca has traído a una chica. Es más, nunca te he visto con una chica, sin embargo, hasta dormirá en tu habitación.
—Sólo será por hoy —asegura pasando de él.
—¿Por qué?, ¿acaso ha escapado? —Lo sigue.
—Tiene sus razones, ya no preguntes tanto. Y no tengo nada con ella. Hoy dormiré contigo.
—Esto es muy extraño.
Luego del baño, Becky intenta dormir, pero le es imposible. Le cuesta dormir en una cama que no sea la suya.
—Todo huele a Theo —rezonga.
Decide levantarse y caminar. Sale de la habitación; todo está oscuro. A tientas llega a la sala que está iluminada por la luz de una lámpara. En el sofá, Theo duerme plácido.
—Pensé que dormiría con Mario.
Se pone en cuclillas y queda muy cerca de su rostro. Observa cada detalle hasta que llega a sus labios y recuerda cuando la besó en Escocia. Aunque fue un beso sin ningún sentimiento de por medio y cortísimo, lo recuerda con claridad.
Theo abre los ojos bruscamente al sentir la presencia de alguien más, asustando a Becky. Sus rostros están demasiado cerca, peligrosamente cerca. Sus respiraciones se incrementan al igual que sus latidos. Theo se aproxima un poco más, y Becky se queda estática. Ambos conscientes de lo que está a punto de pasar.
—¿Qué hacen aquí? —Mario los toma por sorpresa. Becky se pone de pie rápidamente—. ¿Qué rayos estaban haciendo?
La muchacha vuelve a la habitación sin decir nada. Pero Mario insiste.
—Theo.
—Vine aquí porque mucho te movías.
—¿Qué hacía ella aquí?
—Supongo que no podía dormir. Vuelve a dormir, tengo mucho sueño.
Sin nada qué decir frunce el ceño y vuelve a su habitación.
Ni Theo ni Becky consiguen pegar el ojo luego de lo que pasó o más bien estuvo a punto de pasar.
🐝🐝🐝
El señor Coleman viene por Becky a primera hora. Theo le informó donde estaba. La muchacha se despide de sus compañeros y sube al auto de su padre.
—Hija debemos hablar...
—Ahora no deseo hablar, solo llévame en silencio.
Su padre la mira por el espejo retrovisor. Será muy difícil conseguir su perdón. En aquel momento se dejó llevar por un impulso. No tarda en llegar. Becky sube su habitación y se cruza con Joory. Supone que ya le dieron el alta.
—Bienvenida a casa hermana.
Ella la ignora y está a un paso de entrar a su habitación.
—¿Dónde pasaste la noche?, ¿con Jane o Charlotte? —Hace una pausa—. Ya ves, papá me creyó, él cree en mi antes que en ti. —Sonríe con malicia.
Baja su mano de la manilla de la puerta, y se gira con lentitud. Aquí viene su jugada.
—Pasé la noche con Theo.
—¿Qué dices? —El corazón se le paraliza—. Mientes.
—Pregúntale.
Los ojos horrorizados de su hermana era lo que quería ver.
—Eres una cualquiera.
Con toda la paciencia del mundo continúa su estocada.
—Incluso cuando todos te creen, él cree en mí.
Joory la mira con odio, y de pronto, sonríe temiblemente.
—¿Realmente crees eso? Pensé que eras más inteligente. El finge creer en ti, ¿por qué? Porque papá se lo pidió, él le pidió que se acercara a ti y finja ser tu amigo.
—¿Qué dices? —Le tiembla la comisura de los labios.
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