Aquella persona
Theo queda totalmente sorprendido cuando Becky besa sus labios con pureza, con inocencia... Su inexperiencia y determinación termina por cautivarlo, y sonríe sobre esa tierna muestra de afecto. Lentamente cierra sus ojos dejándose llevar por esa boquita candorosa y dulce.
Con movimientos torpes y temblorosos entrelazan sus labios manejando un ritmo lento pero tentador. Los latidos de sus corazones se aceleran al igual que sus respiraciones. Las miradas curiosas son ajenas y distantes. Solo existen ellos dos, experimentando, aprendiendo... Actuando por instinto, y hasta por impulso.
Ella suelta la chaqueta, para llevar sus manos alrededor de su cuello, al mismo tiempo que él baja las manos ansiosas para encerrar su cintura. Su perfume embriagador lo vuelve loco. El sabor de sus labios que hace tiempo deseaba probar se ha convertido en su mayor adicción. Sensaciones reprimidas que por fin es capaz de apreciar.
Becky es la primera en separarse para clavar su mirada suplicante sobre la de él.
—No te vayas —susurra.
Theo se limita a sonreír y a abrazarla junto a su pecho permitiéndole oír su palpitante y agitado corazón.
—Finalmente te confesaste —dice mientras le toma la mano para hacerla caminar junto a él.
—¿Qué? —Se detiene de golpe sin poder ocultar el rubor en sus mejillas—. ¿Yo? Fuiste tú quién te confesaste a través de la carta. —Levanta el papel muy cerca de su cara.
—¿Cuando me confesé? Yo no escribí nada de eso.
—Dijiste que era importante para ti.
—Pero no dije que me gustaras abeja.
—Te mueres por mí, se ve en tus ojos. Siempre lo supe, no había necesidad de decirlo. —Vuelve a caminar jalando su mano.
Theo simplemente sonríe negando con la cabeza. Sinceramente no sabe en qué momento empezó a albergar sentimientos por ella. Nunca antes había sentido algo tan intenso por nadie, en realidad, no se había fijado en nadie, ella era su primer amor. Y era consciente que él también era el de ella. También era consciente que su relación con la abeja no iba a ser color rosa. Quizás por eso nunca se atrevió a confesarse, y eso que estuvo a un pelo de hacerlo. Cuando ella lo fastidiaba y lo sacaba de sus casillas, se veía en la obligación de cerrarle la boca con un beso. Pero nunca se atrevió, quizás porque temía su rechazo, porque ella nunca mostraba sus sentimientos. Esa carta fue la mejor idea que se le vino a la mente. No podía marcharse sin decirle indirectamente que había caído en sus garras, o más bien en su panal. Se había enamorado sin darse cuenta, se había enamorado de ella entera, incluso de la inmensa lista de defectos que poseía.
Aún tomados de la mano bajan del ascensor, en silencio, meditando y asimilando lo que acababa de ocurrir, y lo que probablemente vendría. En la salida se topan con los muchachos.
—Theo, ¿ya no te vas? —Se aproxima Mario sin ocultar la emoción que refleja sus ojos—. ¡¿Y eso?! —se exalta señalando las manos de la pareja—. ¿Son novios?
Las amigas de Becky se muestran igual de asombradas.
—Jane —musita Charlotte—, creo que estoy alucinado...
—Me pasa lo mismo a mí...
Joory vislumbra sus manos enlazadas con el corazón petrificado. Lo perdió... perdió al chico que le gusta con la persona que más detesta en el mundo. Se arrepiente de no haber impedido que su hermana subiera a verlo. Qué tonta fue al creer que solo iba a despedirse. Ahora la odia más, sabe perfectamente bien que Becky no siente nada por él, que solo lo hace para dañarla. Y él... ¿cómo pudo caer en sus venenosas redes?
Presa de la desilusión y la derrota, cierra sus uñas con tanta fuerza que clava sus afiladas uñas sobre su palma. Y en el momento que su hermana cruza mirada con ella, las clava aún más.
No te atrevas a mirarme con lástima, maldita...
Llena de odio les da la espalda, y con la frente en alto sube al carro. La rabia la obliga a llorar. Mira hacia la ventana intentado olvidar lo que vio. Una vez más ella ha ganado.
¡¿Por qué, por qué?! ¿Por qué siempre tiene que ser ella la que se quede con todo? No la soporto
—Señorita, ¿la llevo a casa? —pregunta el chófer.
—No, no quiero ir ahí.
—¿A dónde la llevo?
—¡No lo sé! —se exalta—. ¡Llévame a donde sea!
El chófer mira por el espejo retrovisor dudoso.
🐝🐝🐝
Después de hacer uno que otro comentario, la pareja se despide de los muchachos. Theo insiste en llevar a Becky a un lugar de suma importancia, por lo que encomienda su maleta a Mario.
—Vamos, ahí está mi chófer —señala Becky.
—No, no iremos con él.
—¿Entonces?
—Ya lo verás.
—Bien, déjame decirle que se vaya.
La muchacha despacha al chófer y viene junto a Theo sin siquiera sospechar sus planes.
—Vamos. —Theo le toma nuevamente la mano.
Tomados de la mano caminan por las calles aglomeradas. En el trayecto Becky se hace la misma pregunta que Theo, ¿en qué momento empezó a albergar sentimientos por él? Quizás en el momento en que sintió admiración por él, o quizás en el momento en que él empezó a descubrirla, a conocerla. No tiene idea, pero así tomada de su mano es como desea estar. Segura, protegida, y hasta querida. Unos chicos así no se encuentran dos veces...
Cuando Theo se detiene frente a la parada de autobuses, Becky se suelta de su agarre.
—¿Qué hacemos aquí?
—Esperamos el bus.
—¿Qué?, ¿me harás subir en un bus?
—Sí, ahí viene.
El bus se detiene subiendo a varios pasajeros. Theo sube también, pero Becky no lo sigue.
—Sube.
Ella niega con la cabeza.
—Avanza. —Se baja del bus y la jala de la mano haciéndola subir de un salto.
—¿Qué haces? —Forcejea en vano porque el conductor cierra la puerta—. ¿Por qué me haces subir aquí?
Al instante capta la atención del resto.
—Shh, los pasajeros están viendo —susurra cerca de su oído, causándole escalofríos.
La joven voltea a ver los ojos curiosos de los demás.
—¿Qué, no tienen nada que ver? —increpa—. ¿Por qué...?
—Becky. —Theo le tapa la boca—. Lo siento, disculpen.
Algunos la miran con desdén, y otros la ignoran.
—Ya suéltame —balbucea iracunda.
—No digas nada raro —le pide soltándola al fin
—Uff.
—¿Vas a quedarte ahí parada? Aférrate. —Le muestra las manillas colgantes del pasamanos.
Becky está a punto de hacerlo cuando ve a un muchacho hurgarse la nariz y sujetarse deliberadamente del pasamanos. Con una mueca de asco saca paños de su bolso y los pone encima de las manillas para recién sujetarse. Theo la mira con indignación. Como lo supuso, será muy difícil adaptarse el uno al otro.
—¿Por qué se te ocurrió viajar en autobús? —le recrimina.
—Quiero que seas parte de mi estilo de vida. Hay muchas que cosas que debes ver abeja.
—Uff —resopla elevando su cerquillo.
Un pasajero baja dejando un asiento libre a la misma vez sube un anciano. Becky ni bien ve el asiento corre a sentarse, peroTheo la detiene en el aire jalándola a su lado.
—Tome asiento por favor —se dirige al anciano.
—Gracias jovencito.
—Ruin. —Becky lo fulmina con la mirada.
Theo se contiene una carcajada. Ella lo mira como si le hubiera hecho la peor maldad del mundo.
—¿No te enseñaron modales?
—Ese era mi asiento, yo lo vi primero.
—¿Ves que dice en ese letrero? Es una ley —le señala el sticker pegado en la ventana—. Asiento reservado para embarazadas, ancianos, incapacitados y madres con hijos.
—¿Acaso iré a la cárcel? —refunfuña. Vuelve a tomarse de las manillas y ve que sus paños ya no están—. ¿Dónde están?
—¿Qué cosa? —cuestiona Theo.
—Mis paños que deje sobre las manillas.
El chico le da un vistazo y niega con la cabeza.
—No lo sé.
Ambos miran a todos lados, y no tardan en encontrarlos. El chico que se hurgaba la nariz se limpia con ellos.
—Mis paños. ¡Ay voy a explotar! —chilla, y busca más en su bolso sin éxito. Esos eran los últimos.
—Cógete, vas a caerte —recomienda Theo.
Y como si lo hubiese planeado, el bus frena en seco haciendo que la joven pierda el equilibrio. Da a parar en el cuerpo de Theo. Se sostiene fuertemente de él, rodeándolo con ambos brazos por la cintura.
—¿Qué haces? La gente ve.
—Me voy a quedar así. No voy a cogerme de esas sucias manillas.
—Sólo lo haces para abrazarme.
—¿Qué? Claro que no. Tú me subiste aquí, así que te aguantas.
Él se limita a sonreír sosteniéndose más fuerte de las manillas para no perder el equilibrio.
Luego de media hora de viaje llegan a su destino. Becky baja a la volada, como saliera del mismísimo infierno.
—Aire fresco. —Extiende los brazos mirando al cielo.
—Ven vamos. —La jala Theo.
—¿A dónde vamos?
—Al mercado central.
—¿Qué? Eso me faltaba.
—Te vas a divertir, ya verás.
Theo la lleva al interior del mercado. Los vendedores ofrecen sus productos prácticamente gritando, y Becky mira aterrada. Pasan por la sección de carnes y, como era de esperar, ella se tapa la nariz mirando con asco. Él, la mira divertido.
Luego del mercado la lleva a la plaza central, y le es imposible no sostener su mano. Compra un algodón de azúcar ante la mirada extraña de Becky.
—Es un algodón de azúcar, es para comer. ¿Quieres? —Ella niega con la cabeza—. Tienes que probar —insiste acercándolo a su boca.
—No quiero.
—Sólo muerde.
Becky obedece con recelo, y al instante cambia de parecer.
—Mmm, está rico, pero es demasiado pegajoso, no quiero.
—Bueno.
—¿Qué es eso, que parece un chupete gigante?
—Son manzanas acarameladas. Te compraré una. —El muchacho compra una y vuelve en seguida—. Toma.
Ella lo muerde y parece gustarle, por su expresión.
—Está mucho mejor.
Theo sonríe complacido.
Luego de recorrer toda la plaza, la lleva almorzar en un restaurante de comida casera. Como era de esperar, la joven mira con reprobación la comida.
—¿Qué es esto? —Pincha el pollo con aversión.
—Estofado de pollo.
—¿Por qué está todo revuelto?
—Porque así es. Prueba, te va gustar.
—No, no quiero.
—Prueba el pollo. —Pincha un trozo con el tenedor—. Abre la boca.
Un tanto dudosa obedece y mastica lentamente.
—Mmm, está delicioso. No pensé que tendría este sabor, quiero más. —Le quita el tenedor y ataca el potaje saboreando gustosa.
Theo sonríe complacido.
Casi al anochecer Theo la lleva a su casa. Becky no pensaba mucho en esos temas, pero cuando se le venía la idea de tener un novio, siempre soñaba con una cita muy distinta a la que vivió con Theo, pero aun así la pasó muy bien. Su abuela siempre decía que no importara el lugar, siempre y cuando estés con la persona que quieras, cualquier lugar se vuelve mágico.
—¿La pasaste bien? —pregunta Theo. Ella asiente sin dudarlo—. Lo sabía.
Están por despedirse cuando ella divisa no muy lejos, un carro aproximarse.
—Es el auto de papá —titubea—. Escóndete.
—¿Por qué? —La mira con desinterés.
—Papá no va aceptarte, es obvio. Yo soy su heredera, somos de mundos distintos, soy la reina y tú el plebeyo.
—¿Desde cuándo te volviste dramática?
—No es drama, es la realidad.
—Buenas tardes señor Coleman —saluda Theo sobre sobre la cabeza de Becky.
Ella gira asustada.
—Hola Britter, por lo visto no viajaste. —Esboza una sonrisa cálida, para luego posar la mirada en su hija—. ¿Por qué estás tan pálida?
—Becky se ha vuelto paranoica —se apresura Theo.
—¿Por qué?
—Por que empezamos a salir.
—¡Theo! —Becky abre los ojos de par en par esperando el regaño de su padre.
—Me lo imaginaba —dice tranquilo—. Iré a ver a tu abuela. —Entra a la casa.
La joven no consigue salir de su asombro. Frunce el ceño y abre la boca formando una enorme "a".
—Papá —musita siguiéndolo—. Papá, ¿no escuchaste bien? —Theo la mira con diversión siguiendo sus pasos—. Empezamos a salir, ¿no te molesta?
—¿Por qué habría de molestarme? —pregunta él, mientras entrega su abrigo a la doméstica que le da bienvenida—. Ya tienes diecinueve años, te tardaste demasiado.
—Pero es con Theo.
—Sí, lo siento por él.
Becky pestañea rápidamente y se detiene para enfrentar a su novio.
—¿Qué le hiciste a mi papá?
Theo levanta los brazos indicándole que no entiende. Sin dejar de sonreír burlón, mira la hora en su reloj de mano.
—Te veo en la escuela.
Ella frunce el ceño mientras lo ve salir.
—Se supone que papá debe impedir nuestra relación, es así como pasa en las películas.
Desilusionada sube a su habitación, y ve la de su hermana con la puerta abierta. Le pareció que Joory tenía los ojos llorosos cuando la vio junto a Theo. Con lentitud empuja la puerta, ella no está.
¿A dónde habrá ido? Debió afectarle verme con Theo. ¿Me he comportado egoísta?
—Becky. —La abuela la saca de sus pensamientos—. ¿Dónde está Joory? Tendremos una reunión importante con una socia distinguida, viene desde Estados Unidos.
—¿Nos reuniremos con una extranjera?
—No, ella nació aquí, pero se fue hace muchos años y formó su empresa, más bien el dueño de la empresa le brindó acciones. Ahora invertirá en la empresa de tu padre.
—Qué interesante.
—Así es, llegó ayer por la tarde, y hoy nos reuniremos con ella. Cenaremos en el hotel de la empresa.
—Ya veo. Joory ya vendrá.
—Creo que ya llegó, escucho su voz.
Becky mira hacia las escaleras, su pelirroja hermana sube por ellas. Al cruzar miradas, Joory se detiene, y después de fulminarla con la mirada le sonríe a su abuela que ya está junto a ella.
—¿Dónde estabas querida? Tu rostro luce decaído.
—Sólo paseaba.
—Bueno. Alístate cariño, cenaremos en el hotel de la empresa, recibiremos una invitada importante.
—Sí abuela —dice sin ganas.
Espera que su abuela baje a la primera planta para caminar con soberbia hacia Becky.
—Bravo. —Aplaude cínicamente—. Te quedaste con él.
—Joory, no metas a Theo en nuestras disputas. Y ya no tengo ganas de seguir del mismo modo contigo, yo...
—¿Qué? —la interrumpe—. ¿Ahora serás buena? No me importa si ahora decides fingir bondad. Te odio y siempre será así.
—Si sería buena, no lo sería contigo; con o sin Theo eres lo mismo para mí. —Entra a su habitación haciendo rabiar a Joory.
🐝🐝🐝
Los cuatro lucen elegantes usando sus mejores atuendos. Son los primeros en llegar a la cita acordada en salón privado del restaurante del hotel. Una mesa rectangular enorme cubierta de manteles de lino. Dos candelabros al extremo, y finas copas sobre ella.
Luego de ser anunciada, la mujer ingresa al salón acompañada de su secretaria. La joven se queda atrás de ella.
La señora no debe pasar de los cuarenta. Es de talla mediana, esbelta, y muy guapa. Lleva puesto un vestido rojo no tan ceñido pero le permite formar su bella figura. Cabello corto a la altura de los hombros.
Camina hacia ellos saludándoles educadamente.
Aquella señora se me hace conocida, me parece haberla visto antes, ¿pero en dónde?, ¿en una revista quizá? —Piensa Becky.
—Bienvenida Señora Amelia Arenas —saluda el señor Coleman poniéndose de pie. Le retira la silla con toda la delicadeza del mundo.
—Gracias.
—Le presento a mi familia —señala a las damas—: mi madre y mis dos hijas.
Las nombradas saludan también.
—Sus hijas son preciosas —musita tras una sonrisa—. Y su madre la mujer más elegante que he visto.
—Gracias. —Le devuelve la sonrisa.
Las conversaciones en la cena son relacionadas a negocios y algunas de las anécdotas de Amelia en el extranjero.
—¿Por qué regresa a su país después de tanto tiempo? —se atreve a preguntar Joory.
—Sólo vine por negocios, vine una sola vez desde que me fui, pero los recuerdos que tengo aquí no son buenos, por ello decidí permanecer en otro país.
Los presentes se preguntan qué le podría haber pasado para no querer regresar a su país natal.
—Van en último año, ¿no es así?
Las muchachas asienten con la cabeza.
Luego de la cena pasean por el hotel. Amelia parece llevarse bien con Becky, incluso le cuenta algo de Theo.
—Vaya realmente me gustaría conocer a aquel jovencito. —Sonríe la mujer.
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Becky está a punto de entrar al salón cuando Theo la sorprende por la espalda, haciéndola dar un respingo.
—¿Qué haces? —increpa.
—Nada.
—Me asustaste.
—Esa era la intención.
La mayoría de sorprenden al ver a Theo.
—¿No deberías de estar en Inglaterra? —pregunta Daniel.
—Se quedó por Becky —contesta Charlotte.
—¿A qué te refieres?
Charlotte le habla al oído contándole todo. Los ojos de Daniel se agrandan.
—¿Qué? Mi Becky ¿con él? —Finge derrumbarse sobre la silla.
El jardín de la escuela nunca había sido tan bello. Las hojas caídas crujiendo con las suaves pisadas de los pajarillos. Los tímidos rayos del sol iluminando la pradera, y dos jóvenes enamorados caminando bajo la sombra de los árboles.
—Tienes mucha suerte —dice Becky repentinamente.
—¿Por qué?
—Porque tienes el privilegio de salir con la reina de la escuela.
—¿No será al contrario?
—No.
Theo le da un empujoncito en modo de juego.
—¡Oye! —chilla regresándole el empujón—. ¡Ah por cierto! —Se detiene de golpe.
—Qué...
—He conocido a una socia muy importante. Es una mujer guapa, me agrada mucho, ojalá la conozcas también. Me gustaría que papá salga con ella.
—¿Quieres una madrastra?
—Quizás. —Eleva los hombros—. Papá nunca ha salido con nadie, quisiera que se dé la oportunidad.
—Es decisión de él.
—Supongo que sí.
Retoman la caminata tomados de la mano.
—¿Qué harás este domingo? —pregunta Theo.
—Aún no lo sé.
—No lo ocupes, pásalo conmigo.
—¿Vas a llevarme a uno de esos sitios raros?
—Es otro lugar que quiero mostrarte desde hace tiempo.
—Bueno.
🐝🐝🐝
La alarma suena escandalosamente. Torpemente intenta apagarlo. ¿Quién rayos se levanta temprano en domingo? Theo, por supuesto. Se echa nuevamente, el sueño la vuelve a vencer, pero los abre de golpe cuando suena su celular.
—¿Estás lista? —cuestiona Theo—. Estoy fuera de tu casa.
La chica se sienta de sopetón. Se restriega los ojos cuando ce acerca al balcón, él está ahí.
—¿Acaso no duermes?
—Duermo lo necesario. Vamos, deprisa.
—¿Sabes que eres una molestia?
—Completamente.
Becky se alista lentamente y somnolienta baja las escaleras. Nadie ha despertado, salvo la servidumbre. Con la misma apatía sale de casa.
—Al fin, pensé que te habías vuelto a dormir —la recibe él.
—Espero que lo que vas a mostrarme sea productivo.
—Lo es. Vamos. —La jala de la mano.
Después de una hora de viaje llegan a su destino. Un barrio tranquilo al sur de la ciudad. Se detienen frente a una casa mediana con fachada de ladrillo cocido, rodeada de árboles inmensos, y un jardín risueño.
—¿Qué es? —pregunta confundida.
—El lugar donde crecí —contesta él señalando el letreo sobre el portón de madera: "Pequeño hogar".
La chica observa con atención y lo comprende al instante.
Es un orfanato, ¿en este pequeño lugar fue donde creció?
—Vamos, entremos. —La acerca a la entrada.
Una mujer regordeta sale a recibirlos, y sonríe al ver al joven.
—¿Theo? —Se aproxima a él y toma con ambas manos su rostro.
—He venido a visitarlos. —Sonríe también él.
—Mi muchachito.
Se abrazan fuertemente, causando ternura en Becky.
Después del efusivo encuentro se detiene a ver a la joven preguntándose quién es.
—¿Es tu novia? —pregunta sin rodeos.
Theo se limita a sonreír avergonzado.
—Lo sabía. Es bonita. ¿Cuál es tu nombre? —se dirige a la muchacha.
—Becky Coleman.
—¡Theo! —Una muchachita de cabellos castaños y ojos enormes, sale corriendo y se cuelga del joven ante la mirada recelosa de su novia.
—Alessandra. —La baja con cuidado.
—¡Alessandra ya no puedes hacer eso! —le llama la atención la señora—. Nuestro Theo ya tiene novia.
—¿Quién? —Frunce el ceño—. ¿Ella? —la señala con desdén ganándose la mirada despectiva de Becky.
—Así es. —Becky se cruza de brazos victoriosa.
—Dijiste que yo sería tu novia cuando sea mayor de edad. —Le da pequeños golpes en el pecho—. Ya me falta sólo un año. —Hace un puchero.
—¿Tú le dijiste eso? —Becky la da un golpe en el brazo.
—Sí, cuando éramos niños —dice a tiempo que revuelve el cabello de Alessandra.
—Vas a dejarla, ¿no es así? —Se aferra de su brazo—. Ven, vamos, los demás sé van alegrar al verte. —Lo arrastra al interior.
Becky resopla elevando su flequillo.
—No le hagas caso. — La señora le coge el hombro.
—Lo sé.
Al parecer todos quieren mucho a Theo. Los niños se aproximan saltando a su alrededor, lo abrazan tan fuerte quitándole el aliento.
—Ellos te extrañan mucho —dice Alessandra.
—Y yo a ellos Ale.
—¿Y a mí?
—A ti también.
—Y yo a ti. —Lo abraza por la cintura ganándose otra mirada reprobatoria de Becky.
En el transcurso del día los muchachos ayudan a las encargadas al cuidado de los niños. Cocinan, limpian la casa, lavan los platos, y la ropa. Becky es mala en todo y siente que va estallar porque Alessandra no se despega de Theo.
—Se nos acabaron los pañales —indica la encargada superior—. Ale, ¿puedes ir a comprarlos?
—¿Yo? —Hace un puchero.
—Sólo ve, mocosa —interviene Becky.
—Pronto seré mayor de edad. —Le saca la lengua mientras toma el dinero y hacer el mandado.
Theo se acerca sigilosamente a Becky.
—¿Te estás divirtiendo abeja? —le pregunta.
—Sí fíjate, ya no sé qué hacer con tanta diversión —ironiza.
—Lo sabía —responde sarcástico—. ¿Te arrepientes de haber venido?
Ella niega con la cabeza.
—Creo que no pude haber ocupado mi domingo en algo mejor.
Theo sonríe.
—Vamos a colgar las sábanas.
—Okey —dice desganada.
Ambos se van al patio y escurren las sábanas torciendo los extremos.
—Ya, uno, dos, tres —indica Theo.
Entre los dos elevan la sábana sobre el cordel. Lo mismo para las siguientes.
—Uff, terminamos —dice Becky suspirando—. ¿Dónde estás?
Lo busca entre las sabanas húmedas. Abre espacio entre dos sábanas tendidas para verlo, y se topa con su rostro extremadamente cerca. Sus corazones laten a toda velocidad, y el hormigueo en sus estómagos se hace notar.
Él lentamente acerca sus labios, fundiéndose en un profundo beso, manejando su ritmo. Se aferra al labio superior, y un suspiro le da a entender que ella siente lo mismo que él. El beso se intensifica, haciéndose más vehemente, más exigente. Sus cuerpos sufren al estar separados. El la atrae por la cintura para encajar su cuerpo con el suyo.
—¡Ya llegué! —anuncia Alessandra haciendo que se separen de golpe—.
¿Dónde están? ¡Theo! —llama con fuerza.
—Estamos aquí.
Salen detrás de las sábanas.
—Oh, estabas allí. —Sonríe y sujeta el brazo de Theo para llevarlo a la sala.
Becky resopla elevando algunos cabellos de su cerquillo.
La noche llega rápidamente, y ahora ayudan hacer dormir a los niños. Becky acaricia la cabeza de una pequeña de cabello negro y largo. De pronto un recuerdo llega a su mente.
Años atrás
Las pequeñas Coleman juegan en sus camas saltando de un lado a otro.
—Niñas duerman ya —les llama la atención su madre.
Las niñas entre risitas se pasan a la cama de Becky.
—Shh —dice Joory.
—No tengo sueño hermana.
—Yo tampoco Becky. ¿Me acaricias la cabeza?
—¿Te hago piojito?
—Ajá.
—Ya.
La pequeña Becky acaricia la cabeza de su hermana mientras canta una canción de niños.
Parce como si hubiese sido ayer. El recuerdo se apodera del momento provocando una profunda sensación melancólica. Recuerda también la conversación que tuvo con ella.
Joory sufrió mucho en el orfanato.
¿De este modo fue como creció? Tan desamparada, con tantas carencias. He sido tan egoísta. Ahora entiendo a Theo, ahora entiendo a mi padre, yo necesitaba ver esto y darme cuenta de la necesidad de los demás.
—¿Ya se durmió? —Theo interrumpe sus pensamientos.
—Así parece.
Los jóvenes se despiden de las encargadas y de Alessandra. Becky se fija en su vestido raído y desgastado.
—¿Cuándo vendrás Theo? —pregunta Ale.
—Muy pronto.
—Oye —dice Becky captando su atención—, ¿cuánto mides?
—Uno sesenta y nueve, ¿por qué? —Alessandra frunce el ceño.
—Eres un centímetro más alta que yo —dice pensativa.
—¿Qué? Bueno, adiós Theo, adiós estirada. —Se adentra en la casa.
—¿Me dijo estirada? Esta mocosa —se queja Becky ante la risa de Theo.
Después de abandonar el orfanato, van a la casa de Becky.
—Ah, por cierto, ¿recuerdas a la mujer que te conté? Hoy dijo que vendría a cenar. Entremos.
—No, estaré incómodo.
—Vamos, le dije que te presentaría. —Lo jala a rastras al interior—. Además, tengo que darte algo.
—¿Qué es?
—En realidad no es para ti, es para Alessandra.
—¿Para Ale?
—Sí, tengo vestidos que se le verá mejor a ella que a mí. Es más delgada que yo.
—¿De verdad? —Sonríe emocionado.
—Sí, pero no le digas que es de mi parte.
—¿Por qué?
—Cosas de mujeres.
—Como quieras.
Para entonces llegan al salón. La abuela los recibe.
Theo se fija en la mujer sentada de espaldas. Becky va junto a ella y la saluda.
—Él está aquí —dice.
La mujer se pone de pie y voltea hacia él. Una terrible sensación se apodera de ambos. Ella lo mira con detenimiento intentando asegurarse de sus sospechas. El corazón le late a mil.
Él, totalmente atónito pronuncia con la voz quebrada.
—¿Mamá?
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