👻 Capítulo 2
Quizá no fue coincidencia encontrarme contigo
Tal vez esto lo hizo el destino....
Alec se despertó sintiéndose bastante cansado y suspiró sentándose. No había dormido bien, lo cual no ayudaría a su humor. Y sabía quien tenía la culpa
Su nuevo "amigo" fantasma: Magnus.
Gruñó, recordando como, aunque Magnus había prometido respetar su intimidad, este no había parado de hablar y hablar. Por una parte, no podía culparle. Sabía que debía haberse sentido muy solo.
¿Y dónde estaba ahora? Alec se levantó y gruñó al no encontrar signos de Magnus. Pero no debía preocuparse, estaba casi seguro que los fantasmas no dormían, por lo que probablemente habría salido. Así que decidió disfrutar de su paz y tranquilidad, solo. Sin el fantasma acosador y ruidoso.
¿Cómo diablos le iba a ayudar? Solo sabía su nombre, nada más. No tenía ni un apellido. Quizá podía ir a la morgue y preguntar si alguien encajaba con su descripción y que hubiera muerto ¿hace una semana? Quizá podía funcionar.
Asumiendo que el hombre fuera de Nueva York. Y si no, entonces estaba jodido. Por una parte se arrepentía de decidir ayudar a Magnus, pero por otra, no podía decirle que no. Podía sentir su tristeza, arrepentimiento, enojo y soledad que escondía detrás de esa sonrisa. Y tenía que averiguar por qué. Bien, ¿cómo haría eso?
Tanto pensar le estaba provocando un dolor de cabeza, así que decidió tomarse una ducha. Magnus seguía sin aparecer, así que podía seguir disfrutando de su tranquilidad. Se quitó la ropa y sonrió al sentir el agua caer sobre su cuerpo.
La oscuridad rodeaba a Magnus, y no sabía donde estaba. Comenzaba a entrar en pánico mientras buscaba entre la oscuridad. Se sentía frio, aterrador y solitario. Completamente abandonado. No sabía donde estaba y eso le asustaba.
Respiró varias veces e intentó tranquilizarse. Iba a estar bien. Ayer había conocido a un hombre que le ayudaría.
El detective Lightwood. Un hombre gruñón. Magnus sonrió al recordar sus bufidos y su voz, y esto hizo que la oscuridad gradualmente desapareciera.
Recordaba haberle seguido a casa. Recordaba verle dormir... ¿Y luego que? ¿Se había dormido también? Pero los fantasmas no dormían, ¿cierto? Magnus no estaba seguro. Comenzó a entrar en pánico de nuevo y al abrir los ojos se encontró en un gran puente, sin entender que pasaba.
Magnus miró alrededor, sabía que seguía en Nueva York. Aun así, no recordaba ese puente. Miró alrededor y jadeó al sentir como un hombre pasaba a través de él. El hombre se paró confundido, sintiendo el frio los fantasmas ocasionaban.
No se quedó a observarle, si no que corrió hacía el departamento de Alec, extrañando su presencia tranquilizadora. Al llegar, este parecía vacío, o eso pensó hasta que escuchó la ducha.
Magnus atravesó la pared del baño y silbó cuando vio el cuerpo de Alec en la ducha. Había prometido respetar su intimidad, pero no había podido evitarlo. Molestar a Alec era demasiado divertido, sobre todo por sus reacciones.
Así que yendo aun más lejos, su cabeza atravesó la puerta de la ducha y sus ojos se abrieron. Alec estaba de espaldas, lavándose el cabello. Magnus no pudo evitar recorrer su cuerpo con la mirada, sus grandes hombros, su espalda y sobre todo, su trasero. El detective era irresistible.
– Maldición, detective, está como quiere, – dijo Magnus, y Alec gritó a todo pulmón, girándose para ver la cabeza de Magnus en la ducha. – ¿Le molestaría si me uno? Me gustaría mirar más... a fondo. –
– ¡Magnus! – Alec saltó, y siendo tomado con la guardia baja, cayó al piso. Molestó, se levantó, para luego cubrirse rápidamente al recordar que seguía desnudo.
– La madre naturaleza fue generosa al crearte, – Magnus le lanzó un silbido, recorriendo el cuerpo de Alec con la mirada, y haciendo que este se pusiera rojo. – No te cubras para mi, como ya dije, me gusto lo que...–
– ¡Vete! – Alec gritó, rojo de la furia y la vergüenza.
Magnus solo sacó la cabeza, pero no se fue. Aun podía escuchar reír al fantasma. Rápidamente, Alec se lavó y se enrolló una toalla en la cintura. Magnus estaba sentado en la tasa del baño, esperando por él.
– Aun estás mojado, – dijo Magnus, juguetón.
Alec, molestó, tomó la botella de shampoo y se la lanzó a Magnus, la cual solo le atravesó y terminó haciendo un desastre en el baño.
– ¿Soy un fantasma, recuerdas? Las cosas solo me atraviesan, detective, –
– Cállate, – dijo Alec, resoplando, y viendo el desastre del shampoo.
– Mira el desastre que hiciste. Tendrás que limpiarlo, ¿lo sabes? – dijo Magnus, en tono de mamá regañona.
– ¡Lo sé! – gritó Alec, viendo mal a Magnus. – No necesito que me lo recuerdes. –
– Bien, – Magnus sonrió feliz. – Mientras tu limpias esto, yo iré a elegir tu ropa. –
Alec simplemente le observó maldiciendo. Debió haber dicho que no. No había sabido en lo que se metía. Pero a pesar de lo molesto que estaba, se sentía bien tener un poco de compañía. Aunque esa compañía fuera demasiado molesta.
Magnus estaba en la habitación de Alec, inspeccionando su closet. Magnus consideraba que cuando estuvo vivo fue una persona con muy buen gusto, así que la ropa de ese armario solo le causaba escalofríos.
– Que desastre. No me sorprende que siempre este de mal humor, si viste así, – Magnus suspiró. Finalmente encontró un suéter rojo, que aunque no le gustaba, por lo menos no era gris o negro.
– Sal de mi closet, – dijo Alec, solo usando ropa interior. – Tercera regla, ¿recuerdas? Respeta mi intimidad. –
– Shush, – Magnus dijo, sonriendo. – Te tengo buenas y malas noticias, cariño. –
– Haber, dilas, – dijo Alec, sentándose en la cama, alzando las cejas.
– La buena noticia es que finalmente encontré algo usable, – Magnus señaló el suéter rojo. Alec negó al verle, odiaba ese suéter que le había regalado Isabelle. – Pero la mala es que tendremos que quemar toda tu ropa. Es horrible. –
– No vamos a quemar nada, – Alec lució ofendido. – ¿Qué tiene de malo mi ropa? Es sutil y elegante. No como lo que tu usas. Eres tan... llamativo. –
– ¿Llamas sutil y elegante a esto? – Magnus señaló uno de los suéteres viejos. Pero cuando Alec lo vio, sus ojos se llenaron de enojo.
– Ese si podemos quemarlo, – dijo Alec, y Magnus le miró curioso.
– ¿Por qué? –
– Por nada, – Alec suspiró, recordando que le había dicho a Magnus que ya no sería tan gruñón. – ¿Entonces quieres que use esto? – Magnus asintió como un niño feliz. – ¿Seguro? –
– ¡Si! –
– Está bien, – Alec suspiró, poniéndose el suéter.
Alec ya iba tarde al trabajo. Culpa de Magnus, quien por cierto, había decidido seguirle, incluso aunque había prometido no hacerlo. Pero tarde y sin energía, Alec no había tenido ganas de discutir de nuevo.
Jace ya le estaba esperando en su escritorio, listo para darle las nuevas del caso, pero le miró extrañado cuando vio su vestimenta.
– Alec, ¿qué estás usando? – Jace comenzó a reírse de su compañero y Alec le miró mal. – Aun no es navidad, Santa. Aunque ya que te veo, quiero un lindo regalo, he sido un niño bueno, – dijo Jace, riéndose más.
– Cállate, – Alec quería golpearle.
– No enserio, ¿por qué usas eso? – Jace preguntó, y las mejillas de Alec se colorearon. – Ya habíamos acordado que era horrible. –
– ¿Quién es este idiota, Alec? – intervino Magnus, viendo como el rubio idiota se reía de lo que había elegido para Alec. Se sentía ofendido.
– Oh, es Jace. Tristemente es mi compañero, – dijo Alec, haciendo que Jace le mirara extraño y comenzara a buscar con quien hablaba,
– ¿Con quien hablas? – preguntó Jace, al ver que no había nadie.
– ¿No te había dicho? Tengo un nuevo compañero, – dijo Alec, exasperado. – La persona más molesta del planeta. literalmente. Oh, y es un fantasma. Su nombre es Magnus y se supone que le voy a ayudar a cruzar hacía la luz.–
– ¿Vive contigo? – Jace le miró confundido.
– Ayer me siguió a mi casa, – explicó Alec, viendo como Magnus se entretenía con las cosas en su escritorio.
– Buen trabajo hermano, – Jace se burló. – Te has conseguido un acosador. –
– No soy un acosador, – Magnus miraba ofendido y mal a Jace.
– Eres literalmente la definición de acosador, – dijo Alec y Jace rió de nuevo. A Magnus no le agradaba ese detective rubio.
– ¿Por qué se ríe? – preguntó Magnus, acercándose a Jace. Alec le vio divertido. – Creo que tanto tinte le quemó las neuronas, – Alec comenzó a reír y Jace le miró confundido.
– ¿Qué dijo? –
– Nada, – contestó Alec, pero su sonrisa decía lo contrario. –
– ¿Y quién le cortó el cabello? – Magnus siguió burlándose.
– Ama demasiado su estilo, – dijo Alec, sin poder parar de reír.
– ¿De verdad? Parece el nido de un pájaro, – Magnus sonrió aun más cuando vio a Alec reír de nuevo. Le quedaba mejor que andar con el ceño fruncido.
– Alec, ¿qué está diciendo? – preguntó Jace, sintiendo como que se estaban burlando de él.
– Está impresionado de tu cabello, y quiere saber tu secreto, – dijo Alec, conteniendo la risa, pero sin poder, al ver como Magnus hacía caras detrás de Jace.
– Oh, por supuesto que si, – dijo Jace, sarcásticamente, rápidamente arreglando su cabello, y mirándose en el reflejo de un cuadro para ver que tenía de malo su cabello.
Alec no paraba de reír, y aunque Jace estaba molesto porque un fantasma se riera de él, no podía evitar sentirse feliz de escuchar reír a Alec.
– Okey, esta vez hablo enserio, – dijo Jace, terminando de acomodar su cabello. – ¿Han terminado de bromear? – Alec se giró a ver a Magnus aun con una sonrisa. Pero cuando reaccionó que llevaba viéndolo demasiado tiempo, se puso serio de nuevo.
– Si, – dijo Alec. – Entonces dime, ¿qué nueva información tienes sobre el ex esposo? –
Mientras Jace le contaba a Alec, Magnus mantuvo su distancia, pero no pudo evitar quitarle la mirada al detective ni por un segundo.
¿Les gusta?
Hasta mañana <3
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