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07 | Rendido

Se encontraban ya bastante lejos de sørlig løve, a varios kilómetros para ser exactos, ya estaban cerca del próximo pueblo. El hospital estaba en la línea límite entre ambos.

No obstante, la gente a su alrededor estaba igual de eufórica. Las calles bulliciosas; no importaba dónde miraran, todos se encontraban felices debido a la victoria en esta guerra. La noticia se había esparcido como la pólvora.

A pesar de todo, parecía que les ignoraban. Hacían caso omiso a esa carreta dañada que llevaba a una piloto tuerta y a un soldado en la parte trasera, más parecido a una momia que a un ser humano, con un aspecto terrible y más cerca de visitar a la muerte en persona que de finalizar ese recorrido.

Las personas de Yrmindur estaban acostumbradas a la guerra, pero no a los resultados y consecuencias que dejaba. La mayoría de los soldados moría en el campo de batalla, y todo el mundo prefería que así fuera, por honor, deber. O lo que era en relidad; el deseo de que muriera alguien desconocido antes que una persona amada.

Por eso tenían esa actitud tan fría y distante, ya que hacer lo contrario haría sus vidas más tristes y desoladoras. Levi no apartó su vista de los cabellos castaños que danzaban de forma caótica. Su concentración estaba puesta en esos cabellos desordenados, ignorando el entorno hostil que les rodeaba. Hacía un buen rato que no apartaba la mirada de su amiga, sintiéndose como un insecto yendo hacia la luz. Su rostro se suavizó un poco, y la comisura de sus labios se curvó levemente. Tenía demasiadas cosas para decirle, preguntarle y agradecerle. Deseaba abrazarla, darle las gracias por cuidarlo, por haber concebido su deseo egoísta, por siempre ser la más alegre de todas incluso en los peores momentos. También quería saber qué pensaba de todo, de él, de la guerra y de todo lo sucedido. No se animaba a dar el paso.

Una risa mas parecida a un suspiro salió de su boca. Estaba haciendo cualquier tipo de estupideces para evitar que su cabeza sobre pensara todo, para evitar echarase la culpa una y otra vez hasta cansarse. Tragó en seco al sentir la garganta áspera; no había tenido tiempo de tomar agua desde que despertó. Tampoco había.

Tomó aire llenando sus pulmones y exhaló, sintiéndose más relajado. El viento sopló en su dirección, haciendo chocar las ramas entre sí. Hojas volaron en todas direcciones y un olor fétido se hizo presente. Su nariz se arrugó en consecuencia, no pudo evitar hacer un gesto de asco. Odiaba ese olor, aunque ya estaba acostumbrado.

«Qué asco», pensó. Pero decidió callar, sabía que ella lo oiría. Cuando volvió a abrir los ojos, miró nuevamente a Hange y esos cabellos que ahora se movían de forma menos caótica.

¿De qué se quejaba? Ese horrible hedor seguro provenía de los restos de Erwin que tuvo que llevar y cargar hasta su habitación. Tardaría días para limpiar por completo ese horrendo olor. La madera, las sábanas, el techo, las hojas de los papeles, el escritorio, las cortinas, su ropa; todo quedaría impregnado. Lo más probable era que incluso se filtrara por el pequeño espacio que quedaba entre el suelo y la puerta. Dadas las circunstancias, debería hacer una limpieza más que ardua. Bajó la mirada y frunció el ceño con rabia. No pudo evitar compadecerla y sentirse culpable. «Y todo para cumplir el estúpido capricho de un soldado que jamás debió haber vivido», miró sus dedos faltantes, sintiendo un ardor rodear sus ojos y como se creaba una enorme piedra en la garganta. Un gran peso pareció posarse en su corazón, «más bien el intento de uno», pensó, sin dejar de ver la ausencia de dedos.

—Dios mío, Levi. No hables tanto; harás que me duelan los oídos —bromeó una vez más, volteando sobre sus hombros para ver por un par de segundos a su amigo y luego seguir con la vista puesta en el camino—. En serio... parece que nos ignoran.

—¿Parece...? —respondió con algo de enfado. ¿En verdad le estaba preguntando algo tan obvio?

La risa algo chillona de Hange, resonó en medio de los gritos y carcajadas que los rodeaban. Debido a eso, varios al fin se dignaron en prestarles atención, pero los semblantes reflejaban nada más que asco y rechazo.

—Sí, lo sé... Es que, en verdad me sorprende. Siquiera intentar disimularlo —dio un vistazo rápido al entorno que los rodeaba; era lamentable. Varias mujeres y hombres se habían amontonado en una esquina debido a lo extraño que era ver a soldados heridos rondando por allí. Todos eran llevados en la parte trasera de una carreta con una cubierta de tela para que nadie pudiera verlos. Por suerte, sus murmullos se volvían una sinfonía más, pérdida en el cantar de la naturaleza.

Aun así, Levi no podía evitar devolverles la mirada. Le enfermaba verlos, los odiaba.

—Es que no les importa. —dijo, ignorando a esos pueblerinos brutos e ignorantes.

Percatándose del camino que se dibujaba frente a él, las casas ya eran escasas; unas cuantas podían verse a lo lejos debido a la blancura de estas, estaban separadas por kilómetros una de otras, y árboles adornaban el límite del camino, uno serpenteante y fangoso. Esos bellos y enormes árboles estaban plantados para darle algo de vida al camino hacia el hospital. No sabía por qué, pero su cuerpo se relajó, su mente se despojó de esos pensamientos que le carcomían por dentro como un parásito hambriento, y su dolor se desvaneció en un abrir y cerrar de ojos que creyó que todas sus heridas se habían curado.

—Qué hermosa vista —dijo, dándose por fin el gusto de cerrar los ojos.

Una gran estructura se veía en la lejanía y sobresalía en el paisaje debido a la pureza de su color. Su recorrido estaba a punto de terminar.

—¡Oh, ya casi llegamos! —sonrió feliz, viendo una vez más a Levi, que se encontraba profundamente dormido. —Así que por fin te rindes, ¿eh? —apretó el puño con fuerza, su agarre tembló por un instante, para luego mantener la compostura. Debía ser fuerte, por ambos.

Otra actualización, aunque bastante tarde, pido perdón por eso.

Estaba editando el capítulo una y otra vez, porque no me gustaba.

En fin, espero les haya gustado el capítulo de hoy.

Cuídense.

💜

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