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06 | Menos de un centavo

Estaba aturdido, su cabeza daba vueltas y el camino de tierra, con sus numerosos pozos y piedras, solo acentuaba su malestar.

Se recostó en la carreta, tomando aire y buscando relajarse, intentando disipar los pensamientos negativos que habían invadido su mente desde que recibió la noticia de parte de Hange.

Sintió la bruma y el peso envolver su cuerpo, concentrándose especialmente en los hombros, como si se hubiera acumulado allí. La sensación era que los cadáveres de sus aliados se habían apilado, apoyándose sobre él, sintiendo el peso abrumador de sus sacrificios.

Tomó aire y exhaló en un suspiro pesado. Repitió esa acción durante varios minutos, concentrándose solo en eso para intentar despejar su mente, algo que necesitaba desesperadamente. Poco a poco, sintió cómo la tensión de sus hombros disminuía, y su cuerpo se volvía más ligero.

Cuando finalmente logró relajarse, contempló el claro. El sol se alzaba ante él, iluminando todo a su alrededor con una paleta de colores carmesíes, índigos y morados. Los diferentes matices se mezclaban y combinaban de manera espectacular, y las nubes adoptaban formas diversas; en una de ellas, parecía ver la figura de un pequeño conejito con su felpuda colita y enormes orejas.

Nunca antes había visto esa combinación de colores, nunca se había detenido a apreciarlos detenidamente. Por un instante, sus ojos oscuros y cargados se iluminaron, como si la vida volviera a reflejarse en sus ojos azules.

La comisura de sus labios comenzó a doblarse, surgiendo una sonrisa apenas perceptible.

-Qué hermoso... -murmuró, alzando la mano como si quisiera tocar esas nubes, pero recordó la falta de su dedo medio e índice.

En un instante, la fugaz sensación de felicidad se desvaneció, sustituida por la oscuridad y la seriedad. El semblante, antes iluminado, volvió a adquirir la dureza marcada por la tristeza y el dolor. ¿Qué estaba haciendo? ¿En qué clase de estupidez había pensado un momento antes?

La felicidad fugaz lo inundó de culpa. No podía permitirse disfrutar de tal emoción, no debía. Había sacrificado demasiadas vidas como para permitirse ese lujo... Los cuerpos de sus compañeros ahora descansaban apilados como basura, como objetos desechables. Él, lamentablemente, había sobrevivido. Para ser honesto, preferiría estar en esa pila de cadáveres en lugar de sentirse así. No podía soportar tanta culpa, el peso del sacrificio de otros por una causa que ni siquiera había visto realizada.

Era vergonzoso y se odiaba por eso, pero era la verdad. No quería aceptar que habían luchado en una guerra sin sentido. Sí, habían luchado y ganado, pero ¿para qué? Tan solo para cumplir los caprichos del Rey Regente... Él deseaba tener algo más por lo que valiera la pena dar su vida, algo que no fuera simplemente la decisión de un monarca codicioso. A pesar de que la mayoría se sentía bien con eso, él no lo veía de la misma forma. Necesitaba una verdadera razón para dar su vida. Erwin se lo había proporcionado, pero al final no había logrado cumplir el sueño infantil de un comandante igual de caprichoso...

-Quizás, al final, nada valió la pena -se quejó, endureciendo más su rostro-. Nuestras vidas ni siquiera valen un centavo...

La pequeña paz duraría solo un par de años más, tal vez 7, y ni siquiera esa cifra era segura. Aunque los recursos y la tecnología adquiridos eran avanzados, eso provocaría que el Rey se concentrara en mejorar y optimizar lo que tenían. Contaban con científicos, médicos y otras personas influyentes que, por temor a ser ejecutados o encarcelados de por vida, proporcionarían toda la información necesaria.

Pero después de eso... ¿Qué sucedería? Podría haber una rebelión en los países más afectados, especialmente Guds Folk, la colonia que pagaba más impuestos y era más sometida debido a sus diferencias. Y si no fuera eso, podría haber una rebelión aquí, en uno de los distritos, o en cualquier parte. Ya había habido varios intentos, aunque sin éxito, pero tal vez eso sería algo a tener en cuenta.

En verdad, Rod Reiss, el actual rey, no necesitaba una razón para enviar soldados a luchar y comenzar otra guerra. Era como un Dios aquí, adorado y reverenciado. Su palabra no podía, ni debía ser cuestionada. Lo único que le importaba era volverse más rico, más poderoso y someter. Era la consecuencia directa de que esos fueran los cimientos e ideales del país.

-Estoy harto de todo esto... -dijo, viendo el movimiento del cabello de Hange mientras ella mantenía la mirada fija en el camino-. Al menos, te tengo a ti...

¡Holis! , ¿cómo están?

Actualizacion rápida.

Espero les haya gustado el capítulo de hoy.

Cuídense.

💜

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