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05 | Miles de palabras sin decir

El olor a muerte y hierro invadía la habitación, pero él permanecía allí, de rodillas, sosteniendo la mano sin vida de Erwin. Afuera, risas y pasos resonaban mientras los soldados celebraban.

—¡Finalmente volvemos a casa y nos reciben como héroes! —exclamó emocionado, alzando las manos al aire-—. ¡Ahora podremos llevar una vida de lujo que tanto queríamos!

—¡Sí, verdad! -dijo otro soldado abrazando a su compañera.

Ambos saltaban de emoción.

—Yo solo quiero vivir tranquilo en una cabaña, lejos de todo —miró el dedo que esperaba ansioso que fuera cubierto por un anillo, acompañado de una propuesta.

Levi observó a esos soldados y vio a su escuadrón en ellos. A esos mocosos molestos y ruidosos que bromeaban y soñaban despiertos; ahora, dentro de esa habitación semi oscura, se encontraba solo y rodeado de un silencio mortífero.

Sintió un dolor agudo en el pecho. Había arrebatado el futuro a quienes confiaron en él: su escuadrón, amigos y compañeros.


—No debieron confiar en mí —murmuró, recordando las sonrisas de Farlan, Isabel y Petra al ser seleccionados como su escuadrón de élite y combatir junto con él para lograr su misión.

Apretó con fuerza la mano helada, sin querer soltarla, aferrándose a la idea de que nada de lo que hicieron fue en vano.

—¿Por qué se fueron tan pronto...? No debía ser así —refunfuñó.

Levi se incorporó con torpeza, sus manos temblaban mientras se aferraba a la cama como si fuera su única conexión con la realidad. Con cuidado, retiró la capa que ocultaba el rostro y parte del cuerpo de su comandante. Al descubrir las vendas manchadas por un rojo casi azabache, una oleada de pensamientos turbulentos invadió su mente. Se preguntó si había hecho lo suficiente, si sus acciones habían marcado la diferencia o si, en última instancia, todo había sido en vano. La habitación parecía cerrarse a su alrededor, y Levi se encontró atrapado en el torbellino de sus propias reflexiones sombrías.

—Lo siento... -se disculpó, apartando la vista.

No sabía el motivo del miedo al intentar expresarse, tal vez por pensamientos inculcados por su familia cuando era niño, que aún rondaban en su mente; en su inconsciente.

Le estaba hablando a un cadáver; que no escuchaba ni respondería, pero las palabras no salían de su boca; las que en verdad quería decir y mantenía en su pecho, presionando con fuerza para no salir.

La oscuridad comenzó a rodearlo, los pensamientos oscuros eran cada vez más opresivos y, la habitación parecía hacerse cada vez más pequeña. La luz que se filtraba a través de la ventana era cada vez menos.

Parecía que el aire comenzaba a escasear en la habitación.

Bajó la mirada, decepcionado de sí mismo. Deseaba decir todo lo atascado, las palabras que guardaba en lo más profundo... Solo obedecía y aceptaba órdenes, era lo único que sabía hacer.

Entrenado para ser un arma viviente, un Ackerman nacía solo para ser el guardián de la corona. Eso no era un honor, sino una realidad desgarradora.

Sonrió y soltó una suave carcajada.

—Ni siquiera ahora puedo decirlo... Ni frente a tu lamentable cadáver, que se pudre frente a mí —murmuró, y la imagen de su escuadrón vino a su mente.

Parecía que todo le recordaba a ellos. A las personas que habían dado su vida por nada... Y él lamentablemente seguía con vida.

No lo merecía.

—No debería estar aquí, todos ustedes deberían estar vivos, en mi lugar —se lamentó, sintiendo molestia debajo de los ojos, ya no tenía más lágrimas que derramar—. Al menos, serían felices al ser recibidos como héroes, con medallas y reconocimientos —miró a unos niños correr junto a unos soldados, sus rostros llenos de felicidad como si recuperaran la inocencia perdida—. Yo... No quiero nada de eso...

Sin más que decir, salió afuera. El aire volvió a llenar sus pulmones.

Hange se encontraba sentada cerca de la puerta.

—¿Ya te despediste? —preguntó Hange, viendo el rostro decaído de Levi.

Este último asintió.

—¿Y tú?

—Sí... Lo hice cuando lo encontré, aunque todavía tengo muchas cosas que decirle -tragó en seco y se reincorporó—. Te llevaré a un hospital, seguramente estarás allí un par de semanas, haré que me llamen cuando te den el alta. Lo más probable es que no quieran verte en este estado, ¿verdad?

—No necesito que me compadezcas.

Hange apoyó su mano en el hombro de Levi.

—Si necesitas ayuda, puedes pedirla. Estaré encantada de hacerlo —le regaló una sonrisa para intentar reconfortarlo, pero fue en vano.

—Tú también deberías ir -señaló el ojo derecho vendado.

Hange asintió.

—Sí, iré a revisarme cuando vaya contigo. ¿Entonces, vamos?

—Sí —Levi vio por el rabillo del ojo la puerta de madera, sintiendo un enorme dolor en su pecho cada vez que se alejaba.

Holis, ¿cómo están?

Perdón que tardé casi una semana en actualizar.
Lo tenía ya terminado, pero e colgué en subirlo xd.

¿Les gustó el capítulo de hoy?

Espero se encuentren bien.

💜

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