04 | Una fría despedida
La chica de cabellos castaños ayudó como pudo a Levi a bajarse de la carreta; el paso del azabache era pausado debido al estado lamentable en el que se encontraba. Urgían llegar al hospital, pero ella sabía que primero necesitaba despedirse de su amigo, al menos de él.
Agradecía vivir en sørlig løve, a apenas dos pasos de la entrada y la frontera. Aunque, en realidad, era la zona más pobre, no le daba demasiada importancia a ese hecho.
Con dificultad, se dirigieron a su habitación, que quedaba al fondo del pasillo. La madera añeja rechinaba en el silencio, mientras afuera resonaban los gritos de emoción de los soldados y pueblerinos.
Cuando por fin llegaron, dejó a Levi en la silla que había arrimado momentos antes. En la cama frente a él se encontraba el cadáver del comandante.
—Tómate tu tiempo —dijo Hange, viendo hacia el suelo, sin dejar de dirigirse a la salida.
Cuando la puerta se cerró, la oscuridad inundó la habitación, simulando estar en el fondo de una cueva. Exceptuando la luz que se filtraba a través de la pequeña ventana, que iluminaba de forma tenue su semblante que aún se mantenía agachado; no se atrevía a verlo.
Apretó el puño y los labios, intentando tomar valentía para ver lo que sus sentimientos y corazón querían negar. Pero no podía, cada vez que hacía el esfuerzo, aquel recuerdo venía a su mente: el rostro sereno y sonriente de Erwin, sus ojos azules brillaban aún en medio de esa masacre, todavía reflejaban esa esperanza, él todavía se aferraba a su sueño más que improbable.
—Ya no eres un niño, deja de aferrarte a algo que sabes bien que nunca sucederá -exclamó Levi con enfado—, ¿acaso olvidaste quién eres y tu rol en todo esto? Eres el más culpable de todos. Nos das órdenes y mandas a morir cómo perros al campo de batalla mientras tú estás en sentado en un lugar alejado de todo... ¿Y para qué? Para ganar otra guerra sin sentido y, qué dentro de diez o veinte años el estúpido rey invente otra excusa para adonde nos encontramos ahora.
Una leve sonrisa se dibujó en el semblante del rubio. Levi no podía creer lo que veía, ¿acaso se estaba riendo? Aún sabiendo en la situación en que se encontraban...
Levi, harto, lo tomó de su ropa y lo sacudió con fuerza; tal vez así se le acomodaban un poco las ideas.
—¡Tus soldados están muriendo ahora mismo, están entregando sus vidas a tan solo kilómetros de aquí! ¿Y para qué? ¿Solo para que el cobarde e inepto comandante los use de escudo? ¡Ellos no deberían morir así, sin razón! —Empujó con fuerza a Erwin, que cayó de espaldas al suelo—. ¡Si en verdad deseas cumplir esa mierda de sueño, haznos un favor y muere por eso!
Erwin alzó la vista hacia donde su soldado y amigo, que lo veía con furia.
—Sí, soy un cobarde y demasiado egoísta... Ellos pelean y mueren por mí y mi sueño, sin siquiera ser conscientes de ello... Por algo que es ajeno a sus ideales, pero si hago que se vuelva realidad —alzó la vista hacia el cielo claro y limpio—. Los miles y cientos de sacrificios habrán valido la pena.
Levi apretó los dientes con rabia, intentando mantener la compostura o terminaría por darle una paliza. No podía creer lo que salía de la boca de Erwin...
—Sabes, a veces pienso que eres un idiota inteligente... ¿Cómo una persona que sueña con la paz y es cobarde, termina siendo comandante? —se quejó dándole la espalda—. Eres demasiado cobarde como para sacrificarte por los demás, y demasiado inteligente como para morir sin ver hecho realidad tu sueño...
El comandante sonrió una vez más, llevando su mano a su pecho y apretando con fuerza, sintiendo cómo el latir de su corazón aumentaba al pensar en las palabras del soldado. No obstante, mantuvo su vista fija hacia adelante, en la espalda que llevaba como símbolo de la élite: las alas de la libertad...
—Levi, te daré una razón por la cual tú y los soldados den la vida... Sus sacrificios no serán en vano.
Levi chistó disgustado y se fue. No podía aguantar un minuto más allí, iba a terminar por arrancarse los oídos sí escuchaba alguna estupidez más salir de la boca del comandante.
Su puño temblaba debido a la fuerza que estaba ejerciendo; apretaba sus dientes de tal forma que sentía que iban a romperse.
—En verdad eres un idiota... —cayó sobre sus rodillas mientras lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos—. Un idiota que se sacrificó por los demás sin razón... ¡Maldito idiota! —golpeó con fuerza el cadáver de su mejor amigo, sintiendo la rigidez de este—. Dijiste que ibas a darnos una razón, que no íbamos a morir por nada, me metiste, infeliz. ¡Ahora mi escuadrón está muerto, ¿y para qué? Se suponía que dábamos nuestras vidas para cumplir tu sueño infantil! Ahora dime, ¿cómo puedo justificar el hecho de haberlos llevado al infierno?
Golpeó numerosas veces el cuerpo sin vida en un intento de descargar su ira y frustración... Necesitaba justificar la muerte de sus amigos; no quería que murieran porque sí. En ese momento, odiaba y extrañaba a Erwin por igual...
—Contéstame, maldito... -dijo, haciendo una breve pausa para respirar de forma más pausada y tranquila -Me hubiera gustado despedirme de mejor forma... —.Tomó la fría mano de su difunto amigo y comandante, sintiendo la diferencia de temperatura de ambos cuerpos—. Qué patético...
¡Holis! Últimamente me dieron muchas ganas de escribir, la verdad.
Espero les haya gustado el capítulo de hoy.
Cuídense.
💜.
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