02 | Una culpa que carcome
Los alaridos persistieron por varios minutos más, resonando junto con los truenos que, de vez en cuando, iluminaban el cielo.
Hange mantuvo silencio, aunque por dentro compartía el mismo dolor que Levi, sintiéndose rota y vulnerable.
Un par de lágrimas humedecieron la madera debajo. Apretó el puño con rabia y frustración mientras intentaba mantenerse fuerte ante la situación. Jamás había visto así a su amigo, a Levi Ackerman, el mejor soldado que el ejército había tenido por años, superando incluso a su tío y abuelo.
El soldado frío y duro se había roto por completo, como un bloque de hielo estrellándose contra el suelo... Aunque él era más como un glaciar desprendiendo pequeños témpanos. Así se sentían sus lamentos ahogados, como un dolor retumbando desde lo más profundo. Cada grito resonaba de tal manera que parecía que sus cuerdas vocales estuvieran a punto de romperse.
Ella quiso abrazarlo, o al menos intentar apoyar su mano sobre su hombro, pero no pudo. El carácter que había forjado en ella desde hacía años aún se mantenía; le costaba el contacto físico con personas, no importaba quién fuera...
Hange solo lo observó mientras Levi atravesaba ese tormento, padeciendo a su compañero y amigo. Ella había reaccionado de la misma manera cuando se enteró... O mejor dicho, cuando vio en carne propia cómo todos habían sido destrozados, convertidos en cenizas, excepto Erwin, por alguna razón él aún seguía medio vivo, tal vez porque se encontraba algo lejos de las explosiones; sin embargo, un par de esquirlas habían penetrado su estómago y abdomen. La sangre ya había cubierto casi la mitad de su abdomen...
Con las pocas fuerzas que aún le quedaban, buscó algo en su bolsillo. Ella le rogó que no se esforzara, que guardara fuerzas para intentar salvarse, pero Erwin se negó y, con mano temblorosa, le entregó un pequeño papel manchado casi por completo de un rojo ardiente, era su testamento.
Murmuró unas palabras, que ella no escuchó, pero supo interpretar...
Asintió levemente mientras veía cómo poco a poco se apagaba la luz de los ojos del comandante, como la vida se le iba en un último suspiro, en una última petición...
Hange llevó su mano a su frente y suspiró. ¿Por qué tenía que haber sido él quien muriera? ¿Por qué no fue ella...? ¿Por qué tuvo que ser su amigo y líder? El que guiaba las tropas aún herido de gravedad. El que seguía con su sueño imposible e inalcanzable y lo que él creía correcto hasta su muerte... Y, aunque era el líder de todos allí, deseaba nada más que todo acabara, que ambos países firmaran una paz que durara varios siglos, para que así sus hijos y nietos vivieran en una paz que él no pudo disfrutar.
Él sabía que era imposible... Pero su terquedad, deseo e inteligencia lo llevaron a ser algo que jamás imaginó: la persona más pacífica y bondadosa llegó a ser el líder de lo que él rechazaba...
Lo peor de todo era que podía negarse a ello. Negar ese puesto era castigado con la pena capital... En Yrmindur, negarse a volverse un soldado de cualquier puesto era mal visto. El país bélico más longevo no iba a perder ningún soldado en sus filas... Hombres y mujeres caminaban hacia el mismo destino: la guerra.
Parecía que, cada cierto tiempo, la guerra volvía a tocar la puerta. Como si el rey de Yrmindur realmente tuviera la necesidad de conquistar lo que más pudiera, aunque gracias a eso, también es el país más próspero de todos... Todo basado en la usurpación, sometimiento y conquista de países más débiles... Los cimientos de su país estaban hechos por cadáveres de personas.
Hange apretó el puño y maldijo entre susurros.
«En verdad hubiera deseado ser yo la que muriera ese día, para que así pudieras vivir tu sueño de paz por varios años», pensó.
La picazón y ardor comenzaban a sentirse debajo de sus ojos.
—Hey, Levi... —susurró mientras apreciaba cómo los rayos y truenos caían a lo lejos —¿Tú crees que ellos nos observan...?
Su compañero, aún afectado por la noticia, no dijo palabra alguna, tan solo bajó la mirada, no sabía qué responder o tal vez no quería.
—Yo... — Pudo sentir cómo se creaba un nudo en su garganta. No pudo seguir la frase... —Lo siento... —dijo tapando su rostro por la vergüenza que sentía al sentirse inútil, al no poder ayudar a su amigo para que así, al fin, pudiera ver su sueño cumplirse frente a sus ojos...

¡Holis, estoy de nuevo por acá!
Actualización ultra rápida.
¿Qué les pareció el capítulo? , espero les haya gustado.
So tienen dudas sobre algo pueden preguntarme.
Cuídense.
💜
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