Capítulo Diecinueve
⚠️ Advertencia ⚠️
Este capítulo contiene escenas delicadas con relación a temas
como son la depresión, ansiedad o alcoholismo. Queda aclarado que el autor no está incitando el suicidio como medio de escape. Si sufres de algunas condiciones de salud mencionadas anteriormente se recomienda no seguir leyendo. Queda a tu propio criterio.
🌷 Si estás pasando por un problema o te sientes mal, no dudes de pedir ayuda. Siempre habrá alguien que estará interesado en ayudarte. Te quiero, mi girasol. 🌷
🌻🌻🌻
Me sentía decepcionada, traicionada, engañada por él. No lograba creerle nada de lo que decía. Me había dejado plantada incontables veces, me había mentido con respecto a las drogas, me había mentido con respecto a la música. Y ahora resulta que no tenía Diecinueve, sino veintiuno.
Agradecía que la costanera estuviera vacía a pesar de ser sábado, de no ser así muchas personas estarían mirando el escándalo que estábamos haciendo en público.
—¿sabes qué? —preguntó sarcástico —vete a la mierda.
Cerré mis manos en dos puños a mi lado al oírlo. la adrenalina corría por mi cuerpo a mil. Podría haber respondido muchas cosas, pero me desconcertó tanto su actitud que solo daría media vuelta para irme sin decir nada. Entonces me detuvo.
—Bebé, perdón... —dijo reteniendo mi brazo. Lo ignoré. —No quise decir eso, hey, no te vayas.
Su tono de voz era tan suave, que ni siquiera parecía que me hubiera mandado al carajo hace menos de un minuto. De pronto parecía otra persona.
—Me voy, no perderé mi tiempo contigo —dije avanzando por la costanera. —Además, Tengo ensayo de banda.
—Ah, claro —rió sarcástico —Ahora entiendo todo.
Me detuve abruptamente. Lo miré sin entender.
—Él, ¿verdad? —habló otra vez —No puedes estar sin verlo cinco días a la semana.
—Joder. Es la banda, Matthew, entiende. —solté cansada —no puedo faltar a los ensayos o el director va a castigarme con las presentaciones.
—Eres una mentirosa, Alexandra. —dijo alejándose —admite que solo vas porque quieres ver al tipo con el que te acuestas de vez en cuando.
Basta, no lo soportaba. No podía soportar sus palabras.
—Eres un imbécil —Solté al borde de las lágrimas —¡Aarón es parte de la banda! Qué quieres, ¿que lo eche? ¡No puedo hacerlo!
Aarón había abandonado la banda hace un mes, pero no iba a aclararlo. Matthew no merecía explicaciones, simplemente debía olvidarlo.
—Es tan fácil, ¡solo abandona la banda y ya! —soltó como si fuera lo más fácil del mundo.
—¿sabes cuántos años de mi vida he entregado a la academia? ¡Siete! —grité empujandolo levemente —no voy a dejarlo por culpa de tus malditos celos, ¡cantar es mi pasión! —dije al borde de la desesperación. —Matthew, entiende. No estoy interesada en él, ¡estoy contigo ahora!
¿En qué momento intercambiamos roles? Ahora resulta que yo era la que estaba dando explicaciones y él era el enojado. ¡Maldita sea, siempre manipulaba las situaciones!
—¡Es tu culpa! —habló furioso. —es tu culpa que yo esté celoso, ¡tú estas conmigo pero estás enamorada de él!
Cerré los ojos, cansada. Matthew tenía razón, no podíamos forzar algo que no iba a funcionar. Jamás debí avanzar con él si las cosas que sentía por Aarón eran más fuertes. Esto no iba a funcionar, mucho menos ahora que Matthew pensaba que estaba esperando un hijo de Aarón.
—Tienes razón, Matthew. —Hablé sincera. —No podemos seguir con esto, yo no estoy interesada en tí.
—¡Jugaste conmigo! —Gritó logrando hacerme exaltar. —Maldita sea, Me viste la cara de imbécil todo un puto mes.
Mis ojos comenzaron a picar. Jamás había visto a Matthew tan molesto como se veía y me sentía muy culpable de causar todo esto. ¿Jugué con él? Claro que lo hice, jugué con sus sentimientos. Lo utilicé a mi conveniencia, solo para satisfacer mi carencia de amor.
No lo amaba y jamás lo hice, pero me daba atención y eso era lo que necesitaba. Era cierto todo lo que me estaba diciendo, y debía atenerme a las consecuencias de lo que había causado.
—No estoy embarazada. —Solté sincerandome, sabiendo lo que eso significaba. —Fue una mentira que inventé para que no me expulsen de la academia.
El semblante de Matthew se suavizó considerablemente y se veía arrepentido. Cualquiera en su lugar se hubiera alejado de mí por la mentira que había inventado, logrando engañar a todos. Pero Matthew me abrazó y me sentí menos culpable.
—Alexandra. ¿Quieres ser mi novia? —Preguntó aún abrazándome. Me descolocó por completo.
Iba a negarme totalmente, no quería ser su novia. No estaba segura de eso, ni de lo que sentía por él, pero Matthew sacó de su mochila una pequeña rosa que me hizo sentir muy culpable. Matthew me había mentido tanto y yo, ¿cómo podría sacárselo en cara? Si éramos tan iguales en ese sentido. Ambos nos destruimos, nos mentimos, nos hicimos daño.
—Sí, si quiero. —Solté derrotada.
No quería, pero qué más daba. Podría correr en pos de Aarón Beckett y soltarle toda la verdad. Que no estaba embarazada, que al único que había querido todo el tiempo era a él, que desde que nos besamos no había podido sacar esa sensación de mi cuerpo, que lo quería. Pero Aarón era demasiado hombre para tan poca cosa como yo. No podría permitirme arruinar su vida con mis trastornos mentales y con mis recurrentes ganas de suicidarme. En cambio Matthew... Ya poco importaba lo que pasara entre nosotros. Solo acepté porque me sentía culpable y sentía que lo merecía, que merecía estar con alguien mediocre y falso, como yo.
El resto de la tarde la pasé con Matthew y falté a la academia. Yo sabía lo que significaba una ausencia más, pero de todas formas al desmentir el embarazo iba a ser expulsada. Realmente me sentía tan desmotivada con la vida que nada importaba. Si mi familia estuvo un poco más unida el último tiempo solo era por mi falso embarazo, era por la supuesta criatura que venía en camino, pero no por mí. Yo no le importaba a nadie. Siempre fue así.
Llegué a mi casa con los labios rotos e hinchados y con marcas bien pronunciadas en mi cuello. No me importaba. Solo sentía asco al recordar a Matthew besándome tan desesperadamente, como un maldito depravado sexual. De alguna forma para estas alturas había acumulado cierta rabia hacia él, hacia mí, hacia todos. Mi alma estaba terminando de corromperse lentamente.
Estaba tan perdida en mis pensamientos, que no me di cuenta de la moto estacionada fuera de mi casa hasta que estuve frente a ella, frente a él.
Estaba afirmado en su moto y tenía los brazos cruzados. Sus ojos se veían rojos, llorosos y eso me impresiono demasiado. Captó totalmente mi atención. Me acerqué lentamente y como si fuera una mala jugada del destino, comenzó a llover.
Las gotas se deslizaban por su rostro y por primera vez luego de tanto tiempo, pude ver claramente sus expresiones detrás de las gotas. Estaba mal, estaba dolido. Aarón Beckett estaba destrozado y no precisamente gracias a mí. Aarón Beckett estaba destrozado porque al igual que yo, no sentía un motivo por el cual sonreír, hablar, vivir.
La diferencia era que Aarón Beckett se había resignado a ello, y yo no, por eso me dolía tanto. Hasta ahora. Aarón Beckett no merecía todo lo que le había pasado, no merecía el abandono de sus padres, porque ningún bebé inocente lo merece. Pero yo... Algo tuve que haber hecho mal para que mis padres siguieran simbólicamente a mi lado cuando en realidad estaban pensando en sus otras vidas sin siquiera preocuparse por mí. Yo era el problema, lo fui todo el tiempo, no Aarón.
—Me gustas —dijo en un susurro. —Me gustas demasiado.
Mi corazón comenzó a latir rápidamente. Su altura me hacía sentir pequeña, pero más su declaración. Le gustaba, joder. ¡Le gustaba! Eso era evidente, pero jamás pensé que las cosas se dieran así. Jamás pensé que aquellas palabras saldrían de su boca, no ahora. No cuando mi decisión estaba tomada.
Abrí la boca para soltar las siguientes palabras pero nada salía. Luego de varios intentos, al fin logré soltar mi declaración final. Su mandíbula se marcó más de lo normal, sus ojos se oscurecieron y sus manos se hicieron puños a su lado.
—Yo... —comencé, mi garganta estaba apretada. —yo estoy saliendo con él, Aarón. Él ya es mi novio.
No sé a quién de los dos le dolió más, pero dolía, dolía demasiado. Mis palabras lo cortaron, la expresión de su rostro me lo dijo, pero no podía hacerlo sufrir de esta forma. Este sería mi último acto de amor.
Me acerqué a él y estampé mis labios contra los suyos, tomándolo por sorpresa. Lo besé eufóricamente, con mucho dolor. Mis lágrimas se mezclaban con las gotas de lluvia y mis manos tocaban su cabello húmedo. Aarón me respondió el beso, asumiendo mis intenciones. Un beso con sabor a despedida.
—Siempre amé tu cabello azul —Dijo una vez que nos separamos. Apoyó su frente a la mía y acariciaba mi cabello delicadamente. —Desde el primer día.
El recuerdo de Aarón cruzando el umbral de la sala de ensayo invadió mis pensamientos, así como cuando me miró por primera vez. Siempre me miró fijamente, como si toda su atención hubiera estado centrada en mí, pero su silencio me confundía. El silencio ya se había quebrado y aún sabiendo las palabras que Aarón se había callado todo el tiempo mi decisión no cambió.
—Se feliz, hazlo por mí. —Pronuncié lentamente. Esperaba que Aarón fuera feliz, como yo nunca logré serlo.
Aarón se acercó a mí y me dio un casto beso en los labios, cerré mis ojos ante la cálida sensación.
—Suena a despedida —Susurró melancólico.
—Es una despedida. —Afirmé dándole un último beso para luego alejarme lentamente. A estas alturas ambos estábamos empapados.
Comencé a caminar hacia la entrada de mi casa aguantando las ganas que tenía de mirar hacia atrás y correr a sus brazos. Pero eso sería egoísta de mi parte.
—¡Espero no arrepentirme de esto! —Alzó la voz a lo lejos cuando estuve a punto de girar la llave. —Espero que seas feliz con él.
Lo último lo dijo en voz baja, pero alcancé a oírlo. Sonreí irónicamente sin mirarlo y finalmente me adentré en la casa. Me afirmé en la puerta escuchando el motor rugir. Aarón se había marchado.
—¿Hay alguien? —Pregunté a la nada.
Nuevamente sonreí para mí misma, sintiéndome estúpida. Era una estúpida al pensar que realmente alguien estaría esperándome en casa, cuando no era así desde hace doce años. Tomé una botella de alcohol del mueble que había en la sala y me dirigí a mi habitación. El maldito mes estaba a punto de irse a la mierda.
Tomé deliberadamente de la botella sintiendo un exquisito placer recorrer mi cuerpo cuando el sabor amargo invadió mi boca. Bebí de un solo trago muchísimo contenido de la botella y comencé a desvestirme. No valía la pena vivir la puta vida.
Tenía Dieciocho años y ni un motivo para seguir viviendo. Había hecho todo mal y conseguí mi autodestrucción. Ya estaba inscrita en la universidad y ni siquiera quería ser una puta abogada, no quería estudiar leyes. Solo había entrado a esa carrera por obligación de mis padres ejemplares.
La botella estaba a la mitad y comenzaba a sentir un leve mareo, así que me dirigí a tientas en busca de mi detallado plan. Ya tenía todo escrito, las cartas correspondientes, el lugar y la hora. Solo faltaba el día.
El día había llegado. Así que escribí la fecha bien grande en la magullada hoja de papel. Dejé las cartas encima de mi escritorio y tomé las cuchillas de mi mesa de noche. Mientras hacía todo esto, la botella se vacíaba cada vez más, porque era tan cobarde que ni siquiera me atrevería a hacerlo consciente.
Me dirigí al baño pero antes di una mirada a mi habitación y sonreí melancólica. Mi miraba se detuvo en mi librero y recordé la carta de Aarón. Me dirigí hasta el librero viendo doble y abrí el libro extrayendo de él la carta. Dejé el libro caer y llevé la carta conmigo al baño.
Terminé de quitarme la ropa solo quedando en la interior y entré a la tina. No iba a llenarla de agua como Hannah Becker, no. Solo estaría más escondida para que alguno de mis hermanos no me encontrara.
—Perdón. —Dije cerrando los ojos mientras pensaba en ellos. —Perdón por no ser una hermana ejemplar.
Terminé de tomar el contenido de la botella y la arrojé con fuerza al espejo del baño que estaba frente a mí, logrando que se rompiera en mil pedazos. Esperé algunos minutos en silencio mientras el alcohol hacía efecto. Mi cuerpo pedía más y más, pero quería estar lo suficientemente sobria para entender lo que estaba haciendo y por qué lo estaba haciendo.
Tomé una cuchilla entre mis manos y comencé a deslizarla por mi piel, lo hice con fuerza, para que mis cortes fueran profundos. La piel de mis brazos ya no daba abasto de tantas veces que se había abierto y cerrado como si fuese una maldita puerta. Ya ni siquiera tenía claro si las cicatrices podrían cicatrizar más. Mientras la sangre descendía por mis piernas las lágrimas por mis ojos. Dolía como la mierda.
Rápidamente con la poca sobriedad que tenía, abrí la carta de Aarón dejándola manchada con sangre. Desplegué la hoja y comencé a leer, sintiéndome cada vez más débil, más lejos. A medida que mis ojos se iban deslizando por las líneas más lágrimas caían de mis ojos, y no necesariamente por los cortes en mis muñecas. El dolor emocional que estaba sintiendo era un dolor como nunca antes había sentido. Los flashbacks me golpearon como si estuviera en un ring de lucha libre, uno tras otro. Entre el alcohol, los sentimientos y el dolor los recuerdos llegaron a mí arrastrando todo a su paso.
“—Por favor, no te suicides, Lex. Si te suicidas yo igual lo haré.”
Abrí la boca y acerqué mi mano a mi rostro, sin creerlo. Recordé todo, absolutamente todo lo que sucedió esa noche hace un año, cuando lloré por primera vez frente al chico guapo de ojos verdes. Cuando me confesó su triste historia. Todo lo que era Aarón Beckett ya lo sabía, lo supe todo el tiempo, simplemente mi mente no lo recordaba. De pronto todo a mi alrededor se veía rojo, mi rostro lo estaba, mis brazos, mis manos, mi pelo, mi cuerpo. Necesitaba pedir ayuda, no podía ser cierto. No podía hacer esto, no podía matarlo de esta forma.
Intenté correr hasta mi habitación, si tan solo alcanzaba a marcar a emergencias podría salvarme. Me puse de pie rápidamente y un enorme malestar terminó de invadirme, caí de frente al piso y la sangre seguía cayendo, marcando todo a mi paso.
Caí al piso y quise levantarme, quise pedir ayuda, lo intenté, lo juro. Pero no alcancé a lograrlo. Caí al piso y no pude levantarme. Las últimas fuerzas que me quedaban habían desaparecido al igual que mi paso por la tierra. De lo último que fui consciente antes de desfallecer por completo fue de mi teléfono sonando a lo lejos en algún lugar de mi habitación. La salvación estaba ahí, a tres pasos. Lástima, no fui capaz de tomarla.
🌻🌻🌻
Penúltimo capítulo. ¿Qué sucederá con Lex? ¿Creen que se salve? ¿Creen que Aarón cumplirá con su palabra?
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