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ꜱᴇɢᴜɴᴅᴏ ᴅÍᴀ

Histórico
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Buttercup suspiró una vez. El viento seco y el calor del sol eran insoportables para una chica acostumbrada al cielo gris y viento húmedo de Londres. La gran región de Luisiana se consideraba una zona bastante peligrosa. Había nativos, saqueos en los trenes, delincuentes profesionales, tiroteos y disputas por territorios. Sin embargo las oportunidades allí eran muy interesantes.

Buttercup venía de una familia adinerada originaria de Inglaterra. Sus abuelos habían empezado con un pequeño negocio de joyería. El negocio creció hasta tener unos cuantos locales en Inglaterra. Su padre, William, luego de ver el éxito decidió hacer negocios con los americanos. Hacia unos tres meses su padre había viajado a Nueva York para crecer laboralmente. La ciudad de Nueva York era una de las más avanzadas y la bolsa de inversiones era una economía asegurada para el que invirtiera. Sin embargo los planes de William cambiaron al conocer una familia con minas en Luisiana. Utilizarían las piedras preciosas que sacan de las minas y venderían más joyas, las ganancias se dividirían y así ambos lados obtendrían beneficios.

William no pudo finalizar el contrato. Aquella familia no se había quedado el tiempo suficiente en Nueva York para elaborar y formar el contrato. William tampoco podía esperar a que ellos fuesen a Luisiana y volviesen. No podía descuidar sus tiendas en Inglaterra. Sus responsabilidades lo obligaron a volver a su tierra natal. Sin embargo, escribía cartas para estar comunicados. Al final, después de unos meses llegaron a un acuerdo; iría Buttercup en representación de William para finalizar la documentación.

Buttercup era la única hija de William y también la primogénita. Su herencia serían los negocios familiares. Entendía completamente que su padre hacía todo lo posible para mejorar laboralmente, pero ¿usarla para firmar contratos? Podría estar paseado en los campos de su casa en Londres o en la casa de sus abuelos en Liverpool, en vez de estar en medio de un tipo de desierto.

—Ey, anímate. —le dijo su dama de compañía sobándole su pierna por encima del vestido. —Sólo será firmar unos papeles y esperar unas horas para volver. —la trató de aliviar.

—Esto es realmente irritante Bunny. —expresó Buttercup en un intento de desahogarse. —¿Por qué siempre termino enredada en asuntos de las joyas? ¡Ni siquiera me gustan! —suspiró de frustración mientras se cruzaba de brazos.

—¿Sientes... que sólo te usa? —preguntó Bunny intentando de no agobiar a Buttercup con la pregunta.

—No sé... lo que me molesta es que no me escuche. —se arrimó a Bunny. —Debería tener la oportunidad de que sea escuchada, soy su hija por Dios Santo.

—Los padres quieren hacen lo mejor para nosotros. —Bunny ahora miraba con melancolía a Buttercup. —Mis padres quieren que me comprometa con un joven de mi pueblo. —Buttercup la miró con culpabilidad. Prefería mil veces viajar al lugar más caluroso del mundo antes que ser obligada a casarse.

—Lo siento mucho. No sabía nada. —lamentó Buttercup apoyando su mano en la de Bunny, dándole apoyo. Ella le correspondió con una pequeña sonrisa de lado.

Buttercup volvió su mirada a la pequeña ventana de su carruaje. La región de Luisiana era paisaje completamente diferente. Gran parte del territorio era un desierto árido; con grandes cadenas montañosas. También había una gran zona de campos, cerca de las sierras donde se encontraban las minas. Los pueblos eran la mayoría nuevos. La conquista por Luisiana había tardado bastante. Los nativos defendieron lo que pudieron, las armas de fuego era mucho más poderosas que los Arcos y flechas. La victoria había sido para los americanos. La construcción de los pueblos fue también tardía, algunos nativos seguían con la idea de sacar al hombre blanco de sus tierras. Los rumores de los nativos hicieron que la inmigración al interior no fuese exitosa. La vida en el viejo oeste era difícil; el clima inestable, la economía frágil y los ataques de delincuentes. A medida que pasaba el tiempo, el gobierno implementó más comunicación con  el viejo oeste, como fueron los ferrocarriles. El transporte y comunicación mejoró de sobremanera luego de aquello.

Luego de unos treinta minutos el carruaje paró ante una mansión. Tenía varias ventanas y columnas alrededor de la entrada. No tenía un tejado como Buttercup estaba acostumbrada a ver. Las paredes eran lisas y blancas, como si no tuviesen ladrillos. Buttercup fue la primera en bajar. Se quedó admirando la mansión mientras que Bunny bajaba el pequeño equipaje.

—Permíteme ayudarte. —dijo Buttercup mientras tomaba su maleta. Ambas suspiraron viendo la mansión.

—No creo que sea tan desagradablemente estar aquí ¿no cree? —le cuestionó Bunny arqueando una ceja.

—Sólo estaremos unas horas y luego volveremos a la estación para ir a Nueva York. —le dijo Buttercup buscando a alguien para ser recibida. —No te ilusiones... —avanzó por el sendero hasta la persona que había divisado. Era un joven con un sombrero marrón de vaquero, tenía una camisa blanca arremangada hasta los codos. Los pantalones estaban sujetados por un cinturón con una hebilla plateada, y en los pies usaba unas botas sucias por el polvillo de la tierra. —Em... disculpa, —el joven estaba cerca de los arbustos de la entrada. Parecía que estaba cuidando el jardín. Él se levantó al escuchar a Buttercup. Ella parpadeó varias veces al ver la cicatriz que tenía en su mejilla.

—¿Necesita algo señorita? —preguntó levantándose del suelo.

—Podría llamar a sus patrones. Estoy aquí por un asunto importante. —dijo ella mientras dejaba su maleta en el suelo y arreglaba la falsa de su vestuario verde claro. El chico sonrió de lado.

—Claro, ¿su nombre señorita?

—Buttercup Smith, vengo de parte de William Smith. —aclaró mientras él la analizaba de pies a cabeza.

—En seguida regreso señorita Smith. —se retiró para luego entrar en la mansión. En el tiempo de espera Bunny se acercó hacia ella.

—¿Es uno de los dueños? —preguntó intrigada Bunny.

—No, solo es un trabajador de los dueños.

—¿No crees que es guapo para ser un trabajador? —interrogó Bunny aún impresionada.

—¡Bunny! —le reprochó Buttercup con una sonrisa. —Reza porque no te haya oído. —le murmuró con otra sonrisa. Al cabo de unos segundos el mismo chico apareció.

—Señorita Smith y... compañía, —llamó el joven mientras veía a la nueva chica. —sean bienvenidas a la mansión Johnson. —abrió la puerta principal dejándolas pasar.

Al frente de ellas estaba un señor alto con camisa blanca, pantalones negros y tirantes. Apenas tenía cabello, su bigote lo hacía ver aún más mayor. Sonrió cuando vio a las dos señoritas.

—Bienvenidas. —dijo el señor mayor acercándose a ellas y extendiendo su mano. Buttercup tomó su mano, él la beso educadamente. —Espero que el viaje no haya sido problemático.

—No, para nada señor Johnson. Puede admirar el paisaje de la gran región de Luisiana. —Bunny la miró de reojo aguantando la pequeña sonrisa. Él correspondió con una sonrisa.

—Supongo que ya han conocido a mi hijo. —dijo palmeando la espalda del hombre que Buttercup había calificado como "obrero".

—Un placer señoritas. —dijo saludándolas de la misma forma que hizo su padre. Sin embargo arqueó su ceja cuando saludó a Buttercup.

—El placer es nuestro. —respondió Buttercup tratando de guardar su vergüenza. No es muy recomendable tratar al hijo del futuro socio de tu padre como un simple trabajador.

—Antes de empezar con el contrato, ¿no le gustaría descansar en una de las habitaciones? —preguntó padre Johnson.

—Realmente me gustaría terminar los negocios de mi padre... —dijo tratando de persuadirlo.

—Sin ofender señorita Smith, pero las mentes descansadas son más... efectivas... —expresó Butch.

—Mi hijo tiene razón. Será mejor que descansen, si así desean también pueden tomar un baño. La suciedad en esta zona es muy difícil de evitar. —señaló a las sirvientes que estaban al costado de las escaleras. —Las sirvientas las ayudarán para instalarse, cualquier problema no duden en consultar.

Después de decir eso Butch y su padre se retiraron. Las sirvientas tomaron el equipaje y les mostraron las habitaciones para que se pudiesen instalar. La habitación de Buttercup tenía unas ventanas que mostraban las hermosas sierras a la lejanía. Se quedó unos segundos admirando el paisaje. Se dio vuelta cuando escuchó que tocaban su puerta.

—Pase. —exclamó permitiendo que Bunny entrase.

—Yo tenía razón, —Buttercup la miró con una ceja alzada sin entender a lo que se refería. —Los trabajadores no son guapos. —Buttercup soltó una pequeña carcajada.

—Realmente pensé que era un trabajador. Fue vergonzoso. —se sentó en su cama. —Le dije que llamase a su patrón. —Bunny rió por el comentario. —Espero no encontrarme con él.

—Podría haberte delatado antes con su padre...

—¿Qué insinúas? —cuestionó Buttercup sin entender a lo que quería llegar su dama de compañía.

—Que no creo que mencione lo que le dijiste. Ya lo hubiera hecho.

—¿Eso crees? —Bunny asintió. —De todas formas no quiero cruzarme con él. —se levantó de su cama y luego suspiró. —Supongo que tomaré un baño, ya que no me admitirán sino estoy "descansada". —dijo con sarcasmo. —Además por primera vez me siento... sucia. —ambas rieron por el comentario que hizo Buttercup.

—Bien. Nos vemos luego. —dijo abriendo la puerta de la habitación de Buttercup. —Si necesitas algo, ya sabes dónde estoy. —dijo antes de salir y dejar a Buttercup.

—Bien. —suspiró para después abrir su maleta y sacar un poco de ropa; ropa interior un vestido básico y un vestido estampado. Tomó la tela blanca larga que usaría para secar luego su cuerpo.

Salió del cuarto intentando tapar su ropa interior. Caminó hasta el baño, abrió la puerta y la cerró. Apoyó su ropa en la pequeña mesa que estaba al costado de la puerta.

—¿Usted no es de tocar la puerta? —Buttercup se dio vuelta al escuchar la voz. Estaba Butch con una tela en sus manos. Se estaba secando el rostro.

—Lo siento mucho. —dijo dándose la vuelta. —Pensé que estaba desocupado. —tomó su ropa antes de tomar el pomo de la puerta para salir.

—Ya había terminado. —respondió él. Alejándose del fuentón donde estaba el agua que había usado para lavarse la cara.

—Lo siento muchísimo. —lamentó Buttercup tratando de evitar mirar a Butch.

—No te preocupes. Nadie se enterará. —la joven de alejó de la puerta. —Ni siquiera mi patrón. —soltó una pequeña carcajada antes de salir.

—¡Eso no fue intencionado! —le gritó a la puerta cuando él cerró. Apoyó su espalda en la puerta. —Esto será un dolor de cabeza.

Al cabo de unas horas, Buttercup terminó de darse el baño y se reunió con Mike Johnson y su hijo Butch. Los tres estaban en el escritorio principal. Butch estaba al lado de Mike, sentando en una silla en su mesa de escritorio mientras que Buttercup estaba al frente de ellos. Mike le mostró el documento y le dio una pluma para que firmase el contrato. Buttercup leyó varias veces el papel antes de firmar. Al hacerlo sonrió amistosamente.

—Creo que eso ha sido todo... —murmuró Buttercup levantándose de la silla.

—De hecho... —dijo Mike sacando otros papeles. —Debemos organizar la boda. No tengo presente la organización de este tipo de celebraciones, de eso se encargaba mi esposa pero cómo estás aquí... —Buttercup lo interrumpió.

—Disculpe, ¿la boda? ¿De qué boda estamos hablando? —cuestionó la joven sin entender de lo que estaba hablando.

—La boda de mi hijo y suya. Es lo que acordamos con tu padre. —terminó de hablar Mike con una pequeña sonrisa. —La petición fue acordada por carta hace unos meses.

—Lo siento, me retiraré un segundo. —salió de la habitación sin haber escuchado que Mike se lo permitía.

Salió de la casa. Necesitaba relajarse. Ella solo había venido para firmar un acuerdo, no a casarse. Eso no era lo planeado.

—¡Ahh! —empezó a gritar. —Cómo me pudo hacer esto. —cuestionó en voz alta. Se le escaparon algunas lágrimas. Nunca pensó que su padre le haría eso. Se sentía traicionada. —¡Lo detesto! —volvió a gritar.

—Espero que no sea yo esa persona. —dijo Butch detrás suyo. Buttercup se dio vuelta para verlo. Se limpió la apocas lágrimas que había llorado.

—Realmente no quiero hablar contigo en este momento, ¿sí? —dijo tratando de alejarse de él.

—Seré tu futuro esposo, debo tener en cuenta las necesidades de mi esposa. —trató de acercase a ella.

—Te he dicho que no quiero hablar contigo. —lo miró a los ojos. —¿Acaso no te irrita esta situación? —los señaló a ambos. —¿No te enfada tener que casarte con alguien que no quieres? —preguntaba tratando de persuadirlo para terminar con esa locura.

—No lo veo de una forma negativa...

—¿Entonces quieres casarte conmigo? —preguntó sin poder creer lo que oía.

—De hecho así es. —Buttercup lo vio sorprendida. ¿Cómo podía aceptar el matrimonio?

—Te casarás con una desconocida. —le reprochó.

—Yo sí te conozco. Lo hago desde hace mucho tiempo... —murmuró viéndola a los ojos fijamente.

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Espero que les haya gustado :)

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