Capítulo 5
El frío le calaba los huesos, algo poco común en él, pero no haberse abrigado bien tendría bastante que ver. Formó una mueca de desagrado al ver dentro de la bolsa plástica. ¿Cuántas veces ya habría acudido a ese lugar en el último mes? Continuó su camino reacio a volver a poner un pie en ese sitio.
A cada paso que daba, sentía que su paciencia era menos. El helado viento le provocaba que se estremeciera, tenía que cerrarse lo más posible el abrigo blanco, únicamente agradecía que las calles estuviesen desiertas. Lo que menos quería en esos momentos era lidiar con los comentarios estúpidos de la gente ante la ropa que traía puesta.
— ¿Por qué tardaste tanto?
Tuvo que respirar hondo y contener los enormes deseos de ahorcar a aquel tipo en esos instantes. Simplemente esbozó una sonrisa de fastidio y, sin delicadeza o cuidado alguno, le aventó la bolsa plástica. Vio como él se encontró orillado a dar un par de pasos y coger la bolsa antes que esta impactara contra el suelo.
— ¿¡Qué te ocurre!?
— ¿Qué me ocurre? ¿¡Qué te ocurre a ti!?
Shiro le dedicó una mirada fiera y se retiró del recibidor. Samael no esperó invitación alguna y se adentró hasta llegar a una habitación en específico, el cuarto de las molestias Okumura. Observó atentamente como Fujimoto buscaba como arreglárselas para cambiar a Rin mientras intentaba calmar a Yukio.
— ¿No estás harto de esto? Es tu última oportunidad para cambiar de opinión, Fujimoto-kun.
Fue inevitable que el demonio de ojos verdes mantuviera el ceño ligeramente fruncido. ¿Por qué? Ya había pasado casi un mes, 28 días, y el paladín seguía renuente a decantar por la opción que él amablemente le proporcionó. Claro, si podía considerarse amable una alternativa dicha durante una discusión.
— Ya te lo dije, voy a criarlos. ¿Ya tramitaste los papeles de adopción?
¡Qué necio! Ese hombre no podía ser más necio. Chistó la lengua y, a cambio, recibió una mirada de advertencia por parte de Fujimoto. ¡Claro que los papeles estaban listos! Únicamente faltaba la firma de Shiro en estos para volverlo legal, sin embargo, ¿Por qué no simplemente los dejaba en el orfanato Vera Cruz?
— Fujimoto-kun, ¿No crees que sería mejor si...?
— ¡Samael!
Una mueca se formó en su rostro al oír su nombre. Sólo atinó a cruzarse de brazos y apoyar la espalda contra la pared, volvía a preguntárselo ¿Por qué el paladín de la Orden de los Caballeros de la Cruz Verdadera no podía ser más obediente a sus misiones?
— Voy a cuidar de los hijos de Yuri y ni tú ni nadie va hacerme cambiar de opinión.
No lo entendía, ¿Dónde estaba el Shiro Fujimoto de corazón frío que tanto le atraía?
— ¿Ni siquiera siendo orden directa del Grigori?
— No te atreverías.
¿Dónde quedó?
— Oh, ¿Cómo estás tan seguro?
Fue entonces cuando una sonrisa confianzuda se cernió en su rostro.
— Porque no te conviene que ellos tengan motivo alguno para fastidiarte.
¡Parecía haberse desaparecido por completo! Detalló con la mirada al de ojos marrones. Su cabello revuelto, las ojeras bajo sus ojos, la pinta desaliñada y adormilada que se traía le generaba un aspecto más maduro de lo que en realidad era. Que cuidara con tanto esmero a los Okumura sencillamente le confundía, ¿Quién era la persona frente a él?
— ¿Qué haces ahí parado? Ven a ayudarme, si solamente piensas estar viendo, es mejor que te vayas ¿No crees?
Sentía que se encontraba con un completo desconocido.
— Me retiro con gusto. No pienso ver más esta tontería.
Con una nube de humo dejó el lugar. Apenas con poner un pie en su habitación, no pudo evitar mirar al suelo y mandar a volar de una patada lo primero que encontró. Su consola portable terminó hecha trizas al impactar contra la pared del sitio, no importaba, tenía completado cada nivel. Mañana podría comprar otra.
Se dejó caer de espaldas a la cama, con los brazos debajo de la cabeza, ¿Qué sentido tenía molestarse ahora? Resopló con fuerza y sonrió con amargura, la presencia de Fujimoto en su vida le estaba pasando factura ¿Cómo fue posible que él, perfecto manipulador, cometiera dos errores así de grandes?
— Soy un demonio, por todos los infiernos.
¿Qué se le pasó por la mente cuando omitió decir que no contara con él para la crianza de esos mocosos? Por esa maldita razón él, ¡Él! Se vio obligado a acudir a un Konbini a mitad de la madrugada por una llamada repentina e inoportuna del exorcista. Usando la maldita apuesta lo forzó a ir ¿Quién era el manipulador ahora?
Pero su principal error venía desde mucho antes. No debió sugerirle a su padre que usara a Yuri Egin como contenedora, en lo que un cuerpo para él estaba listo, y de paso tratara de apoderarse de su cuerpo. Resultó en un total fracaso. Yuri resultó ser más rara y peligrosa de lo que él pudo esperar. La subestimó.
— Shiro...
El hastío predominó en sus facciones. ¿Por qué? Esa pregunta desde siempre asedió su mente sin descanso. ¿Por qué se volvía tan necio en todo lo que refiriera a Yuri? Pensar en ese nombre no le hacía bien, ¿Tanto le importó esa humana? ¡Si cuando se conocieron él también la odiaba! Era ridículo, ¿En qué momento congeniaron? Se cruzó de brazos, quizá tendría que vivir con esa duda.
Miró a ver el reloj colgado en uno de los muros de la habitación. En un par de horas amanecería, tenía sueño y estaba cansado, pensó que podía comprender a la perfección la forma de pensar de los seres humanos. No obstante, se llevó una contradictoria sorpresa, resultaba que no. Si bien, eso es lo que los volvía interesantes y divertidos para él, no era agradable saber que sería difícil volver a estar un paso delante de Fujimoto si las cosas seguían así.
Necesitaba volver a estar adelantado a lo que haría, pero para ello, tendría que comprenderlo. No obstante, no quería comprenderlo del todo, no debía. Ya que, para lograrlo, tendría que acercarse a esos gemelos del demonio... Tendría que simpatizar con los hijos más jóvenes de su padre.
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