Capítulo 17: Peores y mejores tiempos
Desde antes de conocerse, Chifuyu había pensado que coincidir los tres sería desastroso, suposición que tomó fuerza después de sus primeros encuentros y de notar que Kazutora sospechaba de él; sin embargo, luego de la reincorporación de Baji a la escuela, tiene la sensación de que la hostilidad va en declive. Agradece a cuál sea el motivo, aun si no es capaz de inferirlo.
Todavía se tensa un poco si se cruzan por los pasillos o a los alrededores del edificio en las horas libres, pero se relaja en cuanto percibe la falta de malas intenciones. Si llega a sentir algo negativo, es el pellizco en el pecho si se le acerca demasiado a Baji —que no es mucho, ventajas de que estén en la escuela—. Aunque no llegaría tan lejos como llamarlo un amigo, ciertamente ya no considera a Kazutora una amenaza. Ojalá estar en mejores términos con él le ayude a superar con más facilidad.
Por ahora, los avances incluyen que lo busque en el receso para invitarlo a él —y a Baji— a la tarde de películas en casa de Pah el sábado. Le ha escrito la dirección en un papel que mete en el bolsillo de la chaqueta del uniforme con mucho sigilo, lo que interpreta como una indirecta de no vayas a compartir la moto con Baji y, por lo tanto, es un remanente de los celos iniciales. Está bien, de todos modos; sería raro que su relación fuera buena de un día para el otro.
También ha notado a Baji más relajado esta semana, así que se pregunta si habrá hablado con Kazutora acerca de lo que le consultó el otro día. De ser ese el caso, es obvio que ha salido de maravilla... y quizás tenga que ver con que el otro ahora se les acerque sin tanto recelo. Eso le da escalofríos, de cierta forma. Aunque no parece que haya ocurrido, es posible que algo sobre los celos hacia su persona haya sido mencionado.
Si no se equivoca, sería su primer conflicto como pareja, y haberlo solucionado con éxito es un gran hito. Cada vez se consolidan más como relación. Pensarlo le saca un suspiro, solo ahí recuerda que está en plena lección con Baji; debería evitar esos signos de pesadez.
—Ah, Chifuyu. —Mierda, ¿lo vio?—. Olvidaba agradecerte por escucharme el otro día.
Ah, solo quiere hablar. No quita que preferiría otros temas, claro está.
—¿Solo escucharte? —Opta por fingir exigencia.
—Y aconsejarme —agrega con una sonrisa, quizás entretenido por su pequeño reclamo—. Al final, decidí hablarlo con él, y creo que ha sido de las mejores decisiones que he tomado estos meses.
—Ah, ¿sí?
—Ahora entiendo mejor algunas cosas y podré evitarlas. —Chifuyu se muerde las ansias por averiguar qué cosas; si se lo está diciendo tan casualmente, no pueden ser los celos que le tiene Kazutora ni, por encima de todo, sus motivos, ¿verdad? Además, indagar sería demasiado entrometido de parte de cualquier tercero—. ¿También lo has visto más animado?
—Creo que se está acostumbrando a mí.
—¡Sí! —Lo señala un segundo—. Normalmente, me habría dejado a mí avisarte que estabas invitado a lo del sábado. Que nos lo dijera a la vez fue una sorpresa y una buena señal.
—Está siendo más rápido de lo que pensé. —«Si supiera que lo hizo para darme la dirección escrita...».
—Mejor. —Sonríe. Qué fácil sería todo si fuera como lo imagina Baji—. Por cierto, sobre eso, Kazutora me invitó a comer antes de ir a donde Pah, así que no voy a poder llevarte esta vez. ¿Te doy la dirección? Es fácil ir en metro.
El muy listo planificó todo, ¿eh? Hasta se ha encargado de ocupar a Baji justo antes de la reunión para eliminar la más mínima posibilidad de ir juntos. Le toca disimular la amargura con cada gramo de voluntad en su sistema mientras le contesta que, aunque Kazutora le dio la dirección ese día, le serviría mucho una explicación de la ruta porque desconoce la zona.
Por lo que le ha contado Baji hasta la fecha, se hacía una idea del lujo que encontraría en la vivienda del anfitrión del día, ¡pero nadie le mencionó que verían las películas en una mini sala de cine! ¡Con razón eligieron su casa esta vez! Un lugar así es de los que solo soñaría pisar —tener uno suena demasiado ambicioso—, ¡y ahora está en uno real!
Su sorpresa debe ser muy obvia, porque Baji le da dos palmadas en la espalda con cierto empuje, y eso le hace darse cuenta de que bloquea el camino a las butacas.
—Todos ponemos esa cara la primera vez que entramos. —Suelta una risilla.
Supone que le guardaron el secreto para que reluciera su reacción. Se pregunta si debería hacer lo mismo con Takemichi, que no pudo venir porque Hina lo arrastró a sus planes para el cumpleaños de Emma mañana. Esas dos se hicieron amigas bastante rápido.
Como había imaginado, Baji y Kazutora se sientan juntos en la fila más alta, lo que le facilita escoger su propio puesto: un escalón más abajo del lado contrario, así no los verá ni por asomo ni tendrá que escucharlos si comentan algo. Como todos saben de su situación sentimental, ya no le preocupa lo rara que pueda resultar su elección; de paso, puede excusarse con que buscó estar con la otra persona que más conoce aquí —que no le agrade mucho la idea de estar tan cerca de Hakkai con Mitsuya a su derecha es un problema aparte más tolerable—.
Cuando están todos listos —¡hasta con palomitas y soda!—, Pah se levanta a pedir una mano inocente. Mikey corre hacia él antes de que alguien más tenga la oportunidad de ofrecerse, pero nadie reclama —de hecho, oye algunas risas—. La dinámica es simple: para seleccionar la película, usarán a un voluntario que sacará algún título de una caja a ciegas. Para rematar, solo esa persona y el anfitrión sabrán cuál se proyectará hasta que aparezca en pantalla, pues ha encargado a Peh de apagar las luces antes de que los demás pudieran ver la portada del filme extraído.
—Solo les daré el género para que se preparen: es de acción —anuncia mientras afina los últimos detalles.
En términos generales, la primera película es bien recibida. Ha visto mejores, pero las persecuciones no estuvieron nada mal. No estar en un cine real les permite comentar algunas partes en tiempo real sin amonestaciones; es divertido escuchar las reacciones, aunque Draken ha tenido que callar a Mikey un par de veces. Mientras pasan los créditos, rellenan nuevamente sus cajas y vasos para la siguiente. La pantalla está en negro cuando acaban de servirse.
—Bien, ¿quién quiere ser el segundo? ¡Levanten la mano! —Se apresura en decir eso último. Chifuyu se incluye, pero Pah señala a otro—. Kazutora.
—¡Sí! —No debería extrañarle, considerando que, luego de Peh, cree que es su amigo favorito del grupo; aun así, su lado competitivo no está muy contento—. Solo para estar seguro —indaga ya frente a la caja misteriosa—, no hay pornografía escondida aquí, ¿cierto?
—¡Sería estúpido hasta de mi parte esconder mi porno aquí! —niega, visiblemente ofendido. Contiene una risa en medio de la vergüenza, esa no es la respuesta que Chifuyu esperaría.
—Pero pudiste prepararlo para hoy, ¿no?
—¡Tampoco lo haría porque no quiero jalármela aquí!
—Oh, vamos, ¿me vas a decir ahora que no has cogido con tu novia aquí?
—¡¿No?!
—¡¿No?! ¡Yo lo haría si esta fuera mi casa!
—Kazutora. —La voz de Baji resalta en la sala.
—¿No te gustaría? —Ignora por completo la advertencia en su tono.
—No voy a contestar eso frente a todos.
Gracias. Suficiente tiene con comprobar que sí hay gente con la fantasía de hacerlo en el cine.
La intervención de Baji consigue que vuelvan a enfocarse a lo que iban. Kazutora cierra los ojos, mete la mano a la caja y la luz se apaga antes de que el resultado sea visible.
—¡Es una de suspenso muy buena! —adelanta. «Seguro le gustará a Baji-san».
La pantalla vuelve a tener imagen en breve. Es una de esas películas que inician con tomas más bien ambientales mientras van apareciendo los nombres de los actores. Luce bastante lúgubre, la música aumenta la sensación.
—Siento que he visto esto antes... —El primer comentario en voz alta es de Baji.
—Son tomas genéricas, quizás se parezcan a las de otra —responde Mikey.
—Me aseguré de descartar todas las que hayamos visto juntos, pero no puedo saber todas las que han visto ustedes —añade Pah.
—Cuando salga el título lo sabrás. —Kazutora es el último en participar.
Por la tensión musical, la introducción parece estar por acabar. Cree que se ha vuelto algo inquietante para ser de suspenso, pero no es raro que en ese género mezclen elementos de miedo. No es una que Chifuyu haya visto, al menos, y tampoco trataría de adivinar cuál es, si es que es una conocida.
La escena por fin muestra a una persona en lo que ingresa a una cabaña con sigilo. Se está preparando para que encuentre un cuerpo en cualquier momento, sin embargo, cada rincón está desolado. Entonces, cuando el personaje que no sabe si es la protagonista o solo una desafortunada decide abrir las cortinas para que algo de la escasa luz exterior le dé una mejor vista, Chifuyu respinga entre los gritos de algunos a su alrededor y del propio filme. Una figura monstruosa se vislumbra del otro lado de la ventana.
—¡Ay, no, ya sé cuál es! —Baji suena completamente disgustado. Ahora es que ha salido el título, pero tal parece que ya no es necesario para reconocerla—. ¡Odio esta película! ¡Me hicieron verla hace años diciendo que era de suspenso, pero es de terror!
Aunque se nota que hace lo posible por mantenerla a raya, la risa de Kazutora llama la atención de toda la sala.
—Lo sé —admite.
—¡¿Y por qué dijiste que era de...?! —La pregunta queda a medias por la carcajada que escapa sin dejarle terminar, o eso piensa hasta oír lo que le sigue—: ¡Es tu revancha!
—¡Disfrútala! —canturrea como puede, lo que es poco con todo lo que ríe.
El suspenso termina siendo la explicación de lo que acaba de ocurrir —el porqué de la revancha cree tenerlo—. Por suerte, han revelado la estrategia al final de la película: el método de selección había sido idea de Kazutora para disimular que elegía adrede una que no le gustaría a Baji, pues él sabía que tenía intenciones de vengarse y no habría sido tan fácil que accediera a ver una sugerencia suya tan pronto. Solo tuvo que recordar una que le haya contado que fue de su desagrado, preguntarle a Pah si la tenía y pegarle una etiqueta con relieve para diferenciarla con solo el tacto. Por supuesto, lo de Mikey también fue planificado para que no sacara justo esa. Estar en malos términos con Kazutora nunca había sonado tan escalofriante.
Ven una película más —escogida por Smiley, resulta ser bélica— sin otra jugarreta oculta.
Con diciembre a punto de saludarlos el fin de semana, se acercan los días de estudios intensivos para los exámenes previos a las vacaciones de Año Nuevo. Baji lo sabe con la insistencia de Chifuyu en que le aclare muy bien dónde la está pasando peor, un interrogatorio típico para preparar el material de apoyo que se ajuste a sus necesidades; también reconoce el tipo de actividades que dejan varios de los profesores; pero, por sobre todo, se da cuenta porque Kazutora apartó la tarde del viernes para él con antelación para demostrar que puede ayudarlo también.
No intentará engañarse a sí mismo: aunque duda que ahora sea un tutor más paciente, el simple hecho de probarlo después de tanto tiempo es emocionante. Quizás lo sorprenda.
En lo que llega el día, Baji pone de su parte tratando de estar lo más atento posible a las clases de esta semana. En especial, anota cualquier procedimiento matemático que resuelvan en la pizarra con sumo cuidado de no equivocarse de signos. Si es por lo ajeno a la escuela, tiene suerte de que Chifuyu sea un buen aprendiz, ya que el jueves logra dejarlo prácticamente listo para su primer paseo en moto al manubrio.
La materia que Kazutora decide enseñarle en esta prueba es Historia. Cree que es prudente, pues no tiene ecuaciones complicadas por comprender ni reglas gramaticales o nuevo vocabulario que memorizar, justo los elementos que lo impacientan en menos fallas. Van a su casa después de clases bajo el argumento de que así no habría riesgos de que Peke J apareciera a distraerlo —muy en el fondo, Baji se pregunta si más bien ha sido para evitar a Chifuyu en el camino de regreso, siendo su competencia de cierta forma en esto—.
Ir a la habitación de Kazutora no le parece tan acertado, pero suele ser el punto específico de sus reuniones por lo sencillo que es huir por la ventana si su madre llega antes de lo previsto, así que no lo menciona. Solo hay una silla de escritorio y la ocupa él, mientras que su novio se arrodilla a un costado sobre una almohada que coloca en el suelo, su viejo cuaderno de la materia abierto en los apuntes de los temas que Baji debe aprender para esta vez.
El primer paso es corroborar que no le falte información y que esté bien anotada —principalmente lo segundo; es consciente de que suele escribir mal los nombres de personajes históricos o de lugares—. Terminado el chequeo, inicia el verdadero estudio.
Cuando se trata de Historia, sus errores —aparte de los ortográficos— suelen ser las fechas y no tanto los eventos en sí, por lo que se concentran en eso. También pierde puntos cuando piden análisis sobre alguno de los hechos, sobre todo si debe reducirlo a cierto enfoque —económico, social, político; ese tipo de cosas—, así que Kazutora le da consejos para que recuerde a qué ceñirse en cada uno de ellos.
Quizás sea porque esta asignatura no es de las más problemáticas, pero la prueba va bastante bien. Está entendiendo, el orden que llevan es lógico y, lo más importante, Kazutora le está teniendo paciencia. Podría dejarlo a cargo de las menos problemáticas si sigue así.
En algún punto, se cansa de estar de rodillas y le dice que, a modo de material de apoyo para sus repasos, haga una línea de tiempo con los hechos históricos que irán para el examen. Baji saca una ficha grande de su bolso para eso, mientras que Kazutora sale a buscar agua para ambos. Se la agradece cuando vuelve, pero no sabe cómo sentirse con su siguiente acción.
Supone que, todavía harto de la posición en la que estuvo por quién sabe cuánto —el tiempo le pesa cuando estudia, así que sus estimaciones serían una exageración de la realidad—, para Kazutora es de lo más inteligente sentarse de piernas cruzadas en el mismo punto, lo que le daría igual si no decidiera también inclinarse a descansar la cabeza en su muslo.
Intenta ignorarlo. Normalmente, tan poco no le daría ideas así de pronto; le echa la culpa a que preferiría estar haciendo casi cualquier otra cosa ahora mismo de que esta sea una excepción. Se pregunta si Kazutora es consciente de lo que puede provocar con algo tan simple, si es adrede porque él también quiere desviarse del objetivo por un momento o si no se ha detenido a pensar en consecuencias. Conociéndolo, debería ser el primero en saber lo que hace, mas no es muy coherente con sus deseos de volver a ayudarlo a estudiar.
Resiste, de todos modos, aun si su concentración inestable lo vuelve más lento. Al acabar, le acaricia el cabello a Kazutora, en parte porque quiere hacerlo desde hace unos minutos, en parte porque tiene la esperanza de que esto le dé la señal de que necesita que le indique qué sigue y, por lo tanto, se quitaría de ahí sin tener que decirle nada.
—Hm... —Le toca morderse la lengua para no maldecir. Tiene que estar leyéndole la mente para hacer todo lo contrario: reclinarse más en él con un sonido de satisfacción.
—Kazutora... —Mira hacia abajo, serio.
—¿Qué? —Levanta la mirada. Oh, mierda. Aunque no sea el lugar exacto, su cara a esa altura es suficiente para disparar su imaginación. Traga saliva.
—¿Qué sigue? —Trata de pasar desapercibido.
—¿Qué sigue? —repite como si le extrañara la pregunta—. Creo que ya hemos hecho bastante para empezar. No quiero que te satures de los temas y tu cabeza se niegue a retenerlos cuando se acerque la fecha de verdad.
—¿Lo crees?
—Además —por fin se aleja, pero es solo para poder tomar el asiento de la silla por las orillas y girarlo para quedar frente a frente. El movimiento es tan repentino que Baji también sostiene los bordes, a falta de apoyabrazos, para mantener el equilibrio—, no creas que no me di cuenta de que te tensaste.
—¿Qué...?
—Tu cabeza ya está en otra parte, ¿cierto? —Ahora le empuja las rodillas hacia los lados.
—Así que lo sabías... —murmura.
—Considéralo una celebración por el éxito de hoy.
Baji había pensado en frenarlo después del oral para continuar un poco más, pero se mudan a la cama antes de que pueda recordar la responsabilidad. Para cuando lo nota, ya está marcándole las clavículas y el pecho mientras se moja los dedos. Son libertades de que alcancen los días para que desaparezcan antes de su próxima clase de Educación Física.
—Definitivamente, no podemos repetir esto —declara después de recuperar el aliento.
—¡¿Qué?! —Kazutora, que se había acurrucado a su lado, levanta la cabeza y parte del torso de inmediato al oírlo.
—Vamos a acabar haciéndolo cada vez hacia el final. Me gusta la idea del premio, pero no puedo evitar pensar que, si nos dio tiempo para eso, también nos daba tiempo de estudiar algo más. —Kazutora solo queda boquiabierto, así que no se detiene—. A menos que nos reunamos cuando mi madre esté en casa, no aceptaré tu ayuda en esto.
Lo único que cambia en la expresión de Kazutora es que frunce algo más el ceño. Casi ríe de lo gracioso que se ve congelado así.
—Aah... —suspira y se deja caer de nuevo—. De acuerdo.
Con una madre tan poco atenta como la suya, ocultar su relación es de lo más sencillo. Siempre que lo trae a casa, aun si se quitan los zapatos en cuanto entran, Baji lleva los suyos al cuarto en caso de que deba huir por la ventana, aunque esa es una práctica que aplican desde años atrás. La mujer nunca revisa sus cosas ni pone un pie en su habitación, para empezar, así que puede guardar las cosas sin esconderlas demasiado y botar los condones usados sin complicaciones. Mientras su padre no esté en la ciudad, lo toma con calma.
Por suerte, faltan unas semanas para las vacaciones decembrinas, así que todavía se permite algunos placeres que no se atrevería a darse con ese hombre en casa. Sabe que, si inicia en cuanto su madre sale al mercado, le alcanza el tiempo para darse un baño con agua caliente —las temperaturas en descenso ya son notorias— y pasearse en ropa interior por unos minutos; por lo general, llega después de haberse vestido, ya a punto de secarse el cabello.
Ahora que a veces tiene marcas en el cuerpo, no puede evitar admirarlas ante el espejo, sin embargo, también son un recordatorio de las precauciones a tener en cuenta. Por muy despreocupada que sea su madre, no quiere el riesgo de que se le escape el dato en una conversación con su padre si llegase a verlas. Es una suerte que no sea raro abrigarse en estas fechas.
Hoy no pierde mucho tiempo viendo su reflejo para que no se le pase la calidez del baño tan pronto. Solo se echa un vistazo en lo que elimina el exceso de agua de su cabello con una toalla que luego deja descansar sobre los hombros, lo que cubre varias de las marcas. Ya se ha secado lo suficiente para no mojar el piso, así que sale camino a la cocina.
—¿Huh? —Se detiene un segundo al ver la puerta de su habitación un poco abierta. Quizás la cerró mal. De todos modos, con su atención ahora dirigida a otro lugar, decide elegir qué ropa ponerse primero.
Sin viento que se cuele por las ventanas, la puerta se abre más a un par de pasos de llegar a ella; entonces, el frío ambiental se queda corto al lado del que lo estremece al descubrir que esto no está pasando por haberla dejado mal cerrada antes.
—¿Esos son chupetones?
¿Por qué está aquí?
A pesar de las cercanas vacaciones, diciembre es un mes muy ocupado. Si no es por los exámenes de fin de trimestre, es porque la familia se reúne y se niega a que los jóvenes se despeguen de sus planes. De eso último, a Chifuyu le toca una versión aligerada al ser solo su madre, la misma de siempre —solo es inconveniente el día de la limpieza profunda del hogar; son menos personas para repartirse las tareas—. Además, también está su cumpleaños. Por suerte, es justo antes de que sus amigos sean arrastrados a las costumbres de sus parientes.
Aun así, algunos son llevados de un sitio a otro desde el primer día. Baji, por ejemplo. Si Ryoko no cambió de opinión, ahora mismo debe estar acompañándola a hacer las primeras compras decembrinas. Cargar las bolsas es el motivo por el que prefirieron no fijar su prueba de conducción para hoy.
En cuanto a él, aparte de pensar qué es lo que quiere para su cumpleaños —tanto de regalo como de celebración en sí—, está libre este fin de semana. Si es muy sincero, ahora que ha aprendido y justo va a cumplir la edad mínima para sacarse la licencia, le encantaría que fuera su turno de recibir una moto hecha especialmente para él, pero es consciente de que lleva solo un mes conociendo a los chicos. Por mucho que ya le hayan dado la bienvenida al grupo, duda que su integración llegue a ese punto. De todos modos, no elimina la posibilidad de que le armen una en un futuro no tan lejano.
Por el lado del festejo, no cree hacer la gran cosa porque será el miércoles de la semana de exámenes, así que solo ha pensado en divertirse un rato con sus amigos —podrían ir al karaoke o a los bolos después de clases— y en buscar un buen lugar donde comer con su madre. Como tiene ganas de algo nuevo, decide salir a dar una primera vuelta de exploración para ir recolectando opciones; sin embargo, antes de siquiera terminar de bajar, se detiene al ver a alguien sentado en uno de los últimos escalones antes del descanso de las escaleras del primer piso.
No. Alguien es muy impreciso cuando le es sencillo identificar quién es, incluso de espaldas; ¿quién más tendría ese corte con esas mechas rubias? La verdadera incógnita es qué hace aquí. Aunque es cierto que ya no le provoca el rechazo de antes tan solo verlo, hoy está un poco resentido por el mensaje que Baji le envió anoche sobre probablemente no necesitar su apoyo en Historia esta vez. Es una tontería al lado de lo que solían ser sus molestias con él, de todas maneras, así que la olvida rápido al detallarlo.
Un tramo de escaleras abajo, Kazutora está abrazándose las piernas y apoyando la cabeza entre las rodillas. No hace el frío suficiente como para forzarlo a conseguir calor así, tampoco es que lleve ropa desabrigada. Luce tenso, tal vez. Ni siquiera parece notar su presencia detrás de él. Chifuyu baja con cuidado de no alertarlo, mas con el ruido suficiente para que perciba que alguien se acerca; no cree que sea prudente asustarlo siendo sigiloso en este momento. A dos escalones de distancia, se da cuenta de que incluso tiene el cabello húmedo, pero es imposible que sea por lluvias si de resto está seco.
Para a un lado del escalón en el que está sentado, las manos en los bolsillos de su chaqueta. Aguarda unos segundos a que le dé alguna pista de que ahora sí sabe que no está solo y, cuando voltea apenas lo necesario para levantar la mirada hacia su rostro, habla:
—No esperaba verte aquí.
Kazutora suelta un suspiro pesado y vuelve a mirar hacia la nada frente a él. Si su usual expresión difícil de leer es inquietante, leer tan fácilmente que algo anda mal da más miedo aún.
—Debí suponer que podía verte a ti si me quedaba aquí.
—No me voy a disculpar por no ser Baji-san. —No puede evitar la pizca de aspereza.
—Ya sabía que no sería él si venía de arriba, el muy idiota salió y olvidó el celular en casa.
—Y me temo que ni él está seguro de a qué hora volverá. —Kazutora le devuelve la mirada, interrogante—. Ryoko-san lo llevó de compras.
—Agh. —Por la queja y los ojos entrecerrados, es evidente que no necesita más detalles para entender—. ¿Sabes hace cuánto salió?
—No.
—Mierda —masculla—. Necesito hablar con él. No quiero ir con nadie más, me quedaré aquí.
—¿Aunque tarde horas?
—No hay vigilantes que me echen, no hay problema.
—¿Crees que no lo sé? No lo digo por eso. —Baja hasta el rellano para colocarse frente a él—. ¿Estarás bien?
—Tengo dinero por si me da hambre. —Se encoge de hombros. Chifuyu solo le dedica una mirada algo más exasperada que no tarda en hacer que Kazutora resople—. ¿Te estás preocupando por mí?
—No creo que debas quedarte solo, eso es todo.
—¿Qué, me harás esperarlo en tu piso? —pregunta con sorna.
—No. —Se agacha hasta quedar más o menos a la misma altura—. Solo ofrezco quedarme acá también, si no te importa.
Que no lo rechace al instante es un buen indicador, aun si pareciera decirle que esto es ridículo con la mirada. Si antes de salir le hubieran avisado que estaría tratando de ayudar a Kazutora con lo que sea que le esté pesando, no lo habría creído, pero aquí está esperando que no lo eche a patadas. Simplemente, hoy lo siente diferente, sea en su aura —más pequeña, pero con una angustia increíble si se le presta atención— o en su voz desganada, y algo en él no le permite ignorar esas señales.
—Va a ser incómodo sin hablar.
—Puedes hablar de lo que quieras —contesta sin estar muy seguro de si eso es un sí o un no.
—Si solo hablar de lo que sea sirviera, iría con cualquiera de mis amigos.
—Es un no, entonces... —murmura. No insistirá, es comprensible, así que empieza a erguirse.
—Pero —interrumpe. Chifuyu regresa a su posición anterior—, si tanto quieres acompañarme... Baji me ha dicho que eres bueno levantando la moral, así que déjame comprobar si es cierto.
—¿Ha dicho eso? —Siempre está a prueba con él, ¿eh?
—No te desconcentres, imbécil, estoy siendo serio.
—Entonces —decide ignorar lo del medio—, ¿quieres decir que me vas a contar lo que sea que quieres hablar con Baji-san? ¿No es algo privado de la pareja?
—No exactamente... —Fija la vista en el suelo—. Es algo mío. Acabará envuelto si no tenemos cuidado, eso es todo.
—¿Huh?
Kazutora parece contemplar algo durante unos segundos. Supone que se ha decidido cuando estira las piernas y endereza el torso.
—¿Qué tanto te ha mencionado Baji de mi familia?
—Lo único que me ha dicho, en sus palabras, es que las cosas en tu casa son una mierda.
—Es un buen resumen. —Suelta un intento de risilla; es claro que su humor no le permite una real—. Por lo general, es soportable, pero se vuelve un infierno cuando mi padre está en la ciudad.
Vuelve a hacer silencio por unos instantes. Luce atento a los alrededores mientras sus dedos juguetean con el borde inferior de su sudadera. Está por sugerirle que se vayan a otra parte si le preocupa que alguien se acerque, pero le toma por sorpresa que todo el cuidado sea para levantarse la prenda hasta el pecho. Antes de que le alcance el tiempo para alarmarse, los hematomas que manchan el abdomen ajeno lo dejan en blanco. Parecen muy recientes, como si todavía estuvieran creciendo. Conecta los puntos cuando se cubre.
—Siempre termino así por cualquier cosa —continúa sin esperar palabras de su parte—. El bastardo sabe lo que hace y evita mi cara.
—Qué imbécil.
—Sí. Lo noquearía, pero mi madre hace de todo para que no me defienda porque eso solo lo vuelve más violento. La muy tonta acaba en medio con más golpes que yo por tratar de separarnos o porque mi padre se desquita con ella por no vigilarme bien.
Ya que parece ir para largo, Chifuyu se sienta en el suelo. Por ser Kazutora, es inesperado que se abra al punto de contarle detalles tan delicados. Aunque le intrigue esta repentina confianza, no va a cuestionar por qué ha decidido dejarle saber estas cosas.
—Lo de hoy pudo evitarse si hubiera avisado que iba a venir como siempre. Nunca viene en la primera mitad de diciembre, lo último que esperaba era verlo salir de mi habitación después de bañarme.
—Ah, por eso tienes el cabello húmedo.
—Con suerte me pude vestir. —A pesar de que es el más mínimo de los detalles, justo en ese momento nota otra de las diferencias con el Kazutora usual: no lleva su piercing de cascabel—. No lo sentí llegar, pensé que estaba solo. Salí del baño en ropa interior y —escucha el leve tremor en su voz desde ahí, también se rasca la nuca y fija la mirada en un punto aleatorio entre sus pies—... no querrás escuchar esto, pero tengo chupetones. Los vio.
Sí, puede que sea información de la que le escuece en el corazón, mas eso queda en segundo plano ahora. Comienza a entender por qué esto podría suponer problemas para ellos.
—Enloqueció. No pude defenderme del shock al inicio, luego tuve que luchar para zafarme de él y entrar a mi cuarto a vestirme, pero no fue fácil porque mi madre llegó en medio de eso. ¿Sabes qué hizo? La mandó a vaciar mi basura. Adivinarás qué encontró.
—Así que ahora saben...
—No —irrumpe—. Por supuesto, creyó que escondía una novia. Pude haber seguido la corriente, pero eso habría llevado a que mi padre me exigiera presentarla, así que dije que solo eran cosas de una vez. —Se encoge de hombros.
—¿No es peor?
—Pero es una mentira más fácil de sostener. Claro, luego me insultó por promiscuo, estar buscando embarazar a alguien, que cómo voy a estar llevando a cualquiera a la casa a escondidas; todo un drama por un maldito condón que ni siquiera usé yo. Patético. —Sacude la cabeza con una breve risa amarga—. Es mejor que piense eso, de todos modos. Sin contar que odia a Baji, no quiero imaginar lo que haría si descubriera que soy bisexual y que estoy con otro chico.
—Entiendo. ¿Y es seguro que estés aquí? Quiero decir, suena al tipo de padre que te seguiría si huyes.
—No hay problema, no sabe dónde vive Baji y me escapé por la ventana en cuanto terminé de vestirme. Ni siquiera vio hacia dónde me fui. Lo malo será cuando regrese.
—No regresaría por el resto del día si fuera tú.
—Es exactamente lo que pienso hacer —asiente y eleva la mirada. Todavía es notorio que la ha pasado mal, pero cree que ya no luce tan vulnerable—. Si por mí fuera, ya no viviría ahí, pero eso quedará para cuando me gradúe. Por ahora, me he acostumbrado a quedarme donde mis amigos lo más que pueda.
—¿Eso significa que estás ahorrando para mudarte cuando vayas a la universidad?
—Ni siquiera sé qué estudiar, pero algo así. Lo único bueno de que mis padres no se divorcien es que mi padre nos deja bastante dinero, aunque necesitaré un trabajo pronto si quiero reunir lo necesario en poco más de un año.
—Yo también he estado pensando en conseguir algo a medio tiempo.
—¿Para qué?
—La escuela de aviación no es barata.
—¿Quieres ser piloto?
—Sé que es complicado, pero al menos quiero intentarlo. Como quiero pasar diciembre tranquilo, comenzaría a buscar en enero, pero... ¿te parece bien intercambiar información de las ofertas que encontremos?
Es normal que Kazutora lo mire con un rostro difícil de descifrar, sin embargo, este no le da mala espina ni escalofríos. Solo parece perplejo.
—¿En qué momento me desviaste del tema?
—No hace mucho —admite, ligeramente risueño—. Es que, de lo otro, solo puedo pensar en lo mucho que quiero golpear a tu padre, así que no sé qué más decir.
—Lo tendría merecido, así que acepto el comentario. —Chifuyu Intuye que le gusta que otros concuerden con él en eso, considerando el humor con el que lo toma. Quizás le sea como alguna validación, en contraste del usual rechazo que muchos tienen a ser irrespetuosos con la familia—. Mikey lo pateó una vez, de hecho, y por eso es que es el único al que odia más que a Baji.
—¿Cómo fue eso? —Contiene las ganas de reír.
—Apenas nos estábamos conociendo. Estaba caminando con Baji por ahí cuando nos cruzamos con mi padre, que decidió arrastrarme a casa porque ese fue el día en el que descubrió mi tatuaje. Mikey apareció de la nada y le dio una patada voladora porque, según él, pensó que me estaban secuestrando.
—¿Qué? —Esta vez, la risa es inevitable. Puede imaginar a Mikey haciendo eso bajo esa lógica.
—Baji acabó disculpándose por él. Claro, me metí en problemas después, pero... Mikey comenzó a caerme mejor desde ese día. ¿Tú por qué te quedaste conmigo ahora? Quiero decir, pudiste pasar de largo sin que me diera cuenta de que eras tú porque no prestaba atención a los que bajaban.
—Lo sé, pero... no iba a estar bien conmigo mismo si te dejaba así. Tenía que intentarlo.
—¿Aunque te he tratado como lo he hecho?
—Hey, llevas como dos semanas sin hacer algo que realmente me moleste, así que pensé que estábamos en tregua.
—¿Tregua? Literalmente me aseguré de que no te quedara de otra más que ir solo a lo de Pah para que Baji me llevara la semana pasada, ¿no te diste cuenta? —Alza una ceja. Por una vez, lo descarado le alivia en lugar de irritarle.
—Oh, claro que me di cuenta. No te aliento a que lo repitas, pero eso ha sido de lo más pasable.
—Hm...
—No, en serio, te golpearé la próxima vez.
—Seré menos obvio. —Eleva las manos en un gesto de presunta inocencia. Chifuyu le da un puntapié en la pierna, pero ríen de todas formas.
Pasan algunos segundos en silencio, lo que interpreta como el fin de la conversación, por lo que se levanta y le extiende una mano.
—¿Qué? —Kazutora inclina la cabeza a un lado.
—Para secarte bien el cabello.
—¿Sí me vas a llevar a tu casa? —pregunta entre incrédulo y entretenido. Chifuyu solo se encoge de hombros—. Huh, en realidad eres un tipo bastante decente.
—¿Es eso un halago? —Entrecierra los ojos.
—Si prefieres que sea un insulto, adelante.
—Solo acepta antes de que simplemente te ponga a caminar bajo el sol.
—Gruñón —murmura justo después de tomar la mano extendida. Mejor hace oídos sordos—. ¿Qué hay de lo que ibas a hacer?
—¿Hm?
—Ibas a salir cuando me viste.
—Ah. Nada que no pueda posponer.
No considera que haya dicho mucho, pero la mejoría en el estado de ánimo de Kazutora es prueba de que hablarle ha funcionado. Por supuesto, permanece el peso de las partes que tendrá que organizar con Baji y la tensión general de la presencia de su padre en casa; aun así, cree que es bueno que haya podido desahogarse más temprano que tarde.
Lo raro de estar donde los Matsuno es que se siente como una versión alterna del piso de Baji al ser el mismo edificio. Es familiar y distinto. No tiene que preguntar dónde está el baño después de beber el agua que le ofrece, pero no tiene esa libertad de tomar lo que sea, así que solo espera a que Chifuyu le pase el secador para hacer lo suyo.
—Intentaré llamar a Baji-san en lo que terminas, a ver si vuelve en este rato o si solo puso el celular en silencio.
—No sería raro de su madre mandarle a hacer eso. De acuerdo.
—Ah, pero también podría pedirle su número a la mía, son amigas.
—No, prefiero esperar. —Si ella pudiera seguir con las compras sola, tal vez consideraría la opción; pero, aun si es probable que el motivo la apaciguara, quitarle a Baji ahora mismo sería tratar de buscarse su ira, y eso es lo último que quiere—. Ya no me urge.
—Vale. Te avisaré si contesta.
Si no es demasiado insistente, duda que le dé chance de hacer más de un par de llamadas, pues no es como que vaya a tardar. Entre lo que logró secarse con la toalla antes del desastre y el tiempo que ha pasado —una buena parte al aire libre al correr hasta aquí—, la humedad en su cabello no es excesiva. Le molesta más la que se transfirió a su ropa, en realidad, porque le enfría la espalda con cualquier brisa.
Quizás se esté tomando más tiempo del debido, pero se da cuenta de que le ha dado un buen momento a solas para ordenar sus ideas. Lo más probable es que no haya sido intencional; de todos modos, piensa que Baji tenía razón. Animar le sale natural, aunque a veces sea torpe. Puede ver por qué alguien así se convirtió en un apoyo tan grande para él cuando creía que su segundo primer año sería una pesadilla social.
—Ah... —suspira. Es peligroso ir por esa vía.
Cada vez que mira más allá de sus celos, se percata de que Chifuyu en realidad le agrada, justo como lo hizo en esos minutos previos a descubrir quién era el día que se conocieron. Mientras la parte más insegura de él se rehúsa a confiar y ya está tratando de dar con segundas intenciones, su sensatez se está cansando de estar en su contra.
Que les guste el mismo chico no debería seguir enemistándolos si le ha demostrado que interferir no está en sus planes, pero todavía queda algo que no lo deja en paz, y lo peor es que no depende de ninguno de ellos. Tal vez solo sea su cabeza haciéndole ver cosas; después de todo, siempre le ha temido a la traición.
Apaga el secador al notar que ya lleva unos minutos de más por perderse en sus pensamientos; al menos le han servido para que incluso se le secara la parte húmeda de la sudadera. Luego de desenchufarlo, recuerda que en esta casa no sabe dónde van las cosas, por lo que se queda parado debajo del marco de la puerta del baño sin saber muy bien cómo proceder ahora. Por suerte, supone que Chifuyu ha interpretado el cese del ruido como que terminó, porque se acerca sin necesidad de que lo llame.
—Sigue sin responder. —Toma el secador, mas no se va a guardarlo.
—Llegará con las manos rojas de cargar bolsas.
—Bueno, elige: ¿manga o arcade?
—Sé que te gusta el shoujo, quiero el arcade.
—¡No tengo solo shoujo! —protesta.
—No importa, quiero el arcade.
Chifuyu lo mira con los ojos entrecerrados por unos segundos antes de decirle que lo espere en la puerta en lo que guarda el secador. Por no dejar, Kazutora marca una vez más al número de Baji mientras se calza, pero el tono continúa repicando hasta el final sin ser atendido. Acaba enviándole un mensaje para avisarle que lo busque en el arcade apenas vuelva.
—Oye —dice al salir del edificio—, ¿Baji te ha contado cómo nos conocimos o es solo coincidencia?
—Ah —casi se detiene en seco—, no lo había pensado. Solo elegí un lugar cercano reconocible y divertido.
—Es que suele llevarme cuando pasan estas cosas, así que es curioso que tú también lo hagas ahora.
—Sí me contó del día en que se conocieron, pero no sabía el resto. Podemos cambiarlo si preferirías no ir conmigo-...
—Créeme que ya me habría quejado de esta opción también si no estuviera bien con ir contigo. No es como que estés invadiendo una tradición, también venimos en otras ocasiones o con los demás... ¿o eres tú el que no quiere seguir conmigo? —Frunce el ceño en sospecha.
—No me estoy forzando a nada, si eso es lo que quieres decir.
—Entonces, no hay problema.
Incluso en videojuegos, pelear contra Chifuyu es entretenido y reñido. Pasan media hora de tomar la delantera por solo una ronda para volver al empate cuando, finalmente, el teléfono de Kazutora recibe una llamada mientras configuran el siguiente combate.
—¿Por qué tengo tantas llamadas perdidas? ¿Qué pasó? ¿Estás bien?
—Sí, pero aún te necesito. ¿Por qué no contestabas? Ven al arcade ya.
—Mi madre me estaba apurando y se me quedó el celular en casa. —Exhala—. Ya estoy volviendo a ponerme los zapatos. ¿Estás con Chifuyu? También tenía algunas llamadas suyas entre las tuyas.
—Sí, él acabó ayudándome.
—Al menos no estuviste solo. Llegaré pronto. —Cuelga.
—¿Quieres hablar con Baji-san de inmediato o puedo quedarme un poco más?
—Hm —finge pensarlo. En realidad, tiene la respuesta muy clara, sobre todo con las ganas de seguir jugando implícitas de Chifuyu en su pregunta—, quiero una competencia de baile contra ustedes.
—La tendrás, pero primero... —Completa la configuración del juego que habían dejado a medias sin aviso más que el propio sonido que sale de la máquina.
—¡Hey! —Se posiciona justo a tiempo para el combate.
Para cuando llega Baji, han vuelto a igualar su marcador. Le alivia no arrepentirse de haber sugerido competir en el juego de baile una vez que están los tres reunidos, aunque es algo gracioso cómo su novio parece confundido por el contraste entre la urgencia de las llamadas y lo relajados que están ahora como para jugar primero. Luego de un todos contra todos, Chifuyu acaba ganando.
—Bueno, me gustaría seguir jugando, pero ya tengo hambre y lo que Kazutora tiene que contar es importante, así que no quiero quitarles más tiempo.
—Podríamos venir otro día. —Baji voltea a verlo y le rodea los hombros con un brazo.
—Quiero revancha —declara Kazutora.
—Suerte con eso. —Con eso, Chifuyu da media vuelta para salir del arcade mientras agita una mano como despedida.
—Oye —alza un poco la voz, lo suficiente para que sepa que es con él. Chifuyu se detiene y gira lo necesario para verlo—, gracias.
Abre los ojos como si no hubiera notado hasta ese preciso momento que todavía no recibía agradecimiento alguno, mas no demora en sonreír como respuesta. Sin más palabras, termina de irse luego de eso.
Kazutora ve a Baji, todavía abrazándolo, y le pellizca una mejilla.
—¡Pero ¿qué-...?!
—Disimula lo feliz que estás de ver tu sueño haciéndose realidad.
—¿Sueño? —Ríe a pesar de sobarse la mejilla atacada.
—Deseo, es lo mismo.
—Pero ¿cómo es que acabó ayudándote?
—Me quedé esperándote en las escaleras del primer piso y me encontró ahí por casualidad.
—Hm... —Y ahí vuelve esa sonrisa tonta.
—Otra vez-...
—No —retrocede antes de cualquier otro atentado—, es que me alivia que no te hayas quedado solo todo este rato. Que no tengas tu cascabel me da una idea de lo que está pasando, y me sienta mal no haber podido atenderte desde el inicio.
—¿Solo por el cascabel lo sabes? —Arquea una ceja.
—Si no tienes razones para no llevarlo, solo lo dejas si huyes antes de haber podido ponértelo.
—Qué observador.
—Entonces, ¿caminamos, vamos a mi casa...?
—También tengo hambre. Yo invito. Te contaré en el camino.
Si ya habían quedado en solo estudiar en su casa con su madre presente, ahora sí que están forzados a hacerlo así.
Como muchas otras veces, Baji debe reunir todo su autocontrol para no golpear al primer idiota que se le atraviese como reemplazo del bastardo del padre de Kazutora. Siempre ha odiado que no pueda disfrutar las vacaciones ni cualquier festivo del todo por su culpa, ¿y ahora le va a amargar todo el mes e inicios del siguiente porque el trabajo de las próximas semanas será en la zona? Que se joda.
Aun con la pizca de remordimiento por haber olvidado su teléfono justo en un momento tan crítico, realmente agradece que Chifuyu decidiera acompañarlo. En tiempos así, es más propenso a meterse en problemas de los que no siempre sale ileso, así que fue bueno que aceptara su apoyo. Se pregunta si, en el fondo, Kazutora lo hizo sin importar de quién se trataba porque era consciente de cómo podía acabar si lo rechazaba.
Por supuesto, fueron a su casa después de la comida. A diferencia de molestias pasadas, Kazutora lo llevó directo a la cama solo a acurrucarse. Aunque es posible que haya sido porque su madre está en casa y porque el problema ha surgido justo del sexo, a juzgar por la necesidad de contacto físico y lo relativamente rápido que se ha quedado dormido, Baji incluso duda que habría ido a buscar pelea de no haber conseguido ayuda. Está agotado, no es una sorpresa.
Como él no tiene nada de sueño, se limita a observarlo y a darle afecto de las formas más suaves para no despertarlo. Descanso y amor es todo lo que necesita en este momento. Una caricia con la yema de los dedos por su espalda, apartarle el cabello de la cara, un ligero beso en la frente...
¿Amor?
Diría que se ha vuelto un cursi de mierda, pero la calidez en sus mejillas y pecho, donde sus latidos se aceleran cómodamente, hablan por sí solos.
Le toca volver a reunir todo su autocontrol para no aprisionarlo en un fuerte abrazo que lo despertaría. Le llamaría la atención por tercera vez por sonreír como idiota —sin contar el regaño por no dejarle dormir—, y no es así como quiere decírselo.
JUSTO SE CUMPLEN TRES MESES, SORRY, pero cosas serias y menos serias pasan. Tenía MUCHAS ganas de este capítulo desde hace montones, así que estoy emocionada de finalmente haber llegado a este punto, porque esto es solo el inicio de una buena racha de eventos esperados ;D
¡Hasta el siguiente (o los comentarios)! ^0^/
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