6. Secreto de odio
Si alguien le pidiera que plasmara la escena en un lienzo, Andrea se atrevería a dibujar lo más sórdido que otro hubiera ignorado.
Era viernes de la primera semana de clases. Leoncio le dijo que no iba a poder recogerla porque tenía reunión con su jefe y demás socios, por eso se animó a dar un pequeño paseo por el parque con su mochila a punto de reventar, pues justo ese día también entregaron los libros nuevos, y una bolsa en cada hombro, el derecho cargaba la despensa faltante y el izquierdo, material para su maqueta de biología. El calor la traía abochornada, buscó entre los locales que rodeaban el parque alguna heladería o vendedor ambulante de nieve. Al lado de una ferretería, sobre la calle frente a la iglesia de Candelaria, comenzó abrir el puesto de la Michoacana, y el rostro deshidratado de Andrea se iluminó. Cruzó sin mirar, lo que generó un par de advertencias con el claxon de quién manejaba un bocho verde.
Saboreaba feliz el dulce sabor de la vainilla derramada en su lengua cuando el cielo comenzó a ponerse gris. Nubes imponentes se posicionaron, amenazantes contra el calor del verano. La prisa por acabar el cono le generó un estruendoso dolor de cabeza, no obstante, el temor de arruinar la plastilina y demás cosas, hizo que cruzara el quiosco corriendo con lo sobrante de la nieve en la mano. En la parte trasera de la iglesia se encontraba la parada de combis. Hubiera llegado sin problema, de no ser por el timbre de una voz que cada noche le hacía compañía en sus peores pesadillas.
Giró bruscamente. Sus ojos no tardaron en encontrar a la propietaria, portaba un vestido de olanes tricolor: blanco, fiusha y amarillo, y un tocado de plata con forma de cisne, su cabello se acomodó de manera que pareciera una cascada y el cisne nadara sobre el filó de la misma. Ojalá la amargura que se produjo en el interior de Andrea, como un líquido caliente recorrer el esófago hasta caer en la tierna carne del estómago, se hubiese debido a la presencia de su desnaturalizada madre, pero eso fue lo menos importante; aquello que de verdad la descompensó se debió al trato cariñoso que le ofrecía a la niña de no más de siete años que se aferraba a su cintura, a ambas las acompañaba un hombre de escasa cabellera canosa con el que terminó haciendo contacto visual.
El brillo violento de sus ojos se mezcló con el de sorpresa del sujeto. Pero al instante concentró todo su resentimiento en esa chiquilla inocente que, sin saberlo, avanzaba sobre el cadáver de otra niña que mucho tiempo atrás esperaba ser amada como ella. Las palabras de los tres se clavaron en su piel como espinas conforme los minutos avanzaban. Lanzó lo sobrante del helado y se fue caminando con el riesgo de arruinar el material, apostó por disipar el peso alojado sobre su corazón con ejercicio.
Tuvo que fingir calma frente a su papá, ya que tras mucho esfuerzo, se lograron estabilizar y no tenía corazón para recoger los pedazos en los que se convertiría su papá al enterarse.
Aquel encuentro se volvió una cicatriz de fuego imposible de apagar.
𓆱𓆱𓆱
Todas las situaciones que enfrentaba y lo frustrante que era cada una de ellas la hizo estallar tras las palabras hirientes del único amigo y confidente. Verlo tendido en el suelo sin ánimos de defenderse terminó de hacerla arrepentirse y parar, además de la constante punzada que se extendió del omóplato al codo. Permaneció a horcajadas sobre él, a la espera de algún tipo de reclamo, pero lo único que obtuvo de vuelta fue el ruido del viento agitando las copas de los árboles. Impaciente, tiró del cuello de su camisa de algodón con estampado de cuadros. La cercanía hizo que pudiera observar las contusiones provocadas por su mano, así como los puntos e hilos de sangre que escurría por la mejilla y comisura del labio. Un nudo enorme se le formó en la garganta.
Si bien su temperamento era descontrolado en toda la extensión de la palabra, después de proponerse permanecer alejada de los problemas y peleas tuvo que buscar una forma de modular sus impulsos primitivos, surgidos de provocaciones o situaciones poco agradables de ver, y lo halló usando tres de sus dedos para frotar la palma de su mano intermitentemente hasta lograr entrar en una especie de relajación.
Aparte del ruido del agua chocando con las rocas y el viento agitando la copa de los árboles, todo estaba silencioso.
El dolor carcomía de adentro hacia afuera a Rogelio, aun así, atrajo el cuerpo crispado de Andrea y lo abrazó con las pocas fuerzas que le quedaban, enredó los dedos en las raíces de su cabello recogido, a fin de sentirla más cerca suyo.
La soltó después de un largo rato. Las posiciones de las nubes cambiaron completamente y el paisaje comenzó a verse menos aterrador y anamorfo.
Con la compostura retomada, Andrea se disculpó. No puso excusa ni minimizó su actuar. Él hizo lo mismo. Sin embargo, la sensación de incomodidad siguió ahí, impalpable, pero al mismo tiempo tan real como la presencia de otra persona queriendo interponerse entre ellos.
Pleitos siempre hubo. Uno de los más importantes surgió causa de un chocolate envuelto en papel, olvidado a la orilla de la carretera, Rogelio fue quien se percató de su existencia y por derecho era suyo, lo que generó discusión y terminó en jalones, el chocolate cayó en el carril del otro extremo y lo aplastó un camión cargado de sacos de café. Otro cuando Andrea salió tarde de la primaria y vio cómo Rogelio le arrebataba una botella de agua a otro de sus compañeros y lo insultaba, enfurecida le lanzó la mochila al estómago; casi lo deja sin aire. Y este. La diferencia entre todos ellos era la vibra que se formaba a sus alrededores. Ya no era agradable.
Pensó que quizá se debía a la posición en la que se encontraban, por ello, Andrea se acomodó a su lado y rodeó sus piernas con los brazos, entonces comenzó a relatar lo sucedido con Ignacio, sustituyendo el beso con un abrazo porque extrañamente creyó que no era apropiado. Rogelio permaneció atento tanto a sus palabras como a su compungido perfil.
—Don Leoncio debió saberlo. Debiste decírselo el mismo día, Andy —aseveró una vez la aludida guardó silencio.
Se encogió de hombros y repitió las mismas palabras que con la psicóloga. «Diga lo que diga no cambiará nada». Rogelio soportó el dolor en sus facciones al reír, y sujetó la cabeza de Andrea, de la parte superior para llamar su atención.
—Eres inteligente en la escuela, pero una estúpida para pensar y tomar decisiones.
—¡Oye!
—Mejor analiza la situación, ¿sí? —dijo cada palabra al compás del movimiento que ejercía con su mano sobre la cabeza—. Tal vez no te permitan regresar, pero al menos borrarán el incidente de tu expediente y las medidas tomadas, sin duda repelerá los problemas que enfrentará don Leoncio en la nueva escuela.
Aceptó la sugerencia con un asentimiento de cabeza. Ya no tenía ganas de seguir hablando de ese asunto, ahora quería descansar, su espalda le exigía cama y sus ojos quitar la sensación de tierra en ellos.
Rogelio dejó de jugar con su cabeza y tomó la iniciativa de levantarse. Como si hubiesen regresado a la época de su infancia, cruzaron las rocas fingiendo que estaban tan resbaladizas que en cualquier segundo uno de los dos caería al agua helada. Se empujaron y tiraron entre sí, y fingieron tener miedo y desasosiego.
NOTITA DE AMOR
Holi, quiero compartirles la canción que me acompañó en la elaboración y corrección de este capítulo, incluso fue gracias a ella que divisé a Andrea como mi futuro personaje protagónico femenino y que también funciona como un paralelismo con la vida de Rogelio. Ambos son niños heridos que necesitan ayuda para que su futuro no se estanque. Espero les guste 🫶🏻
[Aquí debería haber un GIF o video. Actualiza la aplicación ahora para visualizarlo.]
¡No se olviden de comentar lo que les pareció el capítulo! Me encanta leerlos. Y de paso, tampoco de darle me gusta y compartirlo con sus amistades para que la historia de Andy no muera en el olvido 💗✨
¡Nos leemos el próximo viernes!
Los tqm, Magda 🎈
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro