19. Pagará
Conocer a Griselda fue como sumergirse en un tambo lleno de plumas suaves y olorosas a miel.
Desde que tiene memoria ella ha formado parte de la misma, su fijación por conocerla a profundidad estuvo ahí, coexistiendo en el silencio y la imaginación, todo cambió hasta que estuvieron en la facultad de medicina, las chispas surgieron mutuamente. Él, sentado en el primer pupitre de la columna cercana a la puerta del salón, revisaba el ensayo final que entregaría y ella, distraída, entraba con su cabello lacio recogido en un chongo con algunos mechones que caían sobre su rostro, entre sus manos cargaba tres libros con gran esmero debido al peso excesivo, las voces poco conocidas la hicieron caer en cuenta que se había equivocado de aula y, en consecuencia, los nervios se apoderaron de sus extremidades al punto de soltar los libros, las hojas guardadas dentro se regaron. Las miradas burlonas aplastaron el ambiente y se quedaron expectantes ante el peculiar incidente, fue Fernando quien se levantó a ayudarle.
Un flechazo, así lo definieron en la anécdota dirigida a sus conocidos y amigos.
Las vivencias que siguieron al fructífero nido de emociones que se alborotó en ambos, alimentaron el sueño de formar una familia juntos sin antes reparar en la interacción que tendrían con las respectivas familias de cada uno. Construyeron su burbuja de amor que se rompió unos meses después de la boda improvisada en su viaje a Nayarit, regaló de aniversario por parte de Griselda.
Caos era una palabra poco atinada para describir la dinámica familiar de los Zúñiga. En casa siempre había invitados a atender, no importaba que fuera la vendedora de los quesos, que llegaba cada quince días en su carretilla arrastrada por un burrito atipujado de algarabía y media, o el mismísimo presidente municipal emparentado con el jefe de la familia, porque sus intereses radicaban en darse a conocer como ejemplares ciudadanos que el resto de personas podía imitar. La carga emocional en la que se vio inmiscuido Fernando fue brutal. En su vida se había visto obligado a sonreír durante tantas horas, pero lo peor no fue eso, sino presenciar la manera en que su mujer se forzaba a encajar en un recipiente que le quedaba muy pequeño sólo para ganarse la apropiación de sus padres. Así fue como decidió evadir las visitas y vacaciones junto ellos, en especial cuando Ignacio comenzó a ignorarlo; se inventaba conferencias en Tuxtla o turnos extras que lo "obligaban" a tomar en la clínica con tal de no ir. Y rindió frutos, tanto positivos como negativos. Por una parte evitaba disputas entre él y su mujer, no obstante, inadvertidamente entre ellos comenzó a germinar una capa de incertidumbre respecto a su relación de pareja.
El día que conoció a Andrea se escapó de asistir a una fiesta en la casa del presidente Eduardo, su mentira consistió en que debía viajar a Tapachula para un curso que duraría tres semanas y media, lo respaldó Lourdes, directora de la clínica Salud, y reconocida por su trayectoria como anestesióloga. Mentira que, supone, se estropeó al encontrarse con Ignacio en casa de Andrea. Por eso dicen que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo.
Terminó de lavarse la cara en los sanitarios de la clínica y salió rumbo a las escaleras. Le preocupaba dejar sola a Andrea por miedo a que volviera a hacer una tontería. En una mano cargaba una botella de agua mineral y en la otra un trozo de pan que le regaló Coqui antes de enchamararse y meterse a dormir en la sala de descanso, los dobles turnos lo dejaban agotado. A darle una mordida iba cuando vio a Gustavo de pie frente a la habitación en la que descansaba la joven, guardó las cosas en los bolsillos de su pantalón y se apresuró a alcanzarlo.
—¿Qué pedo? —saludó; el mal presentimiento le quedó atorado en la garganta como una bola.
Los achaques del desvelo eran evidentes en todo el rostro de Gustavo. Las ojeras, el enrojecimiento de los ojos, la aspereza y el color pálido de su piel.
—Abajo espera una patrulla. Nos dieron diez minutos para bajar con Andrea o subirán.
—Pero...
—Hice lo que pude —zanjó—. Ahora el proceso debe seguir el rumbo habitual. El juez Fermín no quitará el dedo del renglón hasta no ver a Andrea tras las rejas, nuestras opciones se limitan a apelar la condena.
Un escalofrío le recorrió la columna vertebral. Por supuesto que lo último que quería era entregar a la muchachita, especialmente si iba a pagar por algo que no hizo, porque él confiaba en su palabra, bueno, en la sinceridad que su mirada le transmitía. De cierta forma en ella veía un poco de su dolor después de la muerte de su abuelo, motivo que lo volvió cercano a sus dolencias.
Acortó la distancia con Gustavo, los dos tomaron la manija de la puerta, uno queriendo abrir y el otro deteniendo la acción.
—¿Es neta?
—Sí, es neta. Ahora ayúdame.
Fernando talló sus ojos con gran ímpetu y siguió las indicaciones de su amigo.
§
Cada palmo de su cuerpo se encontraba bajo tensión, la nuca y debajo de su nalga derecha dolía, punzaba como nunca, pero no se comparaba con la agitación a la que su pecho se vio sometido en el momento en que supo que su hijo estaba muerto. Todo acabó en ese instante. Un milisegundo fue suficiente para asesinar la razón que le daba sentido a su ofuscada y hueca vida. Su precioso bebé iba a seguir sus pasos, se haría cargo del bufete recién abierto en Tuxtla y lo volvería en uno de los más importantes en el estado. Ahora sólo le quedaba el recuerdo y el sueño, el recuerdo le dará fuerzas de seguir en pie en lo que resta de vida y el sueño, será el recordatorio de lo que los criminales eran capaces.
Dejó de repiquetear sus dedos sobre la mesa de su despacho. Necesitaba saber que esa maldita ya estaba en el penal. Tomó un lapicero con rabia y comenzó a apuñalar el bonche de hojas que tenía enfrente. Esas hojas eran ella. ¡Merecía morir! Ella debió morir y no su hijo. Mientras llenaba las hojas de agujeros, las lágrimas rodaron libres, salpicaron todo, dándole un aspecto tétrico al espectáculo que en silencio Santiago presenciaba de pie en la puerta.
Indiscutiblemente falló en ser un hijo ejemplar para su papá. Sin embargo, no se arrepentía. Sus aficiones con las de su progenitor eran como el agua y el aceite, contrario a Hugo, tenía todo para volverse el orgullo, no sólo de su padre, sino suyo también. Apretó los dientes y entró, dio pasos golpeados en busca de ser el centro de atención. Funcionó. Fermín se atragantó al verlo y le dio una última puñalada a las hojas.
—¿Qué chingados haces aquí?
—Para informarte que se hizo lo que ordenaste: la metieron al módulo 8 —respondió, glacial; saboreó la amargura de saberse una oveja negra en la familia—. Definitivamente ganaremos el juicio.
Señaló a su hijo con el mismo lapicero que usó de arma.
—Qué fácil, ¿no? —Avanzó un paso a la vez rumbo a Santiago—. Todo es fácil para ti. Debiste ser tú. Tú debiste morir, ¿por qué mi muchacho?
Las fisuras en su corazón se profundizaron, tuvo la intención de irse y dejar al hombre ataviado de dolor en su despacho, pero debía asegurarse que se preparara para las próximas audiencias con el juez a cargo del caso. Además, compartía su pensamiento. A él nadie lo hubiera extrañado de haber ocupado el lugar de su hermano.
—¿Ya escogiste el abogado que nos representará?
Lo arrinconó contra la puerta y ensartó la punta del lapicero en la misma. Su fuerza distaba mucho de la carga de años que todos los días acrecentaba su peso.
—Deja de hacerte pendejo, Santiago, ¿creíste que no me iba a enterar de tu metida de pata? —Sacudió la cabeza, indignado—. Me decepcionaste eligiendo tu carrera, aún me molesta y me hace desear que no seas mi hijo, pero nunca imaginé que fueras capaz de usar el camino de la violencia, mucho menos a ese grado.
—Debía pagar.
Presintió que admitir su error elevaría el enojo en su padre.
—¿No te arrepientes? Hijo de la chingada, me pregunto en dónde me equivoque mientras te criaba. —Se alejó con los hombros hundidos, igual que su espíritu—. Pagará, de eso me voy a encargar, pero se hará de la manera correcta. No necesito tomar el camino chueco para hacer de su vida un infierno, sólo justicia. La justicia de mi lado, nada contra mí.
—El licenciado Gustavo la va a defender y ambos sabemos que es perspicaz para convencer a los jueces, también tenemos el problema de a quién pusieron a cargo del caso —contradijo Santiago; inconscientemente buscaba fastidiar el humor de su padre porque así obtenía la atención que de niño siempre le dio. Extrañaba su calidez.
Todo el día anterior estuvo analizando la jugada en el tablero para construir su estrategia y dar en el punto clave. Había dos piezas duras, pero no imposibles de vencer, el caso ya lo tenían dentro de sus bolsillos y cualquier argumento que los otros quisieran utilizar sería en vano, no obstante, tampoco podía subestimar sus mañas. Gustavo, su querido amigo, les dio la espalda y busca arremeter contra su familia deshilachada que le abrió las puertas cuando era un don nadie, le demostrará el grave error que cometió; Marcos Pola Durán, compañero de trabajo y competencia en el mismo, será el juez a cargo del caso, confía en su profesionalismo, más ya envió a investigarlo en busca de algún trapito sucio que tenga bien escondido. Los dos hacían una de las piezas, la segunda era la edad de la muchacha. Enviarla a un reformatorio, aunque fuera un año, la haría acreedora de salir bajo fianza.
Rio, enérgico, asustando a su hijo de paso.
—Ya tengo todo cubierto —afirmó lleno de orgullo.
—¿Cómo así?
—Hablaré con el gobernador para que posponga la primera audiencia hasta que ella cumpla la mayoría de edad. Ahora, prepárate. Solicitaré una orden de cateo, lleva contigo a alguien de confianza y busca su acta de nacimiento, de lo contrario me encargaré de levantarte una acta administrativa por lo que le hiciste sin tener permiso siquiera de escoltarla.
Se tragó su horda de reproches y asintió. Era innegable lo tediosa que le resultaba la forma de ser de su padre, no obstante, confiaba en su capacidad para resolver los retos que de vez en cuando sacudían a la familia. Habían sufrido un golpe duro, del cual posiblemente no se recuperarán nunca, a pesar de ello lo devolverán y no sólo eso, también se asegurarán de dejar claro a todo aquel que se atreviera a meterse con ellos que deseará no haber nacido.
¡Holaaa, preciosos! 💗
Tiempo sin reportarme con ustedes, ¿verdad? Lo siento jeje, me he concentrado mucho en acabar el primer arco y seguir boceteando el siguiente que me he abstenido a echar la plática :'c
¿Qué les pareció este y los últimos capítulos? Ya sé, la vida de Andrea en serio es lamentable, pero todos necesitamos nuestro evento canónico jaja
¿Ya se me pasó la mano con el suyo? Sí, sí. También sé eso, pero espérense, lo que viene está mejor. Veremos a una Andrea contra la realidad del mundo que su papá se esforzó en endulzar. Leoncio fue bueno, pero, como todos los papás primerizos, en especial los papás adolescentes, cometió errores. Por eso, no sobreprotejan y mejor guíen, acompañen su crecimiento. Limitar, ocultar al final repercutirá en sus vidas de forma negativa.
Mi historia es extremista, sí, pero pues ¿qué le hago? Tal vez en el futuro le apueste a la comedia jaja (no la voy a armar)
¡Saludos! Nos leemos en el final del arco. Los tqm 🥰
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