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Un regalo de San Valentín

Antes de comenzar, los créditos tanto de la portada como del separador son para Pizza_Tefi ✨✨ Hizo un hermoso trabajo💛🖤

San Valentín, el día del amor, se acercaba. Se podía notar que el ambiente cambiaba por esas fechas; muchas tiendas decoraban sus escaparates con la temática, y en la televisión no hacían más que poner algunas de las mejores películas románticas. Las parejas se veían más unidas que nunca, e incluso antes del catorce de febrero, algunos ya se hacían regalos.

Cuanto más se acercaba la fecha, más florecían los nervios y la emoción entre algunas personas. Eso no era una excepción en la U.A., donde los alumnos hablaban animados de lo que iban a hacer con sus parejas; algunos seguros del plan que tenían pensado, y otros no tanto. Habían tenido suerte, pues al ser ese día un sábado, no tenían por qué quedarse en la academia, y podrían salir a donde quisieran.

Sin embargo, no todo era color de rosas para alguien. Kaminari había tardado una semana en conseguir que Bakugo se decidiese por un regalo para Midoriya. El rubio nunca había intentado regalar nada a nadie, y Denki se había ofrecido a ayudarle para que no fuese un desastre. Pero eso había hecho que se olvidase completamente de que él debía conseguirle un regalo también a Sero.

Desesperado, pensó varias veces en que tendría que haberse quedado callado cuando vio a Bakugo fuera de los dormitorios, con varias revistas y cara de no saber qué hacer. Podría haberle dicho que le preguntase a Uraraka o Iida, pero sabía bien que era demasiado orgulloso para pedir ayuda. Al final, se habían decantado por hacer unos bombones a mano.

Bakugo era realmente bueno cocinando, pero sin duda el dulce no era su fuerte. Al chico le gustaban las cosas picantes, no los postres; pero tras unos cinco intentos fallidos según Bakugo, por fin lograron el resultado que Katsuki quería. Aunque Denki juraba que los anteriores no estaban nada mal, pero sabía lo perfeccionista que era su amigo.

Los puso en una bolsita y los escondió en la nevera, murmurando un gracias a Kaminari antes de ponerse a recoger lo que habían ensuciado. Había comprado aparte de los bombones una figura de All Might, así que le daría a Midoriya las dos cosas juntas. Denki sonrió al ver que Katsuki parecía algo más tranquilo y se fue de la cocina, encontrándose con Mina en el camino.

—Kaminari, ¿ya has conseguido un regalo para Sero? San Valentín es mañana.

En cuanto le hizo esa pregunta, la tranquilidad que tenía se fue al caño por completo. No tenía nada para Sero; Bakugo había estado tan indeciso esa semana que solo se había preocupado por pensar en algo que quisiese Midoriya, y no en su propio novio. ¿Todavía estaba a tiempo de decirle a Bakugo que le hiciese bombones?

Mina se dio cuenta de la cara que tenía su amigo y a pesar de que intentó aguantar la risa, al final dejó salir una carcajada. Sabía bien que Kaminari era muy despistado, y que por su expresión se había olvidado por completo de Sero. Solía olvidarse cada dos por tres algo y a todos les parecía adorable, sobre todo al mismo Sero. Porque aunque nadie lo creyera, que Denki fuese así de torpe le resultaba algo muy tierno. Pero a Kaminari le resultaba una tortura.

—Mina, dios mío. Soy el peor novio del mundo —se llevó las manos a la cabeza, y empezó a desesperarse—. ¿Cómo pude olvidarme?

—¿Tan ocupados habéis estado Bakugo y tú? —Kaminari asintió, tenía ganas de llorar.

—¿Tu qué le compraste a Yaomomo?

Ashido suspiró y sacó su móvil. Tardó unos minutos en encontrar la foto que quería, y se la mostró a Kaminari. Se trataba de una funda de teclado lila, con algunas decoraciones de notas musicales plateadas. A su lado, estaban colocados unos cascos y un reproductor de música a juego con la funda.

—Momo cada vez toca más el teclado, así que le compré una funda nueva porque la suya ya estaba algo rota. El reproductor tiene algunas playlists de artistas que le gustan, le pedí a Jirou consejo sobre eso. Esto es de ayer, ya lo tengo envuelto en mi cuarto —le explicó todo antes de guardar su móvil de nuevo—. ¿No sabes de nada que pueda querer Sero aparte de ti?

Kaminari negó, ahora más desesperado. Era muy difícil hacerle un regalo a Sero, porque no solía querer tantas cosas y era bastante especialito para los dulces. Adoraba con locura a los animales, sabía que si fuese por él tendría un zoológico. ¿Y si le regalaba una mascota? Sero quería desde hacía mucho un perrito, pero en ningún momento había podido adoptar a uno. Quedaban poco menos de dos meses hasta su graduación y siempre le decía desanimado que ya quería independizarse para poder tener uno.

Si fuese por él lo habría tenido hacía mucho tiempo, pero sus padres eran un obstáculo. Pensar en eso le hizo descartar la idea, el perrito no tendría permitido estar en los dormitorios. Maldecía a Koda por poder tener a su conejo; poniendo la excusa de su kosei, le habían dado permiso de tener a una mascota en las habitaciones. No, no tenía sentido que le regalase un perro si no iba a poder tenerlo en ningún sitio.

—Tengo que salir a buscar ideas, Mina. Si Hanta te pregunta dile que ya me fui a casa.

No le dio tiempo a dejar que se despidiese, y corrió escaleras arriba. Tenía ya la mochila preparada para irse, así que la tomó junto a su cartera y salió de los dormitorios lo más rápido posible. Tenía bastante dinero ahorrado como para poder conseguirle un regalo bonito a su novio, y así no parecer una persona horrible.

Avisó únicamente a Aizawa de que ya se iba a su casa, y se fue directo al centro comercial. Allí había todo tipo de tiendas, se le ocurriría algo. Necesitaba darle algo bonito a Sero; no quería fastidiar su primer San Valentín como pareja. Ya había arruinado la Navidad porque pidió su regalo con retraso y no llegó a tiempo para Nochebuena, no volvería a pasarle lo mismo esa vez.

Sabía que el chico le aceptaba como era, y que siempre le recordaba que le gustaba su lado despistado. Se lo repetía tantas veces que lo tenía grabado en su mente, pero no quería fastidiar a causa de ello las fechas importantes. Al menos gracias a Mina, todavía estaba a tiempo de conseguir el regalo.

Se montó en el tren ansioso, pensando en algunas opciones y mirando en internet por si podía hacerse una idea de lo que quería al llegar. Fue anotando algunas opciones en su teléfono, atento para no pasarse de parada. Su novio era horrible para hacerle regalos, pero al menos recopiló una o dos opciones.

Hacía poco comenzó a interesarse en las plantas. Según él, resultaba relajante poder plantar flores y ver cómo crecían. Kaminari había matado a todas las plantas que le habían dado, así que no tenía muy claro cómo es que a Sero le gustaban tanto. Pero siempre podía comprarle cosas de jardinería, o accesorios que le sirvieran. Había visto por internet un pequeño huerto portátil que parecía muy bonito.

También le gustaba mucho la cultura antigua. Tenía una katana colgada en su casa, y varios libros que hablaban del tema. Todoroki y él practicaban también caligrafía antigua, a veces pasaban horas en el cuarto de uno de los dos escribiendo. Denki tampoco entendía eso, pero siempre le gustaba ver la emoción en los ojos de su novio cuando le mostraba cualquier cosa que hubiese escrito.

—No sé si algo de esto sirva... —miró su lista, viendo que ya había llegado a su parada. No estaba seguro si algo de eso fuese a ser suficiente, pero al menos debía intentarlo.

Bajó del tren metido en sus pensamientos, añadiendo y quitando alguna cosa de la lista hasta que se hartó. Cuando llegase al centro comercial decidiría la tienda a la que iría primero, no debía estresarse antes de tiempo. Después de todo, estaba seguro de que algo en ese sitio tan grande sería el regalo perfecto para su novio.

Sonrió más confiado, y al llegar fue primero a una tienda de inciensos. Cuando iba con Sero siempre entraban allí, porque el pelinegro a veces compraba inciensos para su habitación. Kaminari a veces se mareaba al entrar. Miró todos los tipos que había, pero ninguno llegó a gustarle; Sero solía coleccionar de vainilla o de cítricos, pero hacía poco había repuesto los primeros, y ninguno de los cítricos le gustaba.

Pasó después por varias tiendas de ropa, buscando algo del estilo de Sero. Siempre compraba ropa estilo bohemio, y era bastante difícil encontrar algo que a Hanta pudiese gustarle. Cada cosa de ese estilo que encontraba, tenía algún defecto a ojos de Denki. A Sero no le gustaba nada de lo que vendían en esas tiendas.

Vio que algunas parejas hablaban de una noche romántica en un restaurante o sitio caro. Pero ni a Sero ni a él les iba ese tipo de regalos, aparte del hecho de que no tenía tanto dinero como para hacer un regalo así. Ambos preferían siempre quedarse en la habitación de uno de los dos y, o bien ver una película o jugar videojuegos.

—Tiene que haber algo en todo este maldito centro comercial que me sirva como regalo —bufó hastiado al haber recorrido casi todo el sitio, sin haber encontrado nada. A lo mejor estaba siendo demasiado exigente para el poco tiempo que tenía.

Pasaron unas tres horas completas hasta que Kaminari se aseguró de haber recorrido todas y cada una de las tiendas en las que pudiese haber un regalo para su novio. Había entrado en cada establecimiento que había allí y contempló miles de posibilidades, pero nada le convenció. Se había rendido completamente, al final tendría que comprar algunos bombones y sentirse la peor persona del mundo.

Se sentó en un banco cansado, y sin saber qué hacer. Estaba seguro de que Hanta le había conseguido un regalo precioso, al contrario que él; no podría corresponder el detalle que su novio tenía preparado. Estaba tan concentrado en sus pensamientos que casi se muere del susto cuando notó algo frotándose en su pierna derecha.

Bajó la vista al suelo y pudo notar que se trataba de un pequeño cachorrito peludo, que estaba restregando su hocico contra su pantalón. Kaminari se agachó un poco para observarle mejor; tenía el pelo bastante largo y un poco manchado, tal vez por haber vivido en las calles mucho tiempo. Tampoco tenía collar, y tras pensarlo unos segundos le tomó en brazos con cuidado.

—¿No tienes dueño, cachorrito? —la habló curioso, el perrito no se había inmutado por que un desconocido le cogiese.

Denki sonrió levemente al ver lo manso que era. Movía la colita rápidamente, eso debía significar que estaba feliz. Le acarició un poco pensando en que sin duda con un baño estaría perfecto, y después le observó más detenidamente, notando que era hembra. Le costaba creer que una perrita que parecía tan buena estuviese en la calle, cualquiera daría lo que fuera por tenerla con lo bien portada que parecía ser.

No podía simplemente dejarla allí, sin duda no pasaba de ser un cachorro; y justo se encendió una bombilla en su cabeza. No estaba seguro de que fuese a funcionar, pero de algo le serviría tener tan buena relación con sus suegros. Sacó su teléfono y llamó a la madre de Sero, mientras acariciaba el pelo del perrito. De vez en cuando ladraba juguetonamente y pasaba su lengua por la mano del rubio, como si tuviera comida.

—¿Kaminari? Qué sorpresa, no esperaba que me llamases. —La dulce voz de la madre de Sero sonó a través del aparato, y el chico respiró hondo antes de proponerle su idea.

—Señora Sero verá... mañana es San Valentín y yo... me preguntaba si me permitiría regalarle a Sero un perrito. Sé que ha querido uno mucho tiempo, y sería muy feliz. Pronto nos vamos a graduar así que no estará mucho tiempo en su casa —le dijo todo lo que le había pasado con detalle, y cómo había encontrado por casualidad a una cachorrita que no tenía una familia.

A él tampoco le dejaban tener mascotas, y al igual que Sero quería adoptar un animalito una vez se graduasen. Pero presentada esa oportunidad no podía dejarla pasar, esa perrita seguro que estaría muy bien en manos de su novio, y en las suyas. Además no quedaba tanto tiempo hasta que llegase la graduación, lo mismo su suegra se apiadaba de él y permitía que la perrita se quedase con ellos un tiempo.

—Bueno... Hanta ha sacado muy buenas notas. Y ya que os iréis a vivir juntos después de la graduación, supongo que no habrá problema en tenerla unas semanas.

—¿En serio? —No podía creer lo que la mujer había dicho, y se apresuró a agradecerle—. ¡Muchas gracias, de verdad!

Colgó la llamada y guardó su teléfono, mucho más animado que minutos antes. Ahora solo tenía que llevarla a una veterinaria para que comprobasen que la pequeña estaba sana, y si le decían que estaba bien iría a comprarle las cosas necesarias. Buscó por internet la veterinaria más cercana y fue allí, con la cachorrita todavía en sus brazos.

Al llegar esperó a que le atendiese. No había nadie allí, así que no tuvieron problema en examinar a la pequeña. Le confirmaron lo que ya sabía, que no tenía microchip y por lo tanto no había un dueño que fuese a reclamarla. Necesitaba algunas vacunas, y aunque le pusieron una de ellas dijeron que tendría que volver a por más dosis.

Kaminari apuntó todo lo que le dijeron, escuchando atento las recomendaciones del veterinario, y cuando le preguntó si iba a adoptarla le contó la situación. Le dijeron que entonces tratasen de comenzar el proceso de adopción lo antes posible, y asintió varias veces; en cuanto Sero conociese a la perrita irían a adoptarla.

Tardó un rato en salir de allí; se habían asegurado de lavarla, de que no tuviera ninguna enfermedad o bicho en el pelo, y después pudieron irse. Ahora debía ir a una tienda, le compraría varias cosas y así tendría algo para el día siguiente. Pensó en lo mínimo que necesitaba para pasar la noche, y repitiendo las cosas en su mente buscó la tienda de animales que pudiese estar más próxima a donde se encontraba. No quería dejar a la pequeña en el suelo cuando acababan de vacunarla a pesar de que ya había estado por la calle, y aunque pesaba un poco la llevó en brazos.

Una vez la encontró, tardó bastante tiempo en elegir qué tipo de cama y qué collar específico quería. Había de muchos tipos diferentes, y eran tan bonitos que no sabía muy bien qué llevarse exactamente. Al final pidió ayuda a una encargada, que acabó por aconsejarle qué debía comprar y de qué tipo para que durase. Según le habían dicho era un Spitz, y a lo mejor se volvería medianamente grande, por lo que buscó una cama que le sirviese en ese momento, pero también para cuando creciese un poco.

El resto de cosas fueron más rápidas de escoger, y poco antes de la hora de cierre, Kaminari salía con su mochila y dos bolsas con las cosas de la perrita. No había grabado el nombre, prefería que Sero fuese el que lo eligiese. Entre la emoción y lo que pesaba todo lo que llevaba, llegó en tiempo récord a su casa.

Cuando abrió la puerta y dejó a la perrita en el suelo, fue cuando se dio cuenta de que no había avisado a sus padres de que llevaba un animal a casa. Soltó las bolsas y su mochila en la puerta de entrada y tras quitarse los zapatos, vio a su madre con la perrita en brazos. La cachorra parecía feliz, pero su progenitora no tanto.

—Denki, dime de qué trata esto y por qué de pronto vienes con un perro.

—Es realmente gracioso, no creerás lo que ha pasado —sonrió nervioso, y tomando a la perrita de los brazos de su madre, procedió a contarle lo que había pasado.

Le sorprendió que no pusiera ninguna pega a que la perrita pasase la noche allí, pero tampoco trató de hacer preguntas. Tal vez la hacía cambiar de opinión, y no quería que de repente le dijese que ya no podía quedarse allí, porque no podía ir a casa de los Sero con el animalito cuando ya se estaba haciendo de noche.

Le dio de comer y por suerte la pequeña no puso ninguna pega a la comida que había comprado, devorándola en poco tiempo y relamiéndose después. Parecía tener bastante apetito, no debía haber comida bien en el tiempo que estuvo en la calle. Le dio un poco más de lo que tendría que darle en un día normal, solo para que pudiese reponer algo de energía.

Al día siguiente se aseguró de poner el despertador temprano, para poder preparar todo correctamente. La perrita había acabado durmiendo a su lado, y cuando abrió los ojos ella estaba dormida todavía. Sin embargo, una vez se levantó de la cama y empezó a vestirse, la pequeña se despertó y empezó a dar vueltas por el cuarto. Kaminari suponía que quería salir, pero no podía permitirlo hasta que le pusieran todas las vacunas necesarias.

—Bien, te daré de comer y envolveremos tus cositas para que Hanta las vea más tarde —la tomó en brazos con cuidado, y la llevó hasta la planta de abajo, poniéndole la dosis de comida recomendada en el plato y dejando que comiese mientras se hacía su propio desayuno.

Tomó su café con tranquilidad, mientras la perrita daba vueltas por la habitación. No quería dejarla suelta por la casa porque, por mucho que pareciese bien portada, seguía siendo una cachorrita. Y por lo tanto los muebles de sus padres peligraban; más le valía que estuviesen intactos hasta que su novio se llevase a la pequeña, o iba a cargársela.

Pasó el resto de la mañana acomodando las cosas de la perrita en algunas bolsas de regalo que su madre tenía guardadas en la casa.Sus padres iban a pasar el día fuera, así que estuvo solo con la perrita hasta la tarde, cuando se suponía que Sero iría a su casa. El plan era pasar la tarde juntos viendo alguna película o jugando, y ya que Kaminari tenía su casa vacía, decidieron que Hanta iría allí.

Se aseguró de tener todo listo y cuando escuchó el timbre sonar, tomó a la perrita en brazos. Le susurró que debía estar en silencio y la dejó en la cocina antes de abrir la puerta. Le había puesto un lacito naranja pegado al collar, asegurándose de que no le molestase. Una vez la calmó un poco, cerró la puerta y fue a la entrada para abrirle a su novio.

Sero tenía una caja extraña en sus manos, y una bolsa en su brazo que parecía pesar bastante. Pero no le preguntó qué había allí, y le hizo pasar. No había podido ir a la estación a recogerle; le habría gustado pero no podía dejar sola a la perrita en su casa tanto tiempo, le daba miedo que pudiese pasarle cualquier cosa.

—Vaya, parece que mi regalo no es muy pequeño, espero que no te hayas pasado de la raya —tomó la caja con cuidado para que el pelinegro pudiese quitarse el abrigo y la bufanda; siempre fue más friolero que Kaminari y aunque se abrigaba, el rubio pudo notar su nariz roja por las bajas temperaturas.

—Te aseguro que va a encantarte, Denks. —La sonrisa que le dio le hizo tener más curiosidad por el regalo, pero su novio se lo quitó de las manos una vez estuvo sin su abrigo.

Pasaron al salón y Sero dejó la caja con cuidado en la mesita que estaba frente al sofá. Denki notaba que no paraba de mirarla algo nervioso, y aunque sabía que no le diría nada antes de tiempo, tenía ganas de preguntarle de qué se trataba todo eso. Tampoco quería tardar mucho en intercambiar regalos, porque no deseaba mantener a la perrita encerrada en la cocina tanto tiempo.

—Mis padres han dicho que pasarán la noche fuera, mencionaron algo de querer pasar tiempo de calidad y sin hijos. Mi hermano se ha ido a casa de un amigo, así que tendremos la casa sola hasta mañana.

—Menos mal... —Sero suspiró tranquilo—, la última vez tu hermano nos dio un susto de muerte a mitad de la noche, no quiero pasar por eso de nuevo.

Kaminari rio un poco; su hermano pequeño disfrutaba mucho haciendo sufrir a Sero, y la última vez que estuvieron allí le asustó después de que vieran una película de terror. Su novio no había querido cruzarse al niño desde entonces, y cada vez que iba a ir a casa de Denki le preguntaba mínimo seis veces si el crío estaría también.

—Papá nos ha dejado la cena preparada, ¿quieres intercambiar los regalos ahora? O prefieres jugar videojuegos. Tenemos por estrenar el último Mario Kart que ha salido —Kaminari se sentó en el sofá, esperando la respuesta de Sero. Esperaba que escogiese intercambiar los regalos primero.

Sero pareció leerle la mente, mirando de nuevo la caja que había traído consigo. Denki sabía que su novio supondría que estaba ansioso por abrir el regalo, pero en realidad quería que Hanta viese el suyo. Especialmente porque podría ladrar en cualquier momento, y entonces se arruinaría la sorpresa.

—Intercambiemos los regalos. —Kaminari sonrió, y tomó su bolsa, dándosela a Hanta.

Él le dio también su propia bolsa, y comenzaron a abrir los regalos al mismo tiempo. Kaminari notó que había varias cosas envueltas con un papel de Pikachu, y no pudo evitar negar mientras lo observaba. Sero tenía una extraña obsesión por envolverlo todo con ese papel si es que era un regalo para Denki.

—¿Siempre me vas a regalar cosas con decoración de Pikachu Han? —enarcó una ceja, y el pelinegro asintió.

—Siempre, rayito.

Kaminari comenzó a desenvolver el primer paquetito, pero una confusión se generó en su cabeza al ver que se trataba de un pequeño collar para mascotas. No podía tener el regalo que le había comprado a Sero, porque ese no era el collar que había elegido, y no lo envolvió en un papel de pokémon.

Siguió con el siguiente, que era más grande. Parecía mullido; y al desenvolverlo, con un poco más de prisa que el anterior, se encontró con una camita.Tenía algunas decoraciones de ovillos de lana, y parecía de un tamaño pequeño. Pero no terminaba de conectar los puntos, ¿su novio le regaló cosas para mascota para cuando se mudasen?

La camita tenía grabado un nombre, al igual que el collar; Charlie. Solamente mencionó ese nombre una vez, y fue cuando hablaron de las mascotas que querían. Kaminari dijo que quería llamar a su gato Charlie, por el protagonista de su libro infantil favorito. Pero no esperaba que Sero se acordara de ese detalle, porque había sido bastantes meses atrás.

—¿Me compraste cosas para mascota? —Ambos dijeron lo mismo, mirándose confusos. Sero había abierto también sus regalos, y se observaban a los ojos sin comprender absolutamente nada.

—No entiendo... —Kaminari comparó las camas, definitivamente la cama que le compró a Sero era más grande que la que él le había comprado.

—Bueno... mi justificación viene con el último regalo que tengo para ti —Sero se levantó para tomar la caja que seguía en la mesa, y se la tendió a su novio.

Denki la tomó realmente lleno de curiosidad, y la abrió con cuidado. Dentro había un pequeño gatito durmiendo apaciblemente. Tenía una manta debajo de él para que la caja no resultase tan incómoda, y descansaba hecho una pequeña bolita sin notar que Kaminari le estaba mirando. Parecía que era una pelusita de pelo negro, pero se podía ver que sus patitas eran blancas, al igual que un poco de pelaje bajo su cabeza.

—Shinsou no puede tener más gatos en su casa... y cuando una de sus gatas quedó embarazada, le dije que yo podía tener a uno de los bebés. Le conté que querías desde hace mucho un gatito, y pensaba dártelo una vez nos mudásemos después de la graduación. Pero Shinsou me dijo que los gatitos debían irse ya de su casa porque tenían unos meses de nacidos, y bueno, hablé con tus padres para que se quedaran con él hasta que nos graduásemos.

—Hanta... —No sabía cómo expresar lo feliz que estaba en ese momento. Abrazó a su novio dándole mil veces las gracias, y un largo beso en los labios antes de recordar que también debía explicarle el por qué él también había recibido cosas para mascotas.

Dejó al gatito en la mesa todavía dormido, y fue a la cocina. Sero le observó desde el sofá, ¿su regalo estaba en la cocina? Kaminari abrió la puerta y la perrita salió ladrando feliz de la habitación, comenzando a dar vueltas animada por el pasillo hasta que Denki consiguió atraparla y llevarla con Sero.

El chico podía notar la cara de sorpresa en los ojos de Sero cuando tuvo a la perrita en sus brazos, pero en seguida comenzó a acariciarla feliz. Kaminari se alivió mucho al ver que le había gustado la sorpresa, y cuando notó que Charlie abrió los ojos lo cogió con cuidado. El gatito cabía perfectamente entre sus manos de lo pequeño que era.

Le puso el collar con cuidado; le quedaba perfecto, y le acarició mientras Sero se acostumbraba a la perrita. Al contrario que el gato se veía mucho más enérgica, moviendo la cola mientras daba algún que otro ladrido. Sero reía y a duras penas pudo colocarle el collar, que aunque no tenía nombre, poseía un girasol plateado en el centro.

—Creo que tiene tanta energía como tú, Denks. —Una vez consiguió que la pequeña se relajase, miró a su novio—. No creí que pudieses llegar a acordarte de que quería un perro.

—No soy tan inútil, aunque no lo creas me acuerdo casi siempre de aquello que te gusta —enarcó una ceja y Sero le revolvió el pelo, dejando un beso en su frente.

Estuvieron unos minutos dándose mimos, hasta que la perrita ladró. Parecía que de nuevo, volvía a tener más energía de la normal. Kaminari no comprendía cómo es que de repente estaba tan hiperactiva, el día anterior no lo parecía tanto. Sero la calmó de nuevo, y entonces preguntó por el collar.

—Ella no tiene un nombre... pero sí un girasol.

—Bueno, eso es porque tú no mencionaste nunca qué nombre querías que tuviera tu perrito. Pero... como a los dos nos gustan los girasoles, creía que hasta que le encuentres un nombre podría llevar eso. Tiene tu dirección y teléfono por detrás.

Sero tomó la plaquita con forma de girasol, y le dio la vuelta. Efectivamente, tenía puesta su información personal. Se quedó mirando a la perrita, y después a Denki; a los dos siempre les habían gustado mucho los girasoles. Cuando comenzaron a salir, Sero le había regalado un girasol secado para que lo usase de marcapáginas. Siempre había tenido un significado especial para ellos dos.

—Himawari, así la voy a llamar.

Kaminari asintió, y viendo que con las dos mascotas no iban a poder jugar videojuegos, decidieron ver una película. Charlie se había desperezado y estaba explorando el sofá con la mirada, mientras que Himawari se acomodaba en el otro extremo. Los dos adolescentes se encargaron de recoger las bolsas y el papel de envolver antes de poner la televisión.

—Haré las palomitas, mientras tanto busca alguna película —Denki le señaló el estante donde estaban los discos, y fue a la cocina.

Sero miró un momento algunas antes de decidirse. Sacó también una manta de un armario que tenían a un lado de la sala; por suerte sabía dónde estaban las cosas en esa casa, por todas las veces que había ido. Se sentó en el sofá y pronto tuvo a Himawari encima suya, acostándose en sus piernas mientras movía la cola feliz.

—Parece que está muy cómoda. —Kaminari le miraba con un bol de palomitas en la mano, y fue a sentarse a su lado.

Se sentó junto a él y también se tapó con la manta, tomando a Charlie con una mano. Puso al pequeño gatito también en sus piernas, y se acurrucó junto a Sero. Cuando ambos estuvieron listos, Sero le dio al play y dejó el manos a un lado, abrazando a su novio mientras que con la mano que tenía libre, le daba caricias a Himawari.

Kaminari dejó caer su cabeza en el hombro de Sero, y estuvo atento a la película todo el tiempo que pudo. Pero, puede que por el estrés del día anterior o por no haber parado en todo el día, acabó dormido. Sero se dio cuenta de que el chico tenía los ojos cerrados, pero en lugar de despertarle, le acomodó mejor en su hombro y siguió viendo la película.

Hacia el final de la misma, Denki acabó por despertarse. Se removió un poco y bostezó, notando que ya se podían ver los créditos finales en la televisión. No se movió de donde estaba, y esperó a que terminase por completo para desperezarse del todo, notando que Charlie se había vuelto a dormir.

—Podemos calentar la cena, y después jugar a algún juego. los dos se han quedado dormidos —señaló a Himawari, que también estaba dormida encima suya.

Sero se levantó con cuidado y tras dejar a Himawari en el sofá, colocó las dos camas juntas. Pusieron a ambos en la suya, y les permitieron descansar mientras preparaban su cena. Sero le había comprado también un cuenco para Charlie, y les dejaron la comida lista para cuando despertaran, para después calentar lo que el padre de Kaminari les dejó en la nevera.

Cenaron mientras jugaban videojuegos, y después vieron otras película. Himawari se había despertado, por lo que antes de dormir pasaron un rato jugando con ella. Sero se quedó mirando a Kaminari, que reía en el suelo con la perrita en brazos. Tal vez el chico era despistado a veces; podía olvidarse de las cosas, y después sentirse mal.

Pero eso no le hacía un mal novio a ojos del pelinegro; Kaminari se preocupaba mucho por él, igual que Sero se preocupaba por Denki. Siempre intentaba recordar lo que le gustaba, proponía planes que pudiesen apetecerle, y le había apoyado durante todo el tiempo que se habían conocido. Eso era más importante para Hanta que cualquier fecha de la que pudiese olvidarse su novio. Amaba a Denki por cómo era, cada aspecto de él era perfecto a ojos del chico.

—Sabes... este ha sido el mejor San Valentín del mundo. —Kaminari le miró confundido, pero sonrió dejando de jugar con Himawari.

—Es el primero que celebramos juntos.

—Me da igual, ha sido el mejor de todos —tomó las mejillas de Denki y las apretó un poco, antes de besarle.

Segunda parte: Besos sabor chocolate | Momomina

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