Capítulo 8
Sak pensó que había hecho lo correcto. Dejar el manuscrito en el hospital, directamente en la habitación de Brado. «Si la policía lo encuentra, ya se enterará de que no fue un suicidio», debió pensarlo para atreverse. Talvez imaginó, que en caso de recuperarse, retornarían a visitarlo como parte de la investigación. Contó con suerte al encontrar al paciente dopado doblemente: con medicamentos y sueño. Se las ingenió para hacerse pasar por un familiar luego de que se enterara por boca del vigilante que nadie lo acompañaba.
Estaba en lo cierto con la especulación, igual que lo dedujo Aby, no había forma de que lo escribiera en su estado.
¿Cuál era la verdadera intención de Sak con el manuscrito completo? Esparcir cada capítulo por la ciudad no tendría sentido. Serían trozos de un rompecabezas literario que nadie imaginaría con una intención en particular. Ni siquiera se enterarían de la existencia de varios capítulos. Por deducción lógica, se me ocurre pensar lo que diría cada quien que se encontrara uno...: «el dueño de la novela perdió un capítulo». Fin de la historia. Pero por casualidad estaban llegando a las manos de una misma persona. ¿Estaba premeditado?
Por lo menos se sintió complacido con la intención. Había entregado la encomienda no solicitada y era lo que importaba. Estaba en paz consigo mismo. Era su misión. Era su tragedia. Era su historia... Sería su muerte. ¿Sería su muerte?
Camino a su destino se detuvo para comer algo y tomar un refresco.
No podía ocultar su preocupación. Estaba que lanzaba el celular lejos de la ira.
«Ya me las pagará», lo sentenció. Pensaba en Renata.
El celular sonó cuando iba camino a su casa en el autobús. Decidió no contestarlo. Por el tono del celular, era su padre. Lo confirmó al visualizar su imagen. Supuso que estaba enterado del abandono en el hospital. Jamás la había llamado desde que había ingresado a la universidad, y solamente una vez desde que le había obsequiado el celular. Lo hizo para que guardara su contacto. ¿Por qué ahora? Estaba segura que su encantadora hermana Renata, que no perdía oportunidad para delatarla por cualquier tontería, ya la había denunciado. Fue fácil deducirlo cuando no quiso contestar las llamadas... Perdió la cuenta del número de veces consecutivas que la llamó rechinando en sus adentros, algunos pensamientos onerosos en honor a su fidelidad y apoyo. Ya conocía su agrio temperamento y lo poco servicial que era.
Es preferible no mencionar los aforismos que le dedicó por cada llamada sin contestar, pero debieron bajar por la espalda de su hermana menor en forma de braza candente con la intención de calcinar sus huesos. Fue solo una pacífica y fantasiosa pretensión de su autora.
Un zumbido llamó su atención.
«Se supone que eras la responsable de acompañar a tu mamá al médico y llevarla de nuevo a la casa».
Fue el mensaje por WhatsApp que recibió para confirmar su hipótesis. Por lo menos la tranquilizó al enterarse de que ya estaban en la casa. Suficiente para no llamar y cambiar de planes. Sin pensarlo, descendió prontamente del autobús y se encaminó a la universidad preocupada por el entrenamiento de natación.
«Espero que el Infame no corra mucho», meditó.
Mientras se dirigía... llamó a su amiga Yerena. Estaba impaciente por enterarla del hallazgo. Y lo hizo después del saludo como si fuera un telegrama.
—¡Qué! ¿Ahora eres una especie de cazadora de historias? —indagó, Yerena.
—Los detalles te los cuento más tarde. Por cierto, no fue buena idea la sugerencia de llevar a Renata. Por bocona ahora tendré problemas con mi padre.
—Siempre es un placer ayudarte.
—Prefiero que no en los asuntos familiares. Ni en los demás...
—Vaya, que buena amiga eres.
—Siempre es un placer agradarte —dijo risueña.
De nuevo el zumbido. Y de nuevo otro mensaje.
«Si no le puedes dedicar tiempo a tu madre, ya tienes edad para que hagas tu independencia».
—No está mal, papá, pero no ahora. Mamá me necesita —respondió para ella sin contestar el mensaje de texto.
Ahora había un motivo para asesinar hipotéticamente a su hermana, o lucirse en el entrenamiento para desahogar su rabia. Se despidió de Yerena al perder la motivación.
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