Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 11

Tomó el autobús. Iba directo a su casa.

Por primera vez en este asunto no quiso enterar a Yerena.

¿Acaso, nada había sido casual? Se preguntó todavía anestesiada por el suceso. Algo olía mal. Sin embargo lo llevaba consigo al interior de su bolso y lo olfateaba con preocupación desde afuera. Presentía que la placidez de la historia se convertiría en un molesto suplicio. Ya no era halagador.

La imagen borrosa de aquel hombre preocupado que presenció aquel día en la cafetería en una calle cualquiera cerca de la universidad... Sí, el día que corrió como loca para darle alcance y devolverle lo que había olvidado sobre la mesa, ya era un enigma asustador.

Cuando llegó a la casa iba tan molesta que no saludó a nadie. Ni a Lalo, su gato siamés que corrió a saludarla para hacerse merecedor a una sobada de panza como ya era costumbre. Ni siquiera a su madre, que luego de saludarla debió escuchar:

—Adiós, mamá.

—Cómo que adiós, si apenas llegas —respondió—. Ya veo... te meterás en tu habitación como Renata. Están en la casa y es como si no estuvieran. Ni siquiera mis enfermedades las conmueve.

—No digas tonterías, mamá. También te quiero.

Yesenia se marchó hacia la cocina para tapar el plato con comida fresca. Tarde que temprano Aby lo buscaría, nunca lo dejaba servido. No era lo mismo con Renata que comenzaba a lucir una delgadez que pronto se volvería extrema. La pasión por las redes sociales sin tiempo para alimentarse era el principal motivo.

Se sentó al borde de la cama, abrió su bolso y extrajo la carpeta; era similar a las demás. Temerosa pero atrevida, inhaló un sorbo de aire que lo sintió pesado en sus pulmones. Un resuello más le dio algo de confianza.

Su inquieta mirada fue directo al baúl, lo abrió sin pensarlo dos veces. La carpeta con el capítulo tres estaba encima de todo... hurgó en el fondo y halló los otros dos capítulos. Si, definitivamente los leería. Solo así disiparía la duda del último capítulo que por obra y gracia... mágica, apareció sin razón alguna donde menos lo esperaba. ¿Lo recuerdan? Exactamente. Sobre su libreta de apuntes.

Quién no se habría puesto energúmeno con tan rara aparición. «Si por lo menos conociera el nombre del autor», se dijo. Pero ninguno estaba autografiado. La figura de Yareh la molestó de improviso cuando escaneó el celular y se enteró de su acoso. No tenía la intención de leer los mensajes ni escuchar los audios. Decidió que primero se ocuparía de algunos pendientes académicos. Y casi tres horas después estaba decidida a emprender la lectura, así que, se puso cómoda sobre la cama luego de retirarse los zapatos y... olvidó por completo que el plato con comida estaba dispuesto en la cocina. Por primera vez lo dejó servido. Le dedicó el tiempo suficiente a cada capítulo para apropiarse de la historia.

¿Qué fue lo que leyó Aby para que la atrapara sin percatarse de que estaba tarde, y de que su amiga Yerena la había llamado hacía más de una hora sin interesarse en contestar?

Tenía los ojos irritados, el rostro enrojecido, el alma en vilo y las emociones líquidas. No quería parar. Y algunos párrafos los leyó y releyó con un dolor que parecía suyo.

Estaba fatigada al punto de quedarse dormida, cuando las incoherencias del último capítulo la perturbaron. «¿Te quedaste dormido cuando lo escribiste?» Se preguntó en vos alta. Había partes de la historia que no tenían sentido. Fue hasta cuando el último párrafo la despabiló que le quitó el cansancio. Lo que leyó la incorporó de la cama. Era prácticamente el final de la historia. «¿Qué?, ¿acaso enloqueciste?, ¿y qué pasó con el título del manuscrito? Se supone que son diez capítulos». Fue lo que pensó. Tenía razón. Para Aby, el autor había decidido acortarla en tan solo cuatro capítulos. Lo leyó de nuevo con pesadumbre y suspicacia. Les reseño lo que decía:

«...Para nada acepto la ausencia de tu amor. Si no lo tengo, un dolor infinito me devora y es probable que muera si es que no estoy muerto ya. Quiero estar seguro para no atormentarme el resto de la vida, y es por lo que he decidido darle un final inmediato a mi corazón atormentado. Por tu indiferencia he aprendido que la vida sin amor es dolorosa y que la muerte es bienvenida. ¿Cuándo? Talvez no quieras conocer cuándo el dolor me abandone o me decida a abandonarlo. Solo debes saber que el final es parecido al inicio. ¿Dónde? Cuando el sol adormezca observa al gigante con la piel erizada que camina y camina, pero no avanza. Espero que lo comprendas... de lo contrario, tal vez sea tarde. Adiós...»

—¿Yareh? —dijo de forma inconsciente al retornar a su memoria la infinidad de veces que la había martirizado durante los últimas días. Se había obsesionado con la historia y ahora la estaba absorbiendo sin darse cuenta.

—¡Oh, por Dios! Estoy enloqueciendo. Si no duermo ahora seré yo quien mañana no exista —especuló.

No demoró en quedarse dormida.

Les cuento que no fue para nada placentero el sueño ni el descanso. La lectura la había atrapado pero de una forma distinta a la que suele esperarse; ella formaba parte de la historia. Así lo sintió. Lo extraño es que esa sensación solamente la había percibido en el capítulo cuatro. ¿El autor quería burlarse de ella? Por qué no pensarlo si el injurioso capítulo apareció sobre su libreta de apuntes.


Desde que el alba la despertó antes que la alarma programada del celular lo hiciera, su mente estaba en otra parte. No tendría sosiego hasta tanto no tomara una decisión. Pero primero debía interrogar a su hermana. La amarga sensación de que Yareh estaba involucrado no le dejaba tener paz.

Se dirigió a su dormitorio.

—Renata... despierta —la movió levemente. Habló en voz baja para no importunar a nadie más así estuvieran solas en la habitación.

—Qué quieres —dijo entredormida.

—Debo preguntarte algo.

—Estoy dormida.

—No es cierto.

—Estoy alucinando.

—Escúchame un momento. Ya tendrás tiempo de dormir todo el día si quieres...

No era cierto, también tenía sus compromisos.

—¿Yareh ha venido a buscarme por estos días? ¿Sabes si ha ido a mi habitación?

—¿Para eso me despertaste? Pregúntale a él.

—No es tan difícil responder. Solo dime y me iré. Es importante.

—No para mí.

—No seas terca. Solo dime si ha venido a la casa sin que yo haya estado... Y si por alguna razón entró a mi alcoba.

—Yo que sé. Se supone que es tu enamorado, no el mío.

No estaba enterada de la situación emocional entre ellos.

—Solo responde.

—Déjame dormir. Pregúntale a mamá.

—Eres incorregible... ¿Lo sabías?

Se marchó malhumorada por la terquedad de su hermana. En verdad, no era solo una pregunta, habría sido un pequeño diálogo para tener la certeza de que estaba equivocada. No quería pensar lo peor de su ex novio cuando habían compartido un mundo de cosas en su placentera relación de tres años menos algunos días. Hasta que se enteró que no lo era.

Estaba en un dilema. Los pensamientos nadaban presurosos en el estanque caluroso de su mollera. Sabía lo que tenía que hacer y deseaba hacerlo para salir de dudas. Había logrado descifrar lo que posiblemente expresaba aquel párrafo en sus últimas palabras. ¿Las recuerdan?

«Talvez no quieras conocer cuándo el dolor me abandone o me decida a abandonarlo. Solo debes saber que el final es parecido al inicio. ¿Dónde? Cuando el sol adormezca observa al gigante con la piel erizada que camina y camina, pero no avanza».

Sabía que le gustaban los acertijos y le tocó lidiar con ellos cuando a su novio se le ocurría jugar por alguna complacencia en particular. Si estaba en lo cierto, el pendejo de Yareh intentaría quitarse la vida. ¿Cuándo? En su cumpleaños. Era en dos días, todavía lo recordaba por más que no estuvieran juntos. Así fue que comenzó la relación: el día de su cumpleaños, y al parecer... en un día similar terminaría su dolor (el final es parecido al inicio). ¿Dónde? Jamás olvidaría que su primer beso fue sobre el puente del río Támesis bajo la plenitud de una caricia lunar en una noche parda (observa al gigante con la piel erizada que camina y camina, pero no avanza). Encajaba perfectamente. Yareh fue el de la idea. La llevó allí en la noche para seguirla enamorando bajo el efluvio musical del río y la desnudez pasional de la luna llena.

Que recordara el beso no significaba que recordara cada palabra que le dijo sobre el Támesis: «Lo veo como un gigante de cristal traslúcido que ronronea apacible al acariciarlo el sol; casi puedo sentir la respiración y los latidos del agua entre sutiles sístoles y diástoles que nacen con cada torbellino, para multiplicarse infinidad de veces con solo imaginarlo de pies a cabeza en sus más de trecientos kilómetros de recorrido». ¿Quién dijo que no era inteligente? Por desgracia era más grande la ignorancia cuando erró por complacencia en los asuntos del amor...

Y ahora, pretendía suplantar al autor de la historia que estaba dispuesta a coleccionar hasta el último capítulo. Era lo que Aby intuía y nada le haría cambiar de parecer. Estaba decidida a desenmascararlo, y la solución tenía que ver con seguirle el juego... El problema es que estaba de por medio el entrenamiento de natación. Pero la solución también llegó deprisa como si se tratara de un asunto planeado.

Fue un mensaje de texto que Devenson le escribió al grupo de natación excusándose por la cancelación del entrenamiento para ese día. No explicaba el motivo. Cosa que no le importó a Aby cuando manifestó: «!Fantástico¡». Todo estaba previsto para dentro de dos días.


Decidió faltar a clase cuando no tenía disposición emocional. Conocía el lugar y los alrededores como la palma de su mano. En época de vacaciones académicas había trabajado como guía turística en el Tower Bridge. Pero esta vez, su corazón inquieto fue quien la condujo allí... Habría querido que su noble amiga Yerena la acompañara pero no sabía nada de ese molesto asunto. Decidió que lo enfrentaría sola si es que correspondía con su alocada interpretación. Ahora tenía dudas... «¿Quién no?», se dijo, «hasta Dios tiene sus dudas». La idea de estar equivocada comenzó a martillar más en su corazón que en su cabeza, lo que la obligó a repasar el párrafo ya memorizado de tanto repetirlo.

—Tiene que ser Yareh —aseguró sin vacilar.

Supuso que sabía la hora de la cita no programada: (cuando el sol adormezca...). No podía ser otra que entre las cinco y las seis de la tarde. La corazonada le indicó que es mejor pecar por exceso que por defecto, así que se dirigió al lugar después de mediodía, sola, con un libro en la mano, con un poco de maluquera en el estómago pero con algo para comer, y un arsenal de pensamientos extraviados.

Desde la universidad caminó hasta la estación de metro más cercana.

«Cuando el sol adormezca», murmuró para ella. Miró la hora en su reloj de pulso cuando se desplazaba en el metro y estaba cerca de la estación de Tower Hill. Desde allí andaría hasta el lugar...

Decidió que ingresaría a las torres ubicadas sobre el puente y recorrería las pasarelas que las une, igual que una turista inquieta por conocer. Entró por la torre norte y accedió a la pasarela este, desde donde disfrutó sin afanes de la exposición de fotografía sobre la ciudad de Londres. Se entretuvo de tal forma que la tensión corporal por las conjeturas se había disipado con la exposición. La imponencia del río Támesis la sedujo a través del suelo acristalado de la pasarela a una altura de más de cuarenta metros, pero la sensación de vértigo fue imperceptible. Sin embargo, un instante después, un miedo inexplicable floreció en su rostro abriendo sus pétalos, al distinguir un hombre debajo de sus pies que amenazaba con saltar del puente. ¿Quién era?

Intentó caminar rápido por la pasarela traslúcida sin perder de vista a... ¿Quién era? ¿Yareh? Acosaba su cerebro. Al llegar a la escalera interior de la torre sur los pasos se transformaron en una carrera contra el tiempo. Descendió. Llevaba prisa y el corazón acelerado. La fabulosa exposición ya no estaba en su memoria. «No seas idiota. No lo hagas». Eran pensamientos con voces.


Estaba sentado sobre el pretil del puente con los pies colgados hacia el vacío... Eso solo significaba una cosa:... Exactamente. Por eso estaba prohibido. El río lo esperaba en su vientre de agua cualquiera que fuera su determinación. Tenía el rostro inmolado por alguna circunstancia.

La aglomeración de la gente activó la alarma y los altavoces de la policía que ya estaba enterada de que algo ocurría, se escucharon cerca.

Aby llegó casi con el corazón en la mano por la fatiga y la sensación de que ya no estaba.

Y así fue.

Ya no estaba.

Se dejó caer del barandal en el mismo instante que ella llegaba afanada con un grito aterrador convertido en lazo que no alcanzó a sujetarlo de alguna parte.

Todos la miraron atónitos.

Hasta el agua dio la impresión de que la miraba mientras lo recibía en sus entrañas. El golpe no fue amigable... Su deseo de morir se hizo realidad cuando una fractura vertebral le seccionó la médula y el agua hizo lo suyo.

A la distancia un bote salvavidas se acercó presuroso. No llegó a tiempo...

¿Y Aby?

Estaba tensa conteniendo la respiración sin darse por enterada. Parecía petrificada. Una ligera nubosidad apareció de repente en el espacio para enlutar el momento.    

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro