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17


Desde mi tarde fugaz en Buenos Aires, no había tenido novedades tras mi paso por la comisaría 1era.

A menudo pensaba cómo continuar con la búsqueda de Simón, de qué modo entregarle la carta de mi madre y cómo congeniar para cumplir su deseo final.

Envuelto en problemas laborales, en una relación informal con Carmela, mi cabeza parecía estar entretenida durante el día.

Sin embargo, todas las noches, el pedido de mamá venía a mi mente.

Manejando mi culpa como una maestra, ella se había metido en mi inconsciente para gobernarlo a su antojo; yo miraba su urna y recordaba su pedido.

Casi Un año después de aquella infructuosa visita, apostado en mi oficina en Barcelona, recibí un extraño llamado.

—  ¿Hablo con Valentín Salvatierra? ― la característica telefónica provenía de Buenos Aires. Me acomodé sobre mi silla, mirando hacia La Rambla barcelonesa.

—  ¿Quién es? ― fui escéptico.

—  Quizás no me recuerde, pero hace unos meses largos usted estuvo en una comisaría, en Capital Federal, Argentina ― detalló, y mi cabeza hizo un click inmediato ―. Yo soy el sargento Omar Ussain. Lo atendí en la primera ― se refirió al destacamento policial.

—   Sí, lo recuerdo ― en efecto su imagen vino a mi mente. Sus ojos grandes, oscuros, su entrecejo casi unido en una única ceja, se habían fijado en mi memoria. Inquieto, esperé por sus novedades.

—  ... quizás tendría que haberlo llamado antes, pero fue difícil dar con su contacto... ― se excusó. Lo único que me importaba era saber qué tenía para decirme ―. Si le interesa saber dónde está el comisario, le sugiero venir a verme a Buenos Aires otra vez.

—  ¿Por qué no decírmelo por este medio?

—  Porque el tema es delicado y aquí las paredes oyen ― susurró. No quise comprometer su puesto laboral por lo que indagué un poco más antes de tomar la decisión de viajar hasta tan lejos.

—  ¿Cuán delicado?

—  Lo suficiente como para creer que está implicado en un presunto homicidio.

***

Citándome en una cafetería a la vuelta de la comisaría, a los tres días de la llamada, Omar Ussain no apareció con el uniforme de policía sino de civil. Levanté mi mano al reconocerlo para que viniera directo a mí.

Movilizado por esa terrible sospecha, no dudé ni un momento en volar hasta acá. Todo se complicaba más de lo previsto.

Bastante paranoico, apenas tomó asiento Ussain pidió cambiar de posición para no ser visto desde afuera. Contra la pared, cerca del sanitario, se sintió más seguro.

No obstante, la conversación fue breve pero directa: basándose en información clasificada a la que no tenía acceso directo, pero de la cual conocía su existencia, el rumor entre sus colegas y la desaparición súbita de Simón, inicialmente ligada a la muerte de mamá, lo hicieron atar cabos y buscar ayuda en alguien que también estuviera rastreándolo. Esa búsqueda había demorado un par de meses, tiempo que tardó en comunicarse conmigo.

Eso no fue todo:

—  No es oficial, ni jamás me fue confirmado, pero teníamos una compañera de trabajo que fue su pareja ― habló dentro de un supuesto.

—  ¿Cuán seguro está?

—  Era un romance a escondidas, pero por ser hombres no somos tontos y sabíamos que el comisario y la Rusa, andaban en algo.

—  ¿La Rusa?

—  Perdón, la Sargento Primero Trinidad Kóvik ― recordé ese nombre. Rastrearla era una posibilidad de llegar a Simón.

—  Ella también desapareció de un día para el otro, sin dar explicaciones. No tenía familia en Buenos Aires, por lo tanto, se nos fue imposible ubicarla para saber si estaba en Rosario con sus padres ― el alma me cayó al piso; parecía avanzar un casillero hasta que otra presunción, me hizo retroceder mil ―. La sospecha es que huyeron juntos y que ambos, en mayor o menor medida, estaban implicados en el asesinato del compañero de ronda de Trini. Perdón, de la Sargento Kóvik.

Todo era muy turbio pero no sorprendente; rodeándose de malas compañías desde su adolescencia, haciendo negocios poco santos ligados al desarme de automóviles mi hermano siempre se las rebuscaba para estar en líos. Aunque estar vinculado a un homicidio no era un simple lío.

—  Usted se imaginará que esto es "top secret", ¿verdad? ― susurró el oficial.

—  Claro que sí y le agradezco la información ― del bolsillo interno de mi saco, extraje mi chequera y coloqué una importante suma de dinero para agradecer el dato que este hombre me entregaba ―. Tome, se está jugando el laburo y su pellejo ― el moreno abrió los ojos muy grandes, más que contento.

—  Gracias, es mucho.

—  Mucho es lo que acaba de hacer usted por mi

—  Y dígame, ¿para qué lo busca a González?

—  Eso también es top secret.

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