Logan
Había llegado a un punto en el que las casas estaban deshabitadas y las calles abandonadas sin remedio, lo cual le había dado bastante paz y tiempo para pensar.
No había muchos niños a los cuales ayudar estando ahí pero creía solemnemente que si seguía caminando encontraría otro pueblo con habitantes y, por lo tanto, mas niños.
Durante ese periodo en el pueblo fantasma se reencontró nuevamente con Oso Polar, pero como siempre ese niño encapuchado llegaba y se llevaba a la fuerza al perro, haciéndolo amanecer cada vez más maltratado. Aparentemente estaba en su territorio.
Ya simplemente no podía soportar ver su reflejo, cada día lucía mas quejumbroso y similar a un muerto viviente. No le gustaba para nada.
No llevaba ni una semana en el pueblo cuando la neblina (la de verdad) comenzó a apoderarse rápidamente del alrededor mientras sus esperanzas de encontrar un pueblo vecino se perdían tal y como su figura en la densa lejanía.
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La gran ciudad era sin dudas un lugar agotador.
Sus padres trabajaban todo el día, aunque tampoco era que le importara mucho, así que debía ir y venir a la preparatoria sola porque ya estaba grandecita. Eso lo entendía bien pero no tenía muchas ganas de hacerlo después de cuando la persiguió una camioneta negra sospechosa, ese día lloró como un bebé, y por eso ahora iba y venía acompañada de su par de amigos ingleses Adolf y Agnés.
Evidentemente sus padres no estaban enterados de la camioneta negra que la estuvo siguiendo por mas de dos horas desde que abordó el transporte público hasta la media hora que le llevaba llegar a su instituto a pie después de eso, recordaba bien que se salvó por un pelo de ese tipejo gracias a un perro que le empezó a ladrar al tipo cuando salió del vehículo y que le mordió la pierna hasta hacerlo gritar cual paracaidista primerizo.
Denunció al sujeto con ayuda de unas cuantas palabras alentadoras de sus amigos extranjeros y algunas páginas útiles de Internet pero no cabía duda de que de no ser por ese bendito perro tuerto y de pata coja probablemente estaría saliendo del país en pedacitos o algo peor (si es que lo había) así que le pidió a sus amigos acompañarla a las vías donde se lo había hallado para darle algo de comer.
Adolf y Agnés Richard habían tomado un poco del pollo con patatas que habían comido anoche para alimentar al salvador de Logan MacRury mientras que la chica prefirió guardar la hamburguesa que se había comprado en la cafetería escolar para agradecerle al perro.
El trío de estudiantes ya estaba en las vías donde el atacante había bajado de su camioneta y la de cabello más oscuro (todos estaban bien pinche güeros) llamó al perro con potentes silbidos, haciendo eco con las callejuelas abandonadas de la ciudad.
- Perrito, perrito, perrito -trató de llamar el rubio ante la insistencia de su escocesa amiga.
- ¡Firulaaais! -gritó la otra rubia depositando su mochila en una esquina de la callejuela, Logan se cruzó de brazos desesperada.
- Deberíamos dejarle la comida aquí, está empezando a hacer más frío -advirtió Adolf después de un rato razonable, su familia era hiper sensible al frío y se notaba a leguas como Agnés empezaba a temblar.
- No... se lo comerán otros perros -explicó la de cabellos ocre preocupada.
- Bueno, entonces vengamos mañana -insistió el chico expulsando vapor inconscientemente, de verdad era una tarde muy helada.
- Está bien... -suspiró derrotada y guardó la hamburguesa en su lonchera mientras Agnés mordía con entusiasmo su pierna de pollo.
- Lo encontraremos mañana -prometió el de mejillas rojizas recogiendo la mochila de su vaga hermana, Agnés era tan distraída.
- Si -murmuró sonriendo pequeñito mientras acompañaba a los mellizos a la parada de autobús, o eso hasta que un tren lunático y veloz rosó la nuca de Logan antes de tronarle los tímpanos con su potente silbato.
CHU CHUUU sonó como el aullido del viento más infernal mientras arrojaba lejos su aliada la gorra al otro lado de sus vías, Agnés corrió hacia la de ojos oliva cuando la oyó gritando horrorizada y completamente sorda, solo con un pitido constante reventándole las orejas y la lejana voz de la razón que era de Adolf.
- ¡No puedo oír nada! NO PUEDO OÍR -lloró con todas sus fuerzas a penas procesando el aire en sus pulmones.
- Por favor Logan, respira mas lento ¿si? Solo vas a alterarte aun más -intentó señalizarle que tomara pausas en su respiración y luego la otra rubia clara le regaló un fuerte abrazo.
Ahí permanecieron un buen rato hasta que los ojos empañados de la de ojos oliva divisaron a un perro de infinito pelaje blanco (y sucio) mordiendo su gorra casi con una sonrisa. Se veía tan adorable.
Logan dejó ir toda su ansiedad en un suspiro y le sonrió al enorme perro mientras tomaba la gorra, Agnés se separó del abrazo para ver al perro y Adolf sacó la lonchera de la primera para entregarle la hamburguesa, la cual recibió dichoso y devoró en un segundo ¿que si cómo reconocía al perro? Ja, Logan se los estuvo describiendo a lujo detalle todo el día, ese perro era inconfundible.
La de piel más morena (nuevamente, todos están bien güeros) divisó de entre alguna esquina del callejón como salían pequeños granos de alpiste y una muy bonita paloma blanca comía gustosa, trató de ver quien lanzaba las semillas pero no vio nada.
Pronto la paloma paró de comer y se adentró al callejón, y por algún extraño motivo el perro la siguió, sin intenciones de comérsela esperaba.
Se levantó de inmediato y se asomó ahí, quedando pasmada al instante ante el pelirrojo de imponentes alas rosadas mimando el pico de la paloma que reposaba en su hombro, pero que al fijar su vista un segundo hacia el perro se esfumó junto con la paloma que ahora picoteaba la cabeza de este, tan sucio como el desconocido de espaldas que ahora había desaparecido.
En verdad Maxwell se hallaba tan sorprendido como ella: ese tren no la había arrollado. Si a él que estuvo caminando por una esquina de las vías le molió todo el cráneo a ella como mínimo debió haberle volado la cabeza, pero simplemente la dejó medio sorda y con un susto de ultratumba.
Aparentemente Oso Polar era una criatura mística que durante las noches lucía impecable y empoderada y en el día revelaba cuan maltratado estaba por su antiguo dueño; le había sido útil durante las noches cuando con el poco calor corporal que aún poseía lo hacía sentir menos miserable y cuando atravesaron los límites del niño de capucha negra al cual le atribuía alguna conexión con la muerte misma el pobrecito no quiso seguir con él y le hizo compañía, lo cual no le molestaba siempre y cuando no perdiera la compostura.
Respecto al ave, Sneachd (nieve en su idioma natal) se había convertido en sus ojos casi de inmediato y le atribuía su nombre al blanco tan puro de sus plumas, después de todo era una paloma, y además, quedaba bien con Oso Polar y el incontrolable frío que se apoderaba de su cuerpo.
En cuanto a él, ya ni siquiera recordaba su nombre ¿cómo era que se llamaba? ¿Axel? ¿Peter..? Cada sugerencia parecía aún más lejana, y sin embargo lo veía como algo totalmente normal, solo bastaba con sacar su cuaderno y ver la plana de tres hojas con su nombre completo. Si, había hecho de todo para detener aquella irracional amnesia pero todo había resultado en vano, lo único que almacenaba su mente era cómo murió en las vías del tren y todo lo que le seguía.
Pero en fin, si esa niña había tenido un enfrentamiento con ese tren y sobrevivido necesitaba averiguar si se trataba de una casualidad o había una conexión entre ella y las vías.
Necesitaba seguir de cerca a la niña.
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