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El final de la vía.

- Maxwell ¿en serio estás 100% seguro de que eso pasó? -cuestionó por segunda vez el pequeño hombre sin barba.

- Por supuesto que sí ¿que no me cree? -preguntó el pelirrojo escarlata desesperado, llevaba horas siendo interrogado por el buen Otto respecto a aquel niño evaporado en el aire.

- No, no es eso, es sólo que... las almas no se evaporan por la nada, es más, ni siquiera se evaporan, nunca ha ocurrido algo similar.

- Pues ya estoy muerto así que no puede decir que ando mal del cerebro.

- No, no, Maxwell, no digo que estés mal del cerebro, es sólo que... tal vez el sol estropeó tu visión o-

- ¡Yo sé lo que vi! -recriminó el pelirrojo escarlata imitando el color de su cabello con sus mejillas.

- Y te creo que lo viste, pero es que simplemente... es demasiado irreal.

- ¡Todo esto en sí es irreal para mi, así que esas excusas ni las ponga porque me es muy difícil hasta la fecha procesar todo lo que está pasando!

El pequeño hombre se mantuvo en silencio mientras el otro intentaba tranquilizarse. Finalmente Otto habló:

- Si hay una forma de que un alma se evapore, Max, pero si lo que viste fue real y ese niño sigue ahí afuera no quiero que lo traigas aquí.

- ¿Qué? ¿no tendrá su propio juzgado?

- No, ese niño no fue aprobado desde su nacimiento, el peor pecado que ha podido cometer.

- ¿Lo están juzgando sólo por nacer? -preguntó ofendido y atónito.

- Él fue producto de... malas fuentes.

- Sus padres no parecían malas personas.

- Oh, son peores de lo que crees, muchacho -el hombre de repente cambió su expresión en tiempo récord-. De acuerdo, Maxwell, ya puedes irte.

- Pero-

- Vete ahora antes de que te arranque las plumas -y sin espacio a más el pelirrojo escarlata se dio a la fuga en un santiamén.

Benjamin no quería ir con él porque sabía que lo iban a llevar al infierno directamente, o algo peor (si es que había) pero ¿por qué?

Tal vez sus padres alababan a otras deidades (había oído que eso ponía a Dios celoso) pero eso no determinaba si eran buenas o malas personas ¿qué culpa tenían? Y además, aunque ese fuera el caso, se suponía que el juzgado se aseguraba de perdonarlo con las acciones buenas que había hecho, y Benjamin parecía un niño muy bueno, educado e inocente con suficiente bondad como para salir victorioso de su juzgado, ¡pero ni a juzgado le estaban dando derecho!

Al llegar a tierra se topó con una densa niebla que reconocía perfectamente: su visión se nublaba horrible haciéndolo ver niebla porque brillaba por lo que quedaba totalmente ciego mientras todos lo veían como un faro andante.

Empezaba a odiar la noche gracias a sus nuevas cualidades: quedaba completamente ciego, solo, perdido y helado... el frío de algún modo atravesaba su grueso abrigo y le calaba hasta el alma, haciéndolo sentir como no podía moverse del frío, sus dientes castañeaban horrible y su boca muda rogaba ayuda en vano, en un silencioso grito de dolor.

También, a veces sentía como si sus piernas (como hechas de escarcha) se rompían y caía al suelo como un niño tronco, como un famélico sin fuerzas, como una marioneta sin cuerdas, como una hoja marchita.

Y ahí estaba, vulnerable completamente al frío pese a todos los abrigos en los que se resguardaba, con las piernas temblándole como las de un cervatillo, totalmente a merced de sus otros cuatro sentidos, paralizado por el gélido viento, en medio de una neblina que tal vez ni siquiera exista.

En momentos como esos intentaba sentarse en el suelo, tranquilizarse, y hacer ejercicios de respiración hasta que llegaba el amanecer, y así lo hizo: cerró sus ojos, suspiró, se sentó lentamente en el pavimento y se mantuvo inmóvil hasta que los primeros rayos de la mañana rozaron su rostro.

Separó sus párpados soñoliento, talló sus ojos con sus puños, se puso en pie con las piernas hormigueándole y relajó los hombros y sonrió para sí mismo, orgulloso de haber sobrevivido a otra noche más, a ese paso se iba a volver loco.

Retornó su camino por las eternas vías del tren fantasma ya valiéndole la vida mientras arrastraba los pies.

No podía definir si estaba cansado o no, tal vez era la rutina, pero sentía como si acabara de despertar, y quizás fuera así.

El pelirrojo escarlata peinaba distraídamente su cabello utilizando sus delgados dedos ante el vidrio de una jugueteria. El muchacho ya terminaba de acomodar su cabello cuando notó que unos adolescentes lo estaban viendo atónitos justo atrás de él, y además, sus rostros le eran bastante familiares...

Oh no.

Se alejó rápidamente de su reflejo y se cubrió con la capucha pese a que estaba consiente de lo innecesario que eso era, pero sus primos y tía acababan de ver su reflejo sin dueño aparente con un par gigante de alas incrustado en la espalda acomodándose el cabello como si nada.

Ya no vivía con su madre hacia un tiempo pero debía ser obvio que si no estaba en casa, su teléfono apagado, todas sus pertenencias intactas y su cuerpo molido en las vías del tren algo estaba mal ¿verdad?

En fin, pronto saldría de Saint Andrews y todavía tenía muchas dudas ¿qué había de Benjamin? ¿y su madre? ¿lo extrañaría Cinthia? ¿Evangeline II estaría comiendo bien con su revoltosa compañera de habitación? No quería irse, no quería dejar todo atrás, no quería...

¿Qué!

Se detuvo en seco y vio atónito el final de las vías. No era una cabina, una estación ni mucho menos algún tren, simplemente quien hizo las vías le dio flojera continuarlas y lo dejó hasta ahí, de la nada. Y entonces surgía una nueva duda ¿de dónde venía el tren? No había destino donde se detuviera, surgía a las horas más inoportunas, no hacía ruido, tal vez ni siquiera lo veían venir hasta que ya era demasiado tarde y lo peor, ¡nadie lo consideraba una amenaza!

Pero, ¿cómo podía advertir a la gente de un peligro tan irreal? Era tan sólo un ángel con propósito ya impuesto ¿qué podía hacer..?

Vio sus alas aburrido y finalmente se dio un sopapo emocionado ¡era un ángel, por supuesto! ¡Podía decir que Dios lo había enviado para prevenirlos con dos gigantescas alas como respaldo! Salvaría tantas vidas... bueno, ni tantas, en 3 días sólo habían muerto dos personas que eran él y Benjamin ¡pero salvaría vidas!

¿El problema? Aparentemente nadie podía oírlo, solo ver su reflejo y sombra, y tal vez sus gritos en la noche, pero no era suficiente, necesitaba un ejército, un equipo, aliados, personas vivas que lo respaldaran... 

Y no, no tenía ni idea de donde sacarlas.

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