v e i n t i d ó s
Namjoon se giró algo sobresaltado al notar algo sobre su hombro. Al ver que se trataba de una mano familiar y para nada cálida, se destensó. Respondió a la sonrisa de Charlotte curvando ligeramente los labios.
—¿Has visto a Agust? —preguntó el alquimista, acompasando su paso al de Charlie e hincando las manos en los bolsillos de su chaqueta marrón. —Lleva días sin aparecer.
Charlotte agitó su melena rubia. —No. —a pesar de haber dicho tan solo un monosílabo, Namjoon notó preocupación en su voz. —No ha pasado por casa y tampoco ha contestado a mis llamadas. ¿Estará bien...?
El vampiro, desde aquella noche en la que tuvieron la lúcida idea de transmutar al señor Davis en una masa de piel y vísceras, había desaparecido. Se marchó, en teoría, para buscar nuevas víctimas, y tanto Namjoon como Charlotte supusieron -mal- que no tardaría demasiado en encontrarlas. Sin embargo, los días pasaron y Agust no dio señales de vida. Tanto Charlie como el alquimista intentaron contactar con él por teléfono. No tuvieron éxito, así que no pudieron evitar sentirse algo preocupados. A Namjoon, que ya había comprobado lo difícil que era matar a Agust, le preocupaba más el hecho de que pudiera estar retenido en algún lugar más que bajo tierra. Sabía que el vampiro era discreto, pero quizá no lo era tanto como debería. A lo mejor, en algún despiste, la policía le había pillado con las manos en la masa. A Charlotte, sin embargo, le preocupaba más que Agust estuviera huyendo de ellos, dejándolos solos ante el peligro. Ya eran un equipo; Charlie se sentía incompleta si el pálido rubio no estaba cerca.
—Seguro que lo está. —terminó diciendo Namjoon, asintiendo levemente. Decidió cambiar de tema. —¿Qué tal llevas el trabajo de álgebra? ¿Necesitas ayuda?
Charlotte le dedicó una sonrisa. —Pues, ya que me la ofreces, sí. —admitió, asiendo las correas de su mochila. —Podemos ir a la biblioteca...
Tanto Charlie como el alquimista frenaron su paso paulatinamente. A lo lejos, una hilera de cientos de personas se extendía a lo largo de la fachada del instituto. A sus puertas, dos hombres vestidos con un uniforme negro, seguramente parte de algún cuerpo de seguridad, registraban las mochilas de los alumnos. Charlotte se giró hacia Nam. Intercambiaron una mirada llena de interrogantes y algo de nerviosismo.
—Debe ser por el tiroteo. —concluyó Namjoon. —Pero, ¿hacer todo esto sin avisar...?
La joven rubia echó un vistazo a la escena, con sus redondos y grandes ojos azules fijándose en cada detalle. Todo el mundo parecía estar sorprendido por el repentino control. —Bueno, tranquilo. —dijo, colocando su fría mano en el brazo de Namjoon con intención de calmarle... fallidamente. —¿Pasa algo?
—La Glock. —murmuró Namjoon, entre dientes. Se giró para dar la espalda a las dos chicas que tenían delante y encarar así solo a Charlotte. —Hay un detector de metales. Si paso por el arco, sabrán que la llevo encima. —susurró.
Poco a poco, el semblante tranquilo de Charlotte cambió: frunció el ceño, apretó los labios y tensó la musculatura de su rostro. Agarró con firmeza los brazos del alquimista, tal y como él había hecho alguna vez. —Vale. —inspiró profundamente y volvió a mirar a sus alrededores: una cola se formaba tras ellos. —¿Qué hacemos?
Al parecer, Charlotte no era muy buena calmando a la gente. Namjoon quiso esbozar una sonrisilla al ver cómo los ojos de la joven rubia chispeaban con preocupación, pero los nervios no dejaron que sus comisuras se curvaran. Alzó levemente la vista, aprovechando que Charlotte era de estatura menor, y también vio como algunos alumnos empezaban a esperar detrás de ellos. Si se marchaba a casa, la gente sospecharía. Si se quedaba, estaba perdido igualmente. Valiéndose de todas las veces que había visto a Agust actuar como si no ocurriera nada, Namjoon fingió que faltaba algo en su mochila, agachándose para abrirla en el suelo.
—¡Me he dejado los deberes de física en el coche! —exclamó, lo suficientemente alto como para que las personas que estaban cerca se enteraran. Miró a Charlotte con seriedad.
Charlotte le devolvió una mirada interrogante. —¡Ah...! —asintió al darse cuenta de que Namjoon había mentido e hizo un gesto con la mano para que se marchara. Se cruzó de brazos. —¡Ve rápido!
Con algo de impaciencia, Charlotte se quedó esperando en la fila. Namjoon, dando largas zancadas y esquivando a algunos compañeros de curso, se alejó y se encaminó hacia el aparcamiento, donde descansaba la vieja camioneta familiar. Sacó las llaves del automóvil del bolsillo derecho de su pantalón beige y, después de asegurarse de que no había nadie cerca, se subió y se sentó en el lado del copiloto. Suspicaz, sin dejar de observar de reojo a los alumnos rezagados que cruzaban el parking a paso rápido, abrió la guantera. Guardó su Glock lo mejor que pudo, tapándola con los papeles del seguro y un manual de instrucciones de un botiquín que ni siquiera tenía en la camioneta. Cerró el pequeño cajón, se bajó de la camioneta y se aseguró de que estaba bien bloqueada. Suspiró, echándose la mochila de vuelta al hombro.
Charlie había avanzado en la cola cuando Namjoon llegó a su lado. Fingiendo que todo iba como la seda, el alquimista y la joven charlaron sobre la clase de álgebra, y, paso a paso, llegaron hasta la zona donde se situaba el detector de metales. Sentado frente a la pantalla de un ordenador, un vigilante -seguramente contratado por el propio instituto- se aseguraba de que todo lo que pasaba por el escáner instalado justo al lado del arco detector de metales era seguro. Namjoon dejó su mochila y su teléfono en la bandeja, algo nervioso, y se colocó bajo el arco. Una luz verde le permitió el paso. Con una leve sonrisa, tomó su mochila y esperó a que Charlotte hiciera el mismo procedimiento.
La directora del centro en funciones, la señora Haggers, profesora de literatura, vigilaba que todos los alumnos pasaran por el control junto a una mujer de tez morena que a Namjoon le resultó familiar: era la agente Smith, aquella policía que los había interrogado el día del tiroteo. ¿Qué hacía allí? ¿Supervisaba las nuevas medidas de seguridad...?
La mujer, con su larguísimo pelo negro recogido en una coleta, reparó en Namjoon y Charlotte. Seria, pero no con aire agresivo, se acercó a los dos.
—Hola, chicos. ¿Qué tal estáis?
—Bien. —respondieron casi al unísono. Charlotte pensó en lo mucho que echaba de menos a Agust; su rápido ingenio no les habría venido nada mal en aquella incómoda situación.
—Me alegro. ¿Solicitasteis la ayuda...?
La propia directora del instituto Waters se acercó a Smith. Parecía algo alterada. —Agente, —le dijo, señalando hacia el final del pasillo, donde se encontraba una puerta doble pintada de rojo —los alumnos tienen que ir pasando hacia el gimnasio.
—Ah, perdón. —la policía alzó las manos en señal de paz y se retiró un par de pasos hacia atrás, dejando vía libre para Namjoon y Charlotte. —Lo siento, chicos. Estos días estaremos por aquí. Si necesitáis algo, no dudéis en contactar conmigo o alguno de mis compañeros.
A los dos amigos no les quedó otra que asentir de la manera más tímida posible.
*****
Nada de ir al baño sin un permiso especial, nada de llegar tarde y nada de estar merodeando por las instalaciones. El instituto Waters se había convertido en una especie de búnker, en un lugar blindado por el que solo paseaban por los pasillos los vigilantes de seguridad que comprobaban que todo estuviera como debía estar: tranquilo. Evidentemente, las nuevas medidas de seguridad impedían a Namjoon, Charlotte y el desaparecido Agust llevar a cabo su trabajo, si es que podían llamarlo así. Iban a tener que buscar otro modus operandi; nada de quedarse entre horas en los abandonados y sucios baños del ala este o de esconderse bajo las gradas del campo de futbol. Además, la hora del almuerzo se había convertido en algo inédito: lejos de reinar el caos y los chillidos, reinaba el silencio, casi con tiranía. Cuando alguien alzaba la voz, se llevaba unas cuantas miradas reprendientes de parte de algunos alumnos. Sin duda, el aire en el instituto había cambiado.
La excusa fue, cómo no, el tiroteo iniciado por el hijo del anterior director. Sin embargo, las medidas habían tardado días en llegar, algo que a Namjoon le pareció algo extraño. Sentándose al lado de Charlotte, algo lejos de los grupos que ya habían tomado asiento en la cafetería, suspiró.
—Todo esto es muy raro. —confesó. —Más que medidas preventivas, parecen restrictivas.
Charlie, jugueteando con el puré de patata que les habían servido, asintió. —Sí. No tiene nada de sentido.
El sonido metálico de la bandeja de acero golpeando la mesa redonda donde se habían sentado sobresaltó a Nam y Charlie, que se giraron para ver quién había dejado caer su bandeja. Los ojos de la joven rubia se llenaron de alivio; los de Namjoon, de ira.
—¿¡Dónde cojones estabas!? —le riñó el de gafas, apuntándole con el dedo.
—¡Menos mal que estás bien! —exclamó Charlotte.
Agust, con un gruñido y vestido, como siempre, de negro, se sentó enfrente de sus dos compañeros. Cogió aire, inspirando profundamente, se inclinó hacia delante y soltó: —Estamos jodidos.
El alquimista rodó los ojos. —Bien, gracias por tu aportación. No nos habíamos dado cuenta. —el sarcasmo de Agust iba haciendo mella en él poco a poco.
—¿Sabéis por qué está la policía aquí? —aunque susurraba, el tono de agust era agresivo, casi como si quisiera gritar pero sus cuerdas vocales se lo impidieran. —No están por Waters; él ya está detenido.
—Tienes razón... el tiroteo está resuelto... —murmuró Charlotte, entendiendo por dónde iban, nunca mejor dicho, los tiros.
—Están aquí porque sospechan que hubo alguien más. —el vampiro miró hacia los lados, asegurándose de que nadie los escuchaba. — Y nosotros somos su blanco. Siempre estamos juntos, no nos relacionamos con nadie y aparecimos de la nada justo cuando Waters intentaba escapar. ¿Creéis que no tenemos todos los puntos para ser los sospechosos?
Silencio. Una larga pausa en la que los tres intercambiaron miradas, en la que Agust enarcó las cejas como diciendo ''¿veis? Tengo razón''. Namjoon suspiró, mirando hacia el techo, y acto seguido se pasó una mano por la frente.
—Vale, ¿y qué hacemos entonces?
Agust, que se había convertido en el asesor del grupo más que en el cabecilla, se encogió de hombros. —Ser normales.
—¿A qué narices- ¿A qué te refieres?—se corrigió Nam, notando la mirada de Charlie pegada en él.
—Charlotte no da mucho la nota, pero nosotros sí. Somos los únicos asiáticos de este sitio. No hay ni siquiera un indio. —Agust hizo un gesto con la cabeza para señalar al resto de alumnos. —No estamos registrados en ningún club, ni en ninguna actividad extraescolar, no vamos a fiestas, no tenemos amigos... Simplemente estamos aquí.
—Hay gente que tiene solo un par de amigos, ¿no? —intentó defenderse Namjoon.
—Sí, y no hay que avergonzarse de ello. Mejor calidad que cantidad. —añadió Charlotte, haciendo que Agust se llevara ambas manos a la cara.
—¡Ese no es el punto!
Namjoon soltó una risilla al ver a Agust al borde de la histeria. Empezaba a gustarle eso de sacar de quicio al vampiro. —Lo sé, lo sé. ¿Hay algo que nos sugieras...?
—Empezad a buscar nuevos amigos. Uníos a un club. ¡Yo que sé! Haced lo que sea que os aleje de la poli. —concluyó Agust, agarrando con rabia la cuchara que tenía en la bandeja y llevándose a la boca un buen trozo del estofado que formaba parte del menú diario. —¡Joder, está asqueroso!
El alquimista agitó la cabeza con una risilla y Charlotte, aún preocupada, estiró su brazo para poder tocar el de Agust. —¿Dónde has estado estos días?
El chico rubio evitó la mirada inquisidora de Charlie, que intentaba buscar respuestas en los ojos negros de Agust, y agachó la cabeza. —Os lo contaré mañana, en la casa de Nam.
—¿Estás bien? —insistió Charlotte.
Agust no tenía señas de haber estado peleándose, ni de estar mal surtido de sangre. Parecía el de siempre, igual de pálido e irónico. —Si ese idiota no me hubiera pegado tres tiros-
—Qué rencoroso. —dijo entre dientes el aludido. Namjoon también comenzó a almorzar. —Ya vemos que estás bien, Cullen.
—Yi vimis qui istis biin... Gilipollas.
—¡Chicos! No os comportéis como niños de preescolar. ¡Me van a salir canas!
—Perdón. —se disculpó el de gafas.
—Ah, a ella sí le pides perdón, pero a mí, que casi me matas, ¿no?
Vampiro y alquimista discutieron animadamente con Charlotte devorando el puré de patata, el estofado y la compota de manzana de las tres bandejas, sin que los otros dos apenas se dieran cuenta. Resignada, resopló y carraspeó para llamar su atención.
—¿Habéis terminado? —Charlie miró a los dos con sus grandes ojos azules. Al ver que ya guardaban silencio, sonrió y se echó su mochila al hombro. —Voy a estudiar a la biblioteca, ¿vosotros qué vais a hacer?
Charlotte estaba dispuesta a hacer lo que Agust les había dicho: ser normal. Le hacía cierta ilusión; nunca se había comportado como una chica de su aparente edad, siempre volvía a casa después de las clases y no solía hablar con nadie. Con la observación como base, Charlie había aprendido que muchas de sus compañeras iban a estudiar antes de que se reanudara el horario lectivo, así que ella decidió hacer lo mismo. Namjoon cruzó una mirada con Agust antes de dirigirse a Charlie.
—¿Irás a clase de álgebra...?
—¡Claro! Nos vemos allí.
Sin decir nada más, sonriente, Charlotte se marchó por la puerta principal de la cafetería, mezclándose con un grupo de estudiantes de segundos año que estaban preparándose el examen de acceso a la universidad. Dejó a los dos chicos solos.
—Qué decidida. —comentó Agust, utilizando sus manos como apoyo para su cuello, llevándolas tras la nuca. —Y tú, ¿qué vas a hacer?
Teniendo en cuenta que la vida de Namjoon nunca había sido normal desde que descubrió la alquimia, poco podía hacer. Apretó sus labios en una mueca. —Ni idea.
—Únete al club de robótica, o algo así. Te pega.
—¿Tú qué harás?
—Ser el único que piensa en este grupo, eso seguro. ¿Para despistar? Unirme al equipo de baloncesto.
Namjoon alzó una ceja, escéptico. —Si te admiten, creo que yo podré ser el presidente de este asqueroso país. Suerte.
*****
De camino a la salida del instituto, Namjoon pasó por el gimnasio: las puertas estaban abiertas de par en par y pudo ver el interior, con ese suelo de parqué claro de lo más brillante y asientos pintados de rojo en las gradas. El club de baloncesto del instituto Waters peloteaba dentro, entrenando para uno de sus próximos partidos, y entre tantos jugadores de más de metro ochenta, Namjoon descubrió una delgada y pequeña figura que solo destacaba por sus largos pantalones negros. Era Agust. En un par de horas, y sin que Namjoon supiera cómo, Agust había conseguido un puesto en el equipo de básquet. El alquimista agitó la cabeza. Agust no tenía pinta de ser bueno al baloncesto pero, como era evidente, las apariencias engañaban.
El aire frío hizo que Namjoon guardara con rapidez las manos en sus bolsillos. La tarde había caído y muchas plazas del aparcamiento estaban ya libres. Solo, sin que nadie le siguiera, Namjoon se encaminó hacia su camioneta. Se sentó al volante y comprobó que la pistola seguía ahí, tras los papeles de la guantera. Suspiró con alivio y arrancó, pisando el acelerador.
El camino a casa fue tranquilo, y hasta pudo cantar a viva voz las canciones country que sonaron en la radio. Sin embargo, al llegar a la zona residencial donde se encontraba el hogar de los Kim, vio varios coches patrulla enfilar la carretera que iba hacia el bosque. Primero, Namjoon se sintió extrañado. Luego, empezó a preocuparse. Recordó al guardabosques. Aún no habían denunciado su desaparición.
Intentando mantener la calma, aparcó en el lateral de su pequeña casa, guardó su Glock en la mochila, con rapidez, y se bajó del automóvil de un salto. Con las llaves de la casa y el teléfono en otra, marcó el número de Agust, esperando que el vampiro le contestara.
—Vamos, venga, joder. —masculló, escuchando los pitidos que indicaban que la llamada ya se había establecido y siendo incapaz de introducir la llave en la cerradura. Le empezaba a temblar el pulso.
—¿Qué quieres?
—¡Agust! —exclamó al oír la voz ronca del vampiro. —He visto varios coches de policía ir hacia el bosque...
Escuchó un largo y tendido suspiro. —Era cuestión de tiempo. —dijo, mitad resignado, mitad inquieto. —El otro día estuve cerca de comisaría. —anunció, hablando en bajo. —Descubrí que ya están investigando la desaparición del guardabosques. Es lo que iba a contaros mañana. Las cosas se están complicando, alquimista. —soltó una risilla amarga. —Seguro que, si Charlotte estuviera aquí, diría algo como ''¡no os preocupéis!'' —imitó su voz, o al menos lo intentó — ''¡Todo va a ir bien!''
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es octubreeeeee ha llegado la SPoOkY sEaSon y con ella actualizaciones de a+ type hasta que los estudios me consuman un besito
(btw, por si queréis ver la playlist que escucho mientras escribo esto, os dejo el link en un comentario lol)
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