v e i n t i c i n c o
Los días pasaban lentos y pesados, como una vieja locomotora que avanzaba hacia un destino que estaba demasiado lejos. La calma comenzaba a sacar de quicio a Namjoon, que empezaba a creer que el raro era él. Charlotte parecía cómoda con su nueva rutina, y la muerte del guardabosques no le atormentaba tanto como era de esperar. Agust, al igual que la chica, estaba tranquilo. Para él, lo único que cambiaba era su alrededor, y lo hacía a un ritmo tan, tan lento, que apenas se daba cuenta del paso del tiempo.
Esa desconcertante calma era parte del plan del vampiro de no levantar más sospechas. Dos muertes consecutivas en un corto periodo de tiempo en la misma ciudad eran algo extrañas. Agust pretendía que todo volviera a ser inquietantemente tranquilo, tal y como lo era antes. Al fin y al cabo, aquel lugar era pequeño y pasaba desapercibido -ni siquiera salía en las noticias estatales-. Era como si los tres hubieran elegido el peor sitio de toda una lista de ciudades con muchísima diversidad. Agust, Namjoon y su hermana eran los únicos asiáticos en muchos kilómetros a la redonda, y Charlotte debía ser la única chica en toda la ciudad que no contaba con una familia estadounidense de ensueño, como las de las películas. Estaba claro que la policía iba a sospechar de los tres raritos... Pero, al parecer, el plan más simple a la par que lógico estaba funcionando. La presencia policial disminuyó notablemente y Agust dejó de sentirse observado.
Tras unos días, Namjoon también cayó en la rutina, y su inquietud dejó paso a un aburrimiento más bien morboso: no sabía qué hacer para entretenerse, pero tampoco tenía ganas de hacer nada. Sentía que debía ponerse en movimiento y que estaba mejor quieto, las dos cosas a la vez.
Despertarse, desayunar, acudir a clase, ayudar a Charlotte con las matemáticas e ir al hospital. Eso era lo que Namjoon hacía cada día, casi sin enterarse. Era en este último lugar donde las manecillas del reloj parecían moverse por fin. El alquimista visitaba a su hermana y, después, Charlotte le arrastraba hacia la sala de paliativos.
El voluntariado era alentador pero destructivo a partes iguales: a Charlotte le animaba ver a todas las mujeres de la planta de geriatría jugar a las cartas, pero le rompía por dentro saber que no les quedaba mucho tiempo, que sus voces iban a apagarse en cuestión de años... o meses. Pero, de todas formas, Charlie se encontraba cómoda allí, sintiendo que realmente ayudaba a aquellas personas haciéndolas sonreír. Después de jugar con las ancianas o de pasear por los pasillos con los pacientes en silla de ruedas, caminaba hasta la habitación 893 y llamaba suavemente a la puerta.
La tenue luz blanquecina de la habitación recibió a Charlotte. Agust, sentado en un butacón de sky, cruzado de piernas, fulminó con la mirada a la chica.
—Oh, ¿interrumpo algo? —preguntó Charlotte, entre sorprendida y un poco avergonzada. Cruzó una mirada con Agust y otra con la joven que estaba tumbada en la cama.
—Estábamos planeando cómo acabar con el presidente del país. Es obvio que has interrumpido algo. —bufó Agust.
La joven de la cama se rio con suavidad. —No le hagas caso... Pasa, pasa.
—¿Qué tal estás hoy, Lucy? —le preguntó Charlie mientras se acercaba a la cama. —¡Te veo mejor!
Lucy y Agust se miraron. La chica no pudo evitar reírse. Las falsas esperanzas de Charlotte no eran más que eso, falsas esperanzas, y le resultaban de lo más irónico. Físicamente, Lucy no estaba mejor que otros días. El deterioro era evidente: su pelo estaba más débil, su piel más seca, su voz más ronca, su mirada más apagada. Era obvio que no estaba mejor, pero aún así, logró sacar fuerzas para responder a la dulce sonrisa de Charlotte.
—Gracias.
—Bueno, entonces, ¿de qué hablabais? ¿Puedo unirme a la conversación?
La joven enferma asintió suavemente, y Charlotte ocupó su ya habitual lugar a los pies de la cama, sentándose al lado de Lucy.
Agust observó detenidamente a las dos chicas. Charlie era sorprendentemente buena iniciando charlas cordiales a la par que triviales, superficiales, de esas que se daban en un ascensor o en la sala de espera del dentista. Además de cercana y dulce, Charlotte era guapa, cosa que la convertía en el gancho perfecto para todo tipo de víctimas: aquel vecino que acosaba a las niñas de primero de secundaria, aquel chico que solo necesitaba un poco de afecto o aquella chica que quería ser amiga de las más populares. Por un momento, Agust pensó que alguna fuerza mayor externa a él había le había hecho toparse con Charlotte. Si todo continuaba así, con Charlotte bajo su mando, el vampiro podría hasta dominar el mundo.
Lucy y Charlie no se conocieron por pura casualidad. Un día, dentro de aquella angustiosa rutina, Agust arrastró a Charlotte hasta la habitación 893 con la excusa de que Lucy ''necesitaba amigas''. La joven rubia se lo tomó al pie de la letra, y tardó menos de dos minutos en entablar conversación con Lucy, rebosante de ilusión al ver que había alguien más que se acercaba a su cama. En realidad, todo era parte del detallado plan de Agust para conseguir una nueva víctima. Si Lucy confiaba en Charlotte, sería más fácil convencerla de que ellos eran las personas idóneas para llevar a cabo su última voluntad: volver a visitar el lago del bosque.
Todo parecía ir sobre ruedas... si no fuera por Namjoon; era el único que no estaba del todo convencido.
Con un suspiro resignado, Agust se levantó de la butaca donde estaba sentado. —Voy a buscar a Nam. —anunció. —Portaos bien...
Las dos chicas asintieron, obedientes, y continuaron hablando mientras Agust abandonaba la sala. Caminó por los oscuros pasillos del hospital, llegando a las infinitas escaleras que comunicaban todo el edificio. Eran silenciosas, oscuras y tenebrosas, con un inexplicable aura que mezclaba lo perturbador de la muerte con lo dulce de la vida y un suave olor a sangre que Agust no era capaz de ignorar. Bajó un par de pisos y volvió a caminar por un pasillo eterno. Agachó la cabeza para evitar saludar a unos celadores y llegó a su destino: la nueva habitación donde se encontraba la hermana de Namjoon.
La escena no era del todo agradable, y mucho menos para un hermano mayor que llevaba meses soñando con el momento en el que su hermanita despertara. Hyejoo ya tenía los ojos abiertos, pero la cánula de la traqueotomía seguía ahí, y a pesar de todos los esfuerzos del equipo médico, continuaba sin responder. Agust se quedó un momento en el marco de la puerta, observando la espalda curvada de Namjoon. Sabía que estaba desesperado... y eso también formaba del plan.
—Hola. —saludó el vampiro.
—¿Vienes a tocarme las narices?—preguntó con algo de amargura el alquimista, sin siquiera girarse.
—Vengo a negociar. —Agust caminó despacio hasta la cama donde se postraba Hyejoo. —¿Qué tal todo, tullidita?
Namjoon se levantó tan rápido que el taburete donde estaba sentado cayó al suelo, y no tardó ni dos segundos en acorralar al vampiro contra la ventana de la habitación, empujándolo con fuerza contra el cristal y agarrando el cuello de su sudadera. Agust apartó la mirada, sonrió con aire ladino y levantó las manos en son de paz.
—Vuelve a decir algo así y juro que te entierro vivo, ¿me oyes? — zarandeó a Agust, haciendo que se golpeara contra el cristal. —Es el primer y último aviso.
Una mirada llena de rabia, tristeza, enfado y desilusión: la mezcla perfecta. Namjoon desprendía calor. Agust notó que tenía la sangre hirviendo. Sin que su sonrisilla se esfumara de su boca, el vampiro pidió al alquimista que dejara de agarrarle. —Vale, mil disculpas. ¿Puedes dejar de ahogarme...?
Namjoon dio un último empujón a Agust -que se arrepentía de haber subestimado la fuerza del primero- y se alejó. Recogió el taburete del suelo y volvió a sentarse en él. —Si tienes que decirme algo importante, es ahora o nunca. Solo pienso oírte una vez.
—Sé en lo que estás pensando, Nam. —bajo la atenta mirada del alquimista, Agust comenzó a caminar por la habitación. — ''Necesito más tiempo para tener esa puta piedra'', ¿no? Estás muy, muy cerca.
—¿Eres tú el experto?
—Mi intuición no suele fallar. —se encogió de hombros, altivo. —Y esta oportunidad va a ser de oro.
Namjoon puso los ojos en blanco y agitó la cabeza. —Te he dicho que no voy a matar a nadie inocente-
—No todo en esta vida es justicia poética. — le interrumpió Agust. Su sonrisa desapareció de golpe y sus cejas se fruncieron levemente, indicando un enfado en aumento. —No hay cosa más injusta que la justicia, químico de mierda. Deja atrás tu sed de venganza y sé altruista por un jodido instante.
—No eres el más indicado para hablar de altruismo, Agust.
Cruzaron una mirada áspera, fría, tajante como un hacha recién afilada. —Si no lo fuera, estaría por ahí mordiendo a cualquiera, viviendo mi mejor vida y no teniendo que estar pendiente de cabos sueltos como tú. —contraatacó el vampiro.
Namjoon pudo distinguir un atisbo de sinceridad en la voz de Agust, pero, aún así, soltó una risa sarcástica y agachó la cabeza. —Sí, ya, por eso estás intentando convencerme de algo que no pienso hacer.
—Si tu hermana te dijera que no aguanta más y que quiere morirse de una puta vez, ¿serías capaz de matarla? Seguro que sí, porque es tu hermanita, tu querida Hyejoo, y harías todo lo que fuera por ella... ¿o me equivoco? —el silencio fue más que suficiente y Agust se lo tomó como respuesta. — Ah, así que no harías nada... ¿No crees que dejar a la pobrecita Hyejoo sufriendo no es bastante egoísta?
—No es lo mismo. Ella es una desconocida.
—¿¡Y qué más da!? —exclamó Agust, claramente molesto. —¡Dejemos que todos los críos de África mueran! ¡Total, no son mi familia!
El alquimista chasqueó la lengua y se levantó de nuevo, dispuesto a echar a Agust de la habitación. En cuanto intentó poner sus manos sobre los hombros del vampiro, este le dio un buen manotazo. Namjoon vio cómo sus colmillos perlados brillaban bajo la luz tenue de la habitación.
—Tranquilo.
—Hay dos cosas que odio en este mundo: las grandes corporaciones y la hipocresía. Y tú, curiosamente, eres un jodido hipócrita. ¡Y de los grandes!
—Cálmate, Agust. Vas a llamar la atención de las enfermeras y Hyejoo-
—¡Hyejoo, Hyejoo, Hyejoo! —repitió Agust con tono burlón —¡Solo importa ella, pero el verdadero egoísta soy yo!
—Agust, por favor...
—¡Solo quiero que esa pobre chica tenga un final digno! —confesó. —¡Solo quiero acabar con el sufrimiento de una sola persona, solo quiero que no muera al ahogarse con su propio vómito!
La sinceridad de Agust hizo que su voz se quebrara, y fue entonces cuando Namjoon reconoció su derrota. —No sabía que... ese era el motivo.
—No todos aquí queremos vengarnos y hacer una limpieza de criminales, ¿sabes? A veces uno se conforma con ver a una sola persona disfrutar de sus últimos minutos. Y, quizá, viendo cómo la jodida Hyejoo se levanta de la cama gracias a un puto milagro que no vas a conseguir si no es gracias a mí. —Agust se tomó la libertad de dar un empujón a Namjoon. —Ponte las pilas. Lucy va a pedir el alta voluntaria la semana que viene. Estudia o haz lo que sea para que lo de la Piedra salga bien, gilipollas.
Y se marchó, cerrando con un portazo y dejando a Namjoon con un sabor de boca más bien amargo.
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capítulo rápido porque tenía ganas de actualizar jijiji
Si os preguntáis qué escucho mientras escribo esto, si buscáis A+ Type en Spotify debería saliros la maravillosa playlist que he creado para este fic lol
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