v e i n t e
Namjoon no pudo evitar preocuparse: el plan estaba saliendo demasiado bien. Agust se había encargado de limpiar las huellas del teléfono del señor Davis y lo lanzó por la ventana de la camioneta cuando viajaban por una autopista a ciento treinta kilómetros por hora; así, en caso de que se emitiera una orden de búsqueda, los policías tendrían dificultades en saber por dónde empezar. Además, Agust no parecía haber dejado ni un solo cabo suelto, y para despistar, pidió a Namjoon que tomara la carretera estatal. El alquimista no supo muy bien si era para que la localización quedara guardada en el teléfono del hombre, o si con la vuelta pretendía hacer que el señor Davis, seguramente ya consciente, pero atado de pies y manos, no pudiera saber a dónde se dirigían. Parecía que Agust había tenido en cuenta todas las variables del juego, pero el alquimista tenía la sensación de que se les escapaba algo.
Después de recorrer casi treinta kilómetros, llegaron a la casa de Namjoon. La calle, desierta, apenas tenía luz suficiente para iluminar las aceras. Para no alarmar a nadie, Namjoon apagó las luces de la camioneta. Conocía de sobra la vieja carretera, sus baches y grietas, así que consiguió conducir hasta el lateral de su humilde casa sin problema. Sin mediar palabra, como durante todo el viaje, Agust se bajó de un salto de la camioneta, sonriente, emocionado por seguir con su plan, y se encargó de abrir la portezuela situada en el suelo del jardín. Llevaba directamente al sótano. Namjoon siempre la había cerrado con candados y nunca la había utilizado -incluso había pensado en tapiarla-, y por eso nunca pensó que aquella trampilla serviría para lanzar a sus víctimas por ella. El vampiro también se encargó de abrir el maletero.
—Si gritas o pides ayuda, cabrón, juro que te arrancaré la piel y verás con tus propios ojos cómo se la comen los cerdos. — susurró. Agarró el cabello claro del señor Davis con fuerza. — ¿Entendido?
El hombre, no muy nervioso, asintió. Agust temió, entonces, que su plan se fuera al garete. El señor Davis tenía más fuerza que ellos, seguro, y su falta de histerismo -natural en situaciones de secuestro- hizo a Agust sospechar: aquel hombre tenía una forma de contraatacar. El vampiro consiguió arrastrarle fuera del maletero y, sin añadir nada más, dejó al hombre frente a la trampilla abierta. No tuvo tiempo para dudar. De un empujón, lanzó al señor Davis al sótano.
—Yo me encargo de Charlie. — murmuró Namjoon, en la semioscuridad. Hizo un gesto para que Agust siguiera vigilando al hombre.
El vampiro asintió y, con cuidado pero agilidad, bajó por la pequeña puerta doble y la cerró desde el sótano. Namjoon suspiró y se dirigió a la parte trasera de la camioneta, donde Charlie descansaba sobre los asientos. Sus gruñidos habían cesado, pero su piel había adquirido cierto tono grisáceo, como aquella vez que perdió la consciencia en el instituto. Namjoon agitó el hombro de la chica con suavidad. No surtió efecto, así que tuvo que hacerlo con más fuerza.
—Charlotte, soy yo. ¿Puedes caminar? — Namjoon se alejó un par de pasos de la camioneta. Algo asustado, acercó su diestra a su espalda, hasta tocar el mango de su pistola. — ¿Charlie?
Agust había ideado varias alternativas en caso de que Charlie enloqueciera, todas y cada una de ellas teniendo en cuenta diferentes situaciones, pero había una de ellas que no le hacía demasiada gracia a Namjoon: matar a Charlotte. Si es que podía. Partían de la premisa de que era una especie de muerta viviente, o una viva muerta, más bien. No sabían si un disparo le afectaría, o si sus mordiscos convertían a la gente en criaturas como ella. Era un misterio y, aunque Namjoon quería saber más sobre Charlie, no le quedó otra que preparar su arma. Toda precaución era poca. Terminó sacando la pistola de su pantalón. Agarró con fuerza las piernas frías de la chica y, sorprendiéndose de lo poco que pesaba, Namjoon se echó el cuerpo de Charlie al hombro. Cerró la puerta de la camioneta empujándola con el talón.
Entre quejidos, consiguió dejar el cuerpo de Charlotte, aparentemente inerte y rígido, en la cocina. Utilizó unas gruesas cadenas para envolver su torso, tal y como le había recomendado Agust, y se acercó a la nevera. Charlotte parecía recuperar la consciencia cuando, después de tener lo que Nam denominó un ''ataque'', comía algo de carne cruda. Alquimista y vampiro lo habían preparado todo, así que sacó un gran solomillo de ternera.
—Charlie, soy yo. — repitió, acuclillándose frente a ella. — ¿Me oyes? Tengo que ir al sótano. Espera aquí.
*****
—Ya era hora. — Agust fulminó con la mirada al alquimista, que se quedó de piedra al ver la escena: el señor Davis tenía varios golpes en la cara, la camisa hecha jirones y varias mordeduras en los brazos y cuello. El vampiro, sentado con aire déspota sobre una silla de madera y con los pies apoyados sobre la mesa de trabajo de Namjoon, tenía la boca y las manos manchadas de sangre.
—¿¡Qué coño has hecho!?
Agust alzó las manos en son de paz. —¡Eh! ¡Tranquilo, campeón! — soltó una carcajada ronca y sarcástica. — Le he dado lo que se merece. Es un violador, manipulador... ¡Un psicópata de libro! Eh, cerdo, ¿me oyes?
El señor Davis pareció reaccionar. Agust le señaló con una sonrisa, como si fuera un juguete nuevo. Namjoon agitó la cabeza y caminó hacia el hombre. Se quedó frente a él.
—Por favor... — el hombre, con un ojo morado, había dejado de pelear y de intentar zafarse del resbaladizo vampiro para pasar a implorar perdón. Solo con oír su voz entrecortada y rota, Namjoon supo que Agust había hecho que el señor Davis pasara por un infierno, aunque seguramente no mucho peor que el que él había creado en su propia casa. — No diré nada... Dejadme ir...
Agust volvió a reírse. —Ahora ya no tienes fuerzas para seguir peleando, ¿eh, gilipollas? Mírate. Das asco.
—Por favor, por favor...—comenzó a sollozar.
—¡Y ahora lloras! Gallina. ¡Antes dijiste que me ibas a matar! — el vampiro continuó provocándole.
El señor Davis cruzó una mirada con Namjoon y se arrastró a sus pies, pensando que sería más bondadoso que el rubio enclenque que le había dado una paliza y mordisqueado brazos y cuello para chuparle la sangre. Si llegara a salir vivo de allí, las heridas de su cuerpo no se curarían en meses, y probablemente se quedarían ahí para siempre. El dolor recorría todo su cuerpo. Ya no podía más. Agachó la cabeza y apoyó la frente en los zapatos de Nam.
—Por favor, por Dios, te lo ruego... No me hagáis más daño... No sé quienes sois... ¡Tengo fami-
Namjoon no era ni mucho menos el policía bueno. No era quien iba a dejar al señor Davis ir. De repente, la rabia llenó sus entrañas. Levantó el pie derecho bruscamente, haciendo que el hombre alzara la cabeza, y aprovechó para pisotearle con fuerza. Golpeó la cara del señor Davis contra el suelo de cemento.
—Una familia a la que has hecho daño. — murmuró entre dientes el alquimista. Se agachó y agarró al señor Davis del pelo, obligándole a que le mirara fijamente a los ojos. — No te arrepientes ni una pizca de lo que has hecho. Y vas a pagar por ello.
—Uuuh, qué miedito... No sabía que podías ser así, gafas. — canturreó Agust, que se acomodó en la silla para ver la escena.
Entre chillidos y ruegos, Namjoon arrastró al hombre hacia el fondo del sótano, donde no había más que una vieja estantería vacía y la luz apenas incidía. Lo dejó tirado en el suelo, en el centro de un enorme e intricado círculo dibujado con tiza. Había estado toda la tarde esbozándolo. Namjoon se colocó cerca del borde exterior de la circunferencia, que tenía también diversas formas geométricas y versos en latín, y, después de suspirar con fuerza, se arrodilló y colocó sus manos sobre la línea blanca.
Agust tuvo que entrecerrar los ojos para protegerse de la brillante luz rojiza que iluminó el sótano. Escuchó unos cuantos gritos guturales, como si el señor Davis estuviera quemándose vivo, y logró ver cómo Namjoon se mantenía, inexpungable, al borde del círculo de transmutación. Quizá pasaron unos escasos segundos, o puede que minutos, pero la espera le resultó interminable. Finalmente, la luz y los gritos cesaron.
—¿Estás bien? — algo jadeoso, Namjoon se giró hacia el vampiro.
—Sí. — asintió, levantándose lentamente de la silla. No podía creer lo que estaba viendo en el centro del círculo. — El que no parece que esté muy bien es ese cerdo...
Era una amalgama de piel y grasa, nada más. Un hombre fornido, alto y en sus cuarenta se había convertido en una especie de masa sin forma, de un color rosáceo y que agonizaba en cada exhalación. Namjoon tropezó al intentar alejarse de aquella... cosa. Cayó a los pies de Agust, que se agachó para quedar a la altura del alquimista.
—¿Q-qué... cojones es eso...?
—Tú sabrás. — respondió tajante Agust. — Pero creo que deberíamos deshacernos de él.
—¿¡Cómo!?
El vampiro se encogió de hombros. —Seguro que la rubia tiene hambre.
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os imagináis que llega Agust al sotano y se encuentra con sangwoo uh oh wrong basement
tengo muchas ideas para este fic pero cuando me siento frente al teclado mi cerebro decide ponerse en stand by y escribo solo dos palabras por día :(:(:(:(:(:(:(:(:(:(:( im sad
aun así espero que os haya gustado!!!
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