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c u a t r o

Charlie correteó hacia el aparcamiento del instituto Waters asiendo con fuerza los tirantes de su mochila. Tuvo que esquivar a algunas personas y acelerar antes de cruzar la carretera para llegar cuanto antes a la altura de Namjoon, el chico que había conocido en la cafetería, o que más bien Agust le había hecho conocer. La chica rubia se acercó a Nam con una sonrisa esperando que él, que caminaba con aire despistado, reparara en ella.

— ¿Te importa que vaya contigo? — le preguntó Charlie al notar que, como el resto de personas del instituto -a excepción del vampiro- la ignoraba.

Nam pareció sorprendido. Con algo de nerviosismo, asintió y empujó la montura de sus gafas con los nudillos. —  No, no. Claro que no.

— ¿Vas hacia tu casa?

— Sí. — respondió Nam. A pesar de que quería seguir con la conversación, no encontró palabras suficientes y acordes. Así que guardó silencio mientras caminaba al lado de la chica rubia que le había hablado en la cafetería ese mismo día. La naturaleza desconfiada de Namjoon no le hacía cree del todo en Charlie. Le parecía extraño que una chica tan guapa y a la vez tan sola -y con un amigo tan rarito- se le acercara de repente, de la nada. Y sin un libro de física o de álgebra para preguntarle unas cuantas dudas antes de que comenzara la clase.

— Yo vivo por aquí cerca. — dijo, dando un par de brinquitos. — Te acompaño.

Realmente, Charlie vivía en dirección contraria y a casi un kilómetro de allí, así que Nam no estaba tan desencaminado. Su misión era saber dónde vivía, si estaba solo y si había alguna vía fácil por la que entrar a la casa. Tras casi una hora de discusión con Agust, Charlie se vio obligada a ''acompañar'' a Nam, el chico de gafas. Agust insistía en que sólo debían seguirlo hasta su casa, y Charlie en que era mejor acercarse a él de una manera menos agresiva y acosadora. En el fondo, ella estaba en contra de matar al chico. ¡Podían ser amigos! Nam era igual que un niño: inocente, con las manos limpias, simpático y sin culpa alguna de que Charlie necesitara alimentarse con carne cruda o de que Agust fuera un vampiro. No tenía por qué morir. Charlie podía alimentarse perfectamente con carne y sangre de animal, y estaba segura de que Agust también. 

— ¿Llevas mucho tiempo en Atlanta?—  a Namjoon no se le ocurrió una forma mejor de iniciar una conversación. — No creo que seas de aquí. Por el acento y... todo eso.

Charlie sonrió. No solía hacerlo mucho porque estaba la mayoría del tiempo sola, pero escuchar la voz de alguien que le preguntara por algo le hacía volverse la chica más risueña del universo. Era una de sus primeras conversaciones con un humano normal y corriente desde hace bastante tiempo. A Namjoon le gustaba que ella sonriera. Parecía que lo hacía de forma genuina, y eso le tranquilizaba.

— Oh, no, llevo aquí unos... ¿siete años? Perdí la cuenta hace tiempo. — rio. — ¿Y tú?

— Me crié aquí. — al ver que Charlie le miraba expectante, como una niña esperando a que un cuenta-cuentos continuara, con los ojos muy abiertos y expectante, prosiguió. — Vine a Estados Unidos cuando tenía tres años, así que apenas me acuerdo de cómo vivía allí.

— La verdad, yo tampoco me acuerdo de cómo era mi vida en Inglaterra. — soltó otra risilla, esta vez algo más amarga. No mentía; apenas recordaba sus años anteriores en Sheffield. Tenía vagos recuerdos de la lluvia, de las tardes oscuras y de las calles desiertas cuando aún eran las cinco de la tarde. — Sólo sé que atardecía muy pronto y que mi hermana siempre, siempre llegaba empapada a casa.

— ¿Tienes una hermana?

Tenía, mejor dicho. — ¡Sí! Se graduó de la universidad hace poco y está trabajando en el museo  de historia natural. ¿Y tú? ¿Tienes hermanos? — preguntó ella con aire despreocupado para que no se notara su afán en saber si Nam vivía solo.

— Una hermana pequeña. 

— ¿Muy pequeña?

Nam sonrió, enternecido. — Sólo tiene diez años. — dijo. No estaba dispuesto a dar más información. Su hermana era demasiado especial para él y sentía que de alguna forma la ponía en peligro cuando hablaba demasiado de ella. Vio por el rabillo del ojo que Charlie también sonreía, pero en cuanto giró la cabeza hacia ella, miró hacia otro lado. 

— Supongo que a veces tendrás que hacerte cargo de ella, ¿no? Es lo que tiene ser el mayor. Mi hermana siempre se quejaba porque yo para ella era una carga. La verdad es que era bastante pesada cuando era niña, pero sigo sin entender por qué decía que era tan insoportable... 

Habían charlado bastante cuando Charlie se dio cuenta de que Namjoon había aminorado la macha. Terminó parándose en seco al lado de una casa de dos plantas con un pequeño porche y un jardín al frente. Había un coche familiar de color negro aparcado cerca. Charlie reparó en una silla de ruedas situada en una esquina del porche. Hizo una ligera mueca. No, definitivamente Namjoon no vivía solo. Él señaló con algo de timidez la fachada. Se quedó un instante parado, observando cómo Charlie jugueteaba con uno de sus mechones rubios. 

— Ah... vivo aquí.

— Es una casa muy bonita. — dijo ella con toda la sinceridad del mundo. Comparada con la suya, algo destartalada, el pequeño chalé de madera azulada donde vivía Namjoon era casi una mansión. — Yo tengo que seguir un poquito más hacia delante, — mintió — ¿te veo mañana en la cafetería?

Nam asintió con una sonrisa. Se despidieron tímidamente con la mano y Charlie continuó hacia delante sin rumbo aparente. La rubia se giró un par de veces para asegurarse de que Namjoon ya no estaba allí y decidió volver hacia atrás. Retomó el camino de vuelta a casa, pero antes se topó con una figura vestida enteramente de negro.

— ¡Ay, casi me matas del susto! — lloriqueó al darse de bruces con Agust, ataviado con su sudadera negra. Llevaba la capucha puesta y bien calada para protegerse del sol. Charlie no encontró explicación alguna a cómo había llegado allí tan rápido y sin hacer ni un solo ruido. Cosas de vampiros, supuso.

Él enarcó las cejas, pensando lo irónico que había sonado aquello. Cogió aire y cambió de tema. — ¿Vive solo?

— Con su hermana pequeña... al menos. — Charlie agitó la cabeza. — No vamos a hacerlo, no vamos a matarlo. — soltó, sonando muy convincente y segura de sí misma. Alzó la vista para clavar sus ojos azules en los de Agust, profundamente negros. — Tiene una hermana pequeña, ¡tiene familia!

Agust recorrió el interior de sus mejillas con la lengua, molesto. — ¿Y sabes acaso si sus padres le quieren? ¿Sabes si les importa una mierda que su hijo desaparezca? Qué más da, a todos los jodidos humanos les llega el momento antes o después. A él le ha llegado antes y punto. — sentenció.

Charlie sostuvo su mirada. Le retó, le miró fijamente hasta que él chasqueó la lengua y alzó los brazos al cielo. Agust sintió su orgullo levemente herido cuando desvió la vista hacia la acera de enfrente. 

— No estoy contigo en esto. 

— ¿Sólo porque el gafitas te cae bien? — bufó. 

— Deberíamos haber seguido mi plan desde el principio.

— Por colarte en hospitales y robar bolsas para transfusiones también vas a la cárcel, ¿lo sabías?

— ¡No es lo mismo que matar a alguien inocente, Agust!

Él, con tal de no sacar las manos de los bolsillos de su sudadera para obligar a Charlie que lo mirara, se inclinó un poco hacia delante para quedar a la altura de la chica. — Seguro que tiene las manos más sucias que nosotros dos juntos, ¿qué te apuestas?

— Estoy segura de que es un buen chico.

— Te espero esta noche en tu casa. A las doce. — dijo el rubio con tono autoritario y serio. — Si vemos que tiene familia y que es tan ''inocente'' como dices, le dejamos en paz. Si vive solo y tiene algún asunto turbio, pienso arrancarle la cabeza. ¿Entendido? 

*****

A las doce menos un minuto de la noche, Charlie se sobresaltó al escuchar un fuerte golpe en las escaleras. Se armó con su bate de béisbol, y con cuidado, abrió la puerta de su habitación, situada inmediatamente a la derecha de las escaleras.Se le escapó un suspiro de alivio -quizá no tanto- al ver que se trataba de Agust. Era la primera vez que le veía sin algo que cubriera su cabeza, como una gorra o la capucha de alguna prenda de ropa. 

— ¿Cómo has entrado?

Movió los dedos de sus manos en un intento de atemorizar a Charlotte. — Poderes vampíricos. — su expresión cambió de una juguetona a una neutra en menos de una milésima de segundo. — Vamos, joder. Iba a decir que les he visto más rápidos en el cementerio, pero no tiene mucha gracia porque tú también estás muerta. 

Charlie rodó los ojos. Se puso una chaqueta ancha, gris, cómoda y no demasiado calentita. Acto seguido salió hacia las escaleras. Agust desapareció, literalmente. La chica tuvo una especie de momento de pánico al no verle por ningún lado, ni siquiera oculto entre las sombras. Bajó las escaleras con tiento, en tensión, esperando a que Agust saliera de cualquier lado para asustarla. Al final, resultó estar esperándola en la calle, cruzado de brazos. Charlie volvió a suspirar. Iba a tener que acostumbrarse a la capacidad que tenía Agust de ir de un lado a otro sin que ella se diera cuenta.

Tal y como habían acordado, Agust y Charlie se dirigieron en silencio hacia la casa unifamiliar de Nam para o bien asesinarlo más tarde o bien para dejarlo vivir. Ella esperaba con todas sus ganas que Namjoon fuera un chico normal, que viviera con una familia feliz y que lo único secreto oscuro que guardara fueran unos cuantos archivos pornográficos en su ordenador. Y Agust, en el fondo, también esperaba que fuera así.

El último humano que asesinó fue en una masacre. Desde entonces, se había propuesto no volver a tocar la piel de un ser humano en lo que quedara de su vida -prácticamente una eternidad-, pero su naturaleza casi animal le hacía traicionar sus principios. No se lo confesó a Charlie. A lo mejor ella resultaba ser una cazadora innata, una mejor asesina que Agust, y quizá no le importaba deshacerse de Namjoon tanto como creía.

Llegaron a la casa de tablas azules en menos tiempo de lo previsto. Las luces estaban apagadas, exceptuando unos pequeños farolillos del porche. Charlie se encaminó con decisión hacia la puerta, pero Agust la detuvo agarrando con fuerza su fría muñeca.

— ¿Pretendes llamar a la puerta y pedir caramelos como si fuera el puto Halloween? — Agust señaló con apatía las ventanas. — Hay que encontrar otra forma de entrar.

— ¿Y si no podemos?

— Obviamente vas a romper los cristales y vas a entrar gritando para formar un escándalo. — masculló, sarcástico. Soltó la muñeca de Charlie. — Quédate por aquí cerca, pero actúa natural, no como si fueras una acosadora. ㅡ irónicamente, era él quien se quedaba horas mirando a la casa de Charlie, acechándola, repasando cada movimiento antes de atacarla y darse cuenta de que se había topado con alguien mucho más extraño que él mismo.

— ¿Dónde vas? — susurró ella con impaciencia. — ¡Hey!

Vio cómo Agust se mezclaba entre las sombras, pasando por un lateral de la casa. Resignada, Charlotte caminó hacia la esquina de la calle y se apoyó en una señal, fingiendo que esperaba a alguien. Bueno, en realidad esperaba a que Agust terminara de hacer su particular ronda de reconocimiento. Miró la hora en su reloj de muñeca. Estuvo esperando diez minutos hasta que de repente, puerta de la casa se abrió con un chirrido.

Agust estaba apoyado en el marco, desafiante. Abrió los brazos. ㅡ Bienvenida a mi nueva morada. Pasen y vean.

Lo único que pudo pensar Charlie es que estaba loco. Caminó sin dejar de mirar hacia los lados. Se sentía observada. Una sensación extraña le acompañaba desde que tuvo el pequeño desencuentro con Agust, y no sabía si era por estar en presencia de un vampiro o por estar rodeada de algo sobrenatural. Se encogió sobre sí misma. Al llegar a la puerta, Agust la cerró con cuidado.

Charlie observó el interior. No podía ver mucho por culpa de la escasa claridad, pero todo parecía limpio cuidado, ordenado... Típico de una casa donde vive una madre feliz pero obsesionada con la limpieza. Al igual que en casa de Charlotte, unas escaleras pegadas a la pared se situaban a su derecha, y al fondo del pasillo había una pequeña sala de estar. Con muchísimo cuidado, en silencio, Charlie se encaminó hacia allí. Había un sofá pars tres personas. Aprovechando la poca luz que entraba del jardín trasero, iluminado con pequeños faroles, echó un vistazo a unos libros que estaban sobre una mesa de café. Eran cuentos para niños. Sí, Namjoon no había mentido. Tenía una hermana y lo más probable es que viviera con él.

Mientras Charlie inspeccionaba la sala de estar, Agust se aseguraba de que el tal Nam no ocultaba carne de cualquier animal oculta en la nevera, o sangre de todo tipo, desde el O hasta el AB. Olfateó el aire. No notaba nada extraño... Al menos hasta que sus receptores captaron un olor metálico mezclado con algo de formol. Agust supuso que habría un sótano en la casa. Sin pensárselo dos veces, se guió por el olor y anduvo hasta una puertecilla algo escondida bajo las escaleras. Antes de entrar, agudizó el oído. No escuchó ningún latido o sonido típico humano, así que abrió la puerta casi de golpe.

ㅡ ¿Agust? ㅡ murmuró Charlie en la sala de estar, con un pequeño álbum que aún no había ojeado entre las manos. Se giró bruscamente en a dirección del sonido.

ㅡ Creo que aquí hay algo interesante. ㅡ al principio sólo bromeaba, pero Agust enarcó las cejas con escepticismo al encender una bombilla que colgaba del techo de aquel sótano.

Escuchó el grito ahogado de asombro que soltó Charlie, en lo alto de las escaleras.

Armas. Sobretodo pistolas de cualquier alcance y algún cuchillo donde Charlie podía ver su reflejo. Muchas armas. Y lo peor de todo, estanterías con criaturas guardadas en botes de formol entre libros antiguos que no tenían muy buen aspecto. Un pequeño escritorio de metal se situaba al final de la sala, dejando en el medio un espacio bastante grande para a saber qué. Charlie terminó de bajar las escaleras despacio, petrificada. Se acerco al escritorio para observar una pistola desmontada, con el cartucho cargado de balas no muy lejos.

ㅡ Pu-puede que no sea de... él. ㅡ susurró.

ㅡ Claro, su padre puede ser un médico del siglo XVI fan de las armas perfectamente. ㅡ Agust pasaba las páginas de uno de los libros antiguos, que sin embargo no estaban cargados de polvo. ㅡ ¿Pero qué clase de filias tiene este tío...?

ㅡ ¿Y-y si es un cazador de vampiros?

ㅡ Si fuera un cazador, tendría todas sus armas de plata, estacas y todas esas mierdas. ㅡ soltó el rubio, desinteresado. ㅡ ¿Ves esas balas? Son normales y corrientes. Además, la gente ni siquiera sabe que realmente existimos. Los cazadores de vampiros son un mito.

ㅡ ¿Y si...? ㅡ si tuviera sangre, a Charlie se le helaría con las criaturas de los botes de cristal. No fue capaz de identificarlas como animales cotidianos, ni siquiera como especies extintas. ㅡ Son híbridos.

ㅡ ¿Qué dices? ㅡ Charlie señaló con algo de miedo los botes. Agust no le prestó importancia. ㅡ No creo que te muerdan. Están más muertos que tú.

Una especie de liebre con dientes afilados y garras, una mezcla de una serpiente y algún insecto con alas... Simplemente terrorífico.

ㅡ Agust, vámonos.

ㅡ ¿Tienes miedo de ese nerd con gafitas que te cae tan bien ahora...? ㅡ le preguntó a Charlie con sorna y aire juguetón. Seguía leyendo el libro. Y cada vez con más atención. ㅡ Esto parece algo relacionado con la química.

Charlie se acercó al vampiro buscando algo de protección. No se pegó a él, pero se quedó lo más cerca que pudo. ㅡ Es muy antiguo. Tú deberías saberlo mejor que yo...

ㅡ Que sea un vampiro no significa que esté vivo desde el siglo XV. ㅡ Agust dirigió una mirada envenenada a Charlie y después escudriñó toda la estancia. Más que un lugar para guardar objetos aterradores parecía un lugar de trabajo. Un laboratorio. Agust intercambió miradas fugaces entre el suelo de ladrillo, manchado con lo que parecía polvo de tiza, y un grabado del libro donde se mostraba cómo dibujar una estrella de cinco puntas con líneas muy precisas. ㅡ Este tío está más cerca de ser Satanás que yo.

ㅡ ¿Será brujo?

ㅡ Eso está pasado de moda. ㅡ Agust volvió a mirar el escritorio de metal. Había varios tubos de ensayos, probetas y vasos.  ㅡ Creo que sólo está experimentando para crear Pokémon.

Al instante, fue capaz de oír cómo se cerraba la puerta. Agust supuso que Charlie también lo había hecho -a juzgar por su cara de trauma-. Con toda la tranquilidad del mundo, dejó el libro que había cogido sobre el escritorio con toda la soberbia del universo y eligió otro. Atónita pero algo histérica, Chalie le apremió para que dejara de leer y saliera de allí con ella. Iban a descubrirlos, pero a Agust le importaba algo menos que una mierda. Él era inmortal, ella también. ¿Qué más daba? Podían apuñalarles infinitas veces y seguirían con vida. O eso quería creer Agust, que se quedó firme esperando a su nueva víctima.

Escuchó los pasos lentos sobre las escaleras del sótano, que crujían bajo el peso de la persona que se acercaba cada vez más y más, pero no se movió.

Charlie intentó empujar a Agust hacia un lado para librarle de tener que recuperarse de un disparo. No llegó a tiempo. Antes de que lo hiciera, Agust estaba bufando en el suelo, enseñando sus comillos nacarados mientras intentaba levantarse del suelo. Le habían disparado en la rodilla. La persona que estaba sobre las escaleras disparó una vez más, a la otra pierna.

En cuestión de segundos Charlie notó el cañón de la pistola con silenciador apuntando a su entrecejo. Sintiéndose indefensa, levantó las manos ante una persona completamente diferente a la que había conocido en la cafetería.

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