Las manos le temblaban mientras pasaba las páginas, en busca de la sección que, rezaba, podría contener su salvación. Bueno, quizá no una salvación en el sentido literal de la palabra sino más bien una valiosa orientación que necesitaba con absoluta urgencia. Sus padres no habían cesado de exigirle una respuesta que no tenía y, por supuesto, quedaba descartado decirles "tendréis que esperar a que en la revista del instituto, la cual manejan adolescentes, me den una solución a este desastre que habéis causado". No, no era viable, por mucho que fuese lo que realmente estuviese gritando su mente.
Se había ido a un rincón apartado, pues prefería tener algo de intimidad en aquella situación. Todo su cuerpo tiritó cuando sus ojos dieron con lo que buscaba. Casi no podía creer que la suerte aún se mantuviese un poquito de su lado pues, allí, entre sus manos, estaba su escrito y su correspondiente contestación. Sintió su teléfono vibrar antes de poder empezar a leer todo, por lo que lo sacó del bolsillo para descubrir que Mario la estaba buscando. Respondió a su mensaje, diciéndole que salía en dos minutos y que se veían enfrente del edificio. Ahora, debía leer con prisas.
<<Lamento tu situación, pues sé que no es algo fácil de pasar.
Por lo que entiendo, lo que más te afecta es tener que tomar tú la decisión pues sabes que, hagas lo que hagas, uno de ellos se puede sentir dejado de lado. No quieres herirles, no quieres que se separen y no quieres que nada cambie. Es comprensible, no te apures porque sentirse así es lo más normal del mundo.
Creo que deberías hacer una lista de pros y contras, porque quizá están dejando en tus manos justamente eso: el poder de decidir si algo en tu mundo cambiará tras su separación.
A lo que me refiero es a que puedes pedir mantener tu vida actual o darle un nuevo aire. No parece que quieras cambios —dejar tu casa, a tus amigos, tu instituto, tu rutina—, y creo que ellos posiblemente lo tengan en cuenta y, por eso, te hayan dado ese poder que, para ti, se ha convertido en una horrible presión. Puede ser que su idea sea adaptarse a tu decisión para que lo lleves lo mejor posible. No lo sé con certeza, pero es una opción. ¿Habías pensado en ello?
Lo más conveniente, quizá, sería hablar directamente con ellos. De un modo relajado, nada de alterarse ni dejar que los nervios tomen el control, pero con la intención de aclarar todas las dudas. Y, después de eso, pensar bien y tomar la decisión que han dejado en tus manos. Si fuese yo, ya de pasada, les haría saber lo duro que es que esa decisión dependa de mí. Somos adolescentes, parece que los adultos tienden a olvidar cómo se sentían ellos con nuestra edad.
No pasa nada por hablarlo, es lo conveniente. Respecto a la razón de su separación, quizá tú no la sepas pero ellos, obviamente, deben tener sus motivos. Lo único que tú puedes y debes hacer es apoyarles si han tomado la decisión de mutuo acuerdo, y no posicionarte si ha sido algo unilateral, porque ahí sí corres riesgo de herir a uno de ellos. Debes ser tú misma y estar con ellos pues, aunque no estén juntos, seguirán siendo tus padres y te querrán como han hecho hasta ahora.
No sufras más de lo necesario. Sí, sé que es fácil decirlo y difícil hacerlo, pero no todo en la vida puede ser fácil, ¿no crees? Piensa que saldrás fortalecida de todo esto, a la larga, tras mucho esfuerzo por mantener la confianza con ellos. Quizá te cueste verlo ahora, pero será así. Todos los problemas tienen un comienzo y un final, lo difícil es recorrer el camino entre ambos puntos, pero estoy segura de que, cuando centres tu mente y alivies la carga sobre tus espaldas, podrás recorrer el camino con la seguridad de que ese problema llegará a su final en cualquier momento.
Creo también que deberías hablar de esto con tu círculo (amigos, pareja, etc.), pues a veces eso ayuda mucho y, en realidad, son un pequeño porcentaje los casos en que esas relaciones cambian a raíz de un problema como este. No creo que te tengan lástima a un nivel tan alto como para cambiar, aunque sí es lógico que sientan preocupación y quieran apoyarte o reconfortarte. Es importante que distingas entre lo uno y lo otro, porque eso ayudará a que tus pensamientos derrotistas no te venzan.
Sin más que añadir, porque creo que ya he dicho más de lo que debería, te dejo pensando en todo esto con la esperanza de que aclares tu mente y puedas recorrer el camino con la mayor calma posible.
Mucho ánimo. Y recuerda: no estás sola, hay un sinnúmero de personas a tu lado>>.
Aquello causó estragos en la muchacha, quien guardó con prisas la publicación en su mochila y se ocupó de llegar rápido al exterior, donde la esperaba aquel círculo que Ona —pues en ese número se había confirmado la identidad de la consejera— había mencionado. Quizá, caviló, sí debería contarles la situación pues no quería acabar quedándose sola. Podía ser que la comprendiesen y nada cambiase, ¿verdad?
Horas después, mientras yacía en la cama con la vista perdida en el techo, se arrepentía de no habérselo contado pues, a la hora de la verdad, se echó para atrás. Al llegar a casa, sus padres volvieron a asediarla con preguntas y exigencias, ansiosos por saber si había tomado una decisión finalmente.
— Se te ha terminado el tiempo, Sonia. Tienes que darnos la respuesta ya —presionó su padre.
— Joder... ¡qué pesados! —Estalló—. ¿No veis que no he decidido nada? ¿No veis que me habéis enchufado a mí el grueso del problema? ¡Que soy una adolescente, por Dios! Si queréis una respuesta os la daré, cuando la tenga.
— Mañana, Sonia. Nos la dará mañana, porque si no lo haces no te va a gustar la solución —Informó el hombre—. Dices que eres una adolescente, pero hasta ahora siempre te las habías dado de mayor, ¿no? ¿O es que eres mayor sólo para lo que te interesa? —La chica gruñó y bufó ante aquel comentario.
— Qué listo eres... ¿Y cuál se supone que será la solución si no escojo?
— Es simple, tienes tres opciones: quedarte con mamá —la señaló—, quedarte conmigo o quedarte con la abuela —comentó señalando un punto incierto—.
— Pero la abuela vive en la otra punta del país —rebatió.
— Sé dónde vive mi madre, Sonia. Si no decides entre nosotros, tendrás que irte a la otra punta del país —contestó utilizando sus mismas palabras.
— Hija —la llamó su madre—, hemos querido que tú decidieses porque nosotros no podemos coger y separarte de uno o de otro con egoísmo, pero si no lo haces nos veremos obligados a enviarte con tu abuela Carmen hasta que las cosas se asienten y nosotros estemos establecidos por separado y haya cierta normalidad. Pero tú te niegas a hacerlo y no podemos seguir esperando porque, si esperamos, nunca vas a enfrentar el problema. Y debes enfrentarlo. Estás creciendo, debes madurar y, a veces, a las personas nos toca madurar a base de golpes, ¿lo entiendes?
Sonia no respondió y frunció el ceño al tiempo que se dejaba caer sobre el sofá, cruzando los brazos sobre su pecho como solía hacer cuando estaba extremadamente disgustada.
Tal parecía que en lugar de tres opciones eran cuatro, aunque la última era realmente inesperada. ¿Marchar a casa de su abuela, donde no conocía a nadie? Aquello era algo que no se le hubiese ocurrido ni en mil años, pensó.
Ambos adultos se miraron entre sí y, animándola a pensar en ello, la dejaron sola en el salón mientras se iban a preparar la cena. Ella analizó la situación en silencio. ¿Qué debía hacer?
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