A Través del Velo
El reflejo en el pequeño espejo de la sobria habitación le devolvía la mirada con la misma - o quizá incluso más - acidez con la que ella lo veía. Como si aquella imagen del cristal fuera una entidad aparte, que le clavaba los ojos con una mezcla de preocupación, lástima y desaprobación marcada en ellos.
Sabía lo que iba a pasar, siempre lo supo.
Sonrió con más facilidad de la que le habría gustado. El níveo vestido lo había conseguido honradamente, solo para la especial ocasión, pese a estar consciente de que ese gusto no le duraría mucho. Incluso enviaron invitaciones a sus amigos y familiares para celebrar la dichosa ceremonia, como si se tratara un asunto serio y definitivo. Pero no podían engañarse, esa boda no ocurriría.
Tan tonto era pensar que él, atrevido, altivo, muy ufano de su fama de héroe, pensara en sentar cabeza y jurar amor eterno ante el altar. Era de esperarse en alguien tan intrépido e incontenible como Gato. Simplemente su ego tenía más prioridad en su corazón, y ella lo entendía, mas esto no la complacía.
Kitty lo pensó por mucho tiempo. No podía pasar por alto la indecisión que mostraba su amado cuando tocaban el tema del matrimonio. Sabía que no estaba listo, y que quizás, nunca lo estaría. Lo conocía demasiado bien como para dejar escapar un solo detalle sobre él.
Pero, incluso con sus múltiples desperfectos, estaba segura de que Gato tenía un corazón más preciado que el oro mismo. Él no quería herirla o decepcionarla pese a sus inseguridades sobre la boda, pero su propia manera de ser y actuar lo delataban y causaban en la mujer una herida equivalente a haber recibido un "no" de su parte.
Sabiendo lo que en verdad ocurriría, Kitty avisó con tiempo a sus invitados y evadió las preguntas de los curiosos y preocupados ante tal hecho inesperado. Esa mañana se levantó como si fuera un día cualquiera, cuando semanas atrás había estado esperando a que esa fecha viniera. Se puso el vestido, solo por capricho, y como para vivir por un segundo esa ilusión moribunda que amenazaba con enterrarla viva a ella también.
Alzó nuevamente la mirada y contempló una vez más cómo sus lágrimas amenazaban con salir de sus orbes cerúleos. Sin embargo, esbozó otra sonrisa. Hubiera sido peor sufrir aquel desplante de forma repentina.
¿Estaría él sintiendo lo mismo? Probablemente sí, pero su dolor pronto sería reemplazado por su vanidad, la peor enemiga de Kitty, aquella que se interponía en su eterna felicidad. De cualquier modo, si Gato estaba sufriendo al menos la mitad de lo que sufría ella, entonces era más que suficiente castigo.
Se colocó el velo y lo dejó caer sobre su cara para ocultar su maquillaje arruinado. Él no lo alzaría, después de todo. Se encaminó hacia la Iglesia, vestida como estaba, con pleno conocimiento de que no se llevaría a cabo ninguna celebración. Tan solo quería caminar y relajarse, pues su semblante seguro y rudo estaba a punto de desmoronarse.
Entonces lo vio. Tan apuesto y airoso, aunque con una profunda tristeza reflejada en su rostro. Estaba parado en una colina distante, mientras miraba hacia el lugar donde ambos hubieran unido sus vidas. Sus cabellos rojizos se alborotaban con el viento, lo que hacía de su imagen un espectáculo espléndido. Ella espero que él notara su presencia, aun con la lejanía, pero el hombre retrocedió un par de pasos para luego alejarse en dirección contraria a un ritmo lento y pesado, justo como la mujer intuyó que sucedería.
Odiaba tener la razón todo el tiempo. La morena negó con la cabeza por instinto y pensó en perseguirlo para persuadirlo, para hacerle ver que no era demasiado tarde, para no perder a la única persona a la que le daría toda su confianza, pero se detuvo. Si él no estaba listo, no podía hacer nada al respecto. Prefirió dejarlo en libertad para ver si, algún milagroso día, volvería para quedarse con ella el resto de su vida.
Kitty seguiría adelante, por más que le costara. Tampoco iba a olvidar esa desilusión tan fácil e incluso sentía que nunca podría perdonarlo. Pero eso sí, seguiría amándolo y tampoco podía hacer algo para frenar esos sentimientos que se anidaban en lo más profundo de su corazón.
Murmuró unas palabras que resultaron ininteligibles hasta para ella misma, mientras, a través del velo de novia, lo veía partir hasta perderlo en el horizonte. Derramó una lágrima más mientras sentía en su pecho un dolor indescriptible que nacía, junto con una pizca de esperanza.
Si su amor era verdadero, entonces volvería. Y Kitty sabía lo que él por ella sentía.
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Agradezco infinitamente a @EditorialDeluxe por permitirme participar en su concurso❤️
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Los quiero ❤️ ¡Hasta la próxima!
╰ 𝑺𝑫𝑲
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