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CAPITULO XIII "¿FELICIDAD AL FIN?"


Alejandro siguió al frente de la construcción de la mansión para el futuro matrimonio, intentaba evitar cruzar a Verónica en todo momento, mientras que Verónica sólo se limitó a fingir ser la novia perfecta para Carlos, haciendo apariciones en público, en fiestas y convenciones, mientras poco a poco las dificultades económicas de su familia iban desapareciendo.

"Has cambiado Verónica? A qué se debe tanta dedicación, es que acaso empiezas a amarme." Preguntó irónicamente Carlos.

"No crees que pueda llegar a hacerlo." Respondió ella del mismo modo.

"Quiero creerlo." Dijo Carlos besando la frente de Verónica con una seria pero amable mirada.

Verónica sorprendida ante aquel gesto, sintió tranquilidad, empezó a creer que realmente podía alguna vez llegar a ser feliz junto a Carlos.

El tiempo transcurrió normalmente, Alejandro y Verónica no volvieron a verse.

"Estás seguro." Dijo Miguel.

"Así debe ser, entrégale esto, por favor." Dijo Alejandro entregando un paquete de regalo delicadamente envuelto.

"Mañana es su boda." Dijo con voz triste Miguel.

"Lo sé, ya no estaré aquí mañana, tengo todo preparado, iré a especializarme a Londres, y a visitar y conocer familiares de mi abuelo, me hará bien alejarme un poco." Dijo simulando estar bien Alejandro.

"Te entiendo, ve, despéjate, descansa y regresa, tenemos mucho aún por hacer aquí sabes." Dijo Miguel.

"Sí, lo haré." Dijo Alejandro observando la casa de Verónica y Carlos terminada.

Los preparativos para la boda se habían puesto en marcha, la casa estaba colmada de miembros de los distintos servicios que atenderían el gran acontecimiento, Verónica observaba todo desde su habitación, no daba crédito a lo que veía, debería de estar feliz, pero no podía evitar pensar en Alejandro.

"Señorita." Dijo una voz.

"Pasa." Contestó Verónica.

"Disculpe, un señor ha dejado esto para usted, pidió que se lo entregara personalmente." Dijo la mujer entregando el paquete.

"Y el señor? Dónde está?" Preguntó ansiosa Verónica.

"Ya se ha retirado, sólo dejó el paquete y.." No pudo terminar de hablar la mujer mientras veía a Verónica salir corriendo de la habitación.

A lo lejos veía marcharse a un hombre, Verónica corrió con todas sus fuerzas.

"Alejandro!" Gritó.

El caballero se detuvo pero no giró a verla.

"Alejandro." Dijo ella agitada.

"Lo siento, no soy él." Dijo volteándose Miguel.

Sorprendida Verónica preguntó por Alejandro.

Los coches pasaban velozmente al lado del coche de Verónica, ella sólo pedía tiempo, sólo unos momentos más, despedirse, quería despedirse de Alejandro, en su mano presionaba con fuerza el relicario de su abuela.

"Tenías razón madre, ha vuelto, ha vuelto a mí, no quiero perderlo madre, lo siento." Susurraba llorando Verónica.

Descendió del taxi rápidamente, entró al aeropuerto buscando a Alejandro, corriendo, girando la cabeza hacia todos lados, viendo de un lado a otro, cansada de correr, se quedó viendo las salidas de aviones a Londres, aún faltaba para que despegara el avión de Alejandro, siguió buscando la puerta de abordaje, parecía que el destino siguiera jugando con ella. Una voz en el alto parlante anunciaba la última llamada, fue cuando vio la silueta de Alejandro perderse entre la multitud.

"Alejandro!" Gritó con fuerza.

"Alejandro!" Insistió.

Alejandro la escuchaba pero no quería verla, sabía que sería incapaz de dejarla ir una segunda vez, no podía aferrarse más a ese sentimiento, sólo siguió caminando con más rapidez, entregó su boleto e ingresó al pasillo que lo dirigía hacia el avión.

Verónica continuó corriendo, intentó pasar hasta donde estaba él pero no le permitieron, parada junto al vidrio, apoyó su mano contra él, cómo si quisiera quebrarlo y llegar hasta Alejandro.

Sabiendo que no había retorno, Alejandro giró a verla, le sonrió y dibujó en sus labios un "Siempre te amaré, lo juro", y continuó con su camino.

Verónica rompió en llanto, cayendo junto a la ventana, abrió el relicario y encontró los cabellos de Alejandro.

"Porqué no me sorprende verte aquí." Dijo tras ella una voz.

"Carlos." Respondió sorprendida.

"Sé que nunca me amaras como a él, pero, yo no puedo evitar amarte, prometo hacer todo lo que esté a mi alcance y aún más, para hacerte feliz." Dijo amablemente Carlos mientras secaba sus lágrimas y la abrazaba.

La boda se realizó al día siguiente, Verónica lucía su relicario con orgullo, de alguna manera se sentía feliz.

"Hemos vivido lo mismo, hemos sufrido lo mismo, pero por favor, recuerda tan sólo lo felices que fuimos, aunque hayan sido pocos momentos, creo que el destino nos ha jugado en contra, y hasta hemos sido cobardes al momento de luchar contra él, pero tal vez y así debía ser. Te deseo la mayor de las felicidades, en tu relicario aún permanecían restos de los cabellos de mi abuelo, lo único que puedo dejarte son estos míos en su lugar, te amo Verónica, y es por eso que protegeré tu felicidad, aunque esta no sea a mi lado. Siempre tuyo. Alejandro." Terminó de leer Verónica antes de iniciar la ceremonia de matrimonio.

"Estás lista." Preguntó Gabriela.

"Sí." Dijo Verónica con una sonrisa en los labios.

Verónica y Carlos se casaron, vivieron felices, no puedo decir que Verónica llegó a amar a Carlos, sólo fui una testigo de esta historia, Verónica dio a luz a Amanda, una hermosa niña de cabellos rubios y tez blanca con unos hermosos ojos celestes que parecían imitar al cielo, los años pasaron y Verónica y Carlos seguían juntos y felices.

Los años pasaron, y una tarde Amanda regresaba de sus clases de canto cuando una música la atrajo con gran curiosidad, el sonido dulce de un violín sonaba a lo lejos en el parque, la melodía era familiar para ella, más allá de haberla oído y cantado antes, el sentimiento que despertaba en ella era cálido, tranquilo, acogedor. Se acercó más siguiendo aquel sonido y vio a un joven, alto, apuesto, dibujando notas en el aire con su violín, Amanda sin mediar, comenzó a cantar la melodía, se acercó lentamente, mientras el joven sorprendido por la dulzura de la voz y la belleza de aquella mujer, continuaba con su mágica música, al dibujar la última nota, esbozó una sonrisa a la mujer.

"Gracias, tienes una maravillosa voz." Dijo amablemente el joven.

"Hubiera jurado que no es la primera vez que la oigo." Continuó diciendo.

"Gracias, la melodía, Tristesse? Hubiera jurado que ya he sentido esto pero, discúlpeme es raro, lo siento." Dijo Amanda avergonzada.

"Richard, me llamo Richard." Dijo el joven extendiendo su mano.

"Richard?" Contestó ella sujetando su relicario.

"Si, su nombre señorita?" Preguntó el sorprendido por la reacción de la joven.

"Mi nombre es Amanda." Respondió ella.

Una brisa cómplice fue testigo de este encuentro, que a través del tiempo, tendría su final feliz.

                                                                              -FIN-

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