
Lyra Black.
—Es mi turno —dijo una chica poniéndose de pie.
— ¡Hugo, está presentación grábala entera! —exclamó un chico.
—Lorcan, no grites.
—Oh, lo siento, Lilu, perdóneme por arruinar su tranquilidad con mi grito.
— ¡No me hables así!
— ¿Así como?
— ¡Cómo si te burlaras de mí!
— ¡No me hace falta! Eso lo haces tú sola.
— ¡Callaos ya! —exclamó otro chico de los encapuchados.
—Gracias Lysander, Lilu y Lorcan podrían pasarse el día peleando —agradeció la chica que estaba en el centro del escenario—. Y tiene razón, Hugo. Grábalo todo.
— ¿Te encuentras bien, James? —le preguntó Ginny a su hijo, al verle tan nervioso.
—Sí, mamá. Pero, si muero hoy... enterrarme en un sitio que merezca la presencia de un muerto tan genial como yo.
—Mi nombre es Lyra Black —dijo la chica quitándose la capucha, con una sonrisa radiante en su rostro.
Era una chica alta y delgada, con la piel pálida y el pelo negro ondulado, los ojos grises. Era muy guapa y varios chicos abrieron la boca, haciendo que un moreno apretara los puños.
—No puede ser —murmuró Lily Evans.
—Es igual a. . . —siguió Alice Fortescue, mirando a su amiga, con una sonrisa cómplice que se había dibujado en su rostro.
—Marlene —terminaron ambas, hablando al unísono y sonriendo.
Era cierto. El color de pelo y de ojos, sin duda eran los mismos que los de Sirius, al igual que la sonrisa traviesa que portaba. Pero sin duda alguna los rasgos eran los de la rubia, la nariz puntiaguda, el pelo ondulado y los ojos grandes.
—Hija de Sirius Black —comentó Lyra, visiblemente divertida por la reacción que había causado en su padre.
—Yo... yo... yo...
—Tú, tú, tú- se burló Lyra, causando risas.
¡Pum! Sirius se desmayó y cayó al suelo. Annabeth estaba a punto de gritar de nuevo para despertarle, pero la interrumpieron.
— ¡Ya! ¡No grites más! —exclamaron su tío Remus y su hermano.
—No iba a gritar —masculló la chica, ofendida.
— ¿Y qué ibas a hacer? —preguntó Ron, que se había tapado los oídos.
—Esto.
Cogió un vaso de agua que había encima de la mesa y se lo tiró por encima al Black, que despertó inmediatamente.
— ¡Nos hundimos! —exclamó levantándose.
—No —negó Harry, con la cabeza y verbalmente—. Pero Lyra se está presentando, así que siéntate.
— ¿Lyra? —preguntó el moreno recordando y girándose hacia el escenario, donde la chica le saludaba nerviosa.
—Hola, papá.
—Aw, que ternura de niña —murmuró Lils al lado de su novio, que la abrazó por los hombros, dejando que se apoyase en él.
—Tengo una hija —murmuró Sirius, sentándose en su sitio—. Tengo una hija.
—Relájate, Canuto —le dijo James, con una sonrisa burlona.
—Te dije que formarías una familia —susurró Marlene, que no se atrevió a mirarle a los ojos.
— ¿Quién es tu madre? —preguntó Sirius.
—Bueno... creo que si digo mi segundo nombre lo sabrás —rio la chica—. Mi nombre completo es Lyra Marlene Black McKinnon.
— ¡Lo sabía! —exclamaron Lily y Alice, con cierta efusividad.
— ¿Qué? —Preguntó dudosa Marlene, que no se lo creía—. ¿Yo? —Los ojos de Lyra se iluminaron al ver a la rubia.
—Hola, mamá —saludó feliz.
— ¡Tía Marlene! —exclamaron riendo Ann, Lils y Tonks.
— ¡Vamos, Canuto! —dijeron James y Remus riendo.
— ¿Qué? —preguntó él nervioso.
— ¡Oh, venga ya! —exclamó Harry, casi gritando—. ¿No vas a hacer nada? ¿Con todos los consejos que me diste con Ginny?
— ¿Tú hiciste que Harry se decidiera a declararse a mi hermana? —exclamó Ronald, enfadado.
—Eso no importa ahora —le cortó Teddy—. ¡Venga, tío Sirius!
—Marlene, yo... —dijo, girándose hacia ella, sin saber muy bien qué decir.
—Cállate —le calló Marlene, atrayendo con sus manos la cara del chico y besándole, siendo correspondida al instante.
Cuando se separaron, se sonrieron y Marlene McKinnon abrazó por el cuello a un Sirius feliz.
— ¿Hola? No quiero nacer antes de tiempo.
Los dos se giraron sonrojados hacia Lyra, con las risas inundando el comedor.
—Bueno... —murmuró Lyra—. ¡Mis padres ya no están peleando! Empiezo con la presentación. Mi nombre, como ya he dicho, es Lyra Marlene Black. Tengo diecisiete años, estoy en mi séptimo (y último) curso y fui seleccionada para la casa Gryffindor, como buena hija de mis papás que soy.
— ¡Esa es mi canutita! —exclamó su padre, haciendo que varios rieran y que Lyra sonriera.
—Así me decías de pequeña —explicó—. Bien, juego al Quidditch como cazadora. No soy prefecta, pero soy premio anual con Jamsie.
— ¿Tú no tienes que llamarle James? —preguntó Hermione.
—En realidad, no —contestó sonriendo, y entones Herms, Annabeth y Ginny comprendieron lo que había dicho antes James Sirius: Todos deben llamarme James, salvo ella y ella ya sabe a quién me refiero.
— ¿Qué flores te llevo a la tumba? —le preguntó Ann a su sobrino, con una sonrisa burlesca dibujada en su rostro.
—Tulipanes. Rojos y amarillos.
—Gryffindor hasta la muerte, ¿eh?
—Nunca mejor dicho.
—Mis padrinos son Harry y Annabeth Potter.
—Queréis más a mi hermana que a mí, muy bonito, genial —una Lilianne Potter, con cierto enfado y tristeza, habló—. Mi hijo lleva tu nombre, Black.
— ¡Gracias! —exclamó Ann, abrazando a su tío Sirius y a su tía Marlene. Harry fue más discreto y simplemente les agradeció.
—Lils no dramatices —le dijo Harry y ella se cruzó de brazos—. Haz lo que quieras —añadió, al ver la actitud tan infantil que su hermana no tenía, prácticamente, nunca, lo cual le extrañó, pero no quería entrar en peleas en ese momento.
—Mi asignatura favorita es defensa contra las artes oscuras.
—No te subiré la nota por muy sincera que seas, Lirio —comentó en broma Teddy.
—Jo —protestó, haciendo un puchero—. Bien, cuando salga de Hogwarts quiero ser auror, para atrapar a los mortífagos que escaparon —dijo con una mirada seria.
— ¿Aún quedan mortífagos sueltos en el futuro? —preguntó Harry.
—Ya lo han dicho mis primos, los Black-Pucey —gruñó ella. Por unos instantes pareció como si unas lágrimas fueran a salir de sus ojos, pero al instante recuperó la sonrisa, como siempre acostumbraba a hacer—. Mis mejores amigas son Karen y Vero. Y, señoras y señores, ahora van a saber de lo que hablaban.
— ¡Por fin! —exclamó Lee.
—Los Merodeadores no son los únicos que hacen bromas —se apresuró a decir—. Vero, Karen y yo, también somos un grupo de bromistas. ¡Las Merodeadoras!
— ¡Esa es mi chica! —exclamó Sirius, gritando.
—Yo soy Canuta —prosiguió Lyra, haciendo que su padre sonriera.
—Yo Cornamenta —sonrió Vero.
—Y yo Lunática —terminó Karen, tímidamente.
— ¿Tú también? —preguntó Katie abriendo los ojos, sorprendida, mirando a su hija.
—El cerebro de las bromas —contestó, sonriendo con orgullo.
—Somos mejores que ellos —y, aunque no quisieran, los merodeadores de la tercera generación se vieron obligados a admitirlo, por lo bajo.
—Te acompañamos en el sentimiento, Marlene —dijeron George y Fred—. Los dolores de cabeza serán insufribles.
—Hazles caso —apuntó Annabeth.
—Mi patronus es un gran perro negro —comentó Lyra haciendo sonreír a su padre—. ¿Preguntas?
— ¿Novio, nada, verdad? —preguntó Sirius entrecerrando los ojos.
—Pues en realidad. . . Sí, sí tengo novio.
— ¿Quién fue el desgraciado que se atrevió a si quiera mirar a mi niña?
— ¿Estás grabando no, Hugo?
—Que sí, Lyss.
—Yo. . .yo soy su novio —James Sirius alzó su mano, asustado.
—Tú —gruñó Sirius, levantándose con intención de ir a por el chico.
— ¡Cornamenta, corre! —exclamaron Fred, Louis, Frank y un encapuchado.
James Sirius Potter se levantó y corrió hacia Lyra y se colocó tras ella, como si fuese su escudo.
— ¡Tarantallegra! —exclamó Sirius, fallando por poco.
— ¡Papá! ¡Basta! ¡Has dicho que te caía bien!
— ¡Y él ha dicho que eras la morena más sexy que existe!
—Bueno, es verdad, ¿no? —preguntó el joven, asomando la cabeza por detrás de la chica.
— ¡Tragababosas! —exclamó Sirius, de nuevo fallando pero esta vez por poco.
Ron puso mala cara, para después decir:
—Sobrino, menos mal que lo has esquivado. Escupir babosas no es nada agradable, créeme.
— ¡Sirius! —exclamó Marlene, poniéndose de pie, enfadada.
Sirius escondió la varita tras él y puso la mejor cara de inocente que pudo.
— ¿Sí, Marlene?
— ¡Deja al chico en paz!
—Pero, pero...
— ¡Pero nada! ¡Siéntate!
Sirius lo hizo, pero James se quedó con Lyra, sabiendo lo que venía y que ella necesitaba apoyo.
— ¿Más preguntas? Por favor —suplicó en un susurro.
—No —dijo Sirius.
—Yo... puedo ver a los thestrals —ahora ya era un manojo de nervios y notaba como un nudo se formaba en su garganta, casi impidiéndole hablar.
— ¿Por qué? —preguntó asustada Marlene, pero al ver los ojos de su hija, lo supo.
—Lyra, tranquila —la calmaba James—. Estoy contigo. Estoy contigo. Siempre estaré contigo.
—Mis padres. . .mis papás. . . ¡Mis padres murieron cuando tenía cuatro años! ¡Asesinados por mortífagos! —exclamó llorando, pues ya no pudo aguantar más ni las lágrimas ni los sollozos.
Se oyó un jadeo colectivo. James Sirius abrazó a Lyra y la apretó contra su pecho para que se sintiera segura, cosa que agradeció.
Ella era muy pequeña, pero se acordaba. El recuerdo acudía a ella en sus peores pesadillas.
« Estaban en el jardín de su casa, en Grimmauld Place. Todo estaba tranquilo, su madre leyendo un libro en el banco y su padre corría a su alrededor mientras ella jugaba con su escoba de juguete. Los Potter y los Weasley habían estado en la casa durante todo el día, yéndose una hora atrás.
Todo estaba bien. Su madre levantaba la cabeza de vez en cuando para ver como los dos jugaban. Su padre la sonreía con amor, y se acercaba a ella para besarla en los labios. La niña reía al verlos.
Todo estaba bien. O eso parecía. Un par de segundos después, todo fue caos.
Una decena de mortífagos aparecieron, les tendieron una emboscada. Su madre gritó. Su padre la cogió rápidamente y se la puso a su madre en brazos, la niña sin entender nada. El cielo pareció ponerse más oscuro.
—Llévatela dentro —le dijo él.
—Sirius... —suplicó ella.
— ¡Corre!
— ¡Avada Kedavra!
Un rayo de luz verde impactó en la espalda de su padre, y su cuerpo cayó sin vida al suelo.
Su madre gritó. La niña empezó a llorar asustada, sin saber porque su padre no se levantaba y la abrazaba diciéndole que era una de sus bromas, que todo estaba bien. Pero nada estaba bien.
Su madre entró en la casa y corrió escaleras arriba. Ella no entendía nada, pero su madre la escondió en un armario.
—Lyra, te amamos. Ambos. Y siempre lo haremos, mi niña —dijo mirándola a los ojos. Luego cerró la puerta.
—Vaya, vaya, Marlene McKinnon.
—Black.
—Estúpido que una viuda conserve su apellido de casada, incluso cuando está a punto de acompañar a su marido.
—El amor no tiene por qué ser inteligente.
— ¡Avada Kedavra!
Por un espacio que había quedado abierto en la puerta, Lyra vio como el cuerpo de su madre caía al suelo como hacia minutos lo había hecho el de su padre.
— ¡Aurores! —exclamó uno de los mortífagos, alertando a los demás.
Lo siguiente solo eran recuerdos borrosos: un grupo de aurores, entre los que se encontraban sus tíos Harry, Ron y Ann entrando a la casa y apresando a los mortífagos que no habían escapado. Su tío Ron abrazando a su tía Annabeth, que se encontraba horrorizada al ver los cuerpos de la familia Black. Su tío Harry cargándola en brazos mientras ella lloraba llamando a sus padres.
A partir de ese día, Lyra pasó a vivir con su tío Harry y su familia: su mujer Ginny, la niña de casi dos años Lily, el pequeño Albus, de tres, y James, de cuatro, que siempre había sido su mejor amigo, pero que desde ese día se convirtió en una persona indispensable para ella. Recordaba despertarse llorando y que James entrara a su habitación en silencio, tumbándose a su lado y abrazándola, susurrándole al oído que estaba con ella.
Porque al contrario que todos los adultos, que le decían que todo estaba bien, James sabía que no. No estaba bien, sus padres habían sido asesinados. Nada estaba bien. Pero él estaba con ella y eso lo apreciaba. »
—No pasa nada Lyra. Estoy contigo, estoy contigo —le susurró al oído, como cuando tenía cuatro años, una vez que ella hubo contado la historia.
Marlene estaba abrazada a Sirius, que estaba en shock.
—No pude protegeros... lo siento... lo siento...
—Lyra... Lyra amor —le susurró Jamsie al oído, nuevamente—. Lyra, ve con ellos —dijo mirándola a los ojos—. Estoy contigo. Ve con ellos.
Ella le hizo caso. Salió corriendo y abrazó a sus padres, que la recibieron con los brazos abiertos.
—Lo vamos a cambiar, lo vamos a cambiar —susurraba Marlene, aunque no sabía si era para convencer a su hija o a sí misma, que tenía tanto miedo como el que realmente demostraba tener.
James también bajó de la tarima y sentó de nuevo en su sitio; entonces Lyra se separó de sus padres y se sentó en sus piernas, besándole en los labios.
—No se pongan cariñosos delante de mí —comentó Sirius con un tono serio, pero se veía más bien divertido.
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