
Capítulo 7. Conversaciones en la comida.
—Bien, ahora comeremos y después seguiremos con las presentaciones —dijo el profesor Dumbledore mirando fijamente a la encapuchada que había defendido a Marlenne, como si le reprochara dicho gesto.
En la mesa de Gryffindor.
—Estoy seguro de que tiene que haber al menos un hijo nuestro, pelirroja —dijo James, con un tono de diversión, muy típico de él.
—Potter, cómo te tengo que decir que no —suspiró Lily, aunque ella también quería que en esa mesa hubiera un hijo de los dos porque estaba harta de fingir que odiaba a que azabache al que en realidad quería.
—Dora —se giró James, hacia la pelirrosa que charlaba animadamente con Remus—. ¿A qué Lily y yo tenemos al menos un hijo? Un niño azabache y una niña pelirroja —esas preguntas hicieron suspirar a Lily, de nuevo.
—Lo siento —dijo Dora, apenada—. No puedo decir nada.
Un poco más lejos, pero en la mesa de Gryffindor también, otra conversación entre tres hermanos tenía lugar.
—Vamos Fred, tienes que decírselo.
—George, no tengo nada que decirle —contestó su gemelo cansado y agobiado por los comentarios de su hermano—. No hay nada de qué hablar. Ella es mi mejor amiga y ya está.
—Fred, eso ha dolido —dijo George, con una mano en el corazón, como si estuviera dolido—. ¡Y yo qué pensaba que era tu mejor amigo! —Fingió llorar, haciendo reír a su hermano Charlie.
—He dicho "mi mejor amiga" —dijo Fred—. ¿Desde cuando eres una chica, hermano?
George rió sarcásticamente antes de hablar de nuevo.
—No me cambies de tema.
— ¿Desde cuándo das consejos amorosos? —Se quejó Fred, mientras bebía zumo de calabaza.
—Desde que Annie anda saliendo con McLaggen —dijo George como si nada, sacándose ese chisme de la manga.
Fred escupió el zumo que acabó sobre el segundo de los hijos Weasley-Prewett, quien estaba en frente de ellos escuchando su conversación, pero como estaba demasiado divertido por el truco de George, no se molestó.
— ¿Qué? ¿Qué ella qué? —exclamó poniéndose de pie, haciendo que varios le miraran curiosos.
—Tranquilo Fred, me lo he inventado —comentó George, tirando de la manga de su hermano para que se sentará—. Pero aun así, si fueras su amigo, no te molestaría que saliera con McLaggen.
— ¡Pues claro que me molestaría! —Exclamó Fred intentando remendar su error—. Ella es mi amiga y él es un idiota. . .
—Ya —dijo George sonriendo—. Fred, eres mi hermano. Te conozco. Sé que la pequeña Potter te trae de cabeza. Así que, díselo antes de que se te adelanten.
Fred miró su plato, empujando de un lado a otro del plato las patatas con el cuchillo; se notaba que estaba tenso por el tema.
—Además —dijo Charlie, decidido a ayudar a su hermano—. ¿Qué puede salir mal?
—Déjame que lo piense —dijo Fred, llevando una de sus manos a su barbilla, pensando en la respuesta—. Veamos, puede decirme que ella no siente lo mismo por mí, puedo perderla como amiga, puedo ganarme una paliza de parte de Harry —miró hacia los merodeadores— y otra de parte de su padre y sus amigos, oí que James Potter era muy celoso con Lily, Remus y Sirius son sus tíos... es un tres contra uno. No sé, creo que hay muchas cosas que pueden salir mal.
George y Charlie se miraron. George quería gritarle: "¡Pero si ella está enamorada de ti también! ¡Acaso no has visto cómo te mira! ¡Me lo ha dicho Lils, imbécil! ¡Me lo han dicho Hermione y Ginny! ¡Me lo ha dicho ella misma!" pero se calló. Le había jurado y prometido a Annabeth que no le diría nada a Fred. Así que se conformó con ponerle la mano en el hombro a su hermano.
—Si prefieres quedarte con la duda, entonces te dejo.
En la mesa de la segunda generación.
—Ann, Lils —llamó Harry a sus hermanas—. ¿Podéis decirlo una de las dos? —preguntó, prácticamente suplicándoles.
—Harry... —suspiró Annabeth—. Yo. . .
—Por favor, Ann —suplicó Harry—. Tú tienes más tacto que yo y que Lily, y lo sabes
Ann suspiró y abrió la boca para hablar.
—Está bien —dijo finalmente, aceptándolo.
—Ann —está vez fue Ginny la que llamó a su amiga—. Tenemos que hablar contigo —dijo señalándose a ella y a Hermione, y también a Lily.
Al ver las caras de sus amigas se asustó.
—No —fue tajante, muy tajante.
— ¡Qué vengas! —Gritaron las dos, mientras Lily la tiraba del brazo hacia sus dos amigas.
La sacaron de la mesa a empujones y se sentaron en el suelo, apartadas de miradas indiscretas y orejas extensibles.
—Bueno Ann... —dijo Ginny—. ¿Qué tal con mi hermanito?
—Eres la pequeña Ginny, no tienes "hermanitos" —dijo la pequeña Potter, desviando la conversación, pues ya sabía por dónde iban los tiros.
—No nos cambies de tema. ¿Qué tal te va con Fred? —Preguntó Hermione, volviendo al tema, puesto que conocía demasiado a su mejor amiga.
— ¿Qué tal te va a ti con Ron? —le devolvió la pregunta a su amiga, rápidamente.
— ¡Ann! —Exclamaron las dos chicas pelirrojas y la castaña, casi tirándose de los pelos.
— ¡Está bien — se rindió, ya que no podía despistar más—. Es mi amigo. Fin.
La castaña y las dos pelirrojas miraron a su amiga con idénticas miradas de no te creo.
— ¡Vale, sí! Me gusta mucho. Es más, estoy enamorada de él, y eso ya lo sabéis. Pero él no me ve como algo más que una amiga —suspiró triste, dramatizando como solo ella sabía dramatizar.
Ginny abrazó a su amiga y Hermione se unió al abrazo, mientras que Lilianne rodaba los ojos. Estaba harta que su hermana no se decidiera de una maldita vez a dar ella el primer paso.
— ¿Y tú que, Hermione? —preguntó la Potter menor, mirando a la castaña de pelo enmarañado.
Ella no contestó, siendo bastante obvia la respuesta. Estuvieron unos segundos en silencio, las cuatro adolescentes sentadas. Fue Hermione quien rompió el silencio.
—Ginny, tus hermanos son unos idiotas.
—Que me vas a contar —suspiró ella.
— ¡Hey chicas! —Gritó Harry—. ¿Venís a comer?
Las cuatro chicas volvieron a la mesa.
En la mesa de la tercera generación.
—No debiste hacerlo Lyra —reprendió Albus a su mejor amiga.
— ¿Qué querías que hiciera? —preguntó Lyra, bufando molesta.
—Sirius la defendió. . . —empezó Rose, intentando defender a Albus, pues sabía que Lyra iba a explotar contra Albus.
—Y eso me encanta —sonrió Lyra, encogiéndose de hombros—. Pero no iba a quedarme sin hacer nada —terminó con ese tono tan seco y característico en la chica Black, mostrando la terquedad que tanto conocían sus hermanos de otra madre.
—Pero Lyra. . . —Lily Luna intentó persuadir a Lyra, para tranquilizarla un poco.
— ¡Pero nada! —exclamó—. ¡Tú no lo entiendes, Lils! ¡Ninguno lo hacéis!
Se levantó de la mesa y empezó a andar por el pasillo entre las mesas de Gryffindor y Ravenclaw, mientras en el comedor todos la miraban. Estaba tan molesta que ni siquiera su novio podría calmarla en un momento como ese.
— ¡Lyra! —Exclamó un encapuchado poniéndose en pie, llamando así a su novia—. ¡Lyra, espera!
— ¡Déjame en paz! —gritó la chica, antes de salir por la puerta dando un portazo al salir.
El encapuchado suspiró, antes de ir detrás de ella corriendo. Remus y James se miraron.
—Eso ha sido. . . —empezó Remus, para dejar que Cornamenta terminara la frase.
—Terquedad marca Black —terminó James, soltando una sonora carcajada.
Sirius escupió el jugo que estaba bebiendo.
— ¿¡Pero que estáis diciendo!? ¿¡Qué estáis insinuando!? —Exclamó, pegando gritos, llamando así la atención de todos los presentes en el gran comedor.
—Nada —dijeron los dos sonriendo, haciéndose los locos como si no supieran nada.
—Más os vale.
—Seguiremos con las presentaciones en este mismo instante —dijo Dumbledore, haciendo desaparecer la comida de las mesas.
— ¡Pero aún tengo hambre! —Exclamó un encapuchado de la segunda generación, aunque se le escuchó por todo el gran comedor.
— ¡Ron, tú siempre tienes hambre! —exclamó otra encapuchada. Luego se acercó a él y le susurró—. Además te toca a ti.
—Hay cosas que nunca cambian —dijo una encapuchada de la tercera generación.
— ¿Siguiente? —Preguntó Dumbledore con una sonrisa, justo cuando los dos encapuchados de la tercera generación entraban al comedor y se sentaban en su mesa.
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