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Capítulo 65. Por el buen camino.

Maratón 1/2.


Especial: Ronald Weasley y Hermione Granger.


Creo que deberíamos comer. ¿No les parece? —Preguntó Dumbledore— Como ya ha dicho la señorita Longbottom —la aludida sonrió al profesor, encantada de verle en persona y no a través del retrato del despacho de la directora McGonagall—, ella ha sido la última en presentarse por el momento, así que tienen la tarde libre. Posiblemente, seguiremos con otras dos presentaciones más a las ocho.

— ¡Exacto! ¡Yo tengo hambre! —exclamó Ronald, sintiendo como sus intestinos rugían como si fuesen un león.

Al instante, las mesas se llenaron de comida. Todos empezaron a comer, salvo una joven castaña, que removía el plato pero no cogía alimento. Al final, casi mareada por el bullicio de su alrededor, decidió salir del comedor para pensar. Rosebud, que la vio salir, con la misma expresión que tenía ella cuando estaba concentrada. . . mejor dicho, pensando en Scorpius y en la estúpida de Sarah.

—Papá —llamó a Ronald, que se giró aun sin acostumbrarse a que le llamasen así—. ¿Por qué no vas a buscar a mamá?

El varón se puso nervioso, notando como su rostro, poco a poco, empezaba a parecerse un tomate, de lo rojo que estaba.

—Porque. . . no sé cómo se ha tomado la noticia de que...

—No te estaba preguntando —continuó la menor, mirándole de una forma que hizo que Ron Weasley se preguntase como era posible que no se hubiera dado cuenta de que Hermione era su madre, si se parecían tanto—. Podría decirte que era una sugerencia, pero te estaría mintiendo también. Es una orden. ¡Ve a buscar a mamá!

Ronald la miró como si quisiera discutirlo, pero finalmente se levantó y salió del comedor. Poco antes que él lo hiciera, Sarah Weasley también había abandonado el Gran Comedor, excusándose diciendo que necesitaba pensar y estar a solas.

Empezó a buscar por el colegio buscando a una chica castaña, mientras pensaba en Rose. Esa chica era su hija. Y la de Hermione. Eso quería decir que en el futuro Hermione y él estarían juntos, casados. ¿Pero eso qué quería decir? ¿Estaba ahora Hermione enamorada de él como lo estaba él de ella? ¿O solo le veía como un amigo?

—Ron —escuchó como alguien le llamaba.

El pelirrojo se giró y se encontró con su amiga, que la miraba desde dentro de una clase, con la puerta abierta, justo delante de él.

—Hola —saludó él, tras dejar la puerta entrecerrada, entrando al aula.

Hermione Granger se encontraba sentada en uno de los pupitres, ahora mirando a través de la ventana. Él se acercó, sentándose justo a su lado. Se quedaron en silencio, hasta que las miradas de ambos se cruzaron. Pese a que no era un silencio incomodo del todo, ambos sabían que tenían que hablar.

—Así que. . . —empezó la fémina—. Una hija.

—Uhm, sí —contestó Ron, sonrojándose.

—Tú y yo —aclaró la castaña.

—Sí —asintió, con firmeza, el chico, que cada vez estaba más colorada y la chica más nerviosa.

—Qué raro, ¿no? —Sonrió ella, con esa sonrisa nerviosa y los ojos que denotaban ilusión—. Tú y yo... siempre estamos peleando. ¿Quién hubiese dicho que acabaríamos teniendo una hija? Además, tú. . . —se calló de golpe, como si no debiera haber hablado tanto.

— ¿Yo qué?

—Tú. . . tú nunca te fijarías en alguien como yo —la castaña agachó la cabeza, sonrojada.

Ronald la miró serio, por unos instantes, antes de hablar.

—Esa es la cosa más estúpida que has dicho en tu vida. Y, probablemente, la única.

Hermione le miró, frunciendo el ceño, sin entender, para después preguntar:

— ¿Qué. . .?

—En todo caso —argumentó, levantándose, empezando a caminar por la clase—. Tú nunca te fijarías en alguien como yo.

—Pero, ¿de qué estás hablando? —preguntó, enfadada. También se levantó y, acompañando al enfado, colocó sus manos en sus caderas.

—Ya me has escuchado, Herms —se giró, para encararla, al ver que se había acercado de nuevo—. ¿Qué te puedo dar yo? No tengo dinero, soy el sexto de mis hermanos, no sé hacer nada bueno, siempre seré el segundón, la sombra del gran Harry Potter. . .

PLAF. Ron miró sorprendido a Hermione, mientras se palpaba la mejilla, donde la chica le había golpeado.

—Pero, ¿qué demonios. . .?

—Lo siento, pero te lo merecías —se disculpó, soltando un suspiro, y luego le frotó la mejilla, con cariño—. Ronald, tú no eres el segundón. Tu familia es maravillosa y que seas el pequeño, es estupendo, porque así tienes a gente que te ayude. Hay cosas más importantes que el dinero. Amistad —se acercó un poco más, si es que eso era posible—, amabilidad, valor.

—Yo no soy valiente —rebatió el varón.

—Sí lo eres. Aunque ahora no lo veas, lo eres. Y Harry. . . él puede ser el salvador del mundo, aunque tampoco sea algo que él haya buscado. Tú me has defendido cientos de veces. Y lo seguirás haciendo, lo sé.

—Herms.

— ¿Quieres saber la verdad? —Preguntó Hermione, un poco hastiada por la situación—. No eres un segundón para mí. Y no debería importante lo que piensen los demás.

—Entonces, ¿qué soy para ti? —sus rostros estaban cada vez más cerca.

— ¿Qué soy yo para ti?

— ¿No me vas a responder?

— ¿Y tú?

—No —negó él.

—Bien, porque yo tampoco —terminó la chica, acortando el espacio.

Y entonces, sucedió. Se besaron. Ambos tenían muchas ganas de besarse, por lo que aprovecharon ese momento. Hermione pasó las manos por los hombros de Ronald, quien la abrazó por la cintura. Pero, de repente, ella se separó, dándose cuenta de lo que había hecho. Ninguno de los dos sabía que, casualmente, Sarah Weasley se había topado con aquella clase y les estaba viendo, a través de la puerta, entreabierta.

—Por Merlín y Morgana. . . Lo siento, Ron, lo siento. No debería. . . yo, simplemente. . . no lo hice aposta. . .

—Creo que lo hiciste bastante aposta —murmuró él, recordando que la chica había empezado el beso.

Hermione frunció el ceño y habló:

—Eres increíble.

— ¿Para bien o para mal? —bromeó él.

—Para bien, obviamente —contestó, sin pensar. Abrió los ojos unos segundos más tarde, mientras el chico sonreía—. ¡Quiero decir, no! ¡No, no, no! Increíblemente para mal, por supuesto.

—Herms —habló, pidiéndole silencio. La cogió por los brazos y la sacudió, para que le prestase atención. Suspiró, a la vez que sus mejillas se teñían, nuevamente, de color carmesí—. Herms, escúchame. Haremos una cosa. Quiero que te olvides de todo, de donde estamos, de quien eres y de quien soy. ¿Vale?

— ¿Cómo quieres que haga eso?

—Inténtalo, por favor —suspiró—. Cierra los ojos —la castaña obedeció, cerrándolos—. ¿Lista? —ahora asintió, manteniendo los ojos cerrados—. Quiero que me digas que sentiste al besar. . . al besar a Ron.

La chica se sonrojó violentamente.

—Quería hacerlo —susurró.

—¿Por qué?

—Porque. . . le quiero.

En ese momento, abrió los ojos. Había estado tan concentrada en lo que decía que, realmente, se había olvidado que Ronald Weasley estaba junto a ella. Si es que podía hacerlo más, se sonrojó mientras veía como el chico Weasley la miraba sonriente.

—Ron, yo. . .

El chico le puso un dedo en los labios, haciéndola callar, y le abrazó por la cintura.

—No digas nada —murmuró, antes de besarla por segunda vez.

Sarah se había alejado unos metros, camuflándose entre las sombras que las columnas del pasillo le proporcionaban, pero Rosebud veía desde la puerta como sus padres se besaban con amor.

Desde luego, iban por el buen camino. Lástima que no se pudiera decir lo mismo de ella.

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