
Capítulo 27.
La enfermería: sentimientos encontrados entre dos parejas.
Lo primero que notó cuando despertó fue que estaba tumbada en una cama. Annabeth Potter frunció el ceño, pues le pareció raro, porque lo último que recordaba es que había salido a dar un paseo por el lago y luego. . . nada más. Era como si su mente la estuviese protegiendo de lo ocurrido, como si tuviera una mancha negra en sus recuerdos más recientes. Y entonces, abrió los ojos con cuidado porque le molestaba la luz.
Cuando los abrió del todo, se dio cuenta de que estaba en la enfermería, recostaba en una de las camillas, pero tapada por varias mantas, cosa que no era nada común, puesto que la enfermera no solía taparte siquiera con la ligera sabana que poseía la cama. Aunque eso no era todo. A su lado, durmiendo como un angelito, se encontraba un pelirrojo. Estaba sentado en la silla de al lado de su cama, con sus manos colocadas sobre el respaldo como si fueran una almohada. Sus labios estaban entreabiertos, dejando que el aire saliera por ellos. Parecía un bebé.
Un bebé pelirrojo de dieciocho años, pero un bebé al fin de cuentas.
Ann no entendía que hacía allí ni tampoco por qué estaba ella en la enfermería, pero le gustaba. Parecía que se había quedado dormido allí por estar con ella, y eso le gustaba. Le gustaba muchísimo.
Se incorporó quedando sentada en la camilla y se acercó al chico. Le acarició con el dorso de la mano la mejilla. No pensaba despertarlo, pero lo hizo. El chico abrió los ojos y la miró confundido, hasta que se dio cuenta de la situación. Entonces sonrió.
—Ann —susurró.
Se lanzó a abrazarla. Annabeth no entendía nada, pero le encantaba cuando Fred la abrazaba, así que le abrazó de vuelta. Correspondió el abrazo con la misma fuerza que el pelirrojo.
—Por Merlín, Ann. Yo. . . creía que. . . por un momento pensé que. . . tenía miedo. . . —decía Fred, sin ser capaz de terminar las frases y trabándose cada pocas palabras, como si fuera tartamudo, pero era cierto que había pasado mucho miedo.
Fue entonces cuando Ann se dio cuenta de que el chico estaba llorando.
—Fred. Por Morgana, Fred. ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras? ¿Qué hago en la enfermería?
Se separó un poco de él para verle la cara. Tenía lágrimas en la cara, pero una gran sonrisa adornaba su rostro.
—Son lágrimas de felicidad —respondió el chico riendo. Luego volvió a estrecharla entre sus brazos—. Dios Ann. . . cuando te vi tan pálida, me imaginé lo peor.
—El lago. Ahora lo recuerdo. Alguien me empujó —dijo la chica con convención.
—Fue Lucius Malfoy —contestó, con un tono más serio de lo habitual, el chico Weasley—. Cuando acaben las presentaciones, estará dos años en Azkaban.
—Gracias por salvarme, Freddie —le agradeció, con toda la sinceridad del mundo—. Si no hubieras estado allí, probablemente yo. . .
—Ni siquiera lo pienses —la cortó Fred—. No sé qué haría yo sin ti —añadió con una sonrisa.
—Tu vida sería muy aburrida —rió ella.
—Más que aburrida —dijo él.
—Voy a probar algo. . . —dijo la de cabellos pelirrojos, mientras sacaba los pies de la cama y los apoyaba con cuidado en el suelo.
Se levantó con cuidado, pero sus piernas no podían con tanto peso en aquel momento. Se tambaleó y hubiera caído al suelo si el pelirrojo no hubiera estado allí.
—Cuidado —dijo cuándo la atrapó. Tuvo que cogerla por la cintura para que no cayera, sujetándola.
—Gracias —susurró ella, levantando la cabeza.
Sus rostros estaban muy cerca. Demasiado cerca, pensaron ambos, sabiendo que, teniendo él dieciocho y ella dieciséis, y sintiendo lo que sentían, no podían estar tan cerca sin revelar sus sentimientos. Fue la joven Potter quien se separó primero, avergonzada.
— ¿Me ayudas a sentarme? —preguntó, después de carraspear.
—Claro —asintió rápidamente, sentándoles a ambos.
—Oye. . . ¿por qué me seguiste al lago? —preguntó la chica, con curiosidad.
Fred se puso rojo.
—Yo. . . quería decirte algo.
— ¿El qué? —preguntó de nuevo, aunque le encantaba ver al chico tan nervioso. No era normal encontrarse a Fred Weasley en una situación parecida.
—Bueno, yo. . . quería decirte que. . .
— ¡Oh! ¡Señorita Potter! —exclamó la enfermera Pomfrey, sonriendo al ver a la chica despierta—. Qué alivio verla despierta. Nos ha pegado un buen susto a todos. Estuvo dos días inconsciente.
— ¿Dos días? —preguntó sorprendida la menor.
—Sí. El señor Weasley no quiso apartarse de usted en ningún momento. Llegó como un loco diciendo que necesitabas ayuda, y cuando te trajimos aquí estaba tan nervioso que rompió una silla. Después se negó a salir de la enfermería, incluso amenazó con tirarse al lago él si le obligábamos a marcharse. Tiene un novio estupendo, señorita.
— ¿Novio? —preguntaron los dos a la vez sonrojados.
—No, no, se equivoca. . .
—Nosotros no. . .
—Él solo. . .
—Ella es. . .
—Solo somos amigos —concordaron los dos a la vez.
—Oh. Bueno, lo siento. Avisaré a su familia de que ha despertado.
Se marchó de la enfermería dejando a dos chicos muy sonrojados. Ann carraspeó.
— ¿Por qué no quisiste marcharte?
—No podría haberlo hecho. Si verte aquí inconsciente sin saber cómo estabas era una tortura, estar fuera y ni siquiera poder verte me hubiera vuelto loco.
—Gracias —dijo en un susurró Ann.
Ella le abrazó y le dio un suave beso en la mejilla. Él sonrió. Ninguno hizo nada más.
Al fin y al cabo, solo eran amigos.
— ¡Ann!
Los dos chicos se separaron rápidamente. Harry, Lily Evans, los Merodeadores, Marlene, Alice, Tonks, los Weasley y demás amigos de la chica abrieron la puerta y entraron en tropa a la enfermería. El primero en llegar junto a ellos fue Harry, que se lanzó a abrazar a su hermana, visiblemente tranquilizado al ver a su hermana consciente.
— ¡Hermanita! No sabes el susto que nos has dado. ¡Dios mío, Lilianne, creía que no te volvería a ver jamás!
—Tranquilo, James, estoy bien. Ahora estoy bien —susurró la chica, mientras le devolvía el abrazo.
Eran pocas las veces en las que los hermanos Potter se llamaban por su segundo nombre. Lo hacían cuando estaban preocupados el uno por el otro, como cuando Annabeth le deseó suerte a Harry en el torneo de los tres magos, o cuando Harry advirtió a su hermana antes de verla el baile de Navidad con aquel búlgaro que, obviamente, no quería solo amistad con Ann. "Malditos búlgaros" había dicho Ron.
Él lo había dicho mirando a Krum bailar con Hermione, pero Harry no podía haberlo dicho mejor.
Después de Harry, fueron Lily y James, que la cubrieron de besos.
—Creía que ibas a morir antes de haber nacido Ann —lloraba su madre.
—Mi princesita —susurró James, besando su cabello pelirrojo.
—Sobrina, nos has dado un susto de muerte —dijo Sirius sonriendo, aunque en sus ojos se veía preocupación por la niña.
—Ann, que susto nos has dado —fue el turno de Remus, que habló abrazándola.
—Pequeña Potter, yo que creía que me iba a quedar sin discípula para las bromas —bromeó George.
—Oh, George, lo sabes. Yo soy la maestra, vosotros los aprendices —respondió la chica, causando sonrisas idénticas en ambos gemelos.
— ¡Ann! —exclamaron Ron y Hermione, abrazándola cada uno por un lado, cuando los mayores se hicieron a un lado.
—Annie, menudo susto nos has dado —suspiró Neville, que iba con Luna, Hannah y Ginny.
—Y que lo digas —coincidieron las hermanas Greengrass, Daphne y Astoria,, que habían aparecido con Theo y Blaise que, aunque se notaban incómodos, asintieron con una inclinación de cabeza.
De repente, la puerta de la enfermería se abrió con gran estrépito y por ella pasaron el grupo de encapuchados.
— ¡Señores! ¡Ya les he dicho que no pueden pasar! —Bramó la señora Pomfrey—. ¡Aún no se han presentado, podrían revelar su identidad! ¡Dumbledore lo ha prohibido!
—Nos da igual —contestó un encapuchado de voz ronca.
—Sí, señora Pomfrey —coincidió otro—. Sabemos lo que ha dicho Dumbledore, pero debería saber que en esta generación, solo Rose sigue las reglas.
No pudieron seguir hablando. Una de las encapuchadas salió corriendo hasta llegar a donde estaban y se lanzó a abrazar a Annabeth, dejando a todos sorprendidos.
— ¡Mandy! —exclamó un chico.
—No te vayas. Por favor, no te vayas, no me sueltes. . . —lloraba la chica.
—Mmm —murmuró Ann, sin saber muy bien que decir, pero devolviéndole el abrazo-—. ¿Te llamas Mandy?
La niña asintió.
—Viene de Amanda —aclaró.
—De acuerdo, Mandy. Estoy bien, ¿sí? —dijo mientras le acariciaba la cabeza a la niña.
—Sí —asintió ella, pero sin separarse.
—Oh, mierda —dijeron cuatro encapuchados, que parecía más mayores que la chica, antes de salir corriendo también para abrazar a Annabeth.
— ¡George, Tory, Flaemont, Fabián! —exclamó un encapuchado.
Fred y George pegaron un salto y se miraron, el primero sonrojado y el segundo con una sonrisa pilla. Siempre habían dicho que si tenían un hijo, lo llamarían como su gemelo. Y a ese chico, le habían llamado "George". James Potter también se quedó en shock al oír "Flaemont", al igual que Astoria Greengrass al oír "Tory". Molly no sabe si entendió bien al encapuchado al gritar "Fabián."
Ann se sorprendió al ver a los encapuchados abrazándola también, pero al igual que con la chica, le produjo un sentimiento de ternura al verles llorando abrazándola.
En ese momento, entró Dumbledore a la enfermería.
— ¡Profesor Dumbledore! —Exclamó Pomfrey—. ¡Les dije que no entraran, pero no me hicieron ningún caso!
—Lo siento si te causaron molestias en la enfermería, Poppy —se disculpó el director—. Pero entiendo que estuvieran preocupados.
Uno de los encapuchados que abrazaban a Ann agarró a Mandy, la separó con cuidado de la Potter y se la llevó con el resto de encapuchados que, apenados, se esfumaron de la enfermería. Aunque justo después, se escucharon voces de nuevo.
— ¡Vamos! —se oyó una voz desde fuera de la enfermería.
—. . .
—Por favor. . . —suplicó—. Yo estaré allí contigo. Te lo prometo.
—. . .
—Vamos. . . sabes porque lo haces.
—. . .
Para sorpresa de todos, por la puerta de la enfermería Draco Malfoy apareció, seguido de Lily Potter, que tenía su mano enlazada con la de su novio, para darle apoyo. Era la voz de la fémina la que todos escucharon unos segundos atrás.
—Yo me piro —dijo el rubio, cohibido, al ver todas las miradas sobre él.
—Por favor —suplicó la chica, agarrándole dela manga—. Por mí, te prometo que no pasará nada.
Draco tragó grueso y miró a la camilla, donde se encontraba todo el mundo.
— ¿Has venido a hacer más daño como tu padre, Malfoy?
— ¡Harry James Potter! —exclamó Lilianne, pidiéndole que se callara con el tono de voz empleado y con esa mirada asesina que tanto miedo daba. Luego miró a Draco y le sonrió, con dulzura.
Le dio un empujón y le animó con la mirada. El chico carraspeó.
—Yo. . . quería. . . pedir disculpas.
Decir que estaban sorprendidos era decir poco. Todos tenían la boca abierta y no entendían que pasaba.
— ¿Es una broma? —preguntó Ron.
"Tu rostro si es una broma, estúpido Weasley" pensó Lils, rodando los ojos. Mucho le había costado convencer a su novio para hacerlo como para que un estúpido como lo era Ronald Weasley lo mandase todo a la mierda.
—No —dijo Draco, un poco más confiado, sabiendo que su novia estaba ahí para él. Recordó las palabras de Lily: "Supongo que todos tenemos algo de Gryffindor dentro. Y de Hufflepuff. Y de Ravenclaw. Y de Slytherin". Era hora de que sacara su león interior. Lils apoyó su cabeza en su hombro para darle seguridad y le besó en este, con cariño—. Lo digo muy enserio. Quería pedirle perdón a Potter —dijo señalando a Ann—, porque sé que mi padre no va a hacerlo. Y aprovecho. . . para disculparme con Granger por llamarla sangre su- por insultarla por su familia. Con Lovegood, por llamarla loca. Con Longbottom, con llamarle torpe. Con Potter, por meterme con su problema con los dementores. Con los Weasley, por burlarme de sus. . . problemas económicos. Y con todos los demás, por. . .por todo lo que haya hecho.
Todos estaban sorprendidos. Theo y Blaise tenían la boca abierta y miraban a su amigo impresionados, sin saber muy bien porque hacía eso. Las chicas, por otra parte, miraron a Draco sonriendo y a Lily con sonrisas pícaras. Lilianne se sentía más orgullosa que nunca de su novio. Ese era el chico del que se había enamorado tantos años atrás.
— ¡Anda, ven aquí! —exclamó Ann, abriendo los brazos.
— ¿Qué? —preguntó Draco, confundido.
—Yo te perdono —dijo la chica—. No eres mala gente y lo sé.
—Y yo —dijeron todas las chicas, recordando la conversación que habían tenido hacia unas noches.
— ¿Qué? —exclamaron todos los chicos sorprendidos.
Una mirada de parte de las chicas bastó para callarles a todos.
—Vale —refunfuñó Harry—. Borrón y cuenta nueva. . . Draco.
—De acuerdo. . . Harry —dijo el Slytherin, todavía no muy convencido de aquellos cambios.
—Gracias por hacerlo, sabía que podías —le dijo Lils a su dulce novio, dándole un dulce beso en los labios y abrazándole por la cintura—. Me alegro que estés bien, hermanita —le dedicó una sonrisa a su melliza—. Nos habías preocupado a todos, fea.
— ¿Cómo que fea? —exclamó la otra pelirroja mirando a su hermana y las dos empezaron a reír a carcajadas—. Bueno, aquí todos sabemos que Harry es el feo de los tres —este comentario hace que todos empiecen a reír a carcajadas.
—Tienes razón —apuntó la madre de los trillizos—. Se parece a James, ¿qué esperan? –Bromeó riendo, antes de mirar a su novio—. Era broma, James.
LILIANNE POV.
—Draco, tengo que hablar contigo. . . es un tema delicado y serio —le digo a mi novio, entrando en el despacho de Madame Pomfrey—. Poppy, cuando quiera.
Suspiro y me estiro en la camilla que hay ahí. Es el momento de decirle a Draco que estoy embarazada.
—Draco, yo. . . prométeme que no me dejarás cuando veas eso —miré a Madame Pomfrey y le enseñó mi tripa—. ¿Recuerdas cuando tuve esa caída en el partido de Quidditch? Pese a estar tomando la poción es anticonceptivas que Snape me da, Pomfrey me dio otra poción para recuperarme de la lesión en el menor tiempo posible. Lo que no sabía era que eran incompatibles entre ellas. . . Y ahora —hizo una leve pausa, cogiendo aire y respirando hondo—. Estoy embarazada, dragón.
— ¿Embarazada? ¿Cómo? —Miró la pantalla y se tapó la boca, sorprendido—. ¿Lo tendrás? Quiero decir, ¿quieres que lo tengamos a pesar de tener dieciséis años?
—No voy a dejar morir a mi bebé, tenlo por seguro —alcé la voz sin querer—. Quieras seguir conmigo o no, tendré el bebé. Además, cumplimos diecisiete en pocos meses, tampoco estamos tan lejos de la mayoría de edad.
—Jamás te dejaría sola en un momento como este, boba. Me has hecho el chico más feliz del mundo —murmuró, algo inseguro todavía, para después abrazarla.
NARRADOR OMNISCIENTE.
Tras acabar la revisión, la pareja volvió con el resto a la enfermería, junto a Annabeth.
—Deberíamos decirles —le susurró al oído la pelirroja, y asintió con un leve movimiento de cabeza. Buscó a su madre con la mirada y sonrió—. Ya que Ann se ha despertado, queremos decirles algo ahora que mis padres están aquí y pueden enterarse. . . —suspiró y ambos se miraron a los ojos en modo de apoyo, siendo el chico quien la abrazó por la cintura—. Draco y yo. . . seremos padres.
— ¡¿DEJASTE EMBARAZADA A MI HERMANA/SOBRINA/HIJA!? —exclamaron chillando el hermano de Lilianne, su padre, sus tíos.
— ¿No lo tendrás, verdad? —Preguntó James, pero la fémina tan solo asintió con la cabeza—. Eres una cría. . . todo es tu maldita culpa, maldito mortífago —amenazó a Draco, logrando que Lilianne enfureciera.
—Cómo le hagas algo a Draco dejaré de llamarte papá y dejarás de existir para mí —la frialdad con la que habló sorprendió a muchos, pero Lils jamás dejaba que le hicieran daño, sea verbalmente o físicamente a Draco.
—Más te vale no dejarla ahora —comentó Ann y los recién comprometidos sonrieron ante eso. Estaban unidos de por vida, como quién decía.
—Jamás —murmuró Draco y depositó un beso en la mejilla de su novia, con delicadeza—. No se preocupe, señor Potter, la cuidaré como a mi vida. Como llevo haciendo durante seis años.
—Mi niña —habló su madre y la menor la abrazó—. Ne alegro que haya ido bien, de verdad. Ahora sí que eres toda una mujer.
— ¿Lo sabías? —Preguntó, sorprendido y dolido a su novia, que asintió—. Increíble, me encanta como se me cuentan las cosas —el tono sarcástico empleado era tan parecido al de su hija mediana que daba miedo lo parecidos que eran en ese aspecto.
—No te pelees con mamá, porque esto fue mi culpa. . . lo dije de rebote la noche anterior —se explicó, intentando poner paz en su familia—. Estaba harta de que dijeran que a otra persona le gustaba mi novio, exploté y lo dije. . . así que por favor, papá, te pido que te controles. Mamá no tiene la culpa.
Después de decir eso, la joven estudiante de la casa Slytherin salió de la enfermería y vio a unos encapuchados allí, lo que le pareció bastante raro y sorprendente. Se fijó en uno en concreto, que podía ver los hermosos ojos grises de Draco Malfoy a través de la capucha. Sin quererlo, sus ojos se cristalizaron. . . por emoción o por miedo, pero sabía que era su niño. Su hijo.
— ¿Mamá? —preguntó ese encapuchado, inseguro.
— ¿Tu eres el bebé que llevo dentro ahora? —el chico asintió, ladeando una sonrisa tímida—. Estoy segura que eres igualito a tu padre, segurísima.
Sin poder evitarlo, el chico abrazó a su madre como si fuera la primera vez en mucho tiempo que lo hacía. Y en unos segundos, otros cuatro pares de brazos más están en su cintura. Si todos ellos eran sus hijos, sabía que en un futuro cumplió el sueño que tenía desde que era una chiquilla. El sueño de tener una familia grande. Una gran familia feliz.
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