—Yo soy la primera chica con quince años, así que conmigo terminan las presentaciones hasta esta noche —comentó, antes de quitarse la capucha—. Yo soy la fantástica Alice Hannah Longbottom, y mi padre es Neville. Mi hermano es Frankie. Y con mi físico sabréis quien es mi madre.
—Tu madre es Hannah, ¿verdad? —preguntó Luna, como siempre tan observadora.
—Así es, madrina. Mi madre es la genial Hannah Longbottom, de soltera Abbott. Y mis padrinos son Rolf Scamander y Luna Lovegood.
— ¿Yo? —preguntó el Scamander, aunque Neville también estaba sorprendido. Había hablado un par de veces con ese chico, pero no tantas. Y estaba seguro de que Hannah nunca había hablado con él.
—En el futuro sois buenos amigos —contestó Kie por su hermana.
—Pertenezco a la casa de los tejones, como mi mamá. Estoy en quinto curso y no soy prefecta pero mis notas son buenas, sobretodo en herbología y, sorprendentemente, en pociones — Neville abrió los ojos sorprendido, seguramente Hannah era buena en aquella asignatura, a diferencia de él—. Aunque soy muy distraída y en historia de la magia suelo dormirme.
El profesor Binns bufó.
—Lo siento, profesor —sonrió, inocentemente, la fémina—. No juego al Quidditch, salvo en la Madriguera, donde juego como buscadora.
— ¿Cuántos buscadores hay cuando os juntáis todos? —preguntó Ginny, con curiosidad.
—La verdad es que buscadores somos pocos —contestó James, mirando a su madre—, pero sí hay muchos golpeadores, muchos cazadores y varios guardianes; por lo que nos va bien cuando nos reunimos todos en verano y hacemos el torneo de Quidditch veraniego.
—Mis amigas más cercanas son Roxanne y Mandy. Sabéis quienes son sus padres. ¡No es mi culpa ser bromista, mis amigas y sus padres me inculcaron así!
Neville les mandó una mala mirada a los gemelos y a Ann, pero ellos pusieron una sonrisa inocente y ella juntó las manos como si fuera un angelito.
—Pero, mi mejor amiga es y siempre será Cissa —dijo, finalmente, haciendo que la mencionada sonriera con orgullo—. Tengo novio —añadió, sonrojada, mientras Neville fruncía el ceño.
— ¿Quién?
—Albus —contestó la chica.
Neville miró al chico como si estuviera evaluándole.
—Neville, tranquilízate —le aconsejó Hermione, con un tono conciliador—. Albus es hijo de Harry. Es un chico tranquilo.
—El problema —dijo Neville— es que también es hijo de Ginny, y sobrino de Lily, Ann, Fred y George.
— ¡Eh! ¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Ann, indignada.
—Pues que vosotros cuatro —explicó Neville señalándolos con el dedo acusador—, sois de todo menos tranquilos.
Fred y George abrieron la boca, pero la cerraron sin saber que decir.
— ¿Preguntas? —preguntó la joven, nerviosa.
— ¿Qué quieres hacer cuando salgas de Hogwarts? —preguntó Hannah.
—Me gustaría ser sanadora.
—Así podrías cuidar a Albus cuando venga mal de sus misiones —rió George, haciendo que ambos se sonrojaran y que Frank entornara los ojos.
—Que es mi hermana, idiota.
—Igual te digo —contraatacó. Frankie le miró sorprendido.
— ¿De qué hablas? —preguntó, haciéndose el desentendido.
El pelirrojo rodó los ojos, exasperado.
—No soy idiota. Sé que estás coladito por mi hermana. Y mejor tú que algún imbécil de por ahí. Así que date prisa antes de que se te adelante algún idiota.
— ¿Más preguntas?
— ¿Sabes conjurar un patronus? —preguntó Neville.
— ¡Así es! Es una liebre. ¿Algo más?
—No —respondió Frankie, mientras miraba a Mandy.
La menor de los Longbottom bajó y fue junto a su madre y la abrazó, pero después la arrastró hacía la mesa de Gryffindor, sentándola con su padre, que se sonrojó.
—Ven aquí —le dijo Albus a la rubia, sentándola en sus piernas y dándole un beso en la mejilla.
—Más te vale tratarla como una princesa, Potter —masculló Neville.
—La trataré como mi princesa porque eso es lo que es —contestó el azabache antes de besarla.
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