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Capítulo XIII: A través del Bifröst


La diosa se sentía un poco cansa mientras conducía su carroza a través del cielo, se notaba en su rostro.

Trjegul y Bygul junto con los elfos habían encontrado un portal hacia Asgard, que era justamente a donde debían llegar Leif, Sigrid y la valquiria que los iba a acompañar.

Freyja los había mandado a buscarlo ya que tenían la sospecha de que Loki atacaría ese lugar, debido a la idea que tenían de que quería destruir todo portal o vestigio de templo hacia los Aesir y Vanir, de esa manera cortaría la conexión que tienen con Midgard.

No se lo iba a permitir, el cobijo de Bygul se dirigía hacia allá para tanto proteger la entrada cómo ayudar a cruzar a Asgard a los chicos, debían poder salvar a Freyja.

Eir detectó que no sólo era el daño de la daga lo que estaba consumiendo a Freyja sino que también una maldición hecha por los gigantes de hielo, que en pocas palabras estaba congelando la esencia divina de la deidad de la guerra. Lo cual que si se lograba la diosa perdería sus poderes y se convertiría en una giganta de hielo, sin recuerdos de su pasado.

Esto no lo había dicho la valquiria, no quería alarmar a nadie y más que nada porque el proceso era largo, unos doscientos años aproximadamente se tardaba, lo cual era tiempo suficiente para curarla.

Llegaron a las faldas del famoso volcán Hekla, situado en la comunidad de Suðurland.

Siempre hubo cierto misticismo alrededor de la caldera natural, se pensaba que era la puerta a algún lugar del gran Fresno, más específico, Munspell, el reino de los gigantes de fuego, pero era todo lo contrario.

Dicho sitio era una puerta Inter dimensional al mismo Asgard, de las últimas que se descubrieron en los tiempos antiguos, ya que los nórdicos llegaron entre el siglo lX y el X a la inmensa isla.

—Se me había olvidado lo colosal que era —dijo Freyr.

Se sentía un gran frio en el sitio, pero a la vez mucho calor, era un gran contraste de climas.

—Esto me recuerda a la historia de la creación del mundo, cuando el hielo y fuego se unían en el Ginnungagap —comentó Thrud.

Recordaron la creación del mundo en el caos primordial del universo.

—Creo que es por es que este lugar siempre ha sido tan místico —dijo Bryggvir, uno de los elfos de luz.

Los humanos escuchaban lo dicho por aquellos poderosos seres, incluso sintiendo cierto miedo de lo que hubo antes de ellos, el gran caos que incluso predecía a Odín, el padre de todos.

—Tenemos que ir hacia la boca del volcán —comentó Bygul señalado con su pata hacia lo más alto.

—¿Sera seguro para todos? —preguntó Hilda, mientras su mirada caía en los humanos que no irían en la contienda.

—Pues de nuestra parte no detectamos nada fuera de lo común, pero hay que tener en cuenta nuestras diferencias con ellos —comentó Völundr.

—¿Se sienten capaces de subir? —preguntó Freyja a los chicos.

Dhalia, Gilda, Arkyn Haavard y Jarle se vieron entre ellos, si bien les asustaba lo que sucedía, no querían mostrarse como cobardes.

—Vayan los necesarios, no todos tenemos que subir, es mejor si algunos nos quedamos abajo y comenzamos a poner el campamento —dijo Svanhvit.

Los mortales la voltearon a ver de manera agradecida.

—Qué se queden la mayoria de las valquirias y los elfos. Bygul y Trjegul por favor junto con Gullinbursti y Hildisvíni hagan reconocimiento de la zona —comenzó a ordenar Freyja —, Eir, Brynhildr Frey y yo junto con Sigrid Leif y ella subiremos al volcán.

Señaló a la valquiria la diosa, pero algo que captó la atención de Sigrid es que jamás mencionaban su nombre, se le hizo muy raro eso.

—Es una buena idea, entonces así lo haremos —dijo su hermano.

Con ello las demás valquirias junto con los elfos y humanos se pusieron a sacar las cosas para el campamento, para comenzar a ponerlo, mientras que los gatos y jabalís se perdieron en la penumbra de la noche para analizar los alrededores.

Freyja se volteó a Sigrid y la vio.

—¿Estas lista, pequeña mortal? —le preguntó.

—¡Si, siempre! —exclamó.

Leif, las valquirias y Freyr ya habían empezado el camino, ascendiendo por el tramo que estaba pintando hacia la boca de la montaña de fuego.

La caminata era silenciosa, con Freyr a la cabeza, atento a cualquier cosa mientras que Sigrid y Freyja cerraban la retaguardia.

—Gracias Sigrid, por esto que estás haciendo —dijo Freyja apenas de manera audible.

La muchacha volteo a verla y alcanzó a ver una pequeña lagrima dorada caer por la mejilla de su amada.

Se paró enfrente de ella y sin titubear la limpió.

—No me tiene que agradecer nada mi señora, sabe que lo hago porque la amo —susurró la chica.

El corazón de Freyja sintió pequeñas descargas al escuchar esas palabras por parte de la mortal.

No era la primera vez que le decía algo así, pero en este momento, haberlo dicho pareciese que le daba mucha energía a la diosa, sintió cómo si el peso del mundo se levantaba de sus hombros.

Se acercó a Sigrid y le dio un pequeño beso apenas rozando sus labios.

—Sabes que yo también te amo pequeña.

—Lo sé, siempre que está cerca de mí lo siento, cada acción que hace me lo deja claro, estoy muy feliz de estar a tu lado, a pesar de todo lo que está sucediendo. Jamás te dejaré.

Freyja le sonrió, acariciando su mejilla.

Reanudaron su camino hacia el centro de la montaña, conforme se acercaban los dioses y las valquirias notaron que a los dos humanos les estaba costando respirar, tanto por la altura como por el nivel de magia que albergaba el sitio.

Sigrid se tuvo que recargar contra la pared, le estaba costando respirar mucho y se notaba muy cansada, mientras que Leif si bien no mostraba que se sentía mal, se le notaba en su rostro la fatiga.

—Tomen chicos —dijo Eir, en su mano aparecieron dos viales con agua —. Bébanla, les ayudará.

Los jovencitos lo hicieron sin titubear y al momento que el líquido tocó sus labios se comenzaron a sentir revitalizados.

—¿Es agua de la nieve de Lyfjaberg? —preguntó Freyja.

Ella sólo asintió.

Sigrid había escuchado ese nombre en algún lugar, pero no podía recordar de donde, pero tenía que ver con la sanación.

—La giganta Menglöð me las obsequió la última vez que estuve ahí —comentó.

—Es de las pocas gigantas decentes que hay en el mundo —dijo Freyr.

Los chicos se sintieron revitalizados, como si nada les hubiera pasado.

—¿Están bien chicos? —pregunto Brynhildr.

Ambos sonrieron.

—¡Como nuevos! —exclamó Leif.

Esto tranquilizo a las deidades, quienes ahora hicieron que fueran enfrente los jóvenes mortales para irlos cuidando.

El camino continuó, era largo y tedioso, lleno de obstáculos naturales, los cuales eran quitados por los dioses.

Llegaron hasta la parte de la boca.

Quedaron impactados Sigrid y Leif al verlo.

La boca era inmensa y lograron ver en medio de la misma un pequeño islote de piedras, donde alcanzaron a ver varias columnas de roca.

—Es ahí —señaló Eir.

Con ayuda de Freyja y Freyr cruzaron los ríos de lava, habiendo creado una cúpula de viento sobre la veterinaria y el joven.

Al llegar al centro pudieron notar que había inscripciones en un gran circulo y dentro del mismo había otro hoyo, que daba hacia el corazón del volcán.

Freyja analizó los escritos y las columnas al momento de que percibió energía mágica surcando por todo el sitio, ella tenía una idea de donde era, pero quería asegurarse, no iba a arriesgar a nadie sin estar segura.

Toco con sus yemas las calientes piedras sin recibir daño alguno.

—Acorde a lo que dice él sitio, deben aventarse hacia el centro del volcán y de ahí serán tomados por el Bifrost —dijo un poco nerviosa la deidad de la guerra.

Sigrid la vio y sonrió.

—¡Yo lo haré primero!

La determinación en la voz de Sigrid conmovió a todos los presentes, fue cuando las valquirias en verdad entendieron el amor que sentía la mortal hacia su diosa, algo que no habían visto en tanto tiempo.

—¿Estás segura Sigrid? —preguntó Leif.

—Si, confió en lo que Freyja nos dijo y no tengo miedo de nada —sonrió de manera confiada.

La diosa sin titubear y acortando la distancia entre ella y su amada la tomó del rostro y la besó de manera apasionada.

Sus bocas danzaron de manera lenta y tortuosa mientras la mortal dejaba salir pequeños suspiros de pasión.

—¿Traes a Brisingamen? —preguntó la diosa.

Ella asintió mostrando el collar alrededor de su cuello.

—Cualquier cosa que pase o suceda por favor haz lo que te enseñe y ahí estaré para salvarte —le dijo seriamente la deidad.

La azabache sólo asintió hundiendo sus gélidos orbes sobre los dorados de la diosa.

Con ello se prepararon, dandoles Freyr y Freyja una mochila a cada uno, con raciones para el viaje.

La diosa volteo hacia la misteriosa valquiria.

—Es tu deber cuidarlos ¿Entendido? —era más una orden que una petición.

—Lo haré mi señora.

Tuvieron una conversación silenciosa viéndose a los ojos y asintieron.

—¿Listos? —preguntó Eir.

Todos asintieron.

Se acercaron al filo y vieron hacia abajo.

—¡Éxito! —dijeron los dioses.

Con ello y sin titubear, Sigrid saltó.

Sintió el vértigo apoderarse de ella mientras caía hacia el abismo sin fondo del aguajero.

Su corazón latía de manera rápida y sin precedente, tenía un poco de miedo, pero intento controlar, sabía que todo iba a salir bien.

Sin previo aviso una luz arcoíris la envolvió haciéndola ascender hacia los cielos, sintiendo cómo salía del aguajero a gran velocidad hacía los cielos y alcanzó a ver hacia abajo, Leif saltó en ese momento.

Cruzó su mirada con la de Freyja y se sonrieron.

Ella sabía que lo lograría. 


Nota de autor// Glosario:

Lyfjaberg: montaña de la sanación, en la creencia nórdica  es un monte donde la giganta Menglöð    se sienta acompañada de nueve doncellas, posiblemente valquirias. Se dice que el agua de dicha montaña era curativa.

Menglöð: Es una hermosa doncella que esta capturada en Gastropir, su historia es muy similar a la de Rapunzel, es salvada por el heroe Svafrþorin y su historia se puede leer en el poema Fjölsvinnsmál


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