Capítulo 31. El incidente
Desde aquel entonces, me alejé de casa, inventando una excusa sobre un trabajo fuera de la ciudad para mantener a mamá y a Jaden a distancia. No quería enfrentarme a ellos mientras seguía asesinando personas. Cada paso que daba lejos, mi mente se debatía entre la necesidad de huir y el deseo de volver a ser parte de aquella familia que dejaba atrás.
Cuando Damian me siguió, una parte de mí anhelaba regresar, dejar atrás todo en lo que me había convertido y retornar con ellos. Por primera vez, quería ser un adolescente común y corriente, sin preocupaciones ni cargas que me atormentaran día y noche.
Arek, por su parte, contribuía con los gastos para mamá. Aunque una parte de mí se sentía agradecida, otra se llenaba de autodesprecio al utilizar el dinero ganado a costa de hacer daño a otros. Para calmar mi conciencia, me repetía que Ethan era un asesino a sangre fría después de todo.
Arek me proporcionó información de Ethan, quien mantenía una vida aparentemente normal; tenía amigos, una familia, e iba a la escuela. Antes habría creído que era imposible que un asesino obtuviera esa clase de vida, pero él lo consiguió. Me dio un poco de esperanza.
El primer paso fue inscribirme en su escuela, la que para mi sorpresa, era la misma a la que asistía Jaden. Traté de evitar a mi hermano y cualquier posible conexión con él, escondiéndome y evitando las clases. A veces, la tentación de acercarme era abrumadora. Durante días vigilé a Ethan, viéndolo sonreír, conviviendo como un chico de su edad, y me pregunté cómo es que podía coexistir el asesino y el chico al mismo tiempo.
Finalmente, decidí que era hora de poner en marcha mi plan.
Por la mañana, recorrí los pasillos en busca de Ethan. Al divisar una cabellera castaña, supe que era él. Lo seguí con determinación, esquivando a los demás estudiantes. Aceleré el paso cuando parecía alejarse más, hasta que terminé chocando con alguien.
Mi expresión se suavizó al reconocer a quien me había detenido.
Esos ojos aguamarina, que anhelé volver a ver, con la esperanza de que algún día me miraran de manera diferente.
Ver a Damian aceleró mi corazón, y mi mente se llenó de emociones encontradas. Por un lado, estaba la sorpresa de encontrarlo en ese lugar, reviviendo recuerdos que creía enterrados en lo más profundo de mi mente. Por otro lado, sentía una oleada de nostalgia y ternura al ver su rostro familiar después de tanto tiempo
Por un momento, me sentí tentado a abrazarlo, a contarle todo lo que había pasado y pedirle ayuda. Pero la sombra de mi misión pendía sobre mí, recordándome que no podía permitirme bajar la guardia. Así que, conteniendo mis emociones, mantuve mi distancia y traté de ocultar la tormenta que se agitaba en mi interior. Por fuera, intenté mostrarme calmado y controlado, como si nada hubiera pasado entre nosotros. Pero por dentro, mi corazón seguía latiendo acelerado, era un recordatorio de que aún había una parte de mí que anhelaba volver a ser aquel niño inocente que alguna vez fui.
—¿Pero qué te pasa? —se quejó, sobándose el hombro—. Pensé que había quedado claro desde la última vez que no puedes usarme para entrenar.
Me quedé inmóvil, con los ojos bien abiertos y los labios entreabiertos, incapaz de articular palabra.
—¿Por qué me miras así? —levantó una ceja—. Escucha, tengo que irme, nos vemos después.
Antes de que pudiera reaccionar por completo, mi cuerpo actuó por su cuenta. Extendí la mano y agarré su muñeca con fuerza, como si al soltarla todo fuera a desmoronarse.
—¿Realmente eres tú...? —murmuré.
—¿Eh? Sí. ¿Qué pasa contigo? —se rio—. Suéltame ya, tengo cosas que hacer.
Parpadeé varias veces, tratando de recomponerme, y finalmente lo dejé ir. El mundo alrededor recuperó su movimiento, y una sensación de vacío se instaló en mi pecho. Miré a mi alrededor, pero para entonces Ethan ya había desaparecido de mi vista.
—Lo siento... —me disculpé en voz baja, apenas para mí mismo. Me alejé apresuradamente, sin mirar atrás. Sabía que si lo hacía, si volvía a cruzar nuestras miradas, no podría resistir el impulso de quedarme con él.
Caminé hacia un lugar menos concurrido y entré en los baños, solo para darme cuenta de que no estaba solo. Agarré la navaja con firmeza al percatarme de la presencia de alguien más. Me deslicé rápidamente dentro de un cubículo, cerrando la puerta con un suave clic, y contuve la respiración. El sonido de otra puerta abriéndose a mi lado me puso en alerta. Con cautela, me asomé por la rendija y lo vi. Estaba frente al espejo, con una expresión que no alcancé a ver.
Abrí la puerta cuidadosamente, preparándome para actuar, pero un pequeño quejido escapó de sus labios, deteniéndome en seco.
El filo de la navaja se hundió ligeramente en mi palma.
Era él, el mismo chico que una vez me había salvado. O eso quería creer.
Lo observé en el espejo, sus ojos rojos y vidriosos delatando un llanto reciente. Estaba limpiando con desesperación las huellas de algo que no lograba comprender.
Me acerqué. Cuando se volvió hacia mí, encendí las llaves del lavabo sin decir nada. El agua fría golpeó mis manos, limpiando la sangre invisible que solo yo sentía.
—No te ves bien —comenté. Él me dirigió una mirada de reojo, con una mezcla de cansancio y sarcasmo.
—Es una pena, pensé que sí —respondió con amargura, aunque después rio, como burlándose de su propia desgracia.
Rasgué un trozo de papel de la pared y se lo extendí.
—Ven aquí —lo invité con suavidad.
Dudó por un instante, pero finalmente aceptó.
—Gracias —murmuró, secándose el rostro con movimientos lentos.
Cuando bajó el papel, llevé una mano a sus mejillas y las palpé con delicadeza
—Mucho mejor —dije con una sonrisa tenue que apenas logró disfrazar el remordimiento que empezaba a devorarme.
La necesidad de huir era cada vez más fuerte. Quería desaparecer, dejar atrás esa sensación de estar atrapado entre dos mundos que se negaban a reconciliarse.
Di un paso atrás, pero entonces, él habló:
—Ah, ¿cómo te llamas?
Sabía que estaba cometiendo un error.
Sabía que lo lamentaría.
Pero aún así...
Sonreí de lado y respondí: —Soy Angel.
Ethan no lo ponía fácil. Cada vez que lo veía con alguien cercano, me cuestionaba mis acciones. Se reía y divertía, justo como un chico debía hacer. No se parecía en nada al niño que a pesar del miedo, se enfrentó a mí; a otro niño asustado.
No deberíamos involucrarnos. No deberíamos sentir compasión ni remordimientos. Pero allí estaba yo, sintiendo todas esas cosas.
Dejé el asunto un par de días, intentando fingir normalidad, pero cuando la Hermandad se enteró de que el Credo llegó a la ciudad, supe que no podía posponerlo por más tiempo. Sentía una pesada losa en el pecho al pensar en lo que debía hacer, incluso si no fuera él, no creo que hubiera sido capaz. Observé durante semanas su vida normal, su felicidad aparente, y envidié esa aparente tranquilidad. Recordé cómo una vez, no solo me salvó a mí, sino también a mi hermano, y al verlo con su hermana, veía reflejada nuestra situación. Éramos dos caras de la misma moneda, ambos actuando por las mismas razones, pero él había logrado escapar, mientras que yo seguía atrapado en este mundo. Comencé a cuestionar si realmente éramos los buenos, si hacerle algo así a alguien como él era lo correcto. ¿No deberíamos estar intentando salvarlo en lugar de atacarlo? Quizás no podríamos perdonar todos sus crímenes, pero ¿no merecía al menos la oportunidad de redimirse?
Pronto aparté esos pensamientos y me enfoqué en el objetivo.
Un día lo vi salir de su casa por la noche. Me pareció extraño para alguien en su situación, así que lo seguí, sin entender completamente a dónde se dirigía. Se adentró en un callejón, lo que vi como una oportunidad para atraparlo, hasta que se dio la vuelta más rápido de lo que esperaba y me arrojó contra el suelo con fuerza. Sentí un déjá vu en ese instante, como si estuviera reviviendo un momento pasado.
Con su pie en mi pecho, me miró con ojos desafiantes, consciente de su fuerza y poder. Me di cuenta de que había sido una trampa, de que él había planeado todo desde el principio para que lo siguiera.
—Me preguntaba cuánto más fingiríamos ser amigos —dije, manteniendo una apariencia de calma mientras sentía el peso de su pie hundiéndose en mi pecho.
—Ese día estabas en el baño también. Dime por qué —exigió. Su voz permanecía tranquila, pero un destello de furia cruzaba su mirada
—Solo quería usar el baño, ¿no puedo? —respondí con una sonrisa provocadora.
—Pero estabas allí —gruñó—...justo en el momento en que supe lo que pasaba.
—¿Coincidencia, tal vez?
Se agachó y me agarró del cuello de la camisa. Sentí su ira envolviéndome, pesada y peligrosa.
—¿Eres uno de ellos? —susurró, su aliento cálido chocó contra mi rostro mientras sus ojos se clavaban en los míos con intensidad.
—¿Uno de quiénes?
No entendía a qué se refería. ¿Realmente me recordaba, a pesar de todos los cambios que había hecho en mi vida, o era simplemente hábil para descifrar pistas?
—De los asesinos de los que me habló Levie —dijo, volviendo a su propio mundo por un momento, antes de centrarse en mí de nuevamente con más fuerza—. ¿Viniste a matarme? ¿Ese es tu objetivo?
Mi garganta se secó.
—¿Y si te digo que sí? —dije, luchando por encontrar las palabras—. ¿Vas a matarme? En esta posición, podrías hacerlo fácilmente.
Por un segundo, algo pareció romperse en su expresión. Una parte de mí quería que lo hiciera. Quería que probara ser lo que yo temía, un asesino a sangre fría, porque eso me haría más fácil justificar todo lo que estaba sucediendo.
Pero no lo hizo.
—Te dejé vivir —alzó el tono, soltándome—. Se suponía que no dirías nada, que nunca más volverías a buscarme ni a hablar de mí. ¿Qué demonios te pasa?
Sentí una ola de ira hacia mí mismo, porque sabía que tenía razón. Me había prometido a mí mismo que nunca volvería a este mundo, pero ver a mi madre enferma nuevamente me había llevado a romper todas mis promesas, incluso aquellas que juré que moriría antes de romperlas.
Fruncí el ceño.
—¿A mí? ¿Qué demonios te pasa a ti? Se supone que eres un asesino, ¿por qué te importa tanto lo que me suceda?
Él se puso de pie, pasándose una mano por el cabello con frustración.
—La vez que nos encontramos en el baño... ¿Estabas allí para matarme? —declaró entre dientes. Mi corazón se detuvo al instante, lo hice regresar a su palpitar regular y tragué duro.
—Sí —admití finalmente—. Descubrieron que no estabas muerto, así que me enviaron para matarte. Al principio, no sabía que eras tú, pero cuando te vi... no pude hacerlo. No entendía cómo alguien que mataba podía mostrar compasión. Pero luego me di cuenta de que eras solo un niño, igual que yo. Y probablemente tampoco elegiste este camino.
—¿Entonces vas a hacerlo? —sus ojos permanecieron fijos en los míos.
—¿Qué? —me sentí aturdido.
—Es por lo que estás aquí, ¿no?
—Sí, pero yo... no puedo —admití, sintiendo un nudo en mi garganta.
—Entonces, pensemos en una solución —dijo, agachándose y generando confusión en mí. Parpadeé un par de veces—. No quiero matarte, y tú tampoco quieres hacerlo, así que a menos que uno de nosotros levante el arma contra el otro, ambos terminaremos muertos.
Su mirada era firme, determinada. Parecía mucho más maduro que yo, como si estuviera acostumbrado a cuidar de los demás. Por extraño que pareciera, sentí que podía confiar en él, que realmente quería ayudarme. Así que accedí. Accedí a entablar una relación con él, aunque sabía que no debería, aunque sabía que solo traería más problemas. Pero en ese momento, no pude resistirme.
—Lamento haberte golpeado ese día —dije, sintiendo la necesidad de disculparme.
—No más de lo que yo a ti. Por ahora. —Añadió, con una sonrisa amarga. —¿Te lastimé?
—Para nada. Estoy acostumbrado a tipos rudos como tú —respondí con una sonrisa irónica.
El término "rudo" me recordó a Damian, aunque él definitivamente no era como esos tipos, por más malo que intentara parecer.
—No soy un tipo rudo —masculló.
—Pues, por cómo me recibiste, no lo parece.
Sus ojos se desviaron.
—De donde vengo, eso es normal.
—Es extraño, ¿sabes? —dije, con una sonrisa fugaz—. Tener una conversación con quien se supone que es tu enemigo.
Él me miró de reojo.
—No se supone que deba agradarme un asesino —continué—, aunque, bueno, no soy muy diferente a ti. También lo hago.
—¿Y por qué lo haces? —preguntó.
Levanté una ceja.
—¿Tú por qué lo haces?
Guardó silencio.
—Si, descuida, no tienes que conocerme, ni yo a ti. Entre menos sepamos del otro, mejor.
—Así será más fácil —concluyó él.
—Solo tengo una pregunta más —dije, levantando el dedo índice—, y espero que no sea muy personal, pero... ¿por qué me dejaste vivir?
Sus ojos chispearon con una emoción inusual.
—Porque me recordaste a mí —respondió—. Ese día, vi una fotografía asomándose de tu ropa; había un chico y una mujer en ella. Y entonces, no pude hacerlo.
—Tú... en serio no eres un psicópata —murmuré—. No lo entiendo.
—Nunca quise serlo —dijo—. Mi padre me vendió a mí y a mi hermana a esa organización. Afortunadamente, pude ocupar su lugar y mantenerla alejada de ese mundo, pero yo no pude escapar. Cuando lo hice, ya era demasiado tarde, y terminé atrapado en esta vida. Al principio, fue solo una máscara, pero con el tiempo, terminé creyéndolo. Quizás no sea nadie para decirte esto, pero sal de esta vida antes de que sea demasiado tarde.
—En realidad, ni siquiera me interesa la estúpida organización. Solo quería ayudar a mi madre y cuidar a mi hermano. La verdad es... que siempre quise ser chef —dije, esbozando una sonrisa mientras miraba al cielo—. ¿Crees que los sueños... se hagan realidad?
—No lo sé, nunca he tenido uno.
—¿No? ¿Por qué?
—Nunca tuve tiempo para pensar en uno. Creo que siempre quise... una mejor vida para mi hermana y mi madre, pero no sé si hay algo más allá de eso.
—Así que también tienes una hermana —sonreí de lado—. Creo que tenemos más en común de lo que pensaba.
Él sonrió.
—Eso creo.
♤♤♤
El trabajo tomó más tiempo del que esperaba. Cada vez que me acercaba a Ethan, las cosas se complicaban. Era como si su mera presencia desordenara todo mi mundo. Cada encuentro me hacía arrepentirme, hasta el punto de preferir ignorarlo por completo. Había llegado aquí con la intención de pasar desapercibido, de mantener un perfil bajo. Pero con él cerca, aquello era imposible. Quería culparlo por su actitud fría y distante, pero al mismo tiempo, me resultaba difícil apartarme. Había algo en su presencia que me hacía sentir protegido, un sentimiento que no recordaba haber experimentado antes.
—Bien, este es el plan: no te metas en mi vida, no me hables y no me mires —Etha se detuvo frente a mí, con una postura rígida y seria.
Fruncí el ceño.
—¿Y cómo se supone que eso me beneficia a mí? —repliqué, manteniéndole la mirada.
—Agradece que no te maté —respondió.
Una sonrisa se formó en mis labios mientras daba un paso hacia él, reduciendo aún más la distancia entre nosotros. Levanté el mentón, consciente de que nuestra diferencia de altura jugaba a mi favor.
—¿Sabes? Me subestimas demasiado. También podría meterme contigo si quisiera.
Ethan dejó escapar una risa breve, carente de humor, como si encontrara mi intento de provocarlo simplemente ridículo.
—La diferencia —respondió, inclinándose ligeramente hacia mí— es que yo no dudaría en hacerlo. Y tú sí.
Sus palabras me hicieron apretar los labios. Levanté la barbilla, fingiendo una confianza que no sentía del todo.
—No estés tan seguro. No me conoces.
—Y no quiero hacerlo —espetó, dando un paso atrás para marcar distancia—. Así que mantente alejado de mí.
—¿Y qué se supone que hagamos entonces? —pregunté, alzando una ceja.
Ethan entrecerró los ojos, como si calculara si era seguro compartir más de sus pensamientos conmigo.
—Yo idearé un plan. Tú solo espera.
—Espera, te quedas con toda la parte divertida —protesté.
—¿De verdad piensas que esto es divertido? —su tono revelaba una mezcla de irritación e ingenuidad.
La seriedad en su voz me tomó por sorpresa, y, por un momento, me sentí culpable. Bajé un poco la mirada.
—No, claro que no. Solo estaba... tratando de aligerar el ambiente. Ya sabes, ignorar que esto parece peor de lo que es.
Ethan suspiró profundamente y, por primera vez, pareció considerar mis palabras. Su postura rígida se suavizó apenas un poco.
—Supongo que podríamos intentarlo. Pero no te confundas —añadió rápidamente, mirándome con seriedad—, todavía tengo mis reservas sobre ti.
Asentí, esbozando una sonrisa que esperaba no se viera demasiado optimista.
—Lo entiendo. Solo espero que podamos aprender a trabajar juntos de alguna manera.
Un incómodo silencio se instaló entre nosotros antes de que Ethan asintiera lentamente, como si aquello fuera una batalla interna que acababa de perder.
—No prometo nada —dijo finalmente, y sus labios se curvaron en una casi imperceptible sonrisa irónica.
—¿A qué clase vas? —pregunté, intentando mantener la conversación.
—Dije que aceptaba el trato, no que debíamos hablar en la escuela —se apartó.
—Si voy a hacer esto, quiero saber más sobre quién estoy ayudando. Además, ¿esperas que me quede quieto sin hacer nada? No soy de los que abandonan a las personas.
—No me estás ayudando, me lo debes —dijo, mirándome con advertencia.
Sonreí, porque sabía que, aunque me rechazara, lo estaba haciendo más por miedo que por desdén.
—No eres muy amigable, ¿verdad?
Ethan parecía batallar consigo mismo. Lo noté en la forma en que apretaba los labios y desviaba la mirada. Al final, simplemente murmuró:
—No sé por qué insistes tanto. Solo haz tu trabajo y déjame en paz.
Había una tristeza subyacente en sus palabras, una que me hizo entender que su hostilidad no era odio. Era protección, hacia él mismo... o hacia los demás.
Y aunque él no lo admitiera, tal vez esa protección también me incluía a mí.
♤♤♤
—No sé si tu novio está muy loco o muy enamorado para hacer esto —comenté mientras me impulsaba desde el marco de la ventana, aterrizando en la habitación.
Ethan, que estaba de pie junto a su escritorio, se giró hacia mí. Sus facciones se mantenían relajadas.
—¿Y tú por cuál de las dos lo haces?
Le dediqué una sonrisa mientras me acercaba un poco más.
—Definitivamente no por la segunda. Ahora somos cómplices, ¿no? Deberíamos confiar el uno en el otro.
—Yo no confío en nadie —replicó.
—Puedo notarlo. ¿Pero por qué? —pregunté, ladeando la cabeza con genuina curiosidad.
Él pareció dudar un instante.
—¿Alguna vez confiaste en quien no debías? —su voz salió con suavidad, sin lograr esconder por completo el dolor detrás de la pregunta.
El recuerdo de Arek cruzó mi mente. Él había sido esa persona, alguien en quien había depositado mi confianza, solo para que todo se desmoronara cuando rechacé su propuesta. A veces me preguntaba si realmente fue él quien me traicionó... o si yo lo traicioné primero.
—Sí, lo he vivido. Pero, a pesar de eso, trato de confiar en la gente. No todos somos iguales, Ethan.
Una sonrisa suspicaz se dibujó en sus labios.
—¿Y por qué debería confiar en quien intentó asesinarme?
—Porque no tienes otra opción.
Ethan apretó la mandíbula, claramente incómodo con la cercanía que mi respuesta implicaba. Quizás nunca había tenido a nadie en quien confiar. Yo, al menos, tenía a Jaden y a mi madre.
—¿Sabes qué? Está bien, entiendo que no quieras contarme nada sobre ti, así que yo lo haré. —dije, rompiendo el silencio antes de que pudiera responder. Me apoyé despreocupadamente en el borde de su escritorio, buscando su mirada. Él me observó sin entender.
—Mi nombre completo es Angel Jasser. Me gustan los gatos, pero prefiero a los perros. Mi color favorito es el verde, pero no ese verde aburrido y apagado; más bien un tono aguamarina. Me gusta leer, y soy increíblemente obstinado.
A medida que hablaba, noté que sus labios se curvaban ligeramente, apenas una sombra de sonrisa, pero lo suficiente para saber que había logrado sacarlo de su caparazón por un momento.
—No tienes problema para contarme todo eso, ¿verdad?
—Para nada. Te dije que confío en ti. Estoy poniendo mi vida en tus manos, ¿no? No podría ser de otra manera.
Ethan bajó la mirada por un momento, como si procesara mis palabras. Luego, con un susurro casi inaudible, dijo:
—Me gusta el azul, me da calma cuando estoy alterado.
Mi sonrisa se ensanchó.
—Es un lindo color, pero el verde es mejor.
Se rio suavemente.
—¿Cuántos años tienes? —preguntó. Me sorprendió su tono genuinamente curioso, un cambio sorprendente considerando su actitud inicial.
—Quince. Y espero tener muchos más después de eso.
Algo cambió en su expresión. Su mirada se suavizó, como si hubiera golpeado un pensamiento.
—¿Qué? ¿Dije algo malo?
—No, es que... mi hermana tiene la misma edad —su mirada se suavizó, revelando una parte más sincera de él.
Por un momento, su máscara cayó, revelando una parte más vulnerable de él. Ese destello de sinceridad me animó a seguir hablando. Le conté más sobre mi vida, omitiendo con cuidado los detalles sobre Arek. Era mejor que no supiera todo. Ethan escuchaba en silencio, y pronto me di cuenta de que nunca había hablado tanto sobre mí mismo con nadie.
Entre las historias, inevitablemente mencioné a Damian.
—¿Eso significa que el chico con el que sales es el hermano de Damian? —estreché los ojos, analizando la situación.
—¿No era muy obvio? Pensé que me habías vigilado estos días. Creí que te darías cuenta.
—No, es que yo... Estaba demasiado concentrado en ti para fijarme en eso. Pero...hacen una linda pareja.
—No puedo decir lo mismo de Damian —dijo con una sonrisa sarcástica.
—Auch —me toqué el pecho—. Para que sepas, Damian es increíblemente difícil de conquistar. Literalmente, Damon te quiso desde el primer momento. No todos la tenemos tan fácil.
—¿Estás insinuando que Damon es fácil? —frunció el ceño.
Oh no.
—Oye, solo fue un comentario. Por favor, no me mires así.
Su expresión se relajó y dejó escapar una risa breve.
—Lo sé. Es fácil que llegue a tu corazón. Aunque... durante mucho tiempo intenté evitarlo.
Su mirada se perdió en algún punto distante, y sus ojos parecían brillar al mencionar a Damon. Sin pensar demasiado, dije:
—Creo que tienes miedo de que te importe tanto alguien y no sepas cómo manejarlo.
Él me miró fijamente, sus ojos oscuros se entrecerraron como si acabara de tocar un nervio expuesto.
—Maté personas solo por no saber manejarlo —murmuró.
—Sí, pero fue porque te obligaron. No querías hacerlo.
—¿Por qué insistes tanto en creer cosas que no son?
—Tal vez porque me perdonaste la vida —exclamé.
—No soy bueno, ¿okey? Maté a alguien incluso antes de que me obligaran. Tal vez siempre lo traje dentro de mí, y solo faltaba la situación que lo detonara.
—No creo que sea tan simple. ¿Qué situación fue? No creo que un día simplemente despertaras y decidieras matar a alguien.
—El fin no justifica los medios —contraatacó.
—No, pero lo hace más comprensible.
—Y no entiendo por qué quieres comprenderlo.
—Simplemente lo hago. También tengo un hermano, y he hecho muchas cosas atroces por él, no lo justifica, lo sé, pero cuando me siento mal por ello, trato de pensar que él es la razón por la que lo hice.
Él apartó la mirada como si no pudiera sostener más esa postura del chico distante que trata de hacer creer a los demás que es.
—Sabes que estás mal cuando ya no te importa —murmuró, sintiendo el pesar en sus palabras. Su aura se había oscureciendo.
—No creo que te deje de importar. Solo aprendes a vivir con ello.
Finalmente me miró.
—Eres muy extraño, Angel.
Una pequeña sonrisa se asomó en mi rostro.
—Bueno, es un gusto compartir mi extrañeza contigo.
♤♤♤
Pasé una pierna tras otra por el marco de la ventana después de haber recibido el mensaje de Ethan en el que pedía vernos. Evidentemente siempre era yo el que iba a verlo, ya que él tenía estrictamente prohibido salir.
—¿Qué hay con ese mensaje? "Hablemos". Tú no escribes demasiado por teléfono, ¿o sí?
La sonrisa en mi rostro desapareció al instante al verlo parado de espaldas, con la mirada perdida en la pared, y aquel escenario me recordó a Arek. Me asustaba ver en Ethan a alguien muy similar a Arek.
Se dio la vuelta y sus ojos oscuros reflejaron una determinación fría que me hizo estremecer.
—Terminé de pensar en el plan —su voz siempre había sido casi un susurro, pero no tan apagada como ahora. Sentí un nudo en el estómago ante la seriedad repentina en su voz.
—Okey, ¿pero por qué estás tan serio?
Me pasé las manos por los muslos en un intento de calmar mis nervios y deshacerme del involuntario sudor que había comenzando a cubrir mis manos.
—Hay algo que necesito que hagas —su voz vaciló por un momento antes de recuperar su firmeza habitual.
Sentí un escalofrío recorrer mi espalda, inquieto por lo que pudiera decir.
—¿Qué es lo que necesitas que haga? —pregunté con cautela.
Ethan me miró directamente a los ojos, sin titubear.
—Necesito que me mates, Angel.
El mundo se detuvo a mi alrededor. Sus palabras me golpearon como un puñetazo en el estómago, dejándome sin aliento.
—¿Qué... qué estás diciendo? —balbuceé, incapaz de procesar completamente lo que acababa de escuchar.
—Tienes que hacerlo. Es la única forma de que todo salga como lo planeamos —su voz era casi persuasiva en su lógica fría y calculada.
Me sentí abrumado por la desesperación. Había confiado en Ethan, había creído en él. Y ahora, me encontraba cara a cara con la realidad brutal de sus intenciones.
—Pero al menos demuestra que te importa. ¡No solo lo digas así! —mi voz salió rota al tiempo que daba un paso al frente.
Tragó saliva y por un momento me pareció ver que su postura estaba por tambalearse, pero aquello no sucedió.
—¿Hablas...en serio? Fuiste tú quien me pidió que lo dejara, que esto destruiría mi vida y ahora... ¿quieres que te mate?
—Lo sé, y lo siento, pero...
—Esto no era parte del trato —susurré con recelo, sintiendo todas mis emociones a flor de piel.
—Entonces que no lo sea. Si ahora te importo, hazlo por eso.
De pronto me sentí como el niño que había sido: indefenso, vulnerable, perdido, uno al que su madre no había podido proteger, uno al que habían destruido sus sueños, al que perdió a su mejor amigo, el que tuvo que crecer demasiado rápido, y con todos esos pensamientos en mente, las lágrimas no tardaron en resbalar por mis mejillas.
—No puedo creer que uses la manipulación y tus mentiras para convencerme —me pasé las manos por el rostro—. Eres horrible...
Escuché sus pasos acercarse.
—Angel, no hay nadie más en este mundo en quien confíe lo suficiente para poner mi vida en sus manos —me acarició el brazo y su tono fue tan suave como el de una madre intentando calmar a su hijo.
—¿Pero por qué yo? ¿Por qué tú? Sé que no es fácil vivir así, pero aún puedes hacerlo, si solo lo intentaras...
—Ya traté —intervino—, y podría hacerlo, pero no sería con honor. Claro, el honor es una mierda, lo perdí hace mucho, pero al menos una vez en mi vida me gustaría sentir que hice lo correcto, porque, no me arrepiento de haber hecho lo que hice, fue por Ellie, por mi familia, pero nunca estuvo bien. Y prefiero irme antes de convencerme de que fue lo correcto y sentirme bien con ello, antes de perderme por completo.
—No —di un paso hacia atrás y mi tono se volvió firme—. Debe haber otra manera, podemos salvarnos ambos. Tal vez si...
—No lo entiendes. Van a matarnos de todas formas; alguno debe ganar, es lo que quieren.
—¿Y qué hay de mí? ¿Cómo se supone que viva después de eso?
—Lo harás. Justo como lo has hecho hasta ahora.
—Pero todos eran asesinos a sangre fría, ninguno fue importante. Ninguno era tú —al pronunciar aquellas palabras, me di cuenta que había cariño detrás de ellas, un cariño que no creí ser capaz de sentir por él. Me había vuelto a encariñar de alguien otra vez, y le haría daño. Otra vez.
Una cálida sonrisa surgió en sus labios y me miró con ternura, acariciando mi cabello. Por primera vez me había quebrado frente a alguien, por primera vez no era yo quien buscaba hacer sentir mejor a alguien.
—Al menos tú estás a tiempo, aún puedes superarlo y disfrutar tu vida.
—¿Hasta cuándo? —mi voz se quebró. Una lágrima rodó por mi mejilla, pero Ethan la detuvo con su pulgar antes de que cayera—. ¿Cuánto tiempo más podré ocultarlo? Ethan, no quiero morir.
—No puedo responder a eso —bajó la voz—. Pero te aseguro que tu secreto morirá conmigo.
Agaché la mirada, derrotado, resignado a la realidad que tenía que afrontar, una en la que ya no quería vivir. Sus manos tomaron mis mejillas con firmeza y me obligó a levantar la mirada como si me incitara a no rendirme aun.
—Tienes que prometer algo —su voz fue clara y firme—. Promete que protegerás a Damon, sin importar qué. Tú has vivido con esto, sé que puedes manejarlo, pero él no. Confío en ti. También debes prometer que vivirás tu vida. Te ganarás el corazón de Damian a como dé lugar, y volverás a la escuela. Te graduarás como el mejor de tu clase y tu madre se recuperará. Volverás con tu familia y olvidarás que alguna vez me conociste y te hice ese daño —después susurró—: Por favor...
Me lamenté no poder cumplir esa promesa. Después de todo yo también lo había engañado; no le dije que estaba aliado a Arek, y que una de las personas que contribuyó a que su vida fuera un infierno, era mi mejor amigo. Pero él también se había convertido en mi amigo, y no sabía de qué lado estar.
Nuevamente, volvía a traicionar a alguien a quien quería.
♤♤♤
Azoté la puerta a mi espalda ese día en la escuela, sintiendo la adrenalina correr por mis venas mientras me alejaba del bullicio del pasillo.
—Ahora no —aseveré, dando un paso hacia atrás cuando percibí a alguien tras mis pasos, pero la presencia no se detuvo—. ¿No ves que te dije que...
El gesto amenazante se apoderó de mí mientras me quedaba callado, observando a Damian que me miraba con intensidad, casi sin pestañear.
—¿Estás bien? —alzó una ceja con curiosidad, pero su expresión se tornó seria al notar mi actitud—. Sí...olvida lo que dije, eso fue tonto —frunció el ceño—. Oye, ¿te cambiaste de ropa hoy? —inquirió, escudriñándome con la mirada.
—Ah, este, yo... —tartamudeé, sintiéndome atrapado en sus profundos ojos. Un deseo abrumador de confesarle cuánto lo extrañaba y lo necesitaba surcó mi mente—. Estaba yendo a mi casa.
—¿De veras? —reaccionó con más entusiasmo del que esperaba. Me preguntaba cómo Jaden podía tenerlo todos los días y permanecer indiferente—. ¿Puedo acompañarte?
—En realidad... ya voy algo tarde, y no quisiera entretenerme.
Rechazarlo no era mi deseo, pero no podía permitir que nadie arruinara mi plan, ni siquiera él.
—Pero...
Maldición.
Miré de reojo el reloj en mi muñeca. Se hacía tarde para llegar al hotel y alistar el equipamiento.
—¿Ocurre algo? —sus ojos alternaban preocupación y confusión.
—N-nada, es que recordé algo muy importante —reí nervioso—. Te hablo luego —me despedí depositando un beso rápido en su frente. Ni siquiera yo sabía por qué lo había hecho, pero tendría tiempo para reflexionar sobre eso después (si es que había un después).
Tuve la inquietud de volver a casa. Quería ver a mamá, aunque fuera una última vez, antes de terminar con lo poco que quedaba de mí, antes de perder lo que me hacía humano. Quería aferrarme, aunque fuera un instante, a la persona que solía ser, el chico que no dormía pensando en cómo ayudar a su madre, el hermano mayor que era la admiración de Jaden.
Cuando llegué, agradecí no encontrar a mi hermano en casa. No quería enfrentarme a sus preguntas. Crucé la puerta como un ladrón, aunque lo único que robaba era un momento de lo que alguna vez fue mi vida.
Pasé junto al cuarto de mamá, y ahí estaba ella, recostada en la cama, con los signos vitales monitoreados por un computador. Tenía los ojos cerrados, y el verla tan cerca, pero al mismo tiempo tan inalcanzable, hizo que mi corazón se acelerara. Me di la vuelta, dispuesto a marcharme.
—Angel, ¿eres tú?
Me detuve en seco.
Giré sobre mis talones con los ojos vidriosos. Ella estaba despierta, sus ojos cansados pero atentos, mirándome con un amor que dolía.
—He tratado de mantenerme despierta todo este tiempo, con la esperanza de verte de nuevo —susurró. Su rostro, surcado por arrugas que habían llegado demasiado rápido, reflejaba esperanza.
Fui incapaz de emitir palabra, sintiendo las palabras atoradas en mi garganta.
—Te ves bien. ¿Significa que te tratan bien en el trabajo?
Trabajo...
La palabra resonó en mi cabeza, como una mentira mal ensayada. Salí de mi trance, forzándome a responder.
—Sí... me va bien.
Podía ver en su mirada que sabía que mentía.
—Lo que haces por nosotros —sonrió—. Prometo que cuando salga de esta cama, no tendrás que volver a hacerlo jamás. Podrás tener amigos, como los chicos de tu edad, una novia, y tal vez un auto —se rio y sentí ganas de llorar ante la realidad que mi madre había construido para mí.
—Mamá, eso es demasiado.
—Nunca es suficiente. Te mereces el mundo, hijo.
Mis ojos escocieron de repente.
—¿De qué hablas? —me mofé—. Yo no soy el que está postrado en una cama.
—No importa, porque sé que mi ángel guardián me cuida.
Por un instante quise contarle todo. Decirle que su ángel estaba manchado, roto, irreconocible. Quise ser ese niño al que ella siempre había prometido proteger..
—Mamá, yo... —tragué saliva y contuve las lágrimas—. Te amo. Más de lo que puedas imaginar.
Ella me sonrió con ternura, irradiando una calidez que me llenaba de consuelo.
—Y yo te amo a ti, mi ángel. Siempre y para siempre.
♤♤♤
Cayó la noche y me preparé mientras guardaba el arma en la mochila; mi hombro, donde la llevaba colgada, temblaba ligeramente, como si fuera consciente del peso de lo que estaba a punto de hacer.
Me enfrenté al espejo y lo que vi fue a un extraño, un asesino. El rostro familiar de Angel ya no estaba allí, reemplazado por la determinación fría de un hombre dispuesto a todo.
En la azotea, el viento azotaba mi rostro. En ese momento, deseé que fuera lo suficientemente fuerte como para llevarme con él y hacerme caer desde lo alto del edificio.
Manejar un rifle de francotirador no era igual que empuñar una simple pistola; esperaba que las lecciones de tiro que había tomado fueran suficientes en este momento.
Me tumbé en el suelo boca abajo, con el arma apoyada en el borde del edificio, enfocando mi mirada en el objetivo y preparándome para disparar.
Antes de apretar el gatillo, tomé un último suspiro, sintiendo el peso abrumador de lo que estaba a punto de hacer.
Ethan estaba ocupado empacando sus cosas en las maletas cuando algo lo distrajo. Damon apareció en la ventana y lo abrazó con fuerza, intercambiando palabras con él. Algo en ese gesto me hizo retroceder, un remordimiento agudo se apoderó de mí al instante.
Cuando se disponían a cerrar las maletas, se encontraron cara a cara, y pensé que ese era el momento adecuado para disparar. Pero en el último segundo, dudé.
Ethan se inclinó sobre la maleta en el suelo y luego detuvo sus movimientos. Lentamente levantó la cabeza y sus ojos se encontraron con los míos. Mi corazón dio un vuelco en mi pecho, sintiendo la punzada del remordimiento.
Cerré los ojos con fuerza, mordiéndome el labio hasta hacerlo sangrar por la desesperación que me consumía. Enfoqué mi mirada en el objetivo y mis dedos se estiraron, listos para apretar el gatillo.
Ya no había vuelta atrás. Cuando cometes un error, no puedes dejar de equivocarte. Pero este error, esta vez, me dolía en lo más profundo de mi ser.
____________________♡___________________
Holi, sentí que tardé mucho en actualizar, pero apenas pasó una semana jejeje.
El siguiente cap será el último de la vida de Angel y al fin todos sabremos lo que queríamos, ¿por qué encerró a su hermano?, ¿o qué?, ¿creían que era porque era para conquistar a Damian? O sea, está mal de la cabeza, pero no tanto.
Ahora tengo un par de preguntas para ustedes:
Quién es su personaje favorito?
Cómo sería la relación de Ethan y Damon si él siguiera vivo?
Les gustó la relación que se formó entre Angel e Ethan?
También quería contarles que estaré subiendo ilustraciones de los personajes a mi ig para que vayan a seguirme
Nos vemooos
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro