Capítulo 11. Quien alguna vez fui
No siempre fui la versión cruel e indiferente de mí mismo que soy ahora, o al menos eso es lo que creo. Hubo un tiempo en el que mi corazón latía con la inocencia de la niñez, cuando quería a mis hermanos más de lo que puedo recordar. Recuerdo claramente el día en que me llevaron a casa con ellos, o al menos, recuerdo lo que mi mente cree recordar con la anécdota que papá me contó.
—Él es muy pequeño, ¿cómo podremos jugar con él? —se preguntó Elai, quien en ese entonces su cabello era más claro y desordenado.
Fruncí el ceño, y sin pensarlo mucho, le solté un golpe en la cara, provocando risas en todos los presentes.
—Creo que ya me agrada —ese fue Damon.
Por otro lado, Isabel se inclinó se inclinó hacia mí con una mirada juguetona y una advertencia en su voz.
—Más vale que no te metas a mi cuarto, pulga —dijo, y yo la miré sin entender del todo el significado de sus palabras.
A pesar de mi falta de comprensión de lo que sucedía a mi alrededor, me sentí aceptado y querido en ese momento. Todos estaban radiantes de alegría con mi llegada, y aunque aún era un bebé, sentí que era parte de algo especial.
Papá, mientras me sostenía entre sus brazos con ternura, pronunció palabras que se grabaron en mi mente los años siguientes.
—Ellos son tus hermanos, Damian. De ahora en adelante, cuidarán de ti, y tú de ellos.
En la escuela solía ser alguien tímido, aún así, los chicos se acercaban, intentando ser mis amigos. Al principio no podía evitar sentirme un tanto incómodo con tanta atención, pero con el tiempo me fui acostumbrando.
—En la escuela los demás niños creen que eres cool; dicen que eres increíble —mencioné, mascando mi chicle. Damon me miró de reojo con curiosidad.
—¿Y tú qué dices sobre eso?
Me encogí de hombros.
—Mmmh, supongo que lo dicen porque no te conocen realmente. A veces eres un poco odioso.
Damon no pudo evitar reírse y, como era típico de él, comenzó a hacerme cosquillas.
—¡Oye, ya! ¡No me gusta! —exclamé, tratando de zafarme de su agarre.
Cuando estuvimos a unas cuadras cerca de casa, me sostuvo entre sus brazos y me llevó a su pecho, mientras platicábamos el resto del transcurso. Al llegar, me bajó y mamá me llamó desde alguna parte de la sala. Corrí por el salón principal y en cuanto la ubiqué, tomé asiento en sus piernas.
—¿Cómo ha sido tu día? —preguntó, recibiendome con una caricia en el pelo.
Le conté sobre mi día en la escuela, incluyendo las palabras halagadoras de mis compañeros y cómo Damon se burlaba de ellas. Mamá me sonrió, pero su expresión cambió cuando mencioné a Damon.
—Damon está muy ocupado, no deberías distraerlo con que vaya por ti —comentó con cuidado.
Me sentí confundido por su respuesta. Después de todo, Damon se había ofrecido a llevarme a casa, ¿por qué ahora estaba siendo considerado una distracción?
—Es que él se ofreció, y no me gusta regresar a casa solo —respondí.
Mamá me miró con ternura, pero su mirada se volvió seria.
—Lo sé, pero en algún momento tendrás que crecer y dejar de contar con tus hermanos.
Me sorprendió su respuesta, ya que recordé las palabras de papá, que parecían contradecirla.
—Pero papá dijo que...
Mamá me interrumpió con rapidez, dejando en claro que las palabras de papá no eran la verdad absoluta.
—Lo que él diga no importa; recuerda que engañó a mamá y por eso Elai e Isabel están aquí.
Incliné la mirada.
—Pero papá engañó a la madre de Isabel contigo —mencioné, recordando una conversación que había escuchado entre los adultos en casa.
Mamá suspiró, para nada sorprendida porque lo supiera.
—Así es, por eso no podemos confiar en él, ni en ninguno de ellos.
Me dolió escuchar esas palabras, ya que, a pesar de todo, eran mis hermanos. Pero mamá hizo una afirmación que cambió la forma en que los miraba para siempre.
—Pero no son mis hijos, y tú sí, ¿verdad?
Desde ese momento, mi perspectiva sobre ellos cambió. Me di cuenta de que, a pesar de su apariencia amigable, no podía confiar en ellos por completo. No cuando sus madres habían sido mujeres de moral cuestionable, probablemente ellos eran igual, o peor. Al menos fue lo que mamá dijo, y yo le creí, porque era un niño, y ella mi madre.
♤♤♤
Pasaron un par de años, y finalmente entré a la secundaria, y se me estaba haciendo tarde. Me dirigí a mi habitación para recoger mis cosas antes de salir cuando Damon apareció en la puerta, sosteniendo un par de zapatos.
—Aquí están tus zapatos —mencionó, extendiéndolos. Alargué el brazo y se los arrebaté. Él no dijo nada, pero lucía confundido.
—No tomes mis cosas sin permiso—respondí con un tono de voz elevado.
—Está bien, solo quería ayudar —balbuceó.
—Mamá dice que debo aprender a hacer las cosas por mi mismo —mencioné con algo de irritación, amarrándome las agujetas.
Damon se sentó en la cama y me miró con una expresión seria.
—Escucha, lo que sea que te haya dicho mamá, está bien que lo escuches, pero crecer también significa aprender a tener criterio propio y no hacer todo lo que te dicen.
Me quedé pensativo por un momento, sintiendo como un ataque sus palabras, lo cual me hizo enojar.
—¿Cómo tú? ¿Hablas de escapar de casa e ir a fiestas? —le pregunté, recordando algunas de sus travesuras, como usar la ventana para salir en la noche o regresar tarde a casa.
Damon sonrió de manera juguetona, como si hubiera sido atrapado en un secreto.
—Ah, bueno, eso lo hago porque...
No lo dejé terminar su explicación, ya que mi mente estaba llena de preguntas y confusión.
—No importa. Tú y yo no somos iguales —dije antes de dirigirme a la puerta, todavía sintiéndome un poco molesto.
Antes de salir, Damon me detuvo una vez más.
—Espera. Olvidaste tu cuaderno.
Tomé el cuaderno y salí del cuarto.
♤♤♤
No odiaba a Damon, simplemente me molestaba que siempre tenía que ser el bueno en todo, o que se las arreglaba para robarme la atención, lo que me había dejado con pocos amigos en el último tiempo, pues los de mi grado veían a los de tercero como si fueran un monumento atesorado para la prosperidad. Sin olvidar que era el chico popular de la escuela, con el que todas las chicas, e incluso chicos querían estar, dejándome a mí como una abominación a su lado.
No éramos muy diferentes físicamente, a diferencia que todo en él se veía más masculino, y yo parecía más un drogadicto de esquina, con mis ropas holgadas, las ojeras debido a mis desvelos y la estatura promedio. O sea, nada impresionante.
Caminé apresuradamente a mi taquilla y guardé mis libros cuando divisé a
Elai y Damon acercarse. Genial. Lo único que necesitaba para empeorar mi mañana. Estaba cansado y desvelado, no quería escuchar sus tonterías.
—Buenos días. Hoy te fuiste sin despedirte —dijo Elai sin notar mi molestia.
Sin querer hacer demasiado alboroto, respondí sin mirarlos directamente.
—Sí, bueno, quería llegar temprano.
Elai parecía insatisfecho con mi respuesta y se volvió hacia Damon con una expresión de complicidad.
—¿Ves? —se quejó, dirigiéndose a Damon—. Te dije que no te quedaras jugando videojuegos hasta tarde.
Damon, por su parte, respondió de manera defensiva.
—¿De qué hablas? —le dio un codazo a Elai—. Fuiste tú el que no se despertó.
La discusión entre ellos comenzó de manera tonta, y yo, sintiéndome incómodo con la situación, traté de intervenir.
—Oigan... ¿podrían... hacer eso en otro lugar? No quiero que me vean con ustedes.
Ambos fruncieron el ceño, aparentemente sorprendidos por mi comentario, aunque no parecían molestos.
—Bien, vamos por un café, Damon. Tengo algo de sueño —dijo Elai, pegando un bostezo antes de dar la vuelta. Damon me dedicó una última mirada afligida antes de seguir a Elai.
Una vez que se alejaron, me dirigí a mis amigos que se encontraban reunidos a mitad del pasillo, quienes aparentemente no me habían escuchado cuando los saludé. Sin embargo, al repetir mi saludo, ambos se volvieron hacia mí, mirándome con expresiones de exasperación.
—¿Qué pasa? —pregunté, mirando simultáneamente a ambos.
Ellos se miraron entre sí antes de responder.
—Vimos cómo le hablaste a Elai y Damon.
Fruncí el ceño, sin entender completamente por qué eso les molestaba tanto.
—Sí, ¿y qué?
Intercambiaron miradas significativas.
—Parece que ya no deberíamos juntarnos contigo —mencionó Jonathan, con una mirada seria con tono desinteresado.
—Pero yo soy su amigo, no ellos.
—Estábamos contigo porque pensamos que nos ayudarías a que Damon y Elai nos recomendaran para entrar al equipo de fútbol el próximo año —explicó Parker, mirándome con una expresión aburrida en el rostro, y entonces todo cobró sentido. Eso explicaba porque siempre hablaban tan bien de ellos.
Sentí un nudo retorcerse en mi estómago y un montón de palabrerías ofensivas vinieron a mi cabeza, pero en lugar de compadecerme de mí mismo o demostrar que me afectaba, respondí con determinación:
—Entonces creo que no tendrán esa recomendación.
Ellos parecían decididos y seguros de sí mismos.
—Aún podemos conseguirla sin ti.
—No si me golpean.
Ambos me miraron sin entender, y antes de que pudieran reaccionar, le solté un golpe al que tenía de frente, que fue Parker. La situación se volvió caótica de inmediato, con uno de ellos lanzándose sobre mí en respuesta, los abucheos y porras se hicieron presentes, y cuando menos me di cuenta, llegó un profesor para detener la pelea, pero no sin haberle antes dejado un par de moretones a Parker, quien, en el fondo, me alegraba de haber golpeado. Siempre tuvo algo me no agradaba, pues me juzgaba cuando comía demasiado o se burlaba de la ropa que usaba. Jonathan era un poco más tolerable, pero era su perro faldero, no me gustaban los segundones.
Terminamos en detención, ellos pasaron primero a la dirección a dar su versión de la historia mientras yo esperaba afuera y mis hermanos llegaban corriendo al lugar, haciendo que escondiera la cara entre mis manos y deseara que la tierra me tragara.
—¿Tú los golpeaste? —preguntó Elai con asombro frente a la directora.
—Solo a uno —respondí, tratando de minimizar mis acciones.
Damon intervino con calma.
—Elai, está bien.
Elai se soltó y le dedicó una mirada "Nada está bien".
Durante la reprimenada, Elai no quitó la cara de idiota, e Isabel y Damon se mantuvieorn en silencio. La primera con su típica expresión seria, y el segundo con desilusión en la mirada. Al final la directora me suspendió por un par de días, y por suerte no llamaron a nuestros padres, ya que Isabel era una alumna ejemplar.
—Perfecto, hermanito. Esperemos que sea la última vez —dijo ella una vez estuvimos afuera—. Hiciste que saliera de mi clase de cálculo.
A diferencia de Elai y Damon, Isabel comenzó a tratarme como yo lo hacía. En ese momento, entendí que mamá tenía razón: no podía confiar plenamente en ellos.
—Y yo del entrenamiento —añadió Elai.
—Oigan, tienen razón en estar enojados, pero tal vez podríamos preguntar qué pasó —dijo Damon.
Los tres me miraron, esperando una respuesta.
—Se lo merecían —contesté con simpleza.
Isabel rodó los ojos, exasperada.
—¡¿Lo ven?! —exclamó Elai—. Es un rebelde sin causa.
Damon pareció a punto de decir algo, pero no quería escuchar más.
—¿Pueden solo dejarme en paz? No necesito su ayuda, perdón si perdieron sus clases de física o lo que sea, pero ¿qué creen? No me importa.
—¿Qué? —Isabel relajó los brazos que mantenía cruzados.
—Sí, Damian, ¿qué pasa? Tú no eres así —Damon intentó llegar a mí, tocando mi brazo, pero me deshice de inmediato del contacto.
—Ustedes no saben cómo soy —murmuré, sintiéndome repentinamente confundido. Ni siquiera yo lo sabía—. Ya...ya me voy.
Tomé mi mochila y me alejé antes de que pudieran decirme algo más. Desde ese momento, todos cambiaron en relación a mí. Isabel dejó de tratarme como antes, igual que Elai, y Damon trató de hablar conmigo un par de veces, pero lo ignoré por completo. Entonces, todo cambió en nuestras vidas, e hice exactamente lo que mamá quería, terminé aborreciéndolos.
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Uolaaa.
Esta es la primera parte de un pedazo del pasado de Damián. Solo decir que nada justifica su comportamiento ojete, pero ya sufrirá, ya verán
En el siguiente se viene cómo conoció a Jaden 😏
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