25. Quiebre Suicida.
―Armando, te juro que si te pones de chillón impotente ahora, te abandonaré en este sitio. ― Lo amenazó Mirlet mientras le susurraba al oído. ― La cosa esta así. Por nuestro bien, mejor será que no nos vea la bella dama de allá. ¿Entiendes?
― ¿No la ayudaremos? ― preguntó con miedo. Las lágrimas aun manchaban sus mejillas mientras dirigía la vista hacia el pequeño cuerpo atrapado entre la llanta y el suelo.
Mirlet bufó― ¡Claro que no! Idiota. Es una causa perdida.
―Pero su bebé... está herido. Quizás aún viva. Si lo llevamos a un hospital el podrá-
―No. No podrá. Esta muerto. ¿Entiendes? Muerto. A no ser que el bebé fuese el mismísimo descendiente de Zeus, dudo que pudiese sobrevivir a eso. Además...el niño ya estaba muerto desde antes de este accidente.
― ¿Cómo dices?
―Digo que esa mujer está loca. Su hijo murió desde hace mucho tiempo, pero aun acuna y amamanta su cadáver como si estuviera vivo. ¿Quieres acercarte para ayudar? Bien, hazlo. Mientras que yo veré como te persigue para arrancarte la piel de la cara a mordiscos mientras mueres desangrado.
― ¿Por qué haría semejante atrocidad? ― tartamudeó sin poder apartar la vista de aquella escena. Mirlet sujetó su rostro con fuerza. Sus largos dedos enguantados apretaban firmemente las mejillas de Armando, mostrándole su descontento con solo ese simple acto.
― ¡Porque está loca, imbécil, por eso! Ahora, debemos salir de aquí, que nos esperan. ― Y con eso, Mirlet se levantó, echó un último vistazo a la mujer y al ver que no era un problema, levantó a Armando y ambos se adentraron en el callejón.
―No te gires. ― ordenó el más joven cuando sintió que Armando voltearía. ― Sientes pena por ella. Creo que es normal, viendo tu naturaleza. Pero no debe ser así. Independientemente del niño muerto, en sus delirios, el seguía respirando: El niño aun respiraba para ella incluso después de lanzarlo al aire, cuando dejó que su cuerpo fuese arrollado por el auto. Asesinó la tierna ilusión y ahora llora su perdida. ―Mirlet se mordió el labio inferior con fuerza. ―Eso es imperdonable. Si tuviese a la mano mis cosas, le habría volado los sesos de un solo disparo.
El chico miraba el final del callejón, pero su atención estaba centrada en algo más lejano e intangible. <<Justo como Gary...>> pensó Armando en ese momento, recordando aquella mirada que se había asomado en el rostro del joven taciturno que esperaba sentado a la mesa de su cocina. <<Asuntos del pasado...supongo. >>
Armando levantó la vista al cielo.
<<El único pasado que parece pertenecerme aún, se encuentra encerrado entre cuatro muros de cristal empañado, que me muestra un mundo amorfo sin color ni textura. Aunque me pego contra el cristal...soy incapaz de mirar más allá de sus tinieblas. No puedo recordar nada que no fuese una triste rutina. Una soledad asfixiante. Un anhelo perdido. Y un suspiro lejano envuelto en palabras que se mesen en la suave voz de un ser desconocido. Aunque parece que la memoria los lastima, en sus ojos puedo notar algo de lo que yo carezco...>>
―De todos los callejones, tuvimos que adentrarnos en el que no tiene salida...esto es triste. ― Mirlet soltó a Armando, dejándolo recargado en la pared. Allí, al final del callejón, una puerta trasera perteneciente al edificio más pequeño de la cuadra, se ocultaba. De color oxidado y textura rasposa, Mirlet intentó abrirla sin éxito alguno. Carraspeó molesto y dio un par de pasos hacia atrás, levantando la cabeza y fijando la vista en la segunda opción: las escaleras de emergencia.
―Muy bien. Quédate aquí. Entraré y te abriré la puerta.
― En otras palabras: Me abandonas.
― No te mentiré. Me están entrando ganas de dejarte aquí...pero no, Gary me dijo que debía hacerme responsable de ti. Y eso haré. Muero por ver su rostro cuando salgamos de aquí, contigo acuestas, vivito y coleando. Será épico. ―Los ojos de Mirlet se iluminaron con esa idea y sin perder tiempo comenzó a calentar, dando leves saltitos y estirando sus brazos y piernas.
― ¿No sería más fácil escabullirnos por enfrente?
―Si fuese el hombre rechoncho de la vuelta, con gusto. Pero cuando se trata de esta mujer, lo mejor es evitarla. Es rápida y salvaje. Y una vez que te alcanza es difícil deshacerse de ella.
―Eso suena a que ya la has visto en acción.
―Un mes encerrados en la zona A es suficiente para ver de lo que son capaces sus habitantes. Bueno, lo que queda de ellos.
― ¿Una semana? Todo este caos...no es de una semana.
―Tienes razón. Básicamente, la zona A se destruyó hace más de diez años. ― Y depositando esas palabras en la mente confundida de Armando, salto hacia la pared contraria de las escaleras para impulsarse con un pie y al instante, con una mano, se sostuvo del barrote que conformaba el primer piso de esas escaleras barnizadas en rojo. ―Pareces sorprendido. ― dijo Mirlet una vez se incorporó y se giró para ver el rostro de Armando
―Según tengo entendido, esta zona era la más deseada en su jerarquía. La más hermosa e importante. Apuesto a que hace dos días atrás, tu meta se centraba en este sitio. Pero lamento decírtelo: Hace años que nos encargamos de todos los habitantes de esta zona. Fue tarea difícil. Corrían despavoridos de un lado a otro. Nuestro trabajo era callarlos antes de que llamasen más la atención. Primero, dimos cuello a los oficiales y a todos los que tenían un cargo importante y masivo, ya después, fue solo cuestión de tiempo y paciencia.... Pero bueno, aquí estamos. Ahora, si me disculpas, debo apresurar esto. Te abriré la puerta y saldremos por el otro lado. Estate atento.
La imagen de Mirlet desapareció poco después de abrir la ventana que se encontraba a tres pisos más arriba. Y entonces, en soledad, las posibilidades de la momentánea libertad que poseía en esos escasos minutos llegó a el como un rayo chocando con la tierra.
<<Es ahora o nunca. Puedo irme>> pensó cuando dejó de escuchar sus pasos. << Puedo abandonarlo todo. Volver a casa...y olvidarme de todo. No me importa lo que hagan. O a quien maten. Yo solo quiero...>> el sonido que la mujer hizo lo sacó de su absurdo pensamiento por un momento.
En sus manos, la mujer cargaba por fin, aquello que tanto luchó por sostener. Sin embargo, la escena solo fue más macabra cuando la mujer se levantó del suelo y acunó al bebé entre sus brazos mientras le dedicaba una nana -que de haber sido tarareada por alguien más, habría sido verdaderamente bella- y con gesto dulce y amoroso, comenzaba a caminar de un lado a otro con la mitad del cuerpo de su hijo colgando bajo su brazo mientras la otra permanencia bajo la llanta del auto.
El estómago se le revolvió y esta vez no pudo evitar el espasmo; un líquido blancuzco y mocoso salió de su garganta, dejándole una sensación nauseabunda que solo le sirvió para vomitar con más facilidad.
<<Esto está mal. Todo se ha jodido...no puedo...>> Se recriminaba cuando, habiendo vertido todo malestar en la profundidad de ese callejón, intentaba calmar el dolor junto con su respiración.
<< ¿Volver? ¿A dónde diablos pensabas volver, Armando? ¿Eres tonto? Este infeliz te lo dijo ¿no? Tu casa, tus vecinos, tus conocidos y tus enemigos...toda posible existencia humana en tu vida...nuestra vida, ya no está. No queda nada de eso. Se esfumó. No me queda nada. ¿Qué rayos estoy haciendo aquí? Debí quedarme allá. Nunca debí venir en primer lugar. Quedarme en casa y morir junto con los demás debía ser mi destino. Una parte de mi lo deseaba. Deseaba quedarse y morir de una u otra forma. Ya fuese por el tiempo y el aburrimiento. El cansancio o incluso el suicidio...o por mano de estos monstruos...sea como fuera, debí haber muerto allá. >>
''Si tanto quieres morir...adelante. Aun tienes tiempo. ''
La voz en su cabeza apareció con esas palabras sentenciantes que detonarían un acto de cobardía inmediata. No necesitó más. Con eso en mente, su vista se fijó en la mujer que no dejaba de cantarle a su bebé. —''Te persigue para arrancarte la piel de la cara a mordiscos mientras mueres desangrado. '' Eso dijiste, ¿no, Mirlet?
''Si. Estoy seguro de que dijo eso. Y con ello, la palabra muerte... ¿Qué coincidencia, no?''
—Una gran y conveniente coincidencia. — Armando la miraba como quien acaba de ver un perfecto milagro realizarse en frente suyo. Con pasos cortos pero rápidos, envuelto en una ilusión anhelante, comenzó a salir del callejón, acercándose cada vez más a esa mujer.
'' ¿Volverás a su lado?''
—Si.
''Eso es bueno. Ya no estarás solo. Y serás feliz. ''
Armando asintió automáticamente.
''Un cuerpo con mente débil jamás ha servido de mucho. A nadie. No lo prolongues. Un movimiento rápido bastara para hacer saltar a la loca. Vamos...no pierdas tiempo. Ella te espera al otro lado. ''
—No. No tardare.
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