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Capítulo cuatro (editado)

Chloe

Este día en la biblioteca se está haciendo realmente eterno, y amo mi trabajo, realmente. Pero, justamente hoy, me siento en una celda, y solo quiero salir de aquí. Tal vez todo esto se deba al estudio, y al maldito examen que temo reprobar.

Aunque ahora no me encuentro pensando en lo que tengo aprendido, y lo que me falta aprender. No. Ahora mi mente está en Hunter Orwell.

Han pasado varias horas desde que dejó la biblioteca, y aún el libro que devolvió está aquí. Con mis manos acaricio el braille del título, luego lo abro, y hago lo mismo con la hoja principal.

Debe ser muy difícil llevar la vida que lleva, ¿la lleva desde nacimiento?, ¿por una enfermedad?, ¿un accidente tal vez?

Las preguntas que surgen en mi mente, me llevan al momento en que nos encontramos fuera de la biblioteca, y a la manera amable que tuvo al hablarme. Y, sobre todo, recuerdo cómo su rostro se transformó cuando me contó el tiempo que le tomó leer la novela. Me gusta encontrarme con personas que pueden llegar a devorarse un libro en días, con personas que entienden lo que yo siento respecto a la magia que tienen en cada línea escrita.

—Tengo que contarte algo —Marie se sienta a mi lado, luego de haber ayudado a unos estudiantes universitarios en la búsqueda de su material. Cierro el libro y Marie observa la manera en que lo aparto lejos de ambas, pero decide no preguntar nada al respecto, tal vez solo quiere hablar de su tema.

—¿Qué hizo ahora Blaine?

Ladea con la cabeza.

—Bueno..., él no hizo nada.

—Entonces, ¿qué has hecho tú?

—Nada.

Frunzo el ceño, y me cruzo de piernas.

—No estoy entendiendo.

Suspira y se acomoda en su asiento, como si estuviera a punto de decirme el secreto de la vida humana.

—Hay un chico en el edificio que me intimida bastante.

Marie nunca se dejó intimidar por un chico, ni siquiera por Blaine, así que esto es nuevo.

—El primero que lo hace —asiente ante lo que digo—. ¿Qué es lo que hace para intimidarte?

—Solo me mira, Chloe. De una forma extraña, sin llegar hasta el punto de darme miedo o algo por el estilo —se encoge de hombros—. Como si estuviera pensando millones de cosas que no puede hacer.

—¿Y eso no te asusta?

Niega con la cabeza.

—Para nada.

—¿Y si es un asesino o algo parecido?

Se ríe.

—No lo creo. Y en tal caso, si lo fuera, supongo que me asesinaría con su mirada, con su sonrisa y ¡demonios! con su voz —hace un gesto actuado con las manos y me río—. No, en serio.

Marie se termina el agua, y se lleva a la boca uno de los pequeños cubos de hielo que habían quedado en su vaso.

—Ahora entiendo por qué Blaine quiere sacarte de allí.

—Pss...

La miro y utiliza esa sonrisa de yo no fui.

—No lo sabe.

—Por supuesto que no. Aunque Paul sí sabe de Blaine —me mira—. Así se llama. Y justamente me mira como si quisiera coquetear conmigo, y no pudiera por saber de Blaine. No es por creerme la gran cosa ni nada, pero te juro, Chloe, que así me mira.

—Te creo, causas ese poder en los hombres.

—Oh, cállate.

—Entonces, ¿te gusta Paul?

Se detiene a pensar en la respuesta. Frunce el ceño, ladea con su cabeza y, finalmente, suspira.

—No lo sé. Es decir..., quizás todo esto solo se deba a que es el primer chico en intimidarme. Además, no dudo de lo que siento por Blaine. Lo quiero, pese a que sea un idiota, lo quiero.

—Tranquila, quizás todo esto se deba a lo que dijiste. Paul es el primero en intimidarte, y eso es nuevo para ti. Eres virgen en el efecto de miradas intimidantes.

Se ríe.

—Tengo que conocerlo —digo.

—Es mi vecino, no se te hará difícil cruzarlo.

—¡Tu vecino! —tengo que bajar mi tono de voz al recordar el lugar en donde me encuentro—. Pues veo que sí se ha vuelto difícil cruzarlo.

—Es tu culpa por no pasar a visitarme seguido.

—Oh, no hagas eso —se ríe—. No me hagas sentir culpable, porque cuando quiero visitarte, estás... ocupada. Y ambas sabemos en qué.

—Tendríamos que dejar estas conversaciones para fuera del trabajo —suspira ante algún recuerdo y sonríe—. Podríamos volver a la noche de chicas, ¿las recuerdas?

—Por supuesto. Hablando de nuestros temas con la luz de tu habitación apagada.

—O mientras devoramos un chocolate y bebemos té —ambas sonreímos. Y ahora que lo recordamos, sé cuánto echo de menos esas charlas. Últimamente, al vernos más tiempo en el trabajo, hablamos de nuestras cosas en las horas de nuestro turno.

—Por favor, que se repitan.

—¡Por supuesto! —contesta sonriendo, y luego sus ojos están en el libro en braille. Me mira, y vuelve a poner la vista en el libro. Entonces sé que vienen las preguntas—. ¿Vino otro cliente o...?

—No, el libro es de Hunter.

Asiente: «Vaya, lo devoró bastante rápido».

—La magia de los libros.

—Lo que siempre dices —suspiro—. ¿Estás bien?

—Sí, solo pienso en el examen.

—¿Segura?

Ladeo con la cabeza y vuelvo a suspirar: «Vale, puede que también esté pensando un poco en Hunter».

—¿En Hunter?

—Sí, es que... debe ser muy difícil llevar su vida, es tan joven.

Vuelvo a acariciar el libro, Marie asiente y decide cambiar de tema al no saber qué decir al respecto.

Nuestro turno en la biblioteca ya se estaba terminando, no había ningún cliente, así que con Marie nos dispusimos a acomodar los libros usados por los estudiantes, y a limpiar el lugar.

Era la hora preferida de mi amiga, ya que podía subirle el volumen a la radio sin recibir una queja al respecto. Y no hay nada mejor que limpiar con música, todo se vuelve más divertido cuando la escoba es el micrófono.

Aunque, a decir verdad, también es mi hora preferida. Así que me sumo al canto, y a los bailes ridículos.

Para cuando terminamos de hacer nuestro trabajo, Marie apaga la radio, y con ello se va nuestro papel de cantantes del momento. Volvemos a ser dos simples bibliotecarias.

La puerta de la biblioteca se abre, y entra Iván. Como siempre, luciendo tan hermoso y elegante con su pantalón de vestir negro, la camisa blanca metida dentro del mismo, y su cabello castaño claro perfectamente peinado. Perfecto, como si no hubiera tenido un largo y agotador día.

Cuando me observa, me sonríe como un galán de telenovela. Me encuentro suspirando, y aún preguntándome qué hace conmigo.

Me acerco a él, y para saludarlo, tengo que levantar la cabeza. Por supuesto que para Chloe todo el mundo parece ser enorme. Iván me sonríe y me rodea con sus brazos.

—Eres tan adorable —se ríe y se aleja de mí para darme un corto beso en los labios—. ¿Lista para irnos?

—¿Y a dónde iremos?

—Lo sabrás cuando lleguemos.

—Bueno, eso es muy obvio —se ríe—. Pero, en serio, quiero saber. Quiero ver si estoy vestida para la ocasión, o si tengo que pasar por mi casa antes.

Bajo la mirada para estudiar mi vestimenta. Hoy llevo una falda por encima de las rodillas de color blanca, acompañada por una camisa verde agua y unas sandalias.

—Chloe, estás perfecta así —suspiro. Claro, él nunca me dirá lo contrario—. Además, sabes que no necesitas aparentar algo que no eres cuando estás conmigo.

—Lo sé, pero...

—Pero nada. Me gusta esta Chloe. Sencilla, pero hermosa —sonríe, y solo me queda asentir ante la derrota.

Marie vuelve del baño y saluda sonriente a Ivan. Pero su sonrisa se borra cuando Blaine entra, sonriendo como todo niño bueno. Con Iván nos reímos de tal situación.

—Te dije que hoy no vengas a buscarme —Marie se cruza de brazos—. No iré a esa estúpida reunión que haces con tus amigos.

Como todos los jueves, Blaine se reúne con sus amigos para jugar a la PlayStation, beber alcohol, escuchar música y ya.

—Ven, por favor. Vendrán las chicas de mis amigos, y tú eres mi chica.

—Oh, no, ni te atrevas a llamarme tu chica —con Ivan suspiramos. Detrás de cada pelea se dicen lo mucho que se aman. Así son Blaine y Marie. Y, por suerte, ninguna de esas peleas hizo llorar a mi amiga—. No eres mi novio para llamarme de tal manera —por supuesto que iba a usar esta discusión para entrar en ese territorio—. Porque el hecho de que me folles no me hace ser tu chica.

Ivan ensancha los ojos, pero a mí no me sorprenden las palabras de Marie. La conozco, y así es ella; sincera. Dice las cosas sin miedo. Eso puede ser bueno o malo, dependiendo del contexto en que se encuentre. En este caso, supongo que malo, ya que a Blaine no le hizo gracia alguna.

—A nuestra manera lo eres.

Marie quiere decir algo, pero ya no soy capaz de escucharlos pelear. Además, soy la encargada de cerrar la biblioteca, a Marie siempre se le extraviaba la llave. Y tengo que cenar con Ivan, así que me pongo en el medio de ambos.

—¿Pueden dejar de pelear por hoy? Ambos se gustan y se quieren, ya no peleen —suspiro y miro a Blaine—. Es tu culpa. Desde que se te metió esa loca idea de vivir juntos sin llevar una relación seria están así —Blaine suspira y asiente. Ahora observo a Marie—. Y tú, ve a esa estúpida reunión. Él quiere que estés ahí, y no veo lo malo en eso. Seas o no seas su chica, según tu criterio, ve y ríete al ver cómo se ponen tontos los hombres por un videojuego.

—¡Hey! —dicen Iván y Blaine a la vez.

Marie ladea con la cabeza y, finalmente, asiente tras un largo suspiro. No accede a ir por mis palabras, por supuesto que no, yo solo quise que dejaran de pelear. Está aceptando ir por Blaine, por lo que siente por él, lo puedo notar en su mirada. Es fácil reconocer la mirada del amor.

—Bien, iré.

Blaine sonríe feliz. Ahora sí, estando todos más calmados, nos despedimos y cada uno se dirige a su destino.

Ivan emprende viaje hacia donde sea que me esté llevando, y durante, le envío un mensaje a mi padre para avisarle de que no me espere para cenar.

A decir verdad, siempre que surgen estas cenas con Iván, me entristece dejarlo solo. Más allá de que me diga que todo está bien, siento que no es del todo así. Mi padre no ha podido establecer una nueva relación desde la muerte de mamá. Lo intentó, y siempre se alejó o se alejaron de él. Por eso dejó de intentarlo. Realmente, me gustaría verlo enamorado.

Dejo de divagar en mis pensamientos, y pongo atención a lo que Ivan me está contando. Me habló de su día laboral. Me contó sobre los nuevos negocios de la empresa con esa mirada de emoción que todos tenemos a la hora de hablar acerca de algo que nos gusta.

Realmente, esto es lo suyo: oficina, cerrar negocios, administrar. Entre otras actividades que surgen en el ámbito de la empresa.

Justamente por eso dejé de trabajar allí. Llegaba hasta el punto de enfermarme por el hecho de estar ocho horas diarias encerrada, con teléfonos sonando constantemente, personas discutiendo por negocios, otras frustradas porque algo les salió mal, y con ello, un posible despido.

No. Definitivamente, ese no era mi lugar. Soy una persona que prefiere el aire libre, la naturaleza. Salvar la vida de un animal, preferir estar en contacto con cualquier perro callejero antes que con una persona. Y claro, el encierro de la biblioteca no me molesta en absoluto; hay tranquilidad, y estoy rodeada de libros. Mi escape favorito.

Por eso, con Ivan somos absolutamente diferentes, pero sabemos entendernos y eso nos complementa.

Ivan aparca el auto, y por fin su misterio se resuelve. Estamos en Napoli's, mi restaurante favorito en Pottsboro. Ante mi enorme sonrisa, Ivan sonríe también.

—Sé lo mucho que te gusta este lugar —dice—. Quise cambiar un poco, por eso la sorpresa. Siempre aceptas mis elecciones, y es muy malo de mi parte no llevarte a un sitio que realmente te guste.

Le doy un corto beso en los labios y sonríe.

—Es un lindo detalle. Gracias.

El restaurante está medianamente lleno. Parejas como nosotros, familias, e incluso personas solitarias están en el lugar. Nos ubicamos en una de las mesas del medio y hojeamos la carta. Ambos nos decidimos por pastas. Confieso que viviría con esta elección toda mi vida. Jamás me podría cansar de mi plato favorito. Y la parte más

divertida, es colocar una gran cantidad de queso. Mi padre siempre que comemos pastas me dice «le pones pastas al queso».

—¿Cómo van los estudios? —me pregunta Ivan.

Ladeo con la cabeza y, finalmente, suspiro. No sé si quiera hablar de esto. Me produce jaqueca y los nervios comienzan a hacerse notorios. Y los nervios no son buenos. Mucho menos para mí que estoy medicada en cuanto a ello.

Todo empezó cuando arranqué la universidad. Cuando di mi primer examen, me puse tan, pero tan nerviosa, que mi piel se brotó y picaba demasiado. Desde ese entonces, cada vez que tengo que dar un examen, tomo la medicación para evitar esta situación.

—Mi cabeza va a estallar. Pero creo que puedo manejarlo.

—Seguro que sí. Eres muy inteligente, cariño.

—O tal vez solo buena memoria.

—Nada de eso. Tienes conocimientos a la hora de hablar sobre lo que estás estudiando.

—Espero que para el examen el profesor crea lo mismo.

Llegan nuestros platos, así que los degustamos mientras continuamos platicando. Me acabo de enterar de que este fin de semana llegará su hermana de Francia, y quiere conocerme. Cuando nuestra relación se fortaleció, supe que Nathalie vivía en el extranjero, donde estaba terminando sus estudios como diseñadora.

La familia de Iván me había recibido muy bien, y siempre que voy a visitarlos son muy amables conmigo. Pero me llena de nervios conocer a Nathalie, ¿y si es una hermana celosa? ¿Y si no me quiere? ¿Qué tal si me hace la vida imposible para separarme de su hermano?

Creo que estoy dejando volar demasiado mi imaginación.

—¿Estás nerviosa por conocerla? —pregunta con cierta diversión y asiento—. Tranquila, Chloe. Nathalie te tratará igual de bien que mis padres. Y hasta creo que mejor.

—Eso lo sabré cuando la conozca.

—Lleva tu medicación por si acaso.

—Espero que no sea necesario.

Terminamos nuestra cena, y me encontraba muy satisfecha como para pedir algún postre, sin embargo, Iván pidió helado.

Y, una vez que por fin nos pusimos al día, nos dirigimos en dirección a mi hogar.

Nuestras vidas son muy ocupadas, más aún la de Iván que vive en el mundo del negocio. Es por eso por lo que solo podemos vernos los fines de semana, y tal vez uno o dos días a la semana, como hoy.

Al principio costó demasiado, era muy complicado adaptarnos, pero lo terminamos haciendo de algún modo. Además, no está mal extrañarse.

Necesitábamos de nuestro espacio para no ahogarnos demasiado, de nuestro tiempo personal, para luego compartirlo todo con el otro. Aprovechando al máximo el día que pasamos juntos. Puede sonar bastante raro, pero la verdad es que funcionamos mejor así. De hecho, dejamos de discutir por cualquier cosa. Eso es sano. Y las llamadas nocturnas, o los mensajes durante el día llenan al menos un poco ese vacío.

—Fue una noche agradable —le admito cuando aparca en mi hogar.

—Todas las noches contigo lo son —sonrío y me acerco para besarlo.

—Te amo.

—Sabes que yo más, ¿nos vemos el fin de semana?

—Por supuesto.

Lo beso. Tal acción se vuelve intensa y llena de pasión. Digna de una buena despedida. Al separarnos, nos regalamos una agradable sonrisa y tras un abrazo, nos despedimos con un hasta el fin de semana.

Cuando entro a mi hogar, me encuentro con mi padre en la sala, mirando una película de Chaplin. Lo adora, y logró que yo lo adore también.

Podría quedarme junto con él, pero a decir verdad, estoy cansada, y me terminaría durmiendo en el sofá. Y ya no soy una niña como para que mágicamente aparezca en mi cama al amanecer.

En cuanto me ve, sonríe y me acerco para saludarlo.

—¿Cómo estuvo la cena?

—Estuvo bien. Por cierto, Ivan te deja saludos.

Mi padre e Iván se llevan bien. Ambos tienen un buen trato, pero no como el que alguna vez imaginé que sería entre mi padre y mi pareja. Pero no puedo quejarme, mi padre siempre lo recibe de buena manera, e Iván lo trata con respeto.

Dejo a mi padre riendo en la sala, y subo a mi habitación. Planeo ducharme antes de dormir, pero cometo el error de recostarme en la cama. Mi cuerpo estaba pesado y pedía un descanso. Y ahora a su peso se le suman mis párpados que ya no aguantan otro segundo más abiertos.

Intento levantarme, pero realmente no puedo. Solo llego a quitarme el calzado. No veo la hora de dar los exámenes y recuperar las horas de sueño. Pero ahora, solo pienso entregarme al abrazo que me da la cama para dormir.

Me despierto en mitad de la noche, con la respiración un tanto acelerada, como si hubiera tenido la peor pesadilla de mi vida. Pero, al contrario, lo que tuve no fue una pesadilla.

Soñé con un joven de ojos verdes, ondas castañas y hoyuelos en una sonrisa perfecta.

La imagen completa de su rostro se veía borrosa, solo veía con total exactitud las partes ya dichas. Entonces, es muy difícil así que sepa de quién se trataba. No puedo saber quién fue el culpable de mi estado de ahora. Aunque en realidad, mi mente tampoco está del todo despierta como para ponerse a descifrar el sueño.

Dejo de pensar en ello, y decido ducharme como lo tenía planeado antes de rendirme ante la pesadez del sueño.

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