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Capítulo 40

Chloe

Las horas siguen avanzando, y la puerta de la sala de operaciones, sigue sin abrirse.

Hay nervios en la sala de espera, muchos nervios. Estamos sentados en silencio, cada uno ahogado en los pensamientos de su propia mente.

La madre de Hunter observa sus manos cruzadas, como si no hubiera nada más interesante. Su marido la observa y le acaricia la espalda, lento, una caricia que parece ser muy reconfortante.

Riley está sentado junto a Paul. Finalmente, el pequeño se quedó callado después de haberle hecho tantas preguntas sobre cómo funciona la operación.

Paul observa el reloj, suspira pesadamente, mira la puerta de la sala de operaciones y vuelve al reloj. He perdido la cuenta de cuántas veces lo lleva haciendo.

Y mientras los observo desde la distancia, mi padre sostiene mis manos y acaricia una de ellas con su dedo pulgar.

Dejo de mirar a todos, y le presto mi atención a lo que está haciendo. Lo hago porque tal acción me lleva a un recuerdo que hace bastante no se presentaba en mi mente.

Cuando mi madre murió, y papá tuvo que darme la noticia, recuerdo que al momento no caí. Solo me quedé en silencio, procesando sus palabras, sintiendo su dedo pulgar sobre mi piel. Hasta que las lágrimas decidieron salir disparadas de mis ojos, y no pude dejar de llorar.

Apoyo mi cabeza sobre su hombro, y él me abraza. Lo mismo que hizo aquel horrible día, abrazarme hasta calmar mi llanto de tristeza.

La puerta de la sala de operaciones por fin se abre, y todos nos ponemos de pie casi al mismo tiempo. El doctor Ezkarra nos observa, suspira y se acerca a nosotros. Espero que ese suspiro no sea nada malo. Realmente lo espero.

-¿Cómo salió todo? -pregunta Paul. El valiente que hace la pregunta a la cual todos le tememos por su respuesta.

-Duró más de lo esperado porque tuvimos varias complicaciones al principio. Por un momento los enfermeros no lo creyeron posible, pero no soy un tipo que se rinde fácil, y pudimos salir de ese trance. Creemos que todo salió bien, no he notado ningún signo diferente a los que ya he visto en otras operaciones como para creer lo contrario. Hay muchas posibilidades de que Hunter vuelva a ver.

En mis ojos pican las lágrimas, y al parpadear, danzan hasta mis mejillas. Lo hacen al ritmo de la felicidad, de la tranquilidad al escuchar tal increíble noticia.

Entre los presentes se hace un intercambio de abrazos, sonrisas y lágrimas compartidas. La felicidad misma nos abraza, la fe, la esperanza.

-¿Qué sigue ahora? -pregunto.

-Ahora hay que esperar aproximadamente tres días para quitarle la venda de los ojos, y comprobar los resultados finales. Luego, los cuidados necesarios. Pero eso se hablará en su debido momento.

Los padres de Hunter se vuelven a abrazar, y Riley se prende a las piernas de su madre que no deja de llorar. Paul los observa, y sonríe. Pero cuando mira a Ezkarra una vez más, su rostro se torna lleno de preocupación.

-Sé que no es el momento -susurra lo suficiente para que no escuchen los padres de Hunter, pero a la distancia en que me encuentro, yo sí lo hago-. Hay casos en los cuales el paciente vuelve a perder la vista, ¿corre ese riesgo?

Ezkarra apoya su mano sobre el hombro de Paul.

-Ahora disfruta del momento, no pienses en las posibles consecuencias para el futuro. Con los cuidados necesarios, podemos evitar ese riesgo -Paul asiente.

La puerta de la sala de operaciones se vuelve a abrir, y todos vemos cómo un enfermero saca a Hunter de allí, recostado en una camilla, con los ojos vendados.

Mis manos comienzan a temblar, y lo único que quiero es abrazarlo y acompañarlo hasta que despierte, para que no se sienta solo al hacerlo, para que sepa que estoy.

-¿A dónde lo llevan?

-A una sala especial, necesita descansar -responde Ezkarra y el enfermero desaparece al doblar la esquina-. Puede que lleve tiempo, les recomiendo que vayan a casa y descansen. Hunter los necesita completos al momento de despertar y, sobre todo, cuando la venda se quite.

Cuando la venda se quite...

En otras palabras, cuando la oscuridad ya no tape sus ojos. Cuando al acostumbrarse a la claridad que tanto ha perdido, nos vea.

Oh, por Dios, cuando me vea.

No puedo detenerme a pensar en eso ahora, porque sé muy bien que voy a caer en una bola de nervios que no va a dejar de rodar, ni de crecer.

Y por más que prefiera quedarme en el hospital, mi padre insiste en ir a casa para descansar. Creo que no me va a venir mal un descanso, mi cuerpo lo necesita, y mis ojos no dejan de sentirse pesados.

Mis ganas de quedarme aquí son otras, pero mi cuerpo pide a gritos una pausa. Y como dijo Ezkarra, Hunter nos necesita enteros.




Luego de un baño caliente, me recuesto en la cama y mi mente no deja de recrearme los posibles momentos que van a pasar cuando me conozca. La bola de nervios a la que tanto quise evitar, está a punto de atraparme entre sus emociones.

Más pienso en los momentos, y más pesados se sienten mis ojos. Y me duermo así, proyectando ese momento.

Me duermo viendo una sonrisa en su rostro. Sueño con esa misma sonrisa, y con un te amo cantarino que sale desde sus labios.



Hunter

El doctor Ezkarra me dijo que hoy me va a quitar la venda. Esperar el momento me desespera, necesito acabar con esta oscuridad, necesito ver los rostros de las personas que más amo. Necesito ver lo que tanto he olvidado en este tiempo.

La ansiedad no le deja lugar a los nervios, y mi fe de que todo salió bien es tan fuerte que puede hasta derribar al miedo que quiere aproximarse.

Voy a ver. Mis ojos ya no van a ser oscuros, la negrura solo me va a acompañar cuando cierre los ojos para dormir.

Quiero que me quiten la venda, porque necesito ver a mis padres, sus rasgos, sus rostros plasmados de felicidad. Necesito ver a Riley, observar por cuenta propia cuánto ha crecido, y chequear si es verdad que se parece a mí como dicen todos.

Quiero ver a Paul, y que, a modo de broma, ponga su mirada seductora y me haga reír. Necesito agradecerle mirándolo a los ojos por todo lo que hizo por mí. Porque, en definitiva, es el mejor.

Pero sobre todas las cosas, necesito conocer a la mujer que fue capaz de despertar a mi corazón que estaba muy cerca de la muerte. Mi necesidad de mirarla, de conocer cada detalle de su rostro, y de su cuerpo, son inmensas.

En verdad, ya no quiero esta tela sobre mis ojos, la quiero lejos. Quiero volver a ver la vida, y ver a Chloe en este capítulo. Ella junto a mi familia, y a mi mejor amigo, que es mi hermano.

Todos ellos juntos, como la fotografía más perfecta del mundo. Al menos del mío, porque, a fin de cuentas, eso son... mi hermoso mundo.

La puerta de la habitación en la que me encuentro se abre.

-¿Cómo te sientes? -reconozco la voz de Ezkarra.

-Bien, en verdad que me siento bien. Solo necesito, por favor, quitarme la venda.

-Es que a eso vengo, Hunter. Llegó el momento, y quiero saber si estás listo.

-¿En verdad? ¡Estoy más que listo!

-Quitarte la venda es un antes y un después.

-Lo sé..., significa volver a ver.

Decir tales palabras me lleva a sonreír. Mi ansiedad no puede más, está a punto de estallar, y yo lo haré junto a ella.

-Creo que yo estoy más nervioso que tú -Ezkarra se ríe.

-No tanto, solo que mi ansiedad es más fuerte como para ponerle atención a mis nervios.

-¿Qué te parece si dejamos la charla?

-Por favor.

Respiro profundo. Lento y profundo. Mi respiración se mantiene tranquila a diferencia de mi corazón que no deja de latir con fuerza.

Mis dedos se mueven impacientes sobre el colchón de la camilla, y mis pies danzan al ritmo de mis latidos.

Cuando siento las manos de Ezkarra sobre mi rostro, me pongo tenso. Me dice que me relaje, que todo está bien, que me da mi tiempo para calmarme. Vuelvo a respirar profundo y le digo que lo haga de una vez, que comience a quitarme la venda.

Y lo hace, la tela va rodando por mi cabeza, reduciendo sus capas, cayendo de a poco. Hasta que, finalmente, no siento su suavidad, ya no la tengo conmigo, pero abrir los ojos ahora me aterra.

-No los abras de golpe, hazlo de a poco. Al principio te va a arder, por eso tómate tu tiempo, hazlo tranquilo. Ante cualquier malestar, estoy aquí.

Intento abrirlos de a poco, pero hasta el intento me genera un poco de dolor. Me relajo, y lo vuelvo a intentar.

Los abro y veo la imagen borrosa de Ezkarra. La primera imagen después de tanto tiempo, pero mis ojos se cierran ante el ardor.

-Eso, de a poco.

-Me duele.

-¿Del uno al diez?

-Ocho.

-De acuerdo..., inhala y exhala junto a mí -lo hago, sigo el ritmo de su respiración-. Vuelve a intentarlo.

Abro mis ojos, pero no sigo los pasos del principio. Sin querer los abro de golpe y la claridad me genera mucho dolor.

-Hunter, te dije que no los abras de golpe -me llevo las manos hacia mis ojos-. No hagas eso, no te los refriegues.

-Pero arde mucho.

-Con lo que estás haciendo, harás que arda el doble -vuelvo a apoyar mis manos sobre el colchón-. Vas a inhalar y exhalar otra vez, las veces que sean necesarias hasta calmar el ardor.

Inhalo y exhalo.

Pienso en todo lo bueno que sigue después de acostumbrarme a la claridad.

Inhalo y exhalo.

Mis padres, Riley, Paul y Chloe. Sobre todo, ella.

Vuelvo a inhalar y exhalar. El ardor va disminuyendo, y mis ganas de intentarlo una vez más aumentan.

Abro los ojos de a poco, al principio arde, pero decido enfrentar el dolor. Valdrá la pena cuando me acostumbre a la claridad que tanto perdí.

-Bien, vas muy bien. De a poco, tranquilo -Ezkarra me alienta, y eso ayuda mucho.

Lo vuelvo a hacer, vuelvo a abrirlos de a poco. Solo que esta vez no los cierro ante el mínimo ardor que me genera.

Veo un techo blanco con nubosidad. Los vuelvo a cerrar, y al abrirlos, veo la televisión apagada que se encuentra en la esquina. La borrosidad y el ardor de a poco me van dejando, mis ojos a su tiempo y manera se van acostumbrando.

-¿Hunter? -miro hacia mi izquierda. Parpadeo varias veces para distinguir a Ezkarra de manera perfecta, sin nada borroso a su alrededor.

Veo a un hombre de mediana edad, cabello oscuro, hay bolsas debajo de sus ojos color... ¿café? Su nariz puntiaguda me recuerda a la de mi actor favorito, y me agrada el color de su camisa.

¡Estoy viendo! ¡Vuelvo a ver los colores! ¡La vida!

Aún siento un poco de ardor, pero no tanto como al principio. Cada tanto vuelvo a ver borroso, pero si lo intento, veo a la perfección.

-Me agrada el color de su camisa.

Ezkarra se ríe de alegría. El primer rastro de felicidad que veo, y se trata de la persona que hizo posible este milagro.

-Haremos un chequeo, después lo que sigue.

-¿Qué sigue?

-Bromeas, ¿verdad? -niego con la cabeza-. Pues dudo que la operación haya funcionado solo para verme a mí y a esta triste habitación.

-¿Están todos aquí?

-Sí, lo están. Tienes una hermosa familia a tu lado, Hunter. Y ni hablar de ese tal... ¿Paul? -asiento-. Me ha llenado de preguntas -me río-. Parece ser un buen amigo.

-Es el mejor -suspiro y no puedo creer que me encuentro viendo los ojos de Ezkarra, veo su bondad y sus rastros de dedicación a su trabajo-. ¿Y ella?

-¿Tu novia?

-Sí, Chloe.

-Fue la primera en llegar -sonrío-. Me atrevo a decir que es la más nerviosa.

-Yo también lo estoy, es que hoy la voy a conocer -Ezkarra frunce el ceño-. La conocí en mi vida oscura, por decirlo de una manera.

-Y hoy la vas a ver por primera vez.

-Así es...

Sonrío feliz, y Ezkarra me devuelve la sonrisa. Ahora que mi malestar se redujo, no veo la hora de verlos a todos.




Ya me hicieron los chequeos médicos y todo parece estar en orden. Fui otro éxito del doctor Ezkarra, y estoy más que agradecido.

Aún no he tenido la oportunidad de darle las gracias, ya que solo hablamos de mi situación, los cuidados y demás, todo lo que sigue después de que salga de aquí.

En cuanto pueda hacerlo, le voy a dar las gracias por todo. Merece todo el reconocimiento que tiene, aunque para mí, su nombre tiene que ser más escuchado.

-Por una cuestión emocional, vamos a hacer que entren de a poco, ¿te parece bien? -me pregunta una de las enfermeras, quien espera por mi respuesta junto a Ezkarra.

No emito palabra alguna, tan solo asiento. Estoy sobrecargado de emociones, y lo único que quiero es ver el rostro de todos, recordarlos, llorar de felicidad, reír de alegría. Y, por supuesto, deseo conocer a Chloe.

Tanto Ezkarra como la enfermera salen de la habitación, y el silencio comienza a ser ensordecedor. Creo que por fin comprendo eso que tanto he escuchado y leído.

Mientras sigo esperando, observo el lugar en el cual me encuentro. Hasta el aburrido color de las cortinas me parece hermoso.

No puedo creer que mis ojos están viendo otra vez. La operación marcó un antes y un después en mi vida, definitivamente.

Alguien llama a la puerta, y mi emoción vuelve a revolucionarse en mi interior, ¿quién o quiénes serán?

-Adelante -digo y espero.

Mi madre entra, seguida por mi padre. Se quedan parados en la entrada, mamá con sus manos en la boca, llorando. Mientras que mi padre la abraza por detrás y llora junto a ella.

La emoción que vengo cargando, hace su tan esperada acción, su tan esperado acto. Lágrimas de felicidad salen de mis ojos, de esos que están viendo a los seres que le dieron la vida.

Veo que mi madre intentó, de todas las maneras posibles, mantener su alocado cabello azabache en su coleta. También noto que se cortó el flequillo por encima de sus ojos, no le queda mal.

Y ahí está mi calco, como dicen todos. Mi versión del futuro, mi padre. Siempre vistiendo con sus camisas. Aunque me resulta raro que no esté llevando una a cuadros, esas son sus favoritas.

Los estoy viendo, y jamás los encontré tan hermosos como ahora. Son perfectos. Son mi versión favorita del amor, son todo lo que quiero ser cuando tenga su edad.

Son las personas más maravillosas de todas. Estoy viendo hasta sus virtudes, todas ellas plasmadas en sus ojos.

-Por favor, vengan a abrazarme -digo entre lágrimas y corren hacia mí como niños.

Me abrazan fuerte, me rodean con sus brazos. Me dan su protección, como siempre lo fue. Siento todo su cariño, amor, felicidad. Y los amo.

Nos quedamos abrazados, llorando. Mamá no deja de repetirme que me ama con su vida, y mi padre no se cansa de darme besos en la cabeza.

Estoy con mis padres, con las personas que con el fruto de su amor me dieron la vida. Estoy con los seres que me enseñaron a ser quien soy. Ojalá fueran eternos, ojalá nunca me dejen.

Y en este abrazo emocional, los valoro aún más de lo que lo hacía. A veces hay que recibir muchos golpes para valorar el todo que forma parte de tus días.

Y ellos son mi principal todo.

-Los amo con mi vida -les digo.

-Y nosotros a ti, hijo. Mucho -responde mi padre.

Luego de estar con mis padres, y de los cuidados exagerados de mi madre, Ezkarra me pregunta cómo me encuentro para la próxima visita.

Pues la respuesta es obvia, estoy muy ansioso. Así que, por favor, que pase el que sigue.

Riley cruza la puerta. Oh, por Dios... ¡Cuánto ha crecido! A diferencia de nuestros padres, no se queda por mucho tiempo parado en la puerta, como si no lo pudiera creer. Sino que de inmediato corre hacia mí con los brazos abiertos, con su corazón en forma de abrazo.

Nuevamente las lágrimas acompañan el momento, y el abrazo se hace aún más fuerte cuando me doy cuenta de que él también está llorando.

Por más que me cueste, lo separo del abrazo. Necesito verlo, apreciarlo como un arte. Aunque bueno, para mí siempre lo fue. Desde su primer rastro de vida en la panza de mamá.

-¿Me parezco a ti? -me pregunta tras secarse las lágrimas. Sonrío y asiento.

Sí, se parece a mí a su edad. Solo que él tiene más ondas de las que yo tenía, y su cabello es más claro aún. Pero, así como papá es mi versión mayor, Riley es mi yo de niño.

Las lágrimas siguen deslizándose por mi rostro, y mi pequeño hermano se encarga de secarlas. Cuando mi emoción se tranquiliza, me sonríe, y le devuelvo la sonrisa.

-Yo sabía que ibas a ver -dicho esto, se acerca y deposita besos sobre mis párpados. Como siempre hizo, algo tan característico en él en lo que respecta a mí.

Menos mal que me preguntaron si estaba de acuerdo con que pasaran todos de a poco, porque si los veía a todos juntos iba a ser un mar de lágrimas. De felicidad, claro, pero es mucho mejor así.

-Eres el mejor hermano del mundo, Ri.

-Y tú eres el mejor superhéroe de todos los que me gustan.

-¿Más que Iron Man?

Su cara dubitativa me hace reír.

-Mucho mejor que él.

Ambos nos reímos y me quedo maravillado al ver cómo su rostro cambia por completo ante el gesto de la risa.

A Riley le costó dejarme más que a mamá. Pero pudo comprender que lo voy a ver. En realidad, que lo voy a ver siempre.

Froto mis manos al esperar a mi próxima visita. Imagino de quién se trata, porque sé que dejó lo mejor para el final. Lo conozco tanto que hasta puedo llegar a saber cuáles son sus pensamientos.

La puerta se abre, pero nadie se asoma. Segundos después Paul empieza a tararear Back in Black de AC/DC.

Largo una fuerte carcajada cuando lo primero que veo de él es su pierna, la mueve de manera sensual, al ritmo de su tarareo.

Mientras sigue con el hilo de la canción, entra sin dejar de bailar, y yo no puedo dejar de reír. Mueve sus caderas al ritmo de su canto, y pone las caras más divertidas y menos sensuales que he visto en toda mi vida.

-Por favor, haz la mirada moja bragas -se ríe. Detiene su canto, su baile y hace la cara que tiene poder en sus conquistas-. Te he echado de menos, amigo.

-Oh, hermano, ¡me estás viendo!

Y, finalmente, termina con su distancia para luego abrazarme.

Mi mejor amigo, mi hermano, mi familia con diferente apellido. El mejor de todos, sin duda alguna. Fiel y compañero, siempre con su amistad, más allá de todo. Su incondicionalidad no tiene palabras.

Estuvo a mi lado en mi peor momento, pese a que yo lo quise alejar a toda costa. Fui cruel con él en ese entonces, y jamás me abandonó.

Y ahora está conmigo, a mi lado cuando no hay ningún color negro que moleste en mis ojos. Siempre conmigo, en las buenas y en las malas. Se merece el papel de mejor amigo.

Cuando Paul sale de la habitación, sé que mi próxima visita va a revolucionar mis emociones a mil.

La voy a conocer, la voy a ver por primera vez. Al fin voy a poder apreciar su sonrisa, ver cómo se transforma su rostro al reír. Voy a ver sus ojos, y seguramente me pierda en ellos, porque dicen que son las puertas del alma.

Llegó el momento de conocer a la mujer que pudo derribar a todos mis demonios, que pudo ser capaz de darme tanta luz en la oscuridad en la que me encontraba.

Aún no cruzó la puerta, aún no la veo. Pero ya siento mi te amo mucho más fuerte de lo que era, porque conocerla, aumentará mi amor. Estoy completamente seguro de ello.

Bien, y no lo niego, ¿a quién quiero engañar? Estoy nervioso, demasiado. Y el sonido del reloj no me está ayudando mucho que digamos.

Unos leves golpes en la puerta me llevan a mirar hacia allí, y dejar de lado el reloj. Respiro profundo, es ella, Chloe está del otro lado.

-Puedes pasar, Pulgarcita.

-Solo si no vuelves a llamarme así.

Me río.

-De acuerdo, no lo haré. Al menos no hoy.

-Lo discutiremos luego -sonrío-. Voy a pasar.

-Y te voy a ver.

-Me vas a ver...

-Chloe, entra, por favor.

Se toma su tiempo para hacerlo, y no la apuro. Creo que ambos estamos igual de nerviosos, y no nos vienen mal unos segundos de preparación.

Hasta que la puerta se abre, y ella cruza el umbral, pero se voltea demasiado rápido para cerrar su entrada.

Reconozco el vestido de verano que lleva puesto, lo sé por las tantas veces que me habló de él. El color azul combina con el tono de su piel.

Su cabello castaño cae sobre su pequeña espalda, y no es hasta ese entonces en que me doy cuenta de que en verdad es de baja estatura. Me genera ternura, y sonrío.

-El vestido del que tanto me has hablado.

-Creí que era un buen momento para usarlo.

-Hiciste una gran elección. Pero ahora necesito verte, voltéate.

Chloe suspira profundo, y la escucho contar hasta diez. Está más nerviosa que yo, porque ahora que la veo, lo único que deseo es abrazarla y decirle que la amo.

Se da vuelta y me mira. Hacemos contacto visual por primera vez, y sus ojos se llenan de lágrimas.

Nos quedamos así, en silencio, observándonos. No puedo dejar de ver su rostro, es hermosa. Cada parte de su rostro parece tallada por los mismos ángeles, y no exagero. O quizás estoy muy enamorado como para pensar así, no lo sé. Pero es hermosa, punto.

Ahora mis ojos se deslizan por su cuerpo, lo miro como si estuviera estudiando cada parte del mismo. Mis deseos de acariciarlo se aparecen, y pienso en la primera vez que hicimos el amor.

Vuelvo a su rostro, y le sonrío. Me devuelve la sonrisa como si ahora estuviera tranquila, como si mi sonrisa hubiera sido de aprobación. Y no, se debe a que estoy enamorado, y la amo.

Sin decir nada más, se acerca y me abraza. Me rodea con sus brazos que tanto me han protegido de mis pesadillas, que tanto amor me han brindado, incluso cuando no lo merecía.

Su aroma, dulce como siempre, se impregna por mi nariz. Ahora su perfume se vuelve más especial que antes. Ella en su totalidad lo hace.

Nos separamos del abrazo, y volvemos a hacer contacto visual.

-Hola -me dice sonriendo.

-Hola, Chloe -sonrío-. Te estoy viendo.

-Me estás viendo.

-Te veo -vuelvo a repetir, solo que esta vez las lágrimas me acompañan.

-Me ves -responde y llora. Ninguno puede creer este momento.

Repito una y otra vez lo mismo. Repito que la veo, lo susurro sobre sus labios, entre lágrimas. No puedo controlarlas, son más fuertes que yo. Mi emoción en verdad se revolucionó por ella.

Dicen que la felicidad se trata de momentos. Bueno, este es uno de ellos. El mejor momento.

-Te amé en la oscuridad, y te amo ahora. Fuiste siempre mi luz en todo, Chloe. Siempre. Ahora te estoy viendo, y solo quiero llenarte de besos. Aunque lo que necesito más, es sentarme y mirarte por horas. No me cansaría de hacerlo, eres hermosa -acaricio su rostro, seco sus lágrimas. Las mías se calmaron, pero Chloe sigue llorando-. Por favor, sonríe -me mira-. Regálame una sonrisa -lo hace, me sonríe y la mueca se transforma en risa. Lo que estaba necesitando para calmar sus lágrimas de felicidad-. ¡Qué hermosa sonrisa! En ella me encuentro. Te amo.

-Y yo te amo a ti.

Nos besamos, pero este beso es totalmente diferente a los demás. Siento mi total felicidad, y su total amor. Una perfecta suma de totalidades que logra que el sabor del beso sea dulce. Un dulce que no empalaga, sino que gusta demasiado.

Chloe me deja cuando Ezkarra se presenta en la habitación. Y ya la echo de menos, estoy loco. Loco de amor.

-¿Cómo estás? -me pregunta y me vuelve a chequear.

-Feliz, muy feliz. No tengo palabras -dejo que me coloque las gotas necesarias, y lo escucho explicarme su uso para cuando esté fuera del hospital.

Ezkarra me mira y sonríe.

-Veo tu felicidad plasmada en tu rostro, y eso me agrada. Cuando te conocí eras más nervios que persona -nos reímos-. Ya estás listo para ir a casa, Hunter.

Asiento y lo miro a los ojos. Tengo la posibilidad de hacer contacto visual con el hombre que hizo posible todo esto, con quien no se rindió pese a las dificultades.

-Gracias, de todo corazón.

-Dile gracias a la ciencia.

-No. Si se hubiera rendido... no lo estaría viendo. No hubiese visto a nadie de mi familia, ni a mi mejor amigo, ni a ella. Ahora vuelvo a ver la vida y en verdad se lo agradezco.

-No hay de qué, Hunter Orwell.

Extiende su mano, y yo hago lo mismo con la mía. Nos damos un fuerte apretón, y sonreímos.

¡Qué gran tipo!

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