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Capítulo 21

Chloe

Me gustó haber visto la relación que tiene Hunter con Riley. La conexión que tienen, la manera en cómo se tratan, y cómo se conocen, es realmente hermoso de presenciar.

Riley conoce los movimientos de su hermano, y sabe cómo tratarlo. Hunter sabe lo que Riley está a punto de decir mucho antes de que lo haga.

Incluso, hasta tienen bromas internas. Muchas de ellas no comprendí, y ninguno quiso explicarme. De hecho, Riley me dijo que si lo hacían tendrían que asesinarme. Así que, por supuesto, no hice más preguntas al respecto.

Riley le da vida a Hunter. Logra que no deje de sonreír en ningún momento, y provoca tantas risas con sus bromas inocentes, que en un momento tuvo que decirle que se detuviera, a causa del dolor agradable de la risa.

La imagen de Hunter sonriendo, el sonido de su risa, la manera como frunce ligeramente el ceño cuando está a punto de decir algo serio, o como muerde su labio inferior para evitar largar una fuerte carcajada... Todos esos detalles, están guardados en mi mente. Capturados como la imagen perfecta de un paisaje.

Hunter Orwell está en cada rincón de mi mente, logrando que no ponga atención alguna al libro que estoy leyendo. Y realmente necesito aprobar este examen, pero al parecer, mi mente no quiere soltarlo.

Chloe, de esto depende tu futuro. Concéntrate.

¿Quieres ser veterinaria? ¡Pues bien! Deja de pensar en su hoyuelo, deja de recordar el sonido de su risa y pon atención al texto.

Piensa en los futuros animales que tendrás que cuidar, así que, por el bien de ellos, necesitas aprender esto que tanto te está costando leer.

Y para mi suerte, logro concentrarme.

—¿Estas son horas de llegar? —me pregunta Marie cuando cruzo la puerta de la biblioteca. Mira el reloj que está en la pared, para luego dirigir su mirada a la bolsa que tengo en mi mano izquierda. Me detuve a comprar helado, sabiendo que iba a llegar tarde al trabajo—. Bueno, estás perdonada.

También sabía que iba a perdonarme si le compraba helado.

Suspiro pesadamente al ver la pila de libros nuevos que hay que acomodar.

—Comienzo a sospechar que Ruth y John nos odian.

—O... están muy ocupados toqueteándose detrás de los mostradores —dice Marie, y frunzo el ceño ante lo que mi mente acaba de crear gracias a sus palabras.

—Prefiero pensar que nos odian.

Luego de haber terminado el helado, nos dividimos las tareas por un sorteo. A Marie le toca chequear la base de datos de los clientes, y llamar a quienes no han devuelto el libro.

Mientras que a mí me tocó lo más pesado; acomodar los libros.

Pero hay algo que sí me gusta de encargarme de esto, y es observar a las personas presentes en la biblioteca. Me gusta ver las muecas que hacen al leer, sus reacciones, concentración, tranquilidad.

Una chica de cabello rojizo está leyendo una novela del sector de romance. Sonríe mientras lee, y toma al libro con delicadeza. Seguramente se está enamorando del personaje masculino, lo sospecho, ya que he sonreído como ella.

Cerca de ella, se encuentra un señor de mediana edad, con sus gafas en la punta de su nariz. Está sumido con una total concentración en un libro de filosofía.

Y, por último, dirijo mi atención al grupo de estudiantes. Dialogan sobre biología, y uno de ellos está cruzado de brazos, mientras que el resto discute en voz baja.

Decido dejar de actuar como una loca que observa gente, y continúo con mi trabajo.



—¿Cómo va tu relación? —me pregunta Marie mientras compartimos el té de media tarde en el trabajo. De tan solo escuchar su pregunta, suspiro profundamente—. Vaya, qué pregunta he hecho, ¿verdad? —no respondo, solo me quedo observando la taza roja—. Es que hace días que no me hablas de Iván, solo de Hunter.

Es verdad. Hace días no le habló de Iván, y le cuento muchas cosas de Hunter. Es que bueno, he tenido más contacto con él.

—No lo sé.

—Tu rostro cambió por completo —Marie deja su taza—. Chloe, sabes que conmigo puedes hablar. Te hará bien.

Entonces le cuento todo. Confieso en voz alta todo lo que vine pensando estos días, todo lo que vengo sintiendo.

Marie escucha atentamente cada una de mis palabras, esperando a que termine para así darme su punto de vista. Me hace dos o tres preguntas, y asiente. Porque el mejor psicólogo que puedes llegar a tener, es aquel que se hace llamar amigo.

—No me creo el centro del mundo, pero... me siento abandonada por Iván.

—Es feo para cualquier persona que tu pareja prefiera trabajar que pasar tiempo contigo. O que al menos no se tome la molestia de llamar para preguntar cómo estuvo tu día. Por supuesto que te vas a sentir abandonada, y eso es muy triste.

—Lo sé, pero bueno... somos adultos.

—No hagas eso.

—¿El qué?

—Buscar un justificativo. Sí, son adultos, pero ¿y qué? Solo son unas horas con la persona que dices amar. Solo es levantar el tubo y preguntar «Hey, cómo estuvo tu día». Son pequeños detalles que hacen que la relación funcione, Chloe.

—Entonces, me estás queriendo decir, que no funcionamos.

Marie hace una mueca, y asiente.

—Iván no es el tipo que quiero para mi mejor amiga, lo siento. Lo acepté porque respeté siempre tu decisión. Él no me cae mal, pero como novio tuyo... ya sabés.

—Sí, sé lo que piensas.

—No importa lo que piense yo. Ahora importa lo que piensas tú. Me has dicho que no sentiste nada cuando te abrazó, y que no pudiste responder su te amo.

—Y eso es horrible.

—No, horrible sería que siguieras en una relación que no te llena. Y yo no quiero eso, quiero que seas feliz —suspiro y observo una vez más la taza. El té se está enfriando, de la misma manera en que algo dentro de mí se enfría en lo que respecta a Iván—. ¿Puedo preguntar algo? Y no me respondas si no quieres, porque lo que quiero, es que seas muy honesta contigo misma. Solo así sabrás qué hacer —asiento—. ¿No has pensado en que están juntos por costumbre más que por amor?

Y la pregunta de Marie, se queda dando vueltas en mi mente.

No le respondo, y ella no espera que lo haga. Continuamos con nuestro trabajo, como si nunca hubiésemos hablado de mi relación.

Pero su pregunta... suena muy fuerte en mi cabeza.

Pasaron tres días, y la pregunta sigue en mi mente. Como la letra de una canción, solo que es una letra que no me gusta, un ritmo que me desagrada muchísimo.

No sentí nada cuando me abrazó...

Tampoco cuando me besó...

No respondí su te amo.

No estamos hablando como antes.

¿Estamos juntos por una cuestión de costumbre? Duele pensarlo. Es feo darse cuenta de que, posiblemente, hayamos llegado a ese punto.

Observo mi celular, y no hay ningún mensaje de Iván. El último mensaje fue de ayer a la tarde, y solo para decirme que su cafetería preferida iba a cerrar.

No hay rastros de Iván, pero sí de Hunter. Hace media hora terminamos de hablar. Me llamó para contarme que Riley quiere que salgamos juntos algún otro fin de semana. Luego de eso, hablamos de cómo estuvo nuestro día.

¿Por qué Iván no me preguntó cómo estuvo mi día? ¿Por qué siempre tengo que ser yo la primera que lo hace?

No lo había pensado, hasta que Marie lo formuló con su pregunta. Pero sí, siento que estamos juntos por costumbre más que por amor.

Hace días perdimos ese algo que nos unía. Hace días dejamos de ser una pareja, para pasar a ser dos completos extraños.

Tenemos que hablar.

Le envío el mensaje a Iván y aguardo por su respuesta.

¿Quieres que te llame?

Tiene que ser personalmente.

Está bien, en diez minutos estaré llegando.

Pasan los diez minutos, e Iván se presenta. Creo que nunca fue tan puntual como hoy.

Subimos a mi habitación en silencio, luego de un saludo un tanto seco. Nos sentamos en la cama, y observamos el suelo. El silencio comienza a molestarme.

—Chloe, di algo.

—¿Por qué siempre tengo que ser yo? —y por primera vez, desde que nos sentamos, lo miro a los ojos. Siento que estoy frente a un desconocido, y no frente a mi novio—. No quiero ser siempre la primera en decir algo. No quiero... esto.

—¿Esto?

—Sí, Iván. No quiero este intento de relación que estamos teniendo, ¿no te has dado cuenta de lo lejos que estuvimos estos días?

—¿Intento de relación? —frunce el ceño—. Estuve ocupado, y tú has estado estudiando.

—Lo sé, y lo comprendo. Pero siempre encontrábamos un lugar para el otro.

—Chloe...

Mis ojos se llenan de lágrimas y bajo la cabeza.

—El último mensaje tuyo que tengo en mi celular, es sobre que van a cerrar tu cafetería preferida. Echo de menos los deseos de buenas noches, buenos días o la pregunta de cómo estuvo todo. Pero no podemos forzar algo que se tiene que dar con naturalidad.

—¿Qué me estás queriendo decir?

—No me hagas decirlo, por favor —lo miro a los ojos y seco mis lágrimas. Ante esto, la mirada de Iván cambia por completo y asiente—. Sabes lo que quiero decir, sabes también lo que últimamente ha estado pasando. Porque dudo que hayas ignorado el abandono de nuestra relación.

—Es verdad, lo sé. Sé a dónde quieres llegar, sé lo que no quieres decir. Y es horrible —se ríe sin ánimos—. No hice nada de esto a propósito.

—En ningún momento lo pensé. Y tampoco te eché por completo la culpa, porque una relación es de a dos.

—Sí, pero puse mi trabajo como prioridad, y te dejé de lado. Pero podemos solucionarlo, Chloe. Hemos solucionado tantas cosas que... —niego con la cabeza—. ¿No?

—No. Hay una solución, pero es por separado.

—¡¿Qué?! Chloe, por favor, no. Vine aquí para solucionar el tema en cuestión.

—Pero yo no encuentro las fuerzas, o más bien las ganas para solucionarlo juntos. No quiero forzar nada, Iván. Nos haremos muy mal si seguimos juntos forzando todo.

—¿Esto es por Hunter?

—¿Qué tiene que ver él?

—¡No lo sé! Desde que él apareció todo se fue tornando raro.

—¡Oh, por favor! No lo metas en el medio. Hunter no hizo nada, él solo es mi amigo. Y estamos aquí para hablar de nosotros, no de mis amistades. No traigas tus celos, hablemos como dos adultos, ¿puede ser?

Iván se pone de pie y camina de un lado a otro con sus manos sobre su cintura. Luego se detiene, y me mira.

—¿No sientes nada por él?

—Iván...

—¡Responde!

—¡Pues él me ha estado prestando más atención que tú! ¿Eso querías escuchar?

—Bien...

Suspira profundamente, y se cruza de brazos.

No sé por qué tuvo que nombrarlo.

No sé por qué no respondí a su pregunta.

—Hunter es mi amigo. No estás aquí para hablar de él —observo la distancia que hay entre nosotros. La misma distancia que nos acompaña hace días.

—Estoy aquí para escucharte decir que terminamos.

—No me pongas esa responsabilidad solo a mí —vuelve a sentarse en la cama. Aún estando a mi lado siento que está a kilómetros. Y no quiero una relación de ese tipo—. ¿Y si pasamos a estar juntos por costumbre más que por amor? —me mira—. ¿No es eso horrible? Es muy triste que una historia como la nuestra haya llegado a ese punto. Y la verdad, no quiero forzar nada. No quiero que te prives de conocer a alguien más, o que te ocupes de tus cosas sin sentir culpa. Algo en nosotros se perdió.

—Y ya no podemos encontrarlo —susurra.

—No quiero que terminemos lastimados. Me duele esta situación, pero más me dolería terminar odiándote.

—Yo no podría odiarte.

—Ni yo. Pero esta vez, no hay solución Iván. Aunque suene horrible decirlo, lo mejor sería que...

—Terminemos.

Completa la frase por mí, y asiento. Nuevamente el silencio nos rodea, solo se escucha el tictac de mi despertador.

Las lágrimas vuelven a picar en mis ojos, y acarician mi rostro cuando parpadeo. Me entristece esta situación. Es muy feo saber que después de tantas cosas lindas, terminamos aquí.

La única manera de seguir juntos, sería forzando todo. Y ninguno lo merece, ni mucho menos lo necesita. Porque de ser así, todo terminaría mucho peor.

Quiero mucho a Iván, es muy importante para mí, y muy especial. Pero ya no lo siento como antes, y no puedo obligarme a sentir algo que no puedo. No estaría siendo justa con él. Y me estaría mintiendo.

—Lo siento...

—Yo lo siento más —dice y seco mis lágrimas—. Eres increíble, Chloe. Todo este tiempo me has demostrado que lo eres —vuelvo a llorar, pero esta vez, Iván me rodea con sus brazos—. Siempre te voy a desear lo mejor, incluso cuando no sea a mi lado. Es muy triste todo esto, pero es verdad... si seguimos juntos, estaríamos forzando algo que se tiene que dar con naturalidad.

Y nos quedamos así por varios segundos, abrazados, en silencio. Compartiendo este adiós que es triste, pero que, de alguna manera, es sano para ambos.

—¿Fuiste feliz a mi lado? —pregunta.

Me separo de su abrazo y lo miro a los ojos. Una sonrisa se dibuja en mi rostro, porque más allá de lo que nos trajo a esto, no puedo negar que fui feliz a su lado.

—Sí —respondo con absoluta sinceridad, y contagio mi sonrisa a su rostro. O tal vez mis palabras la provocaron.

Sin embargo, aunque sepa que es un adiós sano, no me siento muy bien.

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