Capítulo 16
Chloe
¿Por qué cuando quieres dejar de pensar, tu mente decide jugar contigo, divertirse para hacerte pensar el doble?
Quiero dejar de pensar en cómo me sentí cerca de Hunter, pero no puedo. Lo he intentado, y todo intento de huida terminaba en él.
Bastaron unas horas cerca de él para que me sienta diferente, solo unas horas. Nunca nadie me hizo sentir así, tan segura de mí misma, aceptada. Ni siquiera Iván, y eso me hace sentir terrible.
¿Qué puedo hacer con todo esto que siento? Claro está que no puedo ignorarlo. Y sabiendo eso, ¿cómo lo manejo? ¿Cómo disimulo que, al hundirme en mis pensamientos, es por él? Simplemente, no lo sé. No hay respuestas que alivien mis preguntas.
Y entre todas esas preguntas, me sigo sintiendo mal por Iván. Jamás lo engañaría, porque simplemente no soy como esas personas que, al estar en pareja, engañan como si estuvieran solteros. Además, sé que Hunter no se prestaría para algo así. Lo hemos hablado, y ambos pensamos de la misma manera.
Pero ¿por qué siento que engaño a Iván con tan solo sentirme así? ¿Qué estoy sintiendo? ¿Qué es todo esto? Preguntas, y solo preguntas. Sin respuestas, solo consigo sentirme mal.
Sea lo que sea esto, tengo que manejarlo. Porque Iván es mi novio, porque Hunter es mi amigo, y por mí, porque no quiero complicarme.
Y respecto a Iván, aún me siento un poco molesta por la manera en que trató a Hunter. Más aún cuando sus argumentos no los considero válidos, ya que cuando llegué a casa esa noche lo hablamos, y su respuesta fue: celos.
Celos porque pasó la mayor parte del día conmigo, por como lo trató mi padre, por la manera en que sonreí al escuchar su defensa.
Podría haber pasado la tarde conmigo, al menos si una vez decidiera hacer algo que me guste a mí. Se lo dije.
Mi padre solo encontró varios temas en común para platicar con Hunter, nada de otro mundo. Se lo dije.
Sí, sonreí cuando Hunter se defendió. Porque lo hizo sin insultos, y con argumentos tan válidos como hermosos. Y, por supuesto, que se lo dije.
Supo entender mis puntos de vista, y creo que supo entender que Hunter es solo un amigo. Y lo bueno es que supo reconocer su error. Al menos eso habla bien de él, porque es bueno reconocer cuando uno se equivoca. Dejar el maldito orgullo de lado.
Hoy Blaine festeja su cumpleaños, así que me encuentro dándole los últimos retoques al pastel. Mi padre entra a la cocina, y al ver el modelo de mi creación, se echa a reír.
—Imaginé la cara de Blaine entre esas dos —dice entre risas, y me termino sumando a las mismas. El modelo de mi pastel, se trata de la silueta de una mujer con grandes pechos, los cuales los lucía en su bikini rojo. Sé que Blaine lo amará.
—Papá, no arruines mi pastel.
Y por primera vez, desde que entró a la cocina, le presto atención. Iba vestido elegante, pero de una manera casual, como si no se hubiese esforzado por lucir así.
—¿Vas a salir?
—Algo así. Dean me va a llevar a una cita a ciegas —se ríe—. Creí que esas cosas ya no se hacían.
Sonrío, con sinceridad, con felicidad. Me gusta que mi padre salga, me gusta que esté a punto de ir a una cita. Luego del fallecimiento de mamá, le costó mucho seguir, y había dejado de lado el hecho de darle una nueva oportunidad al amor. Y me gusta que se esté animando, que se arriesgue.
—Papá, eso me pone tan feliz —dejo de lado el pastel, y me acerco para rodearlo con mis brazos—. Me gusta saber que tienes ánimos de seguir.
—Digamos que estoy bajo amenaza —nos reímos y nos separamos del abrazo.
—Espero que ella sea genial.
Me sonríe y acaricia mi mejilla. Al mirarme a los ojos, se habrá dado cuenta cuan feliz me pone saber que va a conocer a una mujer.
Unos golpes en la puerta cortan con nuestro momento, porque el tío Dean nunca toca timbre.
—¡Marshall, saca tu maldito trasero de aquí! —me río y soy la encargada de recibirlo. Se encuentra acompañado por Maya, su esposa y, por supuesto, mi tía—. Hola, enana.
—Será mejor que cuides a mi padre —amenazo con mi dedo índice.
—Está en buenas manos —su rostro se torna tenebroso, y suspiro. Para que luego se eche a reír junto a Maya.
—Ahora dudo mucho de eso, pero espero que la cita de mi padre sea genial.
—Ella lo es —me asegura Maya sonriendo, y le creo. Debe serlo. Espero que lo sea.
—Bien, suerte con eso papá —lo abrazo—. Te amo, y cualquier cosa rara que veas, me llamas.
—Es insultante la poca confianza que me tienes —dice Dean, para luego reírnos todos.
Me despido de mi padre, y lo observo caminar hacia el auto de Dean. Por un momento, me siento toda una madre, mirando cómo su hijo se está yendo hacia su primera cita.
Acabo de llegar a la casa de Blaine. A medida que me acerco a la entrada, las voces y la música se escuchan más fuerte. Según Blaine, iba a ser algo tranquilo, íntimo entre amigos. Y claro, en la lista no estaba Iván, así que tuve que venir sola.
Espero por alguien que me reciba a mí y al pastel. Vuelvo a golpear la puerta con mi zapato, y al cabo de unos segundos, Blaine se presenta con el ceño fruncido. Pero al verme, y, sobre todo, al ver el pastel, se echa a reír.
—Los pechos de mi novia en un pastel, eso me gusta.
—No me hagas imaginar cosas, y por favor, ayúdame.
Se ríe y el pastel pasa a sus manos.
—Feliz cumpleaños, maldito demonio —me sonríe y beso su mejilla.
Blaine desaparece para llevar el pastel a la heladera, y cuando observo hacia la sala, me siento totalmente intimidada ¿Dónde están las chicas? ¿Dónde está Marie? Porque a donde miro, solo hay hombres.
Y al verlos más atentamente, siento como si todos los personajes de los libros, aquellos que se consideran como «chicos malos», acabaran de salir de sus historias para presentarse en el cumpleaños de Blaine.
Tatuajes, chaquetas, piercings, algunos músculos, ropa oscura. Cualquiera se sentiría en el paraíso, pero creo que yo acabo de hacerme pis encima. ¡¿Dónde está el señor Darcy entre todos ellos?!
—Hola —saludo tímida.
—¡Hola! —saludan todos a la vez, sonriendo, otros brindando hacia mí.
—No me sentiré tan solo esta noche —dice uno de ellos, sonriéndome. En serio que quiero correr muy lejos.
—Chloe es como mi hermana pequeña —aparece Blaine—. Deja de mirarla de esa forma —el chico se ríe y continúa en lo suyo.
Y por suerte las chicas aparecen, al parecer estaban todas afuera, disfrutando de la agradable noche. Pero me siento más aliviada, y menos pez fuera del agua, cuando veo a Marie.
—¡Al fin estás aquí! —me abraza.
Marie se encarga de presentarme a las chicas, algunas novias de los chicos, otras solo amigas del grupo.
—Hunter te deja saludos —me informa Marie cuando nos sentamos, y casi me ahogo con la comida. Y claro, ella sonríe. La muy malvada—. Hoy lo vi. Me acompañó a hacer las compras semanales, Paul se había ido y estaba aburrido. Me agrada, me gusta para ti.
—Lo dices como si no tuviera novio, y estuviese buscando algo.
—Una nunca sabe. Además, se nota hasta la legua cuánto te gusta.
—¡¿Qué?! —nuevamente me ahogo, solo que esta vez con la bebida.
—¡Vaya que te gusta!
—No me gusta.
—Pues envíale esa información a tus mejillas rojas —se ríe y niego con la cabeza—. Recuerda, la próxima semana me toca volver a preguntar por él.
—Marie...
—¡Blaine, cariño, necesitamos más cervezas!
Mi mejor amiga no solo me ignora, sino que también me deja sola. Y aquí estoy, entre el ruido de la música, las risas femeninas, las voces masculinas. Pero, sobre todo, estoy aquí, con el ruido de mis pensamientos.
Miro el vaso de cerveza en mis manos, nunca me pareció tan interesante el color del líquido. Nunca sentí como si allí estuvieran nadando los motivos por los cuales ahora mi cabeza hace ruido.
De repente, a mi alrededor, no hay nadie. Solo nos encontramos mis pensamientos y yo. En la sala se hacen presentes Iván y Hunter. Y al lado de ellos, se encuentra una Chloe que los observa atentamente.
El sonido de una botella al estrellarse contra el suelo logra que deje de imaginar tales cosas. A uno de los chicos se le había caído una cerveza llena, sus amigos quieren asesinarlo.
Suspiro y miro una vez más el vaso lleno de cerveza. Llevo el vaso a mis labios, y bebo de él como si se tratara de agua. Sin pausa, y sin respirar. El líquido viaja por mi cuerpo, y siento la necesidad de volver a llenar el vaso.
Mala idea, Chloe. Muy mala idea.
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