Chloe
Luego de la cena con la familia Rochester, Iván y yo nos fuimos a su departamento. Rara vez se presentaba la ocasión de dormir con él un domingo, pero hoy es uno de esos días.
Llegamos y me siento totalmente exhausta. Solo quiero acostarme, y dormir. Disfrutar al máximo mi tiempo de sueño, ya que mañana no solo comenzaba una nueva jornada laboral, sino que también el conteo final para mi examen en la universidad. Cuando los exámenes se aproximan, no duermo ni me alimento bien, vivo nerviosa aun cuando mis conocimientos son buenos, y muchas veces siento ganas de vomitar. Simplemente odio esas fechas.
Iván se está duchando mientras me encuentro en su habitación, recostada en su cama, haciendo zapping en la televisión. Hasta que me encuentro con un canal de cocina, en donde la señora de mediana edad está enseñando a hacer un lemon pie, diferente a la manera en la que suelo hacerlo.
Luego de unos minutos, Iván sale de la lucha y no tarda en llegar a mi nariz el delicioso aroma de la colonia que usa.
—Echo de menos esas tardes que te observaba hacer felizmente una torta, y luego me enseñabas tus secretos.
Tardes en las que amaba preparar algo, para luego compartirlo en la merienda. Tardes en las que vestíamos pijamas, y nos sentábamos a ver una película, o solo nos reíamos sin parar.
—Yo también echo de menos esas tardes —suspiro—. Pero ya no pasamos mucho tiempo juntos, al menos no como antes.
—¿Y eso por qué? —se sienta a mi lado mientras la señora de la televisión expone el lemon pie terminado—. ¿Qué estamos haciendo mal? —me encojo de hombros—. Chloe, quiero que esos tiempos vuelvan. Recuperemos el tiempo perdido.
Sonrío y acaricio su mejilla. Ivan me sonríe y posa su mano sobre la mía.
—Eso suena muy lindo.
—Podríamos comenzar ahora —me sonríe, y con esa sonrisa sé lo que sigue. Así que le devuelvo la sonrisa, e Iván apaga la televisión.
Cortamos con nuestra distancia y nos besamos. Nos besamos como si fuera el primer día, nos besamos con ganas de reencontrarnos.
A los besos se suman caricias y respiraciones aceleradas dando a entender el deseo de que ambos queremos que pase. En estos momentos mi cuerpo no se siente agotado, solo quiere hacer el amor con su novio, para luego descansar.
Son las 3 a. m. y siento que son los brazos del insomnio los que me abrazan, y no los de Iván que descansa profundamente a mi lado.
Cuando nuestro acto sexual terminó, conversamos un rato, nos reímos otro poco, para luego dormir. Habré dormido solo dos horas, antes de despertar y no poder volver a pegar un ojo.
Temo buscar la respuesta al porqué de mi insomnio, ya que solo cuento con dos opciones. Y una de ellas me aterra más que la otra:
A: Estoy nerviosa por el examen.
B: Hunter.
Con todo el tema de la cena familiar, y mi tiempo con Iván, no pude detenerme a pensar en nuestra tarde juntos. Y ahora, que me encuentro encerrada en mi mente a esta hora de la madrugada, puedo decir que fue una tarde de domingo agradable.
Me sentí cómoda, y eso solo me pasa cuando conozco perfectamente a la persona. Cuando sé que puedo ser realmente yo misma. Con Hunter me sentí toda la tarde así, y pude ser yo misma, sin pensar en nada.
Es una persona interesante, agradable, y divertida. Pero lo más triste de todo esto, es que él no sabe todo eso, o simplemente lo ignora porque no lo cree posible.
A simple vista te da a entender que no se tiene el suficiente cariño, que está enojado con la vida, pero, más aún, consigo mismo. Supongo que la vida que lleva influye mucho.
Por todas las cosas que me decía, claramente llegué a la conclusión que no siempre fue una persona no vidente. Y cuando estas cosas suceden, prefiero que la persona me cuente lo que pasa o lo que pasó, para así evitar un enojo o un momento de tristeza.
Pero, a decir verdad, Hunter realmente parece ser una buena persona. Es de ese tipo de personas que son increíbles, que todo el mundo sabe que lo son, menos ellos.
Me zafo con cuidado de los brazos de Iván para no despertarlo, y me siento en la cama.
¿Por qué estoy pensando tan profundamente en él?
Suspiro profundamente y niego con la cabeza, como si intentara quitar a Hunter de mi cabeza con esos movimientos.
Miro a Iván, quien sigue sumergido en sus sueños, y me siento mal por él. Con Hunter no pasó nada, pero en mi mente pasa de todo cuando pienso en él. Y de una forma, estúpida o no, siento que lo engaño con mis pensamientos.
Cuando no quiero pensar en algo, me gusta ocupar mi mente en otra cosa. Muchas veces se complica, y espero que hoy no sea de esas veces.
Saco mi cuaderno con apuntes del bolso, y me voy a la sala del departamento. Quiero repasar todo lo estudiado, así que espero que mi mente se ponga de mi lado.
—Bien, tú —le hablo a mi mente, apoyando mis dedos sobre las sienes, y cerrando los ojos—. Será mejor que me ayudes. Quiero ser veterinaria, así que, por favor, ayúdame a no pensar en otra cosa que en mi carrera.
A la mañana siguiente, Iván me dejó en la universidad para la última clase antes del examen. No quiso que manejara hasta allí sola, no cuando vio mi cara de cansada. No había dormido para nada bien. Examen ya te siento.
En la clase, solo nos dedicamos a sacar dudas, a repasar y a hablar con el profesor sobre cómo será el examen.
Al salir, había quedado con Marie en encontrarnos antes de ir a la biblioteca, ya que quería que la acompañara a hacer algo. No me quiso decir a qué se refería con su algo, y si de Marie se trata, tengo miedo.
Pasaron diez minutos, y aún continúo sentada en uno de los bancos del parque. A mi alrededor, las personas caminan solas, o con sus mascotas, otras corren por ejercicio, y otras solo lo hacen porque al parecer llegan tarde a cierto lugar.
Miro la hora, y miro a mi alrededor; no hay señales de mi mejor amiga. Saco mi celular del bolso, y cuando estoy por enviarle un mensaje, escucho que alguien grita mi nombre, para luego observar que Marie viene corriendo hacia donde estoy.
—Te odio —le digo cuando noto que recién se acaba de despertar.
—Buenos días para ti también —se ríe—. Guau... Se nota cuán mal has dormido, ¿estás de buen o mal humor?
—Eso depende de lo que se trate tu algo.
Se ríe y nos disponemos a caminar. En el camino, Marie me confiesa que su algo se trata de comprar cierta cosa.
—¿Vas a comprar marihuana? —le pregunto y se ríe.
—No, Chloe. Se acerca el cumpleaños de Blaine y... —su rostro se torna pícaro, y detengo mi caminata cuando su posible algo se cruza en mi mente. Marie me mira e intenta ahogar una risa.
—Por favor, dime que no me estás llevando a un...
—Sex shop —termina la oración, y confirma mi sospecha. En cuanto niego con la cabeza, se parte de la risa ante mí, y continuamos caminando.
—¡Sabes que odio esos lugares, me ponen nerviosa!
—Lo sé. Pero tranquila Chloe, solo encuentras todo lo relacionado al sexo. Y todos adoran el sexo, incluso tú.
—Eso no quita el hecho de que me ponen nerviosa esas cosas, eres una pésima amiga.
—Yo puedo acompañarte a comprar libros, y no decirte nada por el tiempo que tardas. Así que, como recompensa, me vas a acompañar.
—De ahora en más iré siempre sola —se ríe—. Además, no me puedes comparar el lugar. En una librería ves libros, no penes de juguete.
Marie se ríe, y un señor que pasa por nuestro lado, me observa con ojos como plato.
—¿Te olvidas de los libros eróticos?
—Pues no. Pero todo lo erótico está dentro del libro, no exhibiéndose fuera de él. Eres una pésima amiga, y ya —se ríe—. Y a todo esto, ¿cómo haces para trabajar en la biblioteca sin volverte loca por la cantidad de libros que ves todos los días?
—Inversión. La paga es buena, y no tengo quejas sobre el lugar. No siempre puedes trabajar de lo que te gusta, pero supongo que algún día lo haré —asiento y Marie me sonríe—. Ahora solo piensa en Blaine, es su cumpleaños.
—¿Y quién piensa en mí?
Marie se vuelve a reír y me abraza.
—No quería ir sola, lo siento.
Suspiro profundamente y llegamos al destino. Ya de tan solo estar fuera del local me siento nerviosa. Sé perfectamente que no estamos en ningún lugar raro, que no es nada del otro mundo, y que, para muchos, es absolutamente normal encontrarse con juguetes sexuales y sus derivados, pero yo no soy parte de ese grupo.
Entramos al local y me encuentro con juguetes, películas pornográficas, disfraces, entre otras cosas. Marie luce como si estuviera en un local de zapatos, mientras que yo observo todo e intento ahogar una risa.
En serio que yo no podría usar nada de lo que estoy viendo. Bueno, puede que sí use un disfraz. Pero ¿un juguete sexual? No, paso. Definitivamente, no puedo imaginarme usando algo como eso.
Detrás del mostrador, hay un chico de cabello oscuro que mueve la cabeza al ritmo de la música. Nos mira, nos sonríe y se pone de pie, ahora puedo observar con más atención los tatuajes que tiene en su brazo derecho.
—¿En qué puedo ayudarlas?
—Hola —habla Marie, mientras sostengo un pene de color rojo y niego con la cabeza—. Necesito algo para sorprender a mi novio.
Dejo el juguete en su lugar, y observo los demás; sus tamaños, sus colores... Tan variados como si se tratara de una blusa. Tal vez es estúpido que quiera salir corriendo, pero no puedo aguantar la risa.
El chico sonríe divertido, y le muestra un catálogo de disfraces. Algunas chicas acompañan a sus amigas porque tienen que ver vestidos de boda, o van de compras juntas para dar su opinión sobre si tal ropa les queda bien o mal. Mientras que yo me encuentro rodeada de cosas sexuales.
—En una tienda de lencería, podías haber encontrado tranquilamente un disfraz —digo.
Marie sigue observando el catálogo, ignorando mi comentario. El chico me mira, y sonríe.
—Lo que hay aquí no lo encontrarás en una tienda de lencería.
—Sí, eso ya lo noté —vuelvo a observar el estante con juguetes sexuales, y él se ríe.
Marie se decide, finalmente, por un disfraz de colegiala, el cual tenía cosas adicionales, según el vendedor, y que prefiero no pensar a qué se refiere. Porque si sé a qué cosas se refiere con adicionales, imagino, y si imagino, en mi mente no luciría como algo sexi. Entonces, me daría un ataque de risa, y si me río, me pierden por completo.
Salimos de la tienda y Marie lucía muy feliz por su compra. Ansiosa porque el momento llegue.
—Chloe, estás roja. ¿Es por este horrible calor o...?
No termina de preguntar, porque ya me encuentro estallando en una fuerte carcajada. Incluso, me río hasta las lágrimas, recordando todas las cosas que vi, e imaginando cosas que seguramente nadie imaginó al entrar a un lugar como ese.
Luego me imagino a Blaine siendo sumiso de Marie, y me río más aún. Pero luego frunzo el ceño ante la imagen. Imaginar a mis amigos teniendo sexo es raro. No es que me dé pudor el tema, ni nada de eso, solo... no. Si Blaine no fuese amigo mío sería diferente.
Marie sonríe negando con la cabeza y, finalmente, mi risa se vuelve contagiosa. Ahora somos dos tontas las que nos reímos en el medio de la vereda.
Antes de ir hacia la biblioteca, pasamos por un local de comida rápida para llevar nuestro almuerzo. Al llegar al trabajo, nos despedimos de John y Ruth, para luego comenzar nuestra jornada.
Me acomodo detrás del mostrador, dispuesta a repasar, mientras los clientes estaban cada uno en lo suyo. Abro mi cuaderno, junto a mi libro, pero detengo mi intención de estudiar cuando noto que Marie me observa elevando una ceja.
—¿Qué?
—No te hagas la tonta.
—No me hago la nada, ¿por qué me miras así?
—Por Hunter.
—Oh...
Durante toda la mañana no había pensado en él, estuve con la mente en otro lado. Tanto que me había olvidado de que Marie me iba a preguntar sobre el día de ayer.
—Sí, oh..., cuéntame lo que pasó.
Suspiro y le cuento sobre mi domingo en la casa de Hunter Orwell.
—¿Por qué has repetido la palabra amigo tantas veces?
—¿Eso hice? —asiente—. No lo había notado.
—Es como si intentaras convencerte de eso, de que es tu amigo. Cuando en realidad, tu Chloe interna se muere por besar a Hunter.
—¡¿Qué?! —Marie se ríe—. Estás loca, no me muero por besarlo. Hunter solo...
—Es tu amigo —dice lo que estaba a punto de decir, pero solo a modo de broma—. Como dije, volveré a preguntar en dos semanas. Y si me dices que te cuesta verlo como amigo, entonces ganaré.
—Pues lamento decirte que vas a perder. Lo seguiré viendo como un buen amigo. Además, está Iván y...
—En dos semanas volveré a preguntar.
—No me interrumpas, odio que lo hagas. Marie, entiende que...
—Estudia, Chloe. Si quieres ser veterinaria, estudia.
Refunfuño y ella se ríe, para luego dejarme estudiar. Pero ya no puedo hacerlo, no tengo el mismo nivel de concentración que tenía en el momento que abrí el libro.
Odio que Marie me haga pensar de tal manera respecto a Hunter. Y, en verdad, pensándolo bien, temo por saber cuál será mi respuesta en dos semanas.
Basta, Chloe. Detente. Tranquila. Nada puede cambiar tan repentinamente en dos semanas.
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