Capítulo 5
Hace siglos atrás, cuando Bor Burison aún era Rey de Asgard, Hamingjas y asgardianos convivieron felizmente. En aquella época, las cosas funcionaban de una forma muy distinta para nosotras; Era obligatorio que a cada asgardiano se le asignara su ángel guardián, distinto de ahora, ya que solo a unos pocos se les otorga nuestra protección, eso se debe a que actualmente somos muy pocas las Hamingjas que quedan, a demás de que hay un reglamento que así lo demanda. Al principio todo marchó de maravilla, la protección que las Hamingjas brindaban a sus protegidos parecía dar frutos. Todo mundo en Asgard parecía encontrarse más feliz, sin embargo, ocurrió algo que hizo que nuestro destino cambie drásticamente.
Bor, siendo el legítimo Rey de Asgard, tuvo una Hamingja especial, nosotros la llamamos "Madre".
Madre era la más especial de todas las Hamingjas, tenía poderes muy particulares, eso y su gran corazón la hacían única en nuestra raza, lo cual causó que Bor cayera completamente rendido a sus pies. Madre no era fácil de cautivar, pero de alguna manera el Rey consiguió persuadirla, fue ahí cuando comenzó su aventura. No tomó mucho tiempo para que la esposa de Bor, Bestla, se diera cuenta de lo que sucedía, y sumada en cólera, decidió enfrentar a su marido. Bor no podía permitir que Bestla se marchara; ¿que pensaría el pueblo de Asgard sobre un Rey que cometió adulterio? Fué en ese entonces que Bor, exilió a las Hamingjas del pueblo de Asgard, enviándolas a la dimensión espejo; Un lugar en el que nosotras pudiéramos cumplir con nuestros propósitos, sin que nuestros propósitos interactúen con nosotras; Fnalmente se nos ha prohibido enamorarnos de nuestros protegidos, en caso de que suceda, nos espera un largo y tortuoso castigo.
-Pero -me mira medio asombrado y confundido-, eso suena totalmente injusto.
-Si, lo fue -me encojo de hombros -. Pero ¿qué más da?
-¿Qué más da? -repite aquellas últimas palabras- el rey Bor exilió a toda tu raza a la dimensión espejo, y tú solo dices "¿qué más da?" -enfatiza dibujando unas comillas imaginarias con sus dedos.
-¿Qué se supone que debo hacer? -le miro jocosa.
-¡Vengarte! ¿Qué no es obvio?
-No, Loki -detengo mi paso, el hace lo mismo y se voltea para quedar ambos cara a cara-. Mi raza no fue creada para librar guerras como ustedes.
-Libran guerras con las que nosotros no podemos lidear.
-Pero no nos manchamos de sangre al hacerlo -increpo-, es justamente lo que evitamos.
-Y ¿a ustedes quién las protege?
-¿Qué? -me toma desprevenida al preguntarme aquello- Nadie lo hace, somos creadas para proteger, no para ser protegidas.
Aunque nunca me había puesto a pensar en eso... es algo muy paradójico.
-Entiendo -suspira con hartazgo retomando su andar-¿Qué harás cuándo cumplas con tu propósito?
-A este paso ni siquiera sé si podré -resuello con frustración, siguiendo sus pasos.
-¿Quién es tu protegido? -cuestiona de pronto, mirándome inquisitivo.
-Es información confidencial -me limito a responder.
-No hace falta que contestes -se encoge de hombros-. Sé que soy yo.
-Ya quisieras -carraspeo nerviosa, el se detiene súbitamente.
-Llegamos -informa.
-¿A dónde?
Me dedico a observar con más detalle el lugar a dónde mi protegido me trajo, se trata de un bosque situado más allá de los jardines reales.
-Mi madre suele venir aquí a practicar sus ritos.
-Tú también sueles venir aquí a practicar -sonrío al recordar las veces que me he quedado horas contemplándolo.
-¿Cómo sabes eso? -me mira extrañado.
-Mi... mi maestro me lo comentó en una ocasión -rasco mi nuca con nerviosismo.
Su mirada inquisidora se desvía prontamente, es que, a lo lejos entre los árboles, una silueta comienza a aproximarse.
-Hijo -le sonríe al estar lo suficientemente cerca, busca con rapidez envolverlo en un abrazo, pero es rechazada frívolamente.
Dicen que los ojos son la ventana del alma, que cuando no podemos hablar, nuestros ojos lo hacen por nosotros.
Los de Loki y su madre, expresan las más pesadas de las amarguras.
-Ella es _____ -me presenta.
-Es un placer -me sonríe, a pesar de cargar con un mar de lágrimas en sus ojos.
-El placer es todo mío, mi Reina -le dedico una reverencia.
-Es una Hamingja -suelta totalmente despreocupado-, está atrapada en nuestra dimensión, y desconoce el cómo regresar a la suya.
Frigga se aproxima lentamente hacia mí, y sostiene suavemente ambas de mis manos.
-Tu has cruzado el universo, y te has hundido en el abismo -me dice entre susurros, acariciando la palma de mis manos- lloraste sus dolores para aprender a sanar sus heridas, despertaste su alma desde el interior de la suya misma, entonces, ¿estás completamente segura de que debes regresar?
-Y-yo... no entiendo -¿ella sabía que todo esto iba a suceder?
-Quizás tu propósito es mucho más grande de lo que te imaginas.
La mayoría le tiene miedo a lo inesperado, a los cambios, a eso que de pronto puede cambia la vida drásticamente. Pero en realidad, la peor tragedia de la vida es eso que se repite sin cesar.
Hasta hoy, había vivido toda mi vida escuchando que asgardianos y Hamingjas no se podían relacionar por nada. Y ahí estaba yo otra vez, metida en medio de un conflicto que ni siquiera me incumbe.
¡Finalmente entendí!
No me importan los mandamientos que haya impuesto un Dios asgardiano a causa de sus acciones inmorales, mi protegido me necesita, me necesita en carne y hueso. No me puedo permitir estar en otra dimensión distinta a la suya, mientras él se dedica a sufrir a horrores, en completa soledad.
-Ella no puede quedarse, madre -interpela, casi en completo desespero.
-Puede, y debe, hijo mío -le sonríe ampliamente, para al final, depositar un pequeño beso en la frente de aquél príncipe, y le susurra algo que para mí fue completamente inaudible.
-¿Estás bien? -le pregunto tras ver sus ojos cristalizados.
-Entonces qué -desvía su mirada hacia otro punto- No piensas irte ¿verdad?
-Creo que la Reina me ha dado un mensaje muy claro.
-Fantástico -resuella.
-Sé que querías que me vaya -sonrío con congoja, decido sentarme sobre el vergel.
-No importa -se sienta a mi lado.
-¿No? -cuestiono incrédula.
-Al fin y al cabo no soy tu protegido -se encoge de hombros-, de ser así no deberías interponerte en mis asuntos.
-Aún así no pienso permitir que inicies una guerra.
-Eres niñera de tiempo completo, ¿verdad? -ríe con sorna-. No te basta con tu protegido, y ¿vienes conmigo?
-Que puedo decir, me gusta mi trabajo -respondo sencillamente -. La guerra no es una solución, Loki -reitero.
-¿Cuál es? -me mira expectante.
-Hablar -me limito a responder.
-¿En serio crees que es así de fácil?
-¿Crees que es fácil? -le miro esbozando una sonrisa de lado.
-Demasiado.
-Entonces hazlo -incito.
-¿Disculpa? -me examina buscando comprender.
-Habla conmigo, Loki -sonrío.
-¿De qué quieres que hable contigo?
Esos dolores atávicos, heredados y legados permanecen en el tiempo y se vuelven cada vez mas intensos. Los dolores traumáticos no conocen analgésicos, solo se pueden aliviar cuando entiendes eso que sientes.
-De lo que te duele -simplifico.
Son sentires que los atraviesan por la mitad, y les alivia que haya un lugar en su alma en la que pueden guardar sus dolores, un lugar en donde sienten que quizás no dolerá tanto. Pero en realidad no existe ese lugar donde guardarlos, ni placebo que lo calme.
El dolor es un corazón en carne viva que solo se podrá curar cuando pueda ser dicho.
Loki me mira por un instante, quizás duda de si hablar conmigo es lo correcto, pero no podrá saberlo hasta que se arriesgue.
-La vida -emana un fuerte suspiro, cargado de todo eso que adentro suyo le causaba tanta amargura.
-Solo hay dos posibilidades ante el cambio -enumero- negarlo, o, cambiar con él. Lo que no puede hacerse es detenerlo.
-Yo no he hablado del cambio.
-Pero hablas de la vida -le sonrío-. La vida es un cambio constante. Ni las rocas más grandes quedan inalterables en este mundo. Los cambios no son buenos ni malos pero pueden volvernos buenos o malos, eso depende de nosotros mismos.
-¿Que hay de ti? ¿tú no sufres de estos "cambios" de los que tanto hablas?
-Por supuesto que también los sufro, yo cambio junto contigo -deslizo inconscientemente mi mano sobre el vergel hasta dar con la suya, y sostenerla.
-¿Junto conmigo? -reconozco aquella sonrisa repleta de picardía que se dibuja notoriamente en su rostro, obtuvo lo que buscaba, y yo se lo dí sin haberme dado cuenta.
-¡Junto con mi protegido! -intento corregirme, pero ya es demasiado tarde.
-_____... Jamás le mientas a un mentiroso -objeta con orgullo.
-¡Lo hiciste a propósito! -increpo- ¿Y tú que ganas sabiendo que eres mi protegido?
-Nada, solo el hecho de confirmar que estaba en lo cierto.
-Eres increíble -resuello pellizcando mi frente.
-Lo sé -me sonríe.
-¿Si quiera te importa la charla que acabamos de tener? -lo miro con rabia.
Nos quedamos allí, sentados sobre el vergel bajo un árbol, contemplando las estrellas, en completo silencio. Hoy tuve la dicha de conocer un poco más a mi protegido, y también entender un poco más sobre su dolor.
-Lo que te dije es cierto -se sincera finalmente.
-Gracias por contarme, Loki. -me contento.
Pero más allá de todo eso, con todo lo sucedido últimamente, me había olvidado de todo lo que siento por éste ser.
Había olvidado este sentimiento de afición, el cuál pude recordar tras darme cuenta que mi mano todavía se encuentra descansando plácidamente sobre la suya. Un hormigueo en mi estómago se hizo presente al pensar que él no se aparta aún, y lo miro de reojo.
-¿Qué me ves? -pregunta engorroso.
-N-nada -carraspeo, volviendo mi vista hacia el hermoso cielo de Asgard.
Dicen que hay gente que ha levantado naves con sus propias manos para salvar a un ser querido. O personas que han cruzado un rio nadando. Algunos se curan de enfermedades incurables. Otros sobrevivieron a campos de concentración sostenidos por el recuerdo de sus afectos. La historia esta llena de prodigios, de milagros.
Y ¿yo?
Yo intento transformar la ira de un Dios asgardiano con el simple poder de mi amor.
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